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23. Fuego cruzado

Una toma de rehenes. Aproximadamente cuarenta y tres personas permanecían rehenes en una de las tiendas del supermercado. Eran trece los asaltantes, y sin la policía para atenderlos, solo tomaban todo lo de valor que pudiesen encontrar en todo el lugar. La mayoría de la gente atrapada eran los vendedores, quienes habían batallado mucho para salir de sus sitios y solo se juntaron unos contra otros a punta de pistola.
El resto era gente común y corriente que no había podido salir corriendo a la advertencia del sonido de una bala. Tres personas muertas en la huida, ocho heridos en los rehenes, uno de ellos de gravedad. Butters lo sabía, Sharon lo estaba atendiendo. De entre las cuarenta y tres personas que habían quedado atrapados en el centro comercial, de el grupo que había salido a hacer las compras, él, Heidi, Sharon y Wendy habían quedado dentro. En realidad, había agradecido que fuesen específicamente ellos y no alguna de las otras chicas que venían con ellos. Wendy era valiente, pero no imprudente. Sheila o Bebe hubiesen explotado y logrado que alguien más hubiese muerto, ellas con la mayor probabilidad; definitivamente era un alivio que Karen y Mariam no estuviesen ahí, y finalmente, Dovah estaba mejor ahí afuera. Aún estaba un poco herida, y en cualquier caso, ella podía proteger a todos mejor de lo que cualquiera de los que estaban adentro podrían,
Pronto llegarían Kenny o el nuevo superhéroe a sacarlos de ahí, si es que Dovah no se desesperaba y hacia una de las suyas. En cualquier momento.

Sin embargo, cualquier momento se volvía desesperante cuando el tiempo pasaba, más y más lento. Una hora y no había aviso de ayuda. Aquel hombre en las manos de la madre de Stan empeoraba rápidamente y necesitaba atención rápida. Wendy no podía calmar a dos niños que habían quedado dentro, y peor aún, sin sus padres. Heidi estaba entrando en pánico. ¿Él? Él se estaba poniendo nervioso. Al punto de que tuvo que alejarse del metal para no empezar un desastre. Era claro que aún lejos de cualquier objeto atrayente de electricidad le era difícil controlarlo, por que el ambiente en la tienda donde estaban todos encerrados, se empezaba a sentir mucha estática.

–una, dos, tres ranas,– se escuchaba a Wendy cantando con voz temblorosa, abrazando a los niños que estaban sollozando.

Sharon lo haría ella misma, pero... –Respira. La herida está bien. Tienes que respirar, y no te atrevas a caerte dormido– regañó a aquel hombre en sus brazos, aplicando presión con el suéter que ella llevaba puesto antes, con la intension de parar el sangrado. –Pronto llegará ayuda, ¿escuchas? Mantente despierto–.

"Maldita sea, Kenny" gruñó Butters en su mente, en un momento de nerviosismo, incluso olvidando preocuparse por su vocabulario interno. "Tienes que entrar ya, llegar ya, ¡yo que se! Apresúrate..".
No fue hasta que se abrió la puerta cercana a él, que todo empeoró. Un hombre con una máscara de conejo entró. Un rifle apuntado  al suelo estaba en sus manos. Quizás hubiese sido mejor,  aquel hombre no hubiese apuntado su arma hacia la gente que había dentro. Jadeos de sorpresa y terror se hicieron presentes y hubiesen iniciado los gritos. Pero Butters estaba harto. Butters tenía suficiente. Se levantó con valentía, y antes de que la primera bala saliese del arma, le dio un puñetazo en la cara, tumbándolo. Unos cuantos disparos salieron, dando al techo y tirando escombros.

Detrás del recién caído, por la salida, había otro hombre, que ante la sorpresa, apuntó rápidamente a Leopoldo con la intención de atacarle. –¡Hey, tu-!–. Claramente era tarde para disparar en el momento en que un manchón púrpura apareció desde arriba, cayéndole con una patada en la cara, probablemente fracturando algunas partes del cráneo del hombre.

