04. barry allen?
・:*:・゚☆∥ 04. barry allen?
❝ we found each other by accident,
by which I mean every power
in the universe made it so. ❞ *
―
nicholas a. browne
―ENTONCES... ―Cisco alternó su mirada entre su amigo y la joven que yacía inconsciente sobre la camilla―. ¿Morgan Whitmore es una meta-humana?
Barry asintió con un semblante de preocupación, perdido en sus pensamientos. Caitlin ya había llevado a cabo un chequeo general de la chica, dándoles un positivo sobre su estado. Hasta el momento no había despertado y habían pasado alrededor de 9 horas, por lo que solo quedaba dejarla descansar el tiempo que necesitara. Cisco notó la dispersión de su amigo y le palmeó el brazo.
―Hey, Barry, ¿estás bien?
Él asintió. Soltando un suspiro, desvió la mirada de la camilla.
―Es solo que no esperaba volver a verla, menos en estas circunstancias. Han pasado muchos años. Es extraño.
Cisco alzó las cejas, moviendo la cabeza al son de sus palabras. Estaba haciendo un carecente intento de parecer empático, sin embargo era notable que no comprendía del todo qué posición solía tomar esa castaña en la vida del velocista. Lo que sí entendía era que tenían a una meta en esa camilla y que las posibilidades eran infinitas.
―Claro, claro, ¿por qué no nos cuentas más sobre sus poderes? ¿Qué puede hacer? —preguntó con suma curiosidad, mientras Caitlin se les unía.
Barry hizo algo de memoria.
―Yo... No estoy seguro. No creo que los estuviera usando a propósito, porque no se defendió con ellos. Sus ojos parecían brillar de un azul neón y cuando la toqué... Boom.
―Ya veo, ya veo. La explosión, ¿cierto? Y el apagón de luz. ―Cisco se encontraba cada vez más y más interesado. Habían estudiado a un número muy reducido de metas, la lista encabezada por Barry. A decir verdad, la lista era Barry.
―Sus signos vitales siguen estables, pero me gustaría que se despertara antes de hacerle cualquier tipo de pruebas. Para ser meta-humana, su recuperación está un poco lenta y necesito su consentimiento ―añadió Caitlin y mostró una pequeña mueca, mordiendo un poco su labio inferior.
Barry les dio una sonrisa de lado con el fin de aligerar el ambiente de tensión que él mismo había creado con su preocupación.
―¿No tenías que estar en la comisaría atendiendo lo que ocurrió con el intento de robo de diamantes? ¿Ya saben quién es o si es meta? ―preguntó Caitlin, hojeando sus revisiones distraídamente.
Era cierto que Joe le había llamado minutos atrás con urgencia, y sabía que estaría en problemas si no aparecía en ese momento. Sin embargo, Barry siempre llegaba tarde. Mínimo ésta vez tenía una buena razón para estarlo.
―S-sí, pero... Yo... ―balbuceó, rascando su nuca en busca de alguna excusa.
―Vaya, señor Allen ―interrumpió el Doctor Wells, apareciendo en su silla de ruedas―. Nosotros cuidaremos de la señorita Whitmore.
El joven cedió después de unos segundos, sabiendo que no ayudaría en nada quedarse. Miró a Morgan una última vez, quién parecía plácidamente dormida.
―Avísenme si despierta, regresaré más tarde ―avisó, poniéndose su chaqueta. Salió de ahí sin dejar nada más que una ráfaga de viento, volando algunos papeles y alborotando todos sus cabellos.
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OLÍA DELICIOSO. Exquisito. Deleitable. Su estómago jamás había rugido tanto como en esos momentos, pero se había abstenido de darle una mordida a su hamburguesa con queso por cortesía a Caitlin. Siempre almorzaban juntos.
Su ingesta de alimentos se había retrasado más de lo usual esa mañana por la llegada de la nueva meta-humana a S.T.A.R. Labs. Caitlin se había negado a quitarle un ojo de encima con la reiteración de que ella podría despertar en cualquier momento. Bueno, pues Cisco aún era un pobre mundano que debía satisfacer sus necesidades vitales. De alguna forma logró convencer a su amiga de que lo dejara ir a Big Belly Burger, argumentando que no tardaría nada en traerles un desayuno caliente y rico.
