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3. Una triste historia sin suerte

El resto de la tarde paso rápido. No había más que hacer.
Solo quedaba una cosa más. Una cosa de lo que se encargarían más tarde. Porque cuando pensabas en Mysterion, se te venia a la cabeza una M o un signo de pregunta. ¿Pero que sería cuando pensaran en aquel héroe con capucha?
El diseño del traje estaba completo, y solo había que esperar a que las chicas terminasen de hacer lo que prometieron a ser.
A las siete de la tarde, ya no había nadie más que Kyle en la casa. Se despidió de ellas en la puerta, preguntándose por que lo ayudaban. No tenía sentido. Al menos no le encontraba sentido.
Entro, cerrando la puerta. El día había acabado para él. Haría la tarea, y esperaría hasta después de que llegaran su madre y Ike para cenar y fingir irse a dormir.

Por otro lado, el día de Kenny iba a la mitad. Corriendo de un lado a otro entregando comida y recogiendo ordenes. Apenas recibía dinero de los tips y ya casi le tocaba ir a su siguiente trabajo.
En cuanto su celular vibró por la alarma, lanzo las cosas que llevaba hacia un compañero, aquel que lo apoyaba en ese lugar, y salió por la puerta de empleados, quitándose el delantal y tomando su parka para ponérsela sin cuidado, junto a su mochila. Llegó a una pizzería pequeña, y en cuando llegó, se puso un -sinceramente muy estúpido- sombrero obligatorio. Subió a una moto, y arrancó con 8 pizzas atrás y una dirección anotada en una hoja pegada en el manubrio.
Así siguió la tarde y pronto la noche.
El miércoles era el día más atareado en su semana. El lunes solo hacia entrega de pizza después de la escuela. Martes, al mismo horario, hacia de dependiente en alguna tienda. El jueves ayudaba a un maestro de artes marciales como muñeco de pruebas. Viernes, pizzas. El sábado y domingo hacia de mesero la mitad del día, muñeco de pruebas dos horas, y dos horas de entregar pizzas, pero como no había escuela, no tenía problema con eso.
Sin embargo, el miércoles tenía que trabajar como mesero, ayudar a Tweek con las entregas de los drogadictos, entregar pizzas, y a veces acudir de último momento a ayudar a aquel maestro. No en ese orden, pero era igual de largo y cansado.
Llegó a las diez de la noche a la casa. Una casa bastante mejor a la que tenían antes. Con lo que él y Kevin trabajaban habían mejorado totalmente el lugar. Ya era habitable, y tenían una bonita cocina, con comida suficiente para los tres. Los tres niños, claro, por que en cuanto Kevin cumplió 18, se despidió de las drogas y el alcohol, y tiró a sus padres fuera de la casa para el mismo encargarse de que él y sus hermanos tuviesen un buen lugar.
Sus padres estaban bien en general. Habían rentado un pequeño departamento y completamente solos, no podían hacer tanto daño. Probablemente tendrían otro niño y le arruinarían la vida, y Kevin y Kenny conseguirían otra boca para alimentar, pero mientras tanto, solo tenían una media relación con su madre. A Stuart rara vez lo veían o le llamaban en absoluto.

Karen estaba dormida cuando llegó. El rubio sacó un peluche que había comprado más temprano y lo dejó a su lado, dándole un beso en la mejilla y acariciando su cabeza con cariño. Dejó una nota a Kevin para cuando llegara, y entró a su habitación para cambiarse.

La noche comenzó.

Corriendo entre callejones y techos con extremo cuidado, vigilando cada lugar y ayudando a cada persona que gritase por auxilio sin siquiera dudar. Dando golpes a diestra y siniestra.
A las doce de la noche terminó la ronda.

Si bien era cierto que todos creían que Mysterion ya no era Kenny, aún así pedía ayuda a su gran amigo Kyle Broflovski cuando necesitaba investigar.
Subió -no pregunten como, lo hizo- hasta la ventana del chico, y la toco. Normalmente estaba cerrada. Pero ese día estaba abierto, como si supiese que iba a venir. Entró, y fingiendo voz grave llamó al pelirrojo, buscando entre la habitación obscura y vacía.

