18. Brilla una luz
El pánico se hizo presente. Uno de los tiradores estaba en el salón de Ike, y no sabía dónde estaban los otros, o si realmente habían otros, o cuantos endemoniados tiradores eran. Y no tenía mucho tiempo.
Sintió la energía salir de la punta de sus dedos, ansiosa por explotar, y solo sintió sus pies avanzar hacia donde se escuchaba el ruido del arma del fuego escapar. Sin él siquiera moverse la puerta se abrió de par en par y aquel hombre armado volteó directamente hacia su persona, apuntando y atacando directamente, sin siquiera pensarlo. La bala ni siquiera salió del arma. De hecho, el hombre no alcanzó a apretar el gatillo. Aquel bastardo estaba congelado. La pistola se alejó como si fuese mágica de su usuario y calló al suelo con un ruido seco. Kyle levantó la mano, intentando contener su furia, y el hombre salió disparado hacia arriba. No tan fuerte como Kyle hubiese deseado, pero lo suficiente para noquearlo. El pelirrojo volteó a los lados, en busca de su hermano, y lo encontró. Estaba al lado de Firkle.
El chico gótico había sido herido. Su costado derecho estaba sangrando, mucho. Kyrefly tomó el arma.
–Llamen a la ambulancia en seguida– susurró. –Tu amigo estará bien-.
Ike tenía los ojos llenos de lagrimas, estaba asustado, y temblando. Abrazaba a Firkle como si eso lo fuese a curar. Filmore reaccionó más rápido, y sacó su celular, llamando a la ambulancia, además de intentar llamar a la policía.
–Profesor– le llamó la atención al hombre tan aterrado como todos los alumnos. –Inhabilite al hombre. Ya no tendrá arma, solo manténgalo inmovilizado. Revisaré la escuela por si hay alguien más–.
El señor asintió, y corrió a buscar con que detener al tirador.
El joven, por otro lado, salió del salón. Toco la pared, y cerró los ojos. No había más movimiento que el de jóvenes asustados y escondidos. Todo parecía tranquilo. Todo se sentía tranquilo.
Todo, excepto-
Un disparo se escuchó, y Kyle apenas tuvo tiempo de voltear y detener la bala. Apenas unos centímetros frente a su cara. Eso había estado demasiado cerca para su gusto.
–El nuevo vigilante de la ciudad. Esto es interesante–.
–Esto es más interesante– gruñó la voz rasposa y gruesa de otra persona.
Un golpe en la cabeza con fuerza hizo que el hombre cayese desmayado. Frente a Kyle estaba Mysterion, furioso. Al menos estaba furioso hasta que le vio.
–¿Estas bien?–.
–Si– murmuró en voz baja.
–Dios mío, Ky- refly– se corrigió al final. –Eso estuvo endemoniadamente cerca–.
–Lo se–.
–Bien-, Te regañaré más tarde. ¿Que sucedió?–.
–Solo eran dos tiradores. Hasta donde se hay un herido–.
–Está..– se interrumpió un segundo, para aclarar la garganta. –¿Karen?–.
El más bajo sonrió nervioso. –Ella está bien. Tranquilo. Ahora mismo me preocupa más Ike–
Eso alarmó a Kenny. –¿le-?–.
–A él no. A un amigo cercano–.
Las ambulancias se escucharon cerca. Kenny agarró el arma en el suelo, aplastó al hombre una última vez con una de sus botas, con desprecio, y ambos salieron de ahí, evitando ser descubiertos.
————
Las clases se cancelaron el resto del día. Kyle apenas tuvo tiempo para recuperar sus cosas y volver a casa. Sheila recogió a Ike y lo llevo al hospital junto a Filmore. El pelirrojo sentía culpa por no haber alcanzado a ayudar al chico. Recordaba el dolor que su cara detonaba, y la preocupación que su hermano menor tenía. Demasiado concentrado, sentado en la sala, hasta que la puerta sonó.
Con eso, eligió un arma. Lo primero que pudo agarrar, su palo de golf, y se acercó a la puerta, listo para golpear. Sonrío cuando abrió la puerta.
–¡Kyle!– gritó una pequeña castaña lanzándose en un abrazo.
–Hola, Karen– le sonrió y abrazó de vuelta, aún con la incómoda mochila que la chica traía.
Ambos tenían poca interacción, pero honestamente, Kyle adoraba a la niña.
–Hey, Ky– le saludó Kenny desde atrás, acercándose.
El pelirrojo dejó de abrazar a La Niña y fingió enojo. –Kyle–.
–Bueno, bueno, Kyle– añadió en tono de burla, haciendo énfasis en el nombre de su pareja, y dándole un beso en la comisura de los labios. Rió cuando una pequeña patada le pegó en la pierna, y se alejó, rápido.
–¡OH DIOS MÍO! ¿¡YA SE LO DIJISTE?! ¡¿Por que no me dijiste que lo habías hecho?!– exclamó la pequeña Karen emocionada.
Kenny se sonrojo. –Oh, bueno- fue.. hace poco. Ayer–.