Ahora se encontraba dentro del elevador que lo llevaría al piso correspondiente del Córtex, rodeado del aroma de la comida recién hecha. No podía evitar portar una sonrisa en la cara.
Cuando el ascensor se abrió de par en par con un pitido, y él se dirigió hacia su espacio general de trabajo. No le tomó estar muy adentrado en los pasillos para alcanzar a escuchar un gran estruendo de gritos y ruidos metálicos. Cisco soltó un jadeo.
―¡Caitlin! ―gritó, mientras aceleraba el paso en su búsqueda.
En cuánto asomó la cabeza a la enfermería, que era donde se originaba el revuelo, un tazón de hojalata fue lanzado directamente hacia su cabeza. El impacto hizo que el ingeniero soltara la bolsa de papel con el logo de Big Belly Burger, permitiéndole utilizar ambas manos de protección contra los objetos que volaban a través de la habitación.
―¡Auch! ―exclamó con ofensa.
Una mano se aferró a su chaqueta y jaló de él, llevándolo a tomar refugio detrás de un escritorio. Caitlin lo miró con ojos de terror, encorvada debajo del mueble que les servía de protección.
―¿Qué dem...? ―exclamó con estupefacción―. ¿Dónde está el Dr. Wells?
Su amiga se encogió de hombros. Ese hombre solía desaparecerse a ratos y justo en ese momento no había ni rastro de su presencia.
―¡Morgan, detente! ―exclamó Caitlin con la voz más cautelosa que pudo formar en sus circunstancias―. ¡Hablemos!
―¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren de mí? ―respondió con tono acusatorio―. ¿Me quitaron algún órgano? ¡Respondan!
―¿Órgano? ―susurró Cisco en dirección a la doctora. Ella se mordió el labio inferior y se volvía a encoger de hombros. Decidió añadir en un volumen que la meta-humana podría escuchar―: ¿Por qué te quitaríamos un órgano?
―¡Para venderlo, obvio!
Otro artefacto, ésta vez de cristal, impactó contra la pared detrás de ellos, haciéndose añicos.
―¡Hey, hey, hey! ―Cisco se tomó una pausa para volver a gritar, reprendiéndola―. ¡Tienes que parar esto! ¡No te hemos sacado ningún órgano, pero no suena como una mala compensación por todo el equipo que estás destrozando, rara! ―Caitlin lo miró con los ojos como platos y le dio un golpe en el brazo―. ¡Auch!
―¡Morgan, solo escúchanos un momento! ―imploró Caitlin.
Se le escuchó tomar una profunda respiración para añadir dubitativamente:
―Okey, los escucho.
Los dos amigos intercambiaron una mirada de incitación,y lentamente comenzaron a asomar su cabeza por encima del escritorio donde estaban, alzando sus manos al aire. Morgan se encontraba del otro lado de la enfermería, apuntando amenazantemente uno de sus tacones en su dirección con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos. Llevaba el vestido lila de la noche anterior, prominentemente arrugado y menos elegante de lo que solía verse. Sus ojos comunicaban la cautelosa advertencia de un cazador a su presa.
Está completamente loca, pensó Cisco.
―¿Un tacón? ¿Nos vas a atacar con un...? ―Fue inmediatamente callado, cuando la castaña lanzó su zapato con tanta potencia, que el tacón se incrustó en la pared detrás de ellos―. ¡Joder!
―¡Tengo otro, así que hablen! ―incitó, tomando posesión de su segundo calzado.
―Mi nombre es Dra. Caitlin Snow y estás en S.T.A.R. Labs ―comenzó la mujer, tragando grueso―. Fuiste traída ayer por la noche, después de casi ser víctima de un secuestro.
Morgan asintió lentamente, cuando la noche previa comenzó a aparecer vívida en su mente; la pelea con los dos hombres junto a Nicholas, y aún más memorable, su atacante diciéndole que se lo agradecería después, sofocándola con sus propias manos.
Que se lo agradecería después.