-Es-Espera un segundo. Te escuche subiendo y estaba sin ropa, no esperaba que llegases hoy- se escuchó la voz del chico desde el armario, haciendo un desastre. Las mejillas del héroe se pintaron de rosa al imaginar a su amigo sin ropa en absoluto, y solo se mordió el labio para evitar hacer o decir alguna estupidez. Pronto el chico salió con la pijama, notando que algo había caído a su lado y pateándolo hacia atrás. -Es un.. gusto tenerte, Mysterion. ¿Sucedió algo?-.

-Supongo que ya escuchaste sobre el nuevo vigilante- habló en voz baja, acomodándose bien la capucha. Notó como el contrario rodaba los ojos, chasqueando la lengua y cruzándose de brazos.

-Todos quieren saber que es, ya lo capte. ¿Para que necesitas saberlo?-.

-Bueno, soy el primer héroe que South Park tuvo. Solo quiero asegurarme de que no vaya a cambiar de bando- se justificó, acercándose a la ventana. -¿Cuento contigo?-.

El chico frente a él suspiró con frustración y sentándose en la cama, contestó volteando a otro lado. -Si, bien. Investigaré si encuentro algo. Aunque si es tan bueno como tú ocultando su identidad, no prometo nada-.

-Gracias, Kyle- asintió con la cabeza, y se lanzó por la ventana sin más, desapareciendo en el aire.

Kyle tenía los dedos cruzados.

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El destino es verdaderamente cruel. Las mejores personas por lo general son buenas por que quieren evitar que otros sufran los que ellos sufrieron. Ayudar a las personas para en cierta forma cambiar lo que les paso a ellos o ellas. Tener la esperanza de que todos pueden ser salvados.
Pero las peores personas también nacen de los mismos orígenes. Los peores villanos a veces salen del mismo lugar de donde vienen los grandes héroes. Solo tienen una pequeña diferencia en sus maneras de pensar.

Los héroes creen que todos pueden ser salvados, o al menos merecen que intenten salvarlos.
Los villanos creen que no todos pueden ser salvados. Que no todos merecen ser salvados.

Leopold "Butters" Stotch, el enclenque de la generación. El chico mas odiado y herido, solo por su actitud. Una actitud temerosa, tímida.
3 años atrás su hermana menos había nacido. Una dulce niña llamada Mariam.
Butters adoraba a su hermana de muchas maneras, y aunque le dolía, también la odiaba en muchas otras. "Por su culpa tu padre se fue", "es basura, Butters, estábamos bien solo contigo", "nadie la necesita". Odiaba que su madre hablase así de la pequeña, pero se sentía culpable por que no importa cuanto lo negase, en algún momento sentía que eso era cierto.
Se despertó por los gritos y el sonido de cosas cayendo en el piso de abajo. Su abuela y su madre discutían, otra vez. Suspiró y cargó a su hermana, que seguía dormida. Tomo las dos mochilas de escuela de ambos, no sin revisar antes que nada se hubiese quedado fuera, y tomó también la mochila de emergencia. Bajó por las escaleras y se alejó por la entrada y salida principal.

-¿¡A donde llevas a esa pequeña mierda, Butters?!- escuchó a su madre, tan drogada y borracha como podía estarlo. -¡Tráemela! ¡Yo la mato! ¡La reventamos a esa pequeña basura!-.

Su abuela agarró a la mujer del pelo y la jaloneó -¡Te dije que te calles maldita sea! ¡Butters, sal de aquí antes de que te patee el trasero yo misma!-.

-oh, geez, ¡s-si abuela!-.

Afuera estaba frío. Tenía solo unos tenis sin calcetines, y una sábana que cubría a su hermana y a sí mismo, a parte de una delgada pijama con diseños de aliens. Tembló unos minutos antes de reaccionar; estaba nevando y tenía que buscar donde quedarse rápido o se congelarían ahí afuera. Volteó hacia los lados.
Eric Cartman, o Dovah Rifend.
No lo pensó dos veces cuando tomo camino hacia la casa de su amiga. Su mejor amiga, en realidad. Butters se llevaba bien con Kenny, y Clyde, y sorprendentemente también con Stan, pero con ninguno tan bien como se llevaba con Dovah.

