13. El juego de la vida
Sus padres estaban trabajando. Nueve de la noche y aún asquerosamente ocupados con quien sabe que cosas del trabajo. La comida que su madre ke había dejado en el microondas estaba intacta. No quería tirarla, tenía un aspecto delicioso. Pero había estado meses cortando magistralmente la cantidad de alimentos que realmente comía, y estaba tan hambrienta como feliz.
Estaba deprimida.
Era estúpido, todo en general. Estúpido día a día de la familia Turner. Siempre lo mismo, nunca diferente.
Por eso no se esperó cuando tocaron la puerta, que al abrirla, se encontraría con una pesadilla.
Un hombre, bastante más alto que ella, cubierto en hábitos de una religión que a ella no le agradaba y que recientemente la habían amenazado. Sabía que tenía que huir, que salir de ahí. Lanzó un grito al aire cuando las grandes manos de aquella persona frente a ella la agarraron violentamente de los brazos y la jalaron hacia si.
–¡No! ¡Suéltame!–.
Desde la lejanía podía ver a la gente que vivía en frente de su casa revisando por las ventanas. Observando, como ella observaba a Kyle a veces. Sin hacer nada. Sin decir nada. Estaba sola.
Lanzó una fuerte patada, que apenas hizo que aquel idiota la soltara. Casi caía al suelo, pero logró mantener el equilibrio. Cerró la puerta y puso seguro. No tenía tiempo para comenzar a tapar, tenía que salir de ahí. Corrió hacia donde estaba su bolso, ahí estaba también su celular. Lo tomo apresurada, temblando. Apenas podía levantar las cosas sin que se le cayesen. Estaba nerviosa, alterada, con miedo, y llena de adrenalina. Escuchó golpes en la puerta de la entrada. Aquel hombre intentaba romper o tirar la puerta. Escuchó como las bisagras comenzaban a ceder, gracias a los chillidos que estas soltaban con cada golpe. Subió casi a saltos las escaleras, y se encerró en su propio cuarto. Puso nuevamente seguro a su puerta, y puso una silla, la de su escritorio, para bloquear. Se acercó a la ventana, con la intención de salir, pero se dio cuenta que había tomado una mala elección. La habitación de sus padres daba a un árbol que la ayudaría a bajar. La suya solo daba a la nieve, de apenas dos centímetros ese día, y diferentes cosas. Cayese donde cayese, se iba a mal matar. Retrocedió cuando escuchó la puerta de la entrada caer.
Sacó su celular y llamó a la primera persona que se le ocurrió. Corrió hacia su closet y se escondió ahí, cerrando la puerta tras de si y sentándose entre varias cosas y ropas con la esperanza de que no pudiese verla.
–¿Que ocupas, Hei-?– ella le interrumpió, chillando en voz baja.
–Kyle, ocupo tu ayuda, por favor– suplicó entre llantos, y continuó. –Un hombre acaba de entrar a la casa. Está en el primer piso, y me está buscando. Estoy segura que tiene que ver con lo que sea que Cartman hacía en aquel lugar. Necesito tu ayuda-– La puerta de su cuarto rompiéndose la interrumpió. Se mordió el labio.
Había olvidado que su padre había dejado su estúpida hacha en la cocina por que al muy... le dio flojera sacarla de casa.
Maldita sea.
–Está entrando a mi cuarto, Kyle, por favor–.
–Okey, bien, corre y-–.
Odiaba interrumpir al chico, pero no pudo evitar lanzar un grito y tirar el celular cuando aquel extraño hombre abrió la puerta de su armario y la jalo fuera de ahí, arrastrándola, para levantarla y cargarla como tronco en su hombro. No escuchó más del teléfono, ya estaba muy lejos. Los malos pensamientos inundaron su mente. Pataleo y peleo ido el camino hasta fuera de su casa, pero no obtuvo resultado. Así que se rindió.
Se comenzó a culpar por todo. Culpar por haber hecho daño a Kyle, aquel pelirrojo de gran corazón que en su tiempo le ofreció amor, apoyo y ayuda. Por haberse dejado engañar por Cartman. Por haber aguantado, y después, abandonado a sus amigas. Por todas las malas decisiones que había tomado después; desde acosar al chico que ella quería, hasta haberse vuelto débil y volverse anoréxica. Todas las palabras degradantes e insultos que sabía, dirigidos a su persona en la desesperación de una solución.
"¿Es así como termina? ¿Fui tan estúpida para terminar aquí?".
–Te daré cinco segundos para soltar a la chica– llamó una voz profunda desde atrás del hombre y de enfrente de la chica.
Heidi levantó la mirada, y todo su dolor desapareció. Kyle estaba ahí, disfrazado bajo su sudadera y el antifaz de tela cubriendo su cara.
El hombre suspiró, y volteó de mala gana.