Inevitablemente, sus pensamientos se ligaron a la nota firmada por la enigmática letra E que había recibido la noche del incidente con el acelerador de partículas: Agradécemelo después. ¿Qué iba a agradecer? ¿Qué querían de ella? ¿Era una fea coincidencia o significaba que habían planeado su secuestro por más de nueve meses? Tenía tantas preguntas que ni siquiera podía formularlas ordenadamente. Todas se tropezaban unas con otras en un revoltijo que Morgan no planeaba desenredar en esos momentos.
―Mis agresores. ¿Qué con ellos?
―Fueron aprehendidos por la policía. La especulación es que iban a pedir dinero a cambio de tu rescate, pero por el momento no se tiene mucha información ―soltó Caitlin.
Los tres continuaban mirándose con desconfianza, a la espera de un repentino ataque del otro. Morgan chasqueó ligeramente la lengua, inconforme con la respuesta que no respondía ninguna de sus verdaderas preguntas.
―¿Y esto qué? ―cuestionó, señalando a los oscuros aros que aprisionaban sus muñecas.
―Esposas ―contestó Cisco, como si fuera obvio.
―¿Cuál era tu nombre, simplón? ―atacó, achicando los ojos en su dirección.
―¿Disculpa? ¿Simplón? ―gritó de regreso.
―¡Cisco, se llama Cisco! ―intervino Caitlin, queriendo bajar los humos de la habitación―. ¡Y sí, son esposas!
La castaña respiró pesadamente, viendo suspicazmente las llamadas esposas.
―No parecen ―señaló, pues no restringían sus movimientos. Simplemente adornaban sus muñecas toscamente.
―Porque no son esposas comunes, son para meta-humanos ―describió Cisco, algo cansado de la alta energía de la interacción.
―¿Meta-qué?
Fue cuando el par comenzó a hablar sobre la noche de la explosión del acelerador de partículas y sus posibles efectos, que Morgan comenzó a retirar la amenaza del tacón para mantener una conversación más civilizada. Según sus palabras, era posible que el impacto hubiera alterado su composición celular, dándole nuevas habilidades. Poderes. Lo cual, nunca pensó que diría, pero tenía cierto sentido.
Con su semblante cayendo a uno más apacible, la castaña tomó asiento en la camilla a su lado.
―¿Qué tipo de poderes? ―preguntó con genuina curiosidad.
―No sé, dínos tú ―Cisco posó sus manos en jarras.
Morgan se encogió de hombros.
―Mmh, suelo hacer que las luces parpadeen mucho ―contestó con evidente confusión en su propia información―. No lo sé, ¿apagar cosas? ¿Eso es un poder?
Caitlin y Cisco intercambiaron una mirada entre ellos.
―Eso es anticlimático ―concluyó Cisco, encogiéndose de hombros.
La joven soltó una risa corta por lo absurdo que sonaba esa conversación, y pasó una mano por su frente, queriendo liberar la tensión acumulada en su cabeza.
―Perdón por lanzar todas esas cosas, y... ―suspiró, mirando a su alrededor―. Perdón por esto, han sido unas últimas horas muy extrañas. Creo que me iré ahora.
La doctora abrió los ojos de par en par.
―¿Irte?
Ella asintió, calzándose el único tacón que tenía a su alcance. Al ver las miradas que le daban, enarcó una ceja.
―¿Qué? ¿No puedo?
―Mmmh, sí... Sí puedes.
No sonaban muy convencidos. No querían que se fuera por miedo a perderle el rastro, pero técnicamente ella no había hecho nada malo. No presentaba un peligro para la sociedad. Tenerla ahí contra su voluntad sería bastante ilegal.
Morgan caminó hasta desenganchar su segundo tacón de la pared y se lo calzó con una mueca.
―Me llevaré las esposas, si eso les preocupa. Necesito un baño, y evitar una posible catástrofe económica para la empresa de mi madre ―explicó con un tono monótono. Alcanzó a ver su reflejo en uno de los cristales de la habitación, pero rápidamente desvió la mirada sin querer enfrentarse a su terrible apariencia. En su salida recogió la bolsa de hamburguesas que Cisco había tirado al entrar, tendiéndosela para que la tomara―. Saluden al rayo por mí, y díganle que... ―Morgan quiso pensar en un buen cumplido, pero su torpe mente le falló―. Díganle que es muy veloz. No. Mejor no le digan eso, joder. Ya me voy.
