16. Cariño, nos vamos abajo
Kenny no despertó en el sillón de sus padres. Tampoco despertó en su cama, o alguna parte de su casa. Pero si despertó en un lugar bien conocido para él.
–Hey, Ken–.
Detrás de él. Volteó con velocidad, encontrándose con Damien y Pip.
–¿Damien?–.
–Lamentó haberte convocado así. Sobretodo con lo preocupado que estás tras lo que sucedió. El problema, es que ocuparé tu ayuda– admitió el pelinegro de mala gana.
Pip tuvo que detenerlo desde atrás, con cara de preocupado, por que Kenny le dio un puñetazo en la cara. El más alto, Damien, suspiró y se volvió a levantar, viendo al rubio con absoluta tranquilidad.
–¿¡Fuiste tu el que le dijo a Cartman que soy inmortal?! ¿¡Que mierda, Damien?! ¡Se supone que somos amigos!–.
El hijo del diablo rodó los ojos. –McCormick, no seas melodramático. Sabes que yo no hago amigos. Y en el caso de que lo fuésemos, tenía un trato con ese hijo de puta. Un trato el cual rompió– se justificó.
–Sin el respeto en absoluto, eso es reverenda mierda, Damien, y no quiero oírla. Me voy a casa–.
Pip finalmente se decidió a hablar. –Kenny, creo que podrías escuchar. Es realmente importante–.
–Oh, cállate, Pirrup. Estoy harto de esta mierda y de estas estupideces. Ahora yo tengo que lidiar con Cartman por que no solo no hiciste tu trabajo, si no que lo que hiciste lo arruinaste de una manera más-– Damien lo interrumpió.
–¡Cállate ya!–.
El rubio mayor no le tenía miedo, en absoluto, pero guardo silencio. Damien también era un inmortal; era el hijo de Satán después de todo. Si empezaban una pelea, alguno podría morir permanentemente, y por muy furioso que el hijo medio de los McCormick estuviese, no parecía una buena idea perder a alguien en esta situación.
–Theodore Cartman está poseído– comenzó a hablar tras el silencio que su propio grito había dejado. –Por Cthulhu. No estoy seguro de cómo eso pasó exactamente. Pero cuando me encontré con él, ya estaba así. Estoy seguro que ya lo habías notado. Actualmente tienes suerte de que no haya sido el quien te disparo, o ya no regresarías arriba.– el contrario asintió. –Bueno. Últimamente la gente es.. demasiado sensible. Muy "No mates", "acepta a los gays", etc etc. Recientemente no hay mucho trabajo aquí abajo, así que hicimos un trato. Yo lo ayudaría a reinar sobre la tierra, y él me daría la mitad de las almas. Finalmente, decidió traicionarme. Maldición–.
–Estaba ahí. No vi el momento exacto en el que te patearon el trasero, pero si lo escuchamos– dijo el rubio más alto cruzándose de brazos.
–Bien. Tuve que matar a la madre de Cartman para salir de ahí. Probablemente ahora mismo esté furioso. ¿Exactamente como moriste?–.
–Eric atacó la comisaría. Creo que al menos la mitad de los policías están muertos– frunció el ceño, volteando a otro lado. –Fui a ayudar, pero el hijo de puta es rápido y tiene muchas armas–.
–En efecto, está enojado.– murmuró, pensativo. –No podemos ayudarles. No por que no queramos,– se defendió ante la mirada de enojo del chico frente a él, callándole, siguiendo con lo que decía. –Padre esta enfermo, lo matarían de un chasqueo. Yo estoy débil, apenas podría tocarle. Les ayudaremos, pero no por ahora. O quizás ahora, pero no de esa manera.–
–¿Y entonces que harán?–.
–Pip– respondió el pelinegro, asustando un poco al que estaba tras de sí. –Dios lo envió aquí para hablar conmigo al respecto. Supuso que era alguien cercano a mi. Entre ambos, cielo e infierno, encontraremos una solución para, si no poderlos ayudar directamente, al menos facilitarles el ganar–.
Kenny asintió. –No quiero sonar molesto, pero, ¿no puedes ver el futuro? ¿Como saldrá todo esto?–.