Mysterion volteó. –¿Están todos bien?–.

–Estamos vivos– contestó Sharon. –Pero hay niños, y personas ocupan asistencia médica urgente–.

El vigilante respondió en segundos. –La ambulancia está afuera, pero aún hay un par de delincuentes a los que no puedo encontrar. No tardaré mucho en ir por ellos, solo necesito que aguanten un poco más, y no salgan hasta que llegue la ayuda–.

Con estas palabras, el chico tomó de la pierna a aquel hijo de puta que había apuntado a matar a los rehenes, y lo jalo sin cuidado, tirándolo con el otro tipo desmayado, quitándoles las armas. Luego entró cargándolas. –Les dejare estás aquí, solo por seguridad. Si alguien más entra, y no es paramédico, o yo, o alguien en general que venga a ayudar, apunten y disparen. Solo tengan cuidado, no son juguetes–.

Mysterion puso el seguro a las Armas, las dejó en el suelo, y cerró la puerta. Entonces, salió corriendo de ahí. Butters se sentó nuevamente, con aquella adrenalina que le hizo reaccionar desapareciendo por completo, y comenzando a temblar. Heidi, que estaba solo a unos pasos suyos, le puso la mano en el hombro, sonriéndole y calmándolo un poco.

–Está bien Butters. Hiciste un buen trabajo. Respira–.

Kenny buscaba por todos lados. Había dos más, de eso estaba seguro. Sabía que no podían haber salido aún Por de ser así, ruido hubiese llamado su atención. El problema es que tampoco parecían estar adentro. Ya había buscado toda el área y no estaban. Volteaba a todas partes y escuchaba con atención. Trece asaltantes, cuarenta y cinco personas como rehenes. Sus manos formaron puños con velocidad, y la presión era enorme. ¿Donde demonios estaban esos últimos dos?

Heidi lo sabía. Lo sabía en el momento en que vio a esos dos hombres acercarse a las armas de fuego. Se levantó, y se puso frente a ellos.

–No creo que sea una buena idea–.

Estaba nerviosa, temblando. Sabía en lo que se estaba metiendo, pero después de haber dejado a Cartman entrar a aquella cabaña en el bosque, no podía hacer otra idiotez. No podía dejarlos ganar.

–Solo.. vamos a tomarlos. Por seguridad–.

Ambos lados de la pequeña discusión estaban tensos.

–Entonces,– Wendy comentó desde su lugar. –¿Por qué no toma ella una? No es necesario que estén los dos armados, ¿Saben?–.

Uno de los hombres miró mal a Wendy. La gente empezaba a murmurar, y hablar. Finalmente el otro se desesperó y empujó a Heidi, para tomar el arma. Apuntó a la chica sin una pizca de miedo o remordimiento, pero un terrible dolor le hizo soltar el arma. Ahí, sujetando su brazo con fuerza, estaba Leopoldo. No estaba feliz, y su mano soltaba chispas, de una forma demasiado literal. Heidi miró atenta como el arma de fuego caía a unos centímetros de ella y como, gracias al seguro que Mysterion había puesto, su cabeza aún estaba completa. Su respiración agitada y su cuerpo tembloroso no parecían calmarse.
En la habitación se escuchó la otra arma. El seguro de fuego había sido quitado, y apuntaba a la cabeza de Leo.

–Suéltalo, o verás–.

Butters, tras dudar un poco, soltó la mano del enemigo, quien se tiró al suelo sujetando su brazo, que parecía tenia una quemadura grave.

–¿Sabes? De todas maneras, deberías ver–.