―¡No destruyas cosas allá afuera con tu poder de apagar cosas, Morgan! ¡Se una ciudadana promedio! ―advirtió Cisco con un tono de sarcasmo en su voz, viéndola dirigirse a la salida.
―¡Eso intentaré!
ϟ
HABÍA ALGUIEN EN ESTE MUNDO QUE DETESTABA A NICHOLAS MÁS QUE MORGAN. Ese alguien era Northrop, su mayordomo. En cuánto tuvo visión de la joven, dio inicio a un griterío sobre lo preocupado que había estado y sobre la incompetencia del rizado Hunt. Como su acompañante, debió de haberse tomado la responsabilidad de traerla sana y salva a casa, decía. En cambio, se había aislado a tratar la fuerte contusión que el gancho derecho de uno de los matones había causado. Northrop había vociferado tanto que una de las venas en su frente amenazó con explotar más de una vez.
Después de presentar sus disculpas, y de que Northrop se tomara una pausa para hidratarse, la conversación real comenzó. Morgan le dio el mínimo de detalles sobre su noche, dejando en fuera su encuentro con el héroe súper veloz y su mañana en S.T.A.R. Labs. Por último, lo convenció de apoyarla en complicidad y no decirle ni una palabra a su madre sobre lo ocurrido, lo cual no fue muy difícil. Northrop siempre le cubría la espalda. Jamás le había gustado la posición materna que Angelique había tomado con respecto a Morgan, por lo que le daba la preferencia a la joven.
En cuanto pudo conseguir algo de privacidad, Morgan cayó de lleno en su cama. No tenía sueño, pero aún así se sentía tan fatigada. Se dio un par de segundos de hundirse dentro de sí misma; despotricar contra lo que se le ocurriera, pensar en la última serie que había visto por televisión y planear mentalmente qué comería ese día. Una pizza de doble queso con pan de ajo sonaba jodidamente celestial.
Dio final a eso y se puso manos a la obra con sus pendientes. Su celular comenzó a explotar de notificaciones una vez que lo conectó a la corriente. Todas de Nicholas Hunt y un par de su madre. Morgan frunció el ceño, pero antes de que pudiera comenzar a leer los mensajes, le entró una llamada.
Hablando del rey de roma.
―¿Sí, hola? ―respondió, comenzando a buscar entre sus pertenencias el conjunto de ropa que usaría ese día.
―¡Dónde diablos te metiste, Whitmore! ¡He estado toda la jodida noche y mañana buscándote! Realmente te importa un carajo, ¿no?
Ella se vio tomada desprevenida por la intensidad en las acusaciones, haciéndola parar en seco. Torpemente pretendió sacar una respuesta de sus labios:
―P-pero...
―¡Pero nada, demonios! ―interrumpió de inmediato―. ¿Sabes qué me dijeron en la estación de policías?
―¿Policías? ―exclamó con los ojos abiertos de par en par.
―¡Que tenía que esperar 72 jodidas horas para reportarte como desaparecida!
―Nicholas, cálmate.
―¿Calmarme? ¡Estúpida, Morgan...!
Morgan se alejó de su celular, rodando los ojos. Aún a distancia, ella podía escucharlo gruñir, maldecir y objetar con terrible pasión. ¿El mal humor era síntoma de una contusión? Tendría que googlearlo.
―Nicholas ―habló una vez que se hizo el silencio—. Estoy bien.
―Sí, ya lo creo ―respondió, cargado de sarcasmo.
Aunque Morgan intentó contenerse, una pequeña risa escapó de sus labios.
―Ah, excelente. Sí, es muy gracioso, ríete ―soltó sin una pizca de diversión ante su falta de seriedad.
La risa de la chica se intensificó unos segundos hasta que logró recobrar el aliento.
―Te tenía muy preocupado, ¿verdad, Nicky?