–¡Esto es genial! ¡Ahora puedo llamar a Kyle cuñado!–.
El chico más bajo tampoco se quedó atrás. Tenía la cara roja de la pena. –Bueno, Karen- miren. Solo-, pasen, adelante– murmuró haciéndose a un lado. –¿Kevin?– preguntó una vez que ambos estaban dentro, y que Karen corrió hacia el sillón. –¡puedes dejar tus cosas en el cuarto de mi mamá, Karen! Ahí van a dormir las chicas–.
La chica asintió y comenzó a subir las escaleras. –¡Gracias, Kyle!–.
–Trabajando. Cuando termine recogerá unas cosas, sellará la casa, y vendrá. ¿No hay problema?–.
–Oh, no. Esta bien–.
–¿Y los demás?–.
–Por lo que escuche,– comenzó, cerrando bien la puerta con seguro. –Heidi y Bebe llegaran poco antes del toque de queda. Y Wendy y Dovah están recogiendo sus cosas y viendo cómo salir sin que su madre las vea. Butters dijo que llegaría en una hora o por ahí. Stan dijo que llegaría a cualquier hora—.
–Pobre Wendy. Debe ser una decisión difícil dejar a tu familia así. ¿Que hay de su padre?–.
Kyle se mordió el labio. –El... tuvo un accidente. Hace unas semanas. Sigue en el hospital, Ken–.
El rubio abrió los ojos en sorpresa. –¿como... no me enteré?–.
–Estabas en turno esa mañana– murmuró el contrario.
Kenny solo puso cara de disgusto. –Mierda. Con todo esto no he ido a ninguno de mis trabajos en casi ya una semana–.
–Deberías descansar. No creo que te culpen por faltar en estas fechas. Casi nadie va a la escuela o al trabajo con la inseguridad qué hay–.
–Lo se. Desearía que no fuese así–.
–Yo también–.
Las voces de ambos se fueron apagando. Ambos parados, cerca de la entrada, mirando hacia la nada y pensando en distintas cosas.
Un pelirrojo pensando en que podían hacer para detener esto, y para ayudar a todos mientras la comisaría estuviese destruida.
¿Y el rubio? Pensando en que pudo haber sido si hubiese detenido el caos en la comisaría.
Ambos han sumidos en sus pensamientos que no notaron cuando Karen llegó abajo y se sentó tranquilamente en el sillón, viendo aburrida al techo.
–Kyle, no quiero molestar,– aviso la chica, interrumpiendo los pensamientos de ambos. –Pero, me preguntaba si había algo por hacer– preguntó apenada.
El chico sonrió. –Bueno, están las consolas de videojuegos, pero la mayoría de juegos que tenemos son muy groseros, sangrientos, o tonterías "irónicas"– añadió las comillas con los dedos –conseguidas por Ike. No estoy seguro de que te gusten–.
–Oh– dijo la chica un poco decepcionada.
Kenny iba a decirle algo, cuando su pareja retomó la palabra. –Aunque, si te gusta leer, tengo casi una biblioteca en mi closet. También hay varias cosas para dibujar, juegos de mesa para cuando lleguen los demás, y puedo pedirle a Stan que traiga Guitar Hero y algún otro juego menos desagradable para jugar–.
–¿En serio?– preguntó la chica emocionada, para recibir un asentimiento y un "ujum" del contrario. –¡Genial! Si no es mucho pedir, sería fabuloso–.
–Nah, está bien. De todos modos, ¿que vamos a hacer? ¿Morirnos de aburrimiento aquí?–.
–¡Espero que no!– respondió ella. –¿No hay problema si voy yo a ver qué libros hay?–.
–Adelante, como en tu casa. Solo- cuando estes parada frente al armario, abre la puerta derecha. En la izquierda solo hay ropa–.
–¡muy bien! ¡Gracias Kyle!– dijo la chica, corriendo y subiendo a saltos por las escaleras.
–Bueno, Karen es fácil de emocionar– murmuró Kenny.
–Como una niña, si. Es agradable. Ike nunca se emociona así por nada.– Kyle sonrió levemente y codeó a Kenny. –Cuídala, igual me la robó como hermana– añadió claramente en broma.
El rubio no supo como reaccionar, pero terminó con una sonrisa divertida y unos ojos en blanco. –Lo que digas, Broflovski. Te golpearía primero–.
————
Wendy observaba su casa desde lejos. La mochila que ella cargaba era algo pesada, así que no iban muy rápido. Dovah cojeaba un poco, y llevaba cargando las pocas cosas que traía con dificultad.
–¿Crees que este bien?– se escuchó apenas un deje de la voz de la pelinegra. –¿Y si realmente no es parte de ese culto? ¿Y si estoy dejando a mi madre por su cuenta? Mi padre está herido– se volteó a la castaña con angustia. –Oh, Dovah. ¿Cómo pagaré lo de mi pa-?– La contraria la interrumpió.
–Tranquilízate, Wendy. Nuestra idea ahora mismo es sobrevivir la noche. Luego podemos ver cómo ayudar a tu padre. Estoy segura de que puedo ayudarte, en cualquier caso– murmuró la chica.