Cuando sonó el arma de fuego disparar, Kenny se alarmó. Era de donde venía; de donde estaban los rehenes. Corrió con velocidad hasta llegar a la puerta, y se encontró con esta cerrada tal como la dejó. No dudo en abrirla ni por un segundo.
No se encontró con una escena agradable. Butters estaba tirado, encima de un hombre, golpeándolo repetidamente en la cara. Sus manos estaban llenas de electricidad, y su cara llena de odio y lágrimas. Y muy por encima, dolor. Aquel hombre, aparte de las heridas por los golpes, tenía quemaduras y marcas de choques. Sus ojos cambiaron hasta donde estaba otro hombre llorando, sujetando su brazo, que tenía una grave quemadura por electricidad.
Mirar a Heidi, en el suelo, con un tiro en la cabeza... eso fue más difícil. No por que la chica le cayese mal significaba que verla muerta iba a ser sencillo, o bueno. Pero ahora mismo, no era Kenny. Era Mysterion. Habría tiempo para llorar. Agarro a Butters de los brazos y lo jalo, deteniéndolo. Agradecía que sus guantes actuales fuesen de hule, por que con la estática que su traje tenía ahora, podía deducir que haber tocado a Butters directamente, o con tela simple, pudo haber llegado a matarlo... o a noquearlo en un caso mejor.

–Butters, tranquilízate–.

–¡LA MATÓ!– lloraba desesperado el más bajo de los dos rubios. –¡Era joven! ¡Tenía mucha vida por delante! ¡Y este maldito se la quitó!–.

–Butters.– repitió.

–La mató–. Dijo una vez más, soltándose en llanto.

Esa mañana quedaron cuarenta y tres rehenes en el centro comercial.
Al medio día, salieron cuarenta y uno. Ni Heidi, ni aquel hombre que Sharon tuvo en manos por casi dos horas enteras lograron salir con vida de ahí.

—————

Kyle sabía lo que ocurría en el centro comercial, pero a pesar de que intento ir a ayudar, Craig y Tweek lo mantuvieron en la mansión de Token. Tweek era el más preocupado, pues Craig confiaba en que el pelirrojo no era lo suficientemente idiota para meterse a un centro comercial con toma de rehenes y trece locos robando cosas -y Dios, que mal estaba el pelinegro en confiar así en el chico Broflovski-. Aún así, decidieron no dejarlo salir, por que siendo que su madre estaba ahí, no faltaría menos que el chico lanzase una misión de rescate con ayuda del gobierno de los Estados Unidos de America. Es por eso que Tweek llamó a Kenny. Tenía que asegurarse de que alguien un poco más cercano al pelirrojo se asegurase de que no hiciese alguna idiotez. Era obvio que el otro rubio nunca llegó. No mientras estaba el problema en auge. Stan, por otro lado, había llegado en seguida. Llevaba una mochila, y cara de que quería morir. El problema, verán, es que en cuanto llegó a la mansión de Token, Stanley se desmayó.
Fue hasta que el problema terminó que las chicas y Butters que habían estado en el centro comercial, llegaron a la casa del moreno. Butters venía algo vendado, pero todas las demás estaban bien. Solo Sharon, que estaba llena de sangre que no era suya. Pidieron permiso, y la madre de Token las guió a ella y a Sheila para que pudiesen descansar, bañarse, incluso prestó un poco de su ropa. Mientras las madres iban por su cuenta, las chicas hablaban, lloraban, y se reconfortaban entre sí. Token las dejó estar en su habitación, a ellas y a Nichole, que había estado ahí todo el tiempo. Los chicos se quedaron en la sala, serios.
Kenny llegó un poco después. Se veía cansado y tenía raspones.

–¡¿Donde- ACK- Carajos estabas, Kenny?! ¡Te llame de urgencia y mandaste a Stanley! ¡El idiota se desmayó apenas- uck- -gah- LLEGÓ!– le reclamó Tweek, furioso. Al punto que Craig tuvo que abrazarlo por los hombros, más que cariñosamente, como seguridad.

No querían a Kenny muerto.

–Lo siento, Tweekers. Mi hermana estaba en peligro, fui a ver como estaba. Sin embargo tuve un problema. Cuando llegue ya había pasado. Me vine para acá–.

–Ugh, maldita sea– gruñó Tweek, fastidiado, dirigiéndose a la cocina en busca de algo de café.

Craig decidió acompañarlo, más que nada por que, si Tweek estaba enojado, terminaría rompiendo algo.