Nicholas se prometió a sí mismo jamás volver a hablarle a Morgan Whitmore y manifestar diariamente que se golpeara el pie chiquito con todos los muebles de su casa.
―Adiós.
―¡No, no, perdón! ―apresuró la castaña antes de que él colgara—. Perdón por desaparecer, pero estoy bien. Lo juro.
―Mmm-mmh ―bufó afirmativamente.
―¿Tú cómo estás? ―preguntó, recordando el tremendo golpe que había recibido.
―Bien ―después de una pausa añadió―: Por cierto, tienes que ir a la comisaría a dar tu testimonio.
―¿Testimonio? ¿Les contaste lo que pasó?
Nicholas rio sin gracia.
―Perdón, Morgan, pero encontrarme inconsciente a lado de dos hombres armados en esposas fue más difícil de ocultar de lo que pareciera. ―Y el sarcasmo persistía.
―Bien, bien. Tienes razón.
Él suspiró del otro lado de la línea.
―Y... Perdón si de alguna forma te puse en una posición de peligro. Debería haberme quedado contigo anoche y no intentar arreglar mis asuntos personales.
Morgan había sido tomada totalmente desprevenida. Ni siquiera supo exactamente qué contestar a eso.
―Oh, okey. No te preocupes. Mmmh... Me tomaré una ducha e iré a la comisaría de inmediato.
ϟ
EL HOMBRE CONTINUABA VIÉNDOLA CON POCO INTERÉS. Llevaba consigo una pequeña libreta, donde anotaba uno que otro garabato al son de sus palabras, pero nada muy sustancial. Morgan se dio cuenta de que se había preocupado demasiado por nada. El cuerpo policial se encontraba claramente desinteresado en el caso ahora que ya tenían a los responsables y no habían heridos graves. De alguna forma, ella también se sentía aliviada.
Su conversación se le comenzó a antojar muy larga al ver que repetían lo mismo una y otra vez. Ella se estaba muriendo de hambre, lo que tarde o temprano le sacaría un terrible mal humor.
―Bien, eso sería todo. ―El esperado final llegó, sacándole una sonrisa genuina a la castaña―. Espero que no le moleste dejar su información de contacto por cualquier cosa que se ofrezca.
Morgan rebuscó en su bolso hasta dar con lo que buscaba. De ahí sacó un pequeño rectángulo de papel que contenía su nombre, correo electrónico y número de teléfono. Se había resistido en un principio a tener sus propias tarjetas de presentación, pero solían ser más útiles de lo que pareciera.
―¿Morgan Whitmore? ―una exclamación de incredulidad la hizo girar sobre su eje.
A la aludida le tomó un par de pestañeos para poder reaccionar ante la persona frente a ella.
―¿Iris? ¡No lo puedo creer! ―dijo entre risas, mientras la morocha acortaba la distancia entre ellas para rodearla con ambos brazos.
Iris West. De todas las personas de su pasado, Morgan había mantenido un contacto más relativamente continuo con ella que con cualquier otra. En sus años de preparatoria, llegaron a coincidir en un campamento de verano que tomaba lugar en Coast City. Joder, el campamento. Nunca se lo diría, pero a lo largo de junio y julio ella tuvo que lidiar con un intenso crush con la joven West. ¿Cómo no podría? Tenía una energía increíblemente luminosa a donde quiera que iba, conseguía siempre lo que quería con su ingenio y sabía cómo divertirse. Ese par de meses fueron bastante conmemorativos. Asimismo se encontraron en un par de competencias de animadoras (en las que ella era excepcional y Morgan intentaba no partirse un hueso en un intento de enriquecer sus aplicaciones para la universidad). De ahí en adelante se reunieron muy esporádicamente para tomar café en los tiempos libres que Morgan podía conseguir estando en Central City, junto a unos cuántos mensajes de texto.