Damien solo le vio directamente a los ojos con una expresión que el chico no esperaba ver; tristeza. Abrió la boca para preguntarle que sucedía.. pero simplemente desapareció del inframundo antes de poderle decir nada.
–¿Por qué no le respondiste, Damien?– preguntó el más alto; Pip.
–Soy un demonio, Pirrup. Pero aún así... me gustaría que disfrutase un tiempo con sus amigos y familia. ¿No lo crees?–.
————
Dovah sabía que la madre de Wendy estaba rara. Muy rara. Principalmente por que no había visto al padre de su amiga, y por que desde que había llegado a la casa de ésta misma, la mujer no había parado de sonreír y buscarla excesivamente a ella. Había tenido que barricar la puerta de la habitación de la pelinegra para evitar que algo pasar. Y aunque Wendy fingiese estar normal con su madre, el seguro que ponía siempre en la misma puerta cada vez que entraba le hacía notar que ella también lo sabía. Así que ahí estaba, centrada frente a la puerta, la cual estaba tapada con uno de los muebles con ropa de su amiga. Llevaba todo el día revisando sus heridas. Estas cada vez se curaban más rápido, algo que agradecía en sobremanera. Había muchos mensajes de sus padres y amigos. Butters, Bebe, Kyle y Wendy eran, aún así, realmente los únicos que sabían donde estaba la castaña. Alguno de sus amigos más cercanos. Era cierto que cuando era pequeña, la habían tratado mal, pero eran jóvenes, y ella no había tomado las mejores decisiones -culpa del mismo idiota que intentaba matarla ahora mismo-, así que a su parecer estaban a mano.
Prendió la televisión, silenciándola y poniendo los subtítulos. No sabía exactamente qué quería ver, pero estuvo cambiando constantemente los canales hasta que se lo sintió suficiente. Termino en las noticias de South Park, las mismas que la llevaban torturando en sus aventuras desde que llegó al pueblo.
"Recientemente atacaron la comisaría" leían las letras debajo de las imágenes que producía la caja electrónica. "No hubo la más mínima muestra de que nuestros vigilantes hayan sido, o hayan siquiera estado presentes ayudando a alguno de los dos lados. Una masacre. Quince muertos, dos heridos y siete desaparecidos".
La castaña sudaba frío, temblaba, sus manos se frotaban a si mismas con velocidad hasta que comenzaban a sudar por el calor de la fricción.
"Esta tarde habrá toque de queda por la seguridad de sus familias. Por favor, haga caso a las indicaciones y manténganse a salvo. No-".
Fue suficiente para ella. Apago la televisión, sabiendo los consejos que seguían. No era la primera vez que South Park estaba en peligro, en gran peligro, pero si era la primera vez que toda la comisaría estaba vacía. Era la primera vez que no había nada más que Mysterion -y ahora también Kyrefly- para defender. Pero, ella había ayudado a Kyle a entrenar desde meses antes. Y ella también sabía que Kenny no se había deshecho de Mysterion, -Internamente no comprendía como es que nadie se dio cuenta-. Por mucho que estuviesen entrenados, aún eran chicos, jóvenes, y estaban en peligro. ¿Quizás ella podía volver a sus tiempos como.. bueno.. ella? ¿Como la chica que literalmente tiro abajo un ejército de zombies con Butters a su lado? ¿O cuando derrotó a Cartman y su estúpida mano con los poderes que ella poseía? No le agradaba nada la idea, pero, sin contar los poderes de inmortalidad de Kenny, quizás ella tenía mejores probabilidades de apaciguar la noche.
Eso si. Si Cartman la encontraba, podía darle un beso de despedida a la vida, por que el chico había demostrado claramente sus intenciones de matarla de manera dolorosa.
Quizás podía hablar con Wendy. La chica era una genia de la tecnología similar a Kyle y quizás podría darle alguna baratija que la ayudase como vigilante. O podría hablar con Kyle y entre ambos tirarse a ayudar por las calles. Fuese lo que fuese, tenía mejores probabilidades si recibía ayuda, de cualquier tipo, de cualquier persona.
Y por sobretodo, sería aún mejor si la madre de Wendy se alejase de la puerta. Quizás estaba bloqueada, pero podía escuchar los pasos casi silenciosos de la mujer, y no le agradaba.