Kenny volteó a ver preocupado a Butters. –Hey, Leo.. estas.. ¿bien?–.

No era el único que se había dado cuenta la mirada perdida de Butters. Su ojo celeste y su ojo ciego de un tenue gris casi blanco observaban hacia una pared, perdidos. Se veía cansado, no realmente molesto.

–No Ken. No estoy bien.– contestó de manera suave pero firme, cambiando el punto de su atención al suelo. –En poco tiempo perdí a mi madre, lastime a Dovah, y deje morir a Heidi–.

Esa información, era nueva para Kyle, cuyos ojos se abrieron en sorpresa. Token, Jimmy y Clyde también se sorprendieron por la información; habían visto a las chicas llorar, pero todos supusieron que el susto se había llevado lo mejor de ellas. El pelirrojo, muy dentro de sí, sabía que algo debió haber pasado, puesto que nunca vio a la castaña llegar. ¿Pero algo como que estuviese muerta? No podía ser. Simplemente no se lo creía. ¿Y lo peor de todo? Butters no tenía la culpa de nada. Era la culpa de él, de el chico Broflovski. Él había prometido protegerla. ¿Donde estaba mientras ella era una rehén y estaba siendo asesinada por una bola de imbeciles?

Ah, si. Discutiendo con Tweek.

–Butters, no es tu culpa– ofreció Token poniendo la mano en su hombro.

Pero ahora no era momento para lamentarse por sí mismo. Podría llorar y quejarse consigo mismo cuando todo hubiese terminado. Ahora mismo tenían a Butters.

Y hablando de Butters, el rubio negó con la cabeza, dejando lágrimas salir de sus ojos. –No. Yo estaba ahí. Pude haberlos detenido y me acobarde. Es mi culpa–.

Kyle se le acercó. –¿Butters? Se que es difícil, pero-– se vio interrumpido por el contrario.

–¡¿Y tú que sabes?!– gritó el más bajo de todos con desesperación y dolor, con la voz rota. –¡¿Que sabes de esto, señor sabelotodo?! ¡¿Que sabes de una pérdida con tu vida perfecta?!–.

Butters sabía que Kyle no tenía la culpa, y en realidad no quería decir nada de eso. Pero no podía evitarlo. Estaba furioso, estaba herido.
Kyle, por otro lado, también comprendía que Butters estaba herido. Cerró la boca, y se sentó tan lejos como pudo. No le tenía rencor, no. Pero su orgullo había sido lastimado, y entendía que su atención no era querida ahí. Probablemente su presencia tampoco; eso lo supo cuando Butters hablo de nuevo.

–¡¿sin palabras, cerebrito?! ¿¡Finalmente entiendes que no lo sabes todo?!–.

Kenny frunció el ceño. –Butters, relájate, él sólo intentaba ayudar–.

–¡Todos intentan ayudar! ¡Pero es que ustedes no saben nada! ¡No lo entienden!–.

Token alejo la mano al sentir un toque eléctrico, y Clyde se asusto cuando repentinamente las luces parpadearon, algo no muy normal en la casa de Black. Los llantos de Stotch incrementaron, y la estática también. Fue entonces cuando Dovah bajo corriendo, alterada. Bajó las escaleras deslizándose, y cayendo de un salto. Hizo una mueca; por mucho que su pierna hubiese mejorado, aún estaba lastimada. Ignoro el dolor y, con toda la fuerza de voluntad para no cojear, alcanzo a donde estaba el menor. Entrelazo sus manos.

–Butters. Relájate. Estoy aquí. Relájate–.

El chico separó las manos, pero en lugar de ser agresivo, abrazo entre llantos a la castaña, que le correspondió.

–Yo solo quería ayudar, y fui demasiado cobarde para hacerlo–.

Gemidos e hipidos llenaron la sala. Un sonido de "shhh" también estaba presente, pero era suave y apenas reconocible.

–Está bien, Butters. Déjalo salir. Déjalo salir–.

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