Siendo honestos, Morgan había llegado a preguntar por Barry Allen un par de veces. Le picaba la curiosidad saber qué estaría ocurriendo con el hijo de Henry en su nueva vida con los West. Bien podría preguntarle al mismísimo Henry en las visitas que continuaba dándole en Iron Heights como parte del legado de Piero, pero siempre que estaba ahí sentía que no se prestaba el momento. Las respuestas de Iris iban por las siguientes líneas: "Intentó involucrarse en los deportes. No funcionó.", "Estuvo saliendo con Becky Cooper, pero fue una pesadilla.", "Está en la universidad. Se especializará en dos campos científicos; Física y Química.". Iris bien podría estarle hablando de un primo lejano, pues parecía que estaba hablando de un completo desconocido para Morgan.
―¿Qué haces en Central City? ―preguntó Iris, dando un paso atrás para poder verla a la cara.
―Vine a arreglar un par de cosas de la empresa. Sería un viaje corto, por eso no te mandé mensaje ―explicó, no queriendo ser confundida con desinterés a su relación afectiva―. ¡Olvidé por completo que tu padre trabajaba aquí! ¿Cómo está?
Ella suspiró con un evidente cambio de energía. Morgan se preguntó si había dicho algo malo.
―Está... Está bien ―concluyó, ladeando la cabeza―. Vine a traerle café, pero está molesto conmigo.
―¿Molesto? ¿Pasó algo?
―¿Algo? ¡Muchas cosas! ―De ahí retomó una brillante sonrisa junto a sus expresivos ojos―. Tenemos que ponernos al corriente, chica.
―Ya lo creo.
En ese momento a Iris se le iluminó el semblante.
―¡Oh por dios, tienes que ir a saludar a Barry! ¡No me lo creería! ―exclamó con una sonrisa de oreja a oreja. El estómago de Morgan se cayó a sus pies―. ¡Está en su laboratorio!
―¿En su laboratorio? ―murmuró extrañada.
―Trabaja aquí como ciéntifico forense, está subiendo las escaleras ―explicó al tiempo en que su celular comenzaba a sonar. Eddie la estaba llamando―. Ugh, tengo que irme, pero por favor ve, se sorprenderá mucho.
―Claro ―accedió, formulando una sonrisa―. Iré.
―Me ha encantado verte, Morgan. Hay que salir algún día de estos, ¿vale?
―Sí, claro, ¡cuídate! ―se despidió con la mano, viendo como Iris bajaba las escaleras lejos de ella.
Morgan suspiró profundamente, intentando tranquilizar sus latidos que ahora parecían golpearle el pecho con ganas de salir. Pasó sus manos por sus pantalones, alisando arrugas inexistentes, mientras subía las escaleras una a una. No podía creer que estaría por encontrarse con Barry Allen. Eso podría fácilmente entrar en el top tres de cosas que nunca se imaginaría que estaría haciendo ese día. ¿Conocer a John Cena? Más probable. ¿Ser atacada por orcas asesinas? No sonaba tan descabellado.
Por su parte, el forense se encontraba estrujando su cerebro, sentado frente a su escritorio. El nuevo caso en sus manos trataba sobre el reconocido ladrón que iba por el nombre de Leonard Snart. Además de tener que pensar en cómo detenerlo, también tenía que idear cómo detener a Iris de continuar escribiendo su blog para el rayo. Su primer intento había sido catastrófico. Había tenido que aplastar la ilusión de su amiga, rechazando su idea como una locura. Discutieron y se dejaron solos por la paz, lo cual no lo satisfacía en lo más mínimo, pues sabía que la había decepcionado con no apoyarla.
Y luego estaba el tema de Morgan Whitmore. Cisco le había mandado un mensaje esa misma mañana como seguimiento a la nueva meta-humana:
Está completamente loca. Se fue. Dice que eres muy rápido.
¿Muy rápido? Claro que era muy rápido. ¿Y se fue? ¿Qué había pasado y cómo lo iría a arreglar?
Un par de golpes en el marco de su puerta interrumpió sus pensamientos.
―¿Barry?
Él se separó de su escritorio para poder asomar su cabeza ante la desconocida voz. Al atrapar la visión de su visitante, su sangre se congeló de pies a cabeza. Ella estaba ahí.