Tocó la puerta unas veces, pero nada pasó. Se mordió el labio con temor de que no hubiese nadie.
La puerta de abrió en silencio. Dovah tenía cara de que no había estado durmiendo. Como si acabase de llegar a su casa. Incluso tenía un casco y varias defensas de deporte encima. Se quedó viendo a Butters y a La Niña por un minuto entero, y luego reaccionó, haciéndose al lado y dejando pasar al pobre chico que venía cargando con demasiado para su tamaño y fuerza. Le hizo señas de que la siguiese, y le dejó la habitación para que se acomodase en lo que ella hacía otra cosa afuera.
Dovah revisó la habitación de sus padres. No estaban, y no estarían hasta en tres días más, pero acostumbraba hacer eso desde hacía muchísimo tiempo, y le removía por dentro cada vez que no los veía ahí.
Negó con la cabeza y fue al baño a cambiarse. Butters, mientras tanto, había dejado a su hermana pequeña dormir en la cama, y acomodó todas las mochilas al lado de la de su amiga. Le incomodaba estar en esa habitación, no por que no hubiese estado antes, pero por que era una habitación de mujer, en la noche. No había pensado en eso cuando se dirigía hacia el lugar, pero se encontraba muy preocupado por encontrar un lugar para el y su hermana lejos del peligro de su madre.
Frunció el ceño. Estaba furioso. Presionó los puños con fuerza, sintiendo sus ojos llenos de lágrimas y su cara caliente.

-Butters, relájate. Estas generando electricidad- escuchó el rubio detrás de si, haciendo que se calmase casi al instante.

Butters solo la vio, y luego volteó a otro lado, limpiándose los ojos que ya estaban soltando las lagrimas. -Lo siento-.

La castaña negó con la cabeza -¿tu herida está mejor?-.

Hacia unos meses atrás, en una tormenta eléctrica, todos los niños de South Park estaban en un juego de fútbol americano. Malas decisiones fueron tomadas, y todos tuvieron que correr para encontrar donde estar a salvo. Pero antes de que alcanzaran a llegar, Butters, Dougie y algún otro niño se detuvieron a ayudar a un chico que había caído durante la huida. Uno de los rayos que estaba produciendo el obscuro cielo, cayó encima del Niño que los estaba ayudando, y por consecuencia, también en Butters, que estaba pegado a él.
Dougie y el otro chico también salieron heridos, por la cercanía. Pronto Kenny, Stan, Kyle, Clyde y Token corrieron a ayudar. No hubo más heridos, y El Niño que intentó ayudar salió muerto.

Una semana más tarde, y jugando videojuegos, el y la castaña descubrieron que el rayo había dado a Butters la capacidad de generar energía y electricidad.
Típico cliché de película o caricatura, ¿no?
Solo dire que, a pesar de todo, este lugar sigue siendo South Park.

-Estoy bien. Gracias por preguntar, Dovah-.

La chica ya no hablo. Asintió, y dejó que Butters se acomodara en su cuarto. Ella se fue a la habitación de sus padres.

Butters subió a la cama con su hermana aún dormida, y la cubrió bien con una cobija. Antes de dormir, se quedó viendo por la ventana al lado de la cama con curiosidad. La nieve había reducido un poco y se veía hermoso. El árbol, a unos metros de la casa, estaba cubierto. Y su casa, a la lejanía, ya tenía las luces apagadas. Se había distraído mucho. Entonces se recostó, y se tapó la cara con cansancio. Todo iba tan mal, y todo se estaba arruinando rápidamente. Su única esperanza era Bebe, y no tenía la valentía de hablarle. Era un cobarde.

Una pequeña parte de el sabía lo que iba a venirse en la mañana. La gota que derramaría el agua del vaso.
Aquello que lo dejaría sin fe o esperanza.

En la mañana, 4:38, los despertó el sonido fuerte de una ambulancia.

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