–¿Cómo?– Wendy no quería presionar ni nada, pero realmente estaba preocupada.
La menor se detuvo unos momentos, a tomar aire. –¿Recuerdas cuando estuvo el caos de los superhéroes?– le preguntó, volteando a verla.
–¿Cuándo aún no te decidías a hablar y todos creían que eras chico?, si, me acuerdo.–.
–Butters no obtuvo el dinero que le prometieron cuando lo detuvimos en las bodegas, así que me pidió ayuda para obtener un préstamo en el banco. Perdió mi casa–.
La de gorra rosada denotó una cara de confusión. –¿Perdió.. tu casa?– un asentir de la castaña fue si respuesta. –y.. ¿Qué pasó? ¿Qué hiciste?–.
–Jugué. Con el banco. Conseguí dos millones y medio de dólares. Ahora mismo acumulados en el banco, subiendo lentamente. Nunca se los dije por que, conociéndoles, terminaría usándolo en alguna estupidez–.
Wendy abrió la boca para responder, pero no había nada que decir. Estaba incrédula, y confundida. –Con todo ese dinero, ¿por que te quedaste en South Park, Dovah? ¿Con tantos lugares mejores a donde ir?–.
La chica retomó el aire y su camino, pasó tras pasó, lenta y segura de a donde iba.
–Por qué..– dudo su respuesta por unos segundos. –Este es mi hogar–.
Sin decir más, continuo adelantándose poco a poco, dejando a la mayor con los ojos como platos y la boca entreabierta. Luego, con una sonrisa suave. Ambas continuaron su camino.
————
–¿Segura que no quieres ir, abuela?–.
–Que no, maldición– gruñó la mayor malhumorada.
Llevaban media hora discutiendo sobre el tema. Mariam ya estaba fuera de la casa, jugando con un peluche, esperando a Butters para irse.
–Es muy peligroso, m'am–.
La mujer estaba desesperada. –¡Solo váyanse! Alguien tiene que cuidar la estúpida casa–.
Butters, nervioso, hizo lo que pudo para forzar una sonrisa, que en realidad salió más como una mueca. Y tras un suspiro, asintió. –Cuídate, m'am. Estaré viniendo a ver cómo va todo–.
–Si, si, como quieras, turders. Largo de aquí–.
Esas fueron las últimas palabras que Leopoldo escuchó de ella antes de salir y alejarse con su pequeña hermana de la casa, de los recuerdos, y de su abuela.
————
–¿Seguro de esto?– preguntó Stan en un murmuró, con la voz quebrada.
Randy Marsh dio una sonrisa y despeinó a su hijo más chico. –Bueno, Stanley, si no me quedó, quizás sea más fácil robar la casa–.
–Además,– añadió Sharon. –Atacaron la casa de retiro esta mañana. Tu abuelo tiene que quedarse en alguna parte. Y cualquier cosa, la casa está literalmente al lado nuestro. Puede salir corriendo a ayudarnos, o nosotros a ayudarle. No te preocupes–.
Stan suspiro, pero asintió, derrotado, para luego abrazar a su padre. –Cuídate mucho. La noche será peligrosa–.
–Ay, Stan. A veces te preocupas mucho–.
Una vez se separó, Shelly también se acercó a despedirse de Randy. Finalmente, Sharon le dió un beso corto y un abrazo.
Con esas palabras y esas muestras del cariño que le tenían al hombre de la casa, salieron de ahí, cargando mochilas y algunas cosas más.
————
Heidi y Bebe seguían el camino, con tranquilidad, viendo el sol bajar.
–Entonces, al menos la mitad de los padres se quedaron en las casas– se escuchó la voz extinta de Heidi. La rubia asintió en respuesta. —No me sorprende. Supongo que quieres a tu hijo a salvo, pero no quieres perder todo lo que tienes. Debe ser una decisión difícil–.
–Es difícil dejar a tus padres también. Tú lo sabes–.
La castaña sonrió levemente, pero no con alegría, sino con nostalgia. –Lo se. Al menos se que mis padres están bien, eso es algo–.
La chica más alta guardó silencio y se perdió en sus pensamientos, solo por unos momentos. –Es peligroso aquí, debí haberle pedido a alguien que nos acompañara– se reprimió a sí misma al ver una sombra en una esquina.
–¿Por qué no le pediste a Clyde?–.
No supo que contestar. –Bueno, es.. complicado. Clyde y sus amigos tuvieron la misma idea de Kyle, así que se fueron con Token después de lo que sucedió en la mañana.. y... además rompí con Clyde– susurró lo ultimo, más que nada para si misma, aunque dejando a Heidi escuchar.
–Oh, lo siento mucho, Bebs. ¿Hay alguna razón en especial?–.
La rubia cerró los ojos, deteniéndose unos segundos. Luego, los abrió y continuó caminando. Heidi se resintió un poco, por no haber obtenido respuesta, pero no dijo nada, pues entendía como era la situación. Sin más, llegaron a casa de Kyle.
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