Una cosa había sido verla en la oscuridad de la noche inundada de terror para posteriormente caer inconsciente por horas. Otra cosa muy distinta era verla ahí de pie, vivaz, sonriente y con toda su imagen perfectamente en su lugar. Llevaba unos jeans negros que contorneaban la figura de sus piernas a la medida, haciendo juego con los tacones que calzaba. El suéter verde olivo de botones resaltaba su bronceado tono de piel de la forma más vívida y atinada posible. Su cabello caía lacio y largo sobre su espalda, sin un pelo fuera de su lugar. Era como volver a verla por primera vez. Como toque final, Barry pudo notar en sus manos algo más que solo sus guantes marrones: llevaba las esposas para meta-humanos escondidas debajo de su suéter.
―M-morgan, vaya. Hola ―exclamó sorprendido, saliendo de su trance. Caminó hacia ella con la intención de saludarla, y antes de que pudiera hacer cualquier cosa, Morgan lo rodeó con ambos brazos. Barry correspondió al abrazo―. Casi no te reconozco.
―Iris me dijo que podría encontrarte aquí ―explicó entre risas, separándose para poder verlo bien a la cara―. Dios, esto es tan raro.
Barry soltó una risa nerviosa.
―¿Qué te trae aquí? Bueno, no aquí aquí, es decir, eso lo acabas de decir, Iris ―tropezó con sus palabras, sacándole una risa a la chica―. Aquí a la comisaría.
―Hubo un... Accidente en un evento de Whitmore's Industries. Nada muy grave, solo me llamaron para testificar.
Barry asintió, queriendo verse comprensivo. Nada muy grave. Como él lo recordaba, había un hombre con unas tijeras clavadas en su pierna, otra persona inconsciente y ella estaba siendo estrangulada. Sin mencionar el extraño suceso después de tocarla. Pero claro, se supone que él no estaba esa noche. Morgan tampoco parecía querer hablar mucho del tema, así que comenzó a merodear por su laboratorio.
―Tienes un muy buen lugar aquí ―aduló, revisando todo su desorden y sus equipos.
―Claro, de puro ganarte en las ferias de ciencias ―dijo con un tono burlón. Morgan lo volteó a ver achicando los ojos, y ambos rieron ante el agradable recuerdo de sus competencias.
―Tantos años y todavía no te das cuenta de que te dejé ganar ―lo molestó de regreso con falsa arrogancia.
Barry puso una mano en su pecho, como si eso realmente le hubiera causado un dolor en el corazón.
―Te perdiste de la mejor parte. Un año después de que te mudaras, mezclé glicerol y un agente oxidante como mi proyecto de ciencias. Eso sin duda hubiera aplastado cualquier proyecto que llevaras ―dijo con orgullo.
Ella rio.
―¿Qué intentabas? ¿Empezar un fuego químico? ―inquirió con sorna. Al ver que él no se reía con ella, Morgan lo miró con los ojos abiertos en sorpresa y exclamó―: ¿Empezaste un fuego químico como proyecto de ciencias?
Barry no pudo contener una risa, rascando su nuca, mientras asentía.
―Empecé un fuego químico como proyecto de ciencias, sí ―confirmó―. Saqué una A, pero me suspendieron.
La castaña apretó sus labios hasta volver a romperse en una carcajada.
―Estoy tan celosa.
―Deberías ―afirmó con seguridad.
―Yo intenté hacer un arma láser. Ese día llovió, así que la dispersión térmica se fue al caño. Apenas y logre calentar la manzana que iba a partir por la mitad ―explicó. Hace años que no rememoraba sus viejos experimentos. Parecía ser una parte de ella que solo existía en la memoria de Barry y ella misma.
―¿Un arma láser? Vaya ―Barry pasó una mano por su boca, dándole vueltas en su cabeza a la posibilidad de una Morgan de 15 años armando tal cosa―. Siempre pensé que terminarías en alguna rama de la ingeniería como tu padre o en alguna rama científica. Eras muy buena.
A Morgan se le formó un hueco en el pecho de nostalgia. Era la primera vez, a excepción de Northrop, que alguien reconocía su viejo don para las ciencias. A juzgar por la poca importancia que su madre siempre le dio a esa parte de su vida, ella había llegado a pensar que todo había vivido en su imaginación. Pero Barry tenía toda la razón, ella había sido jodidamente buena.