–Ve por la chica, decían– murmuró su gruesa voz en un tono bajo. –es el trabajo más fácil, decían–.
–Uno– levantó la voz.
No hubo reacción.
–Dos– siguió la cuenta.
No hubo reacción.
–Tre-–.
Aparentemente, era la noche para que todos interrumpieran al pobre superhéroe.
–Cinco– dijo una voz más gruesa que la del nuevo superhéroe.
Mysterion bajó de un salto del techo de la casa de los Turner, en aquella pose que hacían todos los superhéroes. Heidi lo vio caer.
–Mierda– murmuró aquel hombre que la llevaba cargando.
Kyrefly frunció el ceño notablemente, y boqueó algo parecido a un "yo podía encargarme solo". Mysterion hizo lo mismo en respuesta, pero a diferencia del nuevo, su respuesta fue un "No dije que no. Simplemente vine de todas maneras". El más bajo rodó los ojos.
El hombre solo salió corriendo hacia otro lado, sin soltar a la joven, que gritó aterrada. –¡No! ¡Suéltame! ¡Ayuda!–.
Vio a Mysterion ir tras de ellos. El hombre era rápido, pero el vigilante lo era aún más. Sintió la gravedad desaparecer a su alrededor. Era la cosa más extraña pero hermosa que pudo sentir. Algo la arrancó con un poco de brusquedad del brazo de aquel hombre, y la llevó hacia la seguridad del lado derecho de Kyrefly.
Kyle observaba expectante como Mysterion agarro al hombre, lo tumbó, y lo golpeó, noqueándolo de un golpe. Era sorprendente. Viendo a Kenny, no parecía la persona que era reconocida como el héroe del pueblo. Si, era grande, fuerte, pero jamás esperarías que un chico tan dulce, idiota, y tranquilo, fuese el mismo que apaleaba a los villanos y malhechores del pueblo.
Volteó hacia Heidi. –Ve a mi casa, y espéranos ahí. Nosotros nos haremos cargo. Ike debe justamente estar llegando. Si no es así, Stan si que está en su casa. Dile que yo, como superhéroe, te dije que fueses a alguna de las casas lejanas de aquí–.
–¿C-Cómo superhéroe?– preguntó la chica, haciendo claro que no había entendido.
–Kyle no está aquí, Turner. Soy Kyrefly. Ahora ve–.
Heidi no lo dudó un segundo y echó a correr. El pelirrojo, por su lado, se volteó para acercarse a Mysterion.
–¿Que haremos con él?–.
–Lamentablemente,– le respondió, –Si no quieres ser arrestado, la única opción que tenemos es dejar que la policía venga por él. Es cierto que a veces ayudan, pero por lo general, buscan cualquier chance para deshacerse de los vigilantes. Lo sé por experiencia–.
Kyle asintió. –Entonces vámonos–.
Ambos salieron de la escena.
En una de las casas de enfrente, un poco lejos, una mujer en los mismos hábitos del hombre, observaba por la ventana. Detrás de ella estaba un chico gordo con brillantes ojos amarillos.
–Mi señor, ¿dejará que se vayan con ella?–.
La respuesta tardo unos segundos. –Si, ¿por que no?– le preguntó en respuesta, dando vueltas al líquido rojo espeso en su copa. –Ella no es nuestra mayor preocupación. No tengo ningún puesto importante. Solo fue una petición de mi cuerpo que la mantuviésemos, a ella y a su estúpida madre, vivas. Pueden esperar un rato–. Volteó hacia el lado, donde había un cuerpo cubierto en sangre, blanco, y con un extraño símbolo debajo. –Por cierto, deberías limpiar ese sacrificio. Quita espacio–.
La mujer frente a él asintió. Aquel chico se levantó, y caminó hacia otra habitación, donde estaba la madre de Theodore Cartman sentada, asustada, y viendo enfrente suyo a un demonio malherido. Damien Thorn estaba drenado de energía frente a ella. Ambos voltearon a ver de inmediato a la entrada.
–Bueno, amigos míos. Es una pena. Tendrán que esperar un rato más por su nueva acompañante. Pero no se preocupen. Mañana "mamá" podrá salir del cuarto–.
La mujer veía con temor y lágrimas a aquel ser. Ese no era su hijo. Ella sabía que su hijo era malcriado y malvado, pero este no era su hijo.
Por otro lado, el demonio, con sus ojos de color rosa, temblaba, y hacia un intento por mantenerse despierto. Le veía con ira.
–Sufrirás. En cuanto recupere mi energía, hijo de perra–.
Aquel ser sonrió con burla. –Me encantará verte intentarlo–.
————
Ike no estaba en casa aún.
Heidi explico a Stanley lo que había sucedido. Stan no sabía por que el nuevo superhéroe había mandado a la chica a su casa, pero, aunque ella le desagradaba, solo faltaba ver el miedo en sus ojos y lo mucho que temblaba para saber que no mentía, y que tenía que ayudarla como pudiese.
