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VI. EL CASO DE FERMÍN GOYRÍ

Eulogio se encuentra en la cocina del departamento preparando dos vasos de Whiskey en las rocas. Ya hay dos botellas vacías en la barra.

Pérez Pardo está corriendo por toda la sala con sus pupilas dilatadas. Se escuchan gotas de lluvia chocando contra la ventana del departamento y el reventar de unas palomitas con mantequilla en el microondas.

Thais esta recostado en su sillón envuelto en sábanas, mirando al techo y secando sus lágrimas. Puso unas cuantas canciones en español de los noventas para sentir que aún sigue en el hospital con su madre. Suspendió el resto de sus actividades con sus clientes para recuperarse.

La voz de su papá, la respuesta de su mamá y la noticia del pendejo del Sr. Sánchez lo tienen apendejado. Se decidido a comer seis bolsas de palomitas y tomar hasta quedarse dormido.

Eulogio sale de la cocina y le da su vaso de Whiskey.

—Ni me va a durar, güey —le dijo Thais, extendiendo su mano sin hacer el más mínimo esfuerzo por levantarse.

Eulogio choca su vaso con el de Thais, se quita su saco y se desabotona su camisa hasta el ombligo —a huevo —contesta con orgullo mientras enseña los músculos de su pecho y su tatuaje del dios hindú, Shiva. 

Thais suspira y le da un buen trago a su bebida, dejando tan solo un poco de alcohol en su vaso. La música lo hace perderse un poco más en sus pensamientos y trata de concentrarse en la letra de las canciones para librar su mente de la cantidad de pendejadas que lo golpean cada dos segundos. Su gato pasa rápidamente por sus piernas, se estaciona tres segundos en su estómago, lo voltea a ver, mira hacia el techo, se persigue su cola y corre a la recamará.

—Juro que no le di nada al gato —dice Eulogio inexpresivo. 

Thais se levanta con flojera, tirando sus sábanas y se sienta con las piernas cruzadas.

Eulogio sonríe un poco y se acuesta en el sillón como si estuviese tomando el sol en Acapulco, respira fuerte por la nariz y voltea a ver a Thais. El olor a palomitas comienza a rodear todo el departamento. 

—Mira cabróncito, esta chido chupar, pero no está chida tu onda —dijo Eulogio agitando su vaso con la yema de sus dedos.

La lluvia comienza a escucharse un poco más fuerte. Las luces del departamento se prenden y se apagan. Thais mira a Eulogio decepcionado, se pone de pie y camina a la cocina para servirse más alcohol —Tengo miedo de regresar a casa de mis papás; todo me sale mal —dijo resignado mientras camina de regreso y patea unas bolsas llenas de tela.

El cielo se transforma en una escala de grises mientras los relámpagos truenan como explosiones entre las nubes.

Eulogio se queda pensando unos momentos —Te preocupa mucho lo que piensan los demás. Bebe y sé feliz —le dice incrédulo.

—Pendejo, no todo se cura con alcohol —dijo Thais tomando el lápiz de su mesa de dibujo y llevándoselo a la boca.

—Aja —contesta Eulogio sarcástico mientras observa el vaso de Thais. —Te saliste de tu casa, lo de Fermín tiene años y lo más seguro es que seas bisexual o gay.

—Seamos, güey, seamos —corrige Thais con una tos falsa.

Eulogio bebe en silencio y levanta sus cejas. Hay un momento en donde solo se escucha el viento y la tormenta. Pérez Pardo se congeló a la mitad de la sala viéndolos a los dos como si hubiera entendido la conversación.

Thais siente que las palabras de Eulogio hacen sentido, aunque no diga lo que realmente quiera decir. Él sabe que no puede estar viviendo en el pasado y martirizarse por lo que pasó. Hay muchas cosas que aún pueden pasar y no necesariamente tiene que ser el fin del mundo.

—Busca más clientes, llama al concurso del Fashion Week y muéstrales que tienes tantito interés —dijo Eulogio evadiendo el tema.

—Mi mamá cree que Fermín se suicidó por mi culpa —le contestó Thais viendo al vacío y mordiendo su lápiz.

Eulogio recarga su cabeza en el sillón y suspira. —¡Cabroncito! ¿No me escuchaste?

—Sí y estoy de acuerdo contigo, pero no puedo dejar de pensar en él y en lo que le hice —contestó Thais estancado.

—Lo buleaste hasta morir por que tenía cara de niña y todos lo chingaban por eso. Hasta que tomo el carro de sus papás y se tiró de un barranco —dijo Eulogio como si estuviera leyendo las instrucciones de un manual. —Eso tiene 20 años.

—Si tan solo tuvieras tantita empatía. Tu estuviste ahí y me ayudaste.

Eulogio se para y contempla el diluvio mientras se estira. La música ya ni se escucha, el olor a palomitas se desvaneció y Pérez Pardo duerme en la alfombra.

—Está bien Tao, ¿qué puedo hacer para ayudarte?

—Quédate conmigo. Hasta que se me quite lo mala copa.

—No tengo hasta el siguiente año, pero si hasta mañana —dice Eulogio sonriendo.

El teléfono de Thais vibra en la barra de la cocina. Ambos se voltean a ver con flojera y Eulogio toma la iniciativa para ir por el móvil y entregárselo. Hay un silencio prologado mientras Thais desbloquea su teléfono y lee el mensaje.

—¡Puta madre! —dijo Thais moviendo sus ojos hasta atrás de su cabeza. —Creo que vas a tener que conseguirme un psicólogo.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Quién es? —preguntó Eulogio.

—Mi novia, está abajo.

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