―Sí, lo era ―murmuró con una sonrisa, pasando los dedos por el estante de libros que el forense tenía a su derecha. Inspiró con fuerza y se encogió de hombros―. Supongo que cambie. Lo cual no es necesariamente malo, ¿no?
Ella subió su mirada, conectándola con la del joven. Él le devolvió una sonrisa.
―No, no lo es en lo absoluto.
Morgan no se había dado cuenta de lo cerca que estaban. Sus hombros parecían rozar y eso fue suficiente como para que ella sintiera todo tipo de piquetes bailando en su estómago.
―Bueno, Barry. Realmente has crecido ―murmuró, detallando los ojos verdes del chico.
Eso era literalmente cierto. Solían ser de una estatura parecida, y ahora, aunque ella llevara tacones, él le aventajaba en altura.
―Me parece que eso es lo que se supone que pasa. Lo de crecer. Algunas personas le llaman pubertad.
Morgan echó su cabeza hacia atrás, soltando otra risa con un rubor tenue colocándose en sus mejillas.
―Sí, claro que eso pasa ―rodó los ojos teatralmente sin poder borrar la sonrisa en su cara. Volvió a darle una mirada a Barry y su imagen le dio un impulso de felicidad―. Ven acá.
Sin esperar un permiso, Morgan volvió a rodear su torso con sus brazos, plasmando ambas manos en sus omoplatos. Estaba consciente de que bien podría estar hablando con un completo desconocido debido a los múltiples años que tenían sin verse, pero éste desconocido portaba una sonrisa que le resultaba tan familiar y le agradaba mucho.
Finalmente, ella dio un paso hacia atrás.
―Me iré ahora, pero de verdad me encantó saludarte ―informó, acomodando su bolso sobre su hombro.
―A mí también. Quizás la próxima vez no se tenga que necesitar un evento criminal para cruzar caminos ―sugirió con diversión.
Ella arrugó ligeramente la nariz en un gesto pensativo, lo que le pareció bastante tierno.
―No lo sé. Evento criminal o no, el destino tendrá la palabra.
―El destino tiene mucho en su plato, ¿no crees? ―Siguió su juego, dándole una mueca―. ¿Por qué no evitamos dejar esto en sus manos y me das tu número? Para mantener contacto.
Su rostro se iluminó, mientras lo señalaba con un dedo.
―Eso me gusta ―accedió, ladeando ligeramente la cabeza en su dirección―. Iris tiene mi número. Llámame, si quieres.
Las esquinas de los labios del castaño se elevaron.
―Vale, eso haré.
Con un gesto de la mano, ella se despidió y salió del laboratorio forense, dejando a Barry con una gran sonrisa plasmada en la cara, del tipo que hacían con tu cara lo que querían; achicar tus ojos, adolecer tus mejillas y sacar arrugas por doquier.
Morgan no creyó que el mantener contacto tuviera efecto tan rápido, pues tan solo unas horas más tarde, Iris le había llamado para invitarla a salir con ellos a nada más y nada menos que una noche de trivia.
* "Nos encontramos por accidente, con lo que quiero decir que todos los poderes del universo lo hicieron así."
n/a: GRACIAS POR 400 LEÍDOS Y 60+ VOTOS. Son un sol enorme, gracias por el apoyo. LAJSJWJ Hacen mis días mejores. El capítulo está algo largo, pero tienen toda la semana para leerlo, antes del sábado lol ¡! Cualquier comentario o crítica constructiva es muyyy bien recibida.
¡feliz 14 de febrerooo! sé que hoy es 13, pero de una vez. Aunque estén solteras o con pareja, ojalá tengan un hermoso día, porque al fin de cuentas celebrar al amor siempre es bonito.
personalmente, yo tendré un self-care day: mascarillas, velas, té, libros, alguna película romántica, etc. <33333
por cierto, hoy tengo un examen súper importante, deséenme suerteeeee. aquí les dejo unas tarjetas de San Valentín que edité lol no sé si las han visto antes, pero las copie de Tumblr.
jajaja, eso es todo
les mando un besazo,
NIAM ROCA
[ editado 24 de septiembre, 2021 ]
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