Ignoró a sus padres y a su hermana, que estaban en la sala viendo la tele, y llevo a la chica a la cocina.
Se sorprendió lo suyo cuando Kyle y Kenny llegaron.
–Wow-, ¿como sabían que Heidi estaba aquí?, ¿y Kyle, que mierda te pasó en la mejilla?.
Ambos se miraron nerviosos.
–Kenny estaba conmigo y me vimos llegar mal por la ventana–.
–Kyle estaba en mi casa y Heidi le llamó y cuando vimos caos en su casa y que ella no estaba-– se interrumpió. Ambos habían dicho cosas totalmente diferentes al mismo tiempo.
Stan levantó la ceja con duda.
–Bueno, esto es, interesante–.
–Fui a casa de Kenny, por que íbamos a tomar algo de ahí para ir a hacer un trabajo en mi casa, y ahí nos llamó Heidi– mintió Kyle. –Fuimos a su casa, pero no estaba ahí, así que nos devolvimos. Kenny la vio–.
Stan puso sus ojos en blanco. –Te creo, Kyle. Totalmente.–.
–Bueno, tienes razón– suspiró, y su amigo rubio le miró con esperanza de que no le dijese. –La verdad es que... Kenny y yo estábamos en una cita, y Heidi me llamó. Le dije a Ken que no te dijese pero no planeamos una historia–.
Bueno. Al menos era mejor a que le dijese que ambos habían peleado por descubrir los alter ego que tenían. Sin embargo, se encontró con la cara roja y mucha pena. No era el único. Durante toda la historia, el más bajo había estado mirando a otro lado, con las mejillas tan rojas como su pelo, y nervioso. Heidi, por otro lado, estaba frunciendo el ceño, acostada en la mesa y escondiendo la cara en sus brazos, celosa. Se le había olvidado completamente por que se sentía tan mal. Stan sonrió.
–¿En serio? ¿Finalmente? Wow, Kyle. Esos fueron bastantes años para que finalmente alguno de los dos se confesara–. Volteó al más alto de sus amigos. –Tú le preguntaste, ¿verdad? Por que siempre tuve la esperanza de que Kyle dejase de ser un idiota y te dijese, pero parece que no fue así–.
Kyle supo que había sido una mala idea. Kenny estaba muriendo por dentro.
–Yo.. si– respondió intentando no titubear, abrazando a Kyle por los hombros, y sonriendo coqueto.
Ahora que sabía que el mayor de los Broflovski le correspondía, le iba a sacar todo el provecho. El pelirrojo, por otro lado, quería desaparecer de la faz de la tierra. No entendía que Stan decía que Kenny tenía sus mismos sentimientos, y le dolía bastante ver al rubio ponerse en su plan. Se sentía.. como si estuviese jugando con él. Pero era por el bien de que nadie más supiese quiénes eran.
–Eso es genial-– comenzó a decir el pelinegro antes de que Heidi les interrumpiese.
–No quiero.. arruinar el momento– dijo en voz baja. Lastimada. Quizás más herida por la revelación que por los jalones y el susto. –Pero...–.
Todos los chicos se miraron entre sí, apenados por haberse llevado por el tema. El más bajo no quiso acercarse a ella. Todavía estaba enojado; algo normal si recordábamos como la castaña descubrió los poderes del chico. Kenny si se acercó.
–¿Crees poder regresar a tu casa? Tus padres deberían estar por llegar–.
Ella negó agresivamente. –No, no quiero volver ahí. Si saben donde vivo, con mis padres o no, podrían internarlo de nuevo. Podrían incluso lastimarlos–.
–Bueno. Lo otro es que te quedes en casa de alguien, o que vayas a la comisaría–.
–La comisaría no es una opción– anuncio Kyle. –Si vamos ahí, probablemente la metamos en problemas. Más de 15 años y todavía no saben lo idiotas que son los policías de South Park. Quizá incluso ellos la entreguen–.
–Eso es cierto–.
–Entonces,– Kenny llamó la atención de todos. –Que se quede en casa de alguien. ¿De quien?–.
Todos se quedaron pensando. No podía ser de un chico. Quizás podrían haberle pedido ayuda a Dovah, pero ella aún estaba en el hospital, y ese tampoco era un lugar seguro; además, ya no podían poner en riesgo a Dovah. No en su estado. Finalmente, solo quedaba pedirle ayuda a alguna otra chica. Pero el problema era, ¿a que chica? ¿Quien los ayudaría sabiendo que acaban de atacar a Heidi y probablemente la atacaran de nuevo?
–Buen, y yo pensaba que esta iba a ser una larga noche– suspiró el hijo de los Mcormick. –maldita sea–.
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