————
Kyle no sabía si estaba agradecido o decepcionado de tener rato sin ver a Kenny. Estaba agradecido por que después del beso no sabía que diría o haría cuando se encontrase de nuevo con el rubio. Estaba decepcionado por que de verdad quería hablar con el chico para terminar esa estúpida situación que no le salía de la mente.
Anoche no había podido ir a vigilar como debía de hacerlo, pero por una razón justa. Se había quedado la mitad de la noche con Dovah y Wendy, y volvió para sacar a Ike de en medio de una discusión de sus padres. El Niño podía ser tan inteligente como era, pero aún era eso; un niño. El pelirrojo se quedó a dormir con el pequeño en su habitación. Cuando el menor ya estaba soñando, ya eran las tres de la mañana, y Kyle solo llegó para sacar a unos cuantos policías y civiles heridos de la comisaría quemándose. Eso por supuesto no fue registrado en las noticias. Los pobres hombres estaban demasiado heridos para ser entrevistados, y aunque era malo, agradecía eso. No quería lidiar con eso en el momento.
Por otro lado la inseguridad estaba aumentando. No podía faltar a la escuela por que causaría sospechas, pero no podía ir a la escuela por que ahora Kenny y el eran literalmente la única defensa de la ciudad.
Nuevamente estaban esos sentimientos encontrados sobre ser el nuevo protector.
–Kyle,– el pelinegro, su hermano, le llamó desde la puerta de su habitación, que no había escuchado abrirse por estar perdido en sus pensamientos. El mayor le volteó a ver. –Gerald pidió que bajemos– le aviso en voz baja.
El chico asintió, levantándose de la cama donde estaba acostado. –Voy en un segundo. ¿Está mamá?–.
–Si. De hecho, ambos quieren hablar con nosotros–.
No hubo más preguntas. Kyle acompaño a Ike haga abajo, donde estaban sus padres. Gerald se veía molesto, con la cara roja, y estaba observando hacia afuera por la ventana de la cocina. Sheila estaba sentada en una de las sillas del comedor, con la cara escondida entre las manos, claramente llorando. El mayor de los hijos de la destrozada familia Broflovski sintió un dolor en el pecho y malestar en el estómago; desagrado, disgusto, fastidio de esta situación. Se preguntó si así se sintió Stan cuando sus padres estaban divorciándose cuando era pequeño, y sintió una inmensa culpa, por que en ese tiempo no hizo nada para hacer sentir mejor o apoyar a Stan.
Bueno, si había hecho cosas. Pero eran muy pocas e inútiles para realmente contar de algo.
–¿Que necesitan?– preguntó el pelirrojo en voz baja, con un forzado tono de educación.
–Siéntate, hijo– ordenó Gerald.
El chico se estremeció. Era cierto que el era su padre, que el lo había concebido. Pero dentro de si, no era así. No le tenía una pizca de respeto a ese hombre por muchas cosas. Su único superior era su madre, Sheila, incluso cuando ella era más regañona y le ignoraba a veces tanto como al hombre frente a si. Al menos a ella le importaba. Él, por el contrario, les hubiese tirado por un risco a él y a su hermano si eso le salvase el pellejo. Seguir sus órdenes era... horrible. Le dejaba un sabor asqueroso en la boca. Pero solo se mordió el labio, se tragó el desagradable sentir, y se sentó en la mesa. Ike le siguió.
–Como ya saben su madre y yo nos vamos a separar. Ya hemos platicado mucho con quien se quedarán, y lomas justo es que cada quien se vaya con uno de nosotros– ambos jóvenes se tensaron. Luego el hombre suspiró. –Pero su madre ganó–.
Kyle soltó aire en un suspiro, aire que no sabía que estaba reteniendo. También noto que había puesto su mano sobre su boca, y utilizó esto para sonreír para si mismo, orgulloso de su madre. Aunque por dentro, no estaba sorprendido. Entre una madre sobre protectora y el idiota que causó varios suicidios, un caos a nivel nacional, se drogaba con pis de gato, y más cosas aún, los estúpidos jueces tenían que tener un retraso mayor al de South Park entero para negarse a que Sheila se quedará con ambos niños.
Solo cabía esperar que las cosas fuesen mejorando. Y esto le daba esperanza al respecto.
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