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IX. CERRAR EL CICLO CON ELLA

Es viernes; Thais se levantó temprano para revisar todos sus pendientes. Se dio cuenta que solo le hace falta terminar diez faldas, empaquetarlas y entregar. Sacó su agenda y planifico su día hasta las seis de la tarde para recibir a Eulogio. Ambos quedaron de tomarse unas cervezas para festejar esta nueva iniciativa.

Thais se dispuso a anotar ideas para contar su historia a través de una red social e incrementar su visibilidad. También actualizó su portafolio señalando sus logros y los últimos trabajos que realizo: incluyendo los del señor Sánchez. 

Pérez Pardo lo acompaña en su escritorio mientras se escucha como el primer café de la mañana cae de la cafetera. Su gatito salta para acostarse cerca de sus pies mientras mueve su cola.

Son las seis de la mañana; un amanecer naranja se dibuja a través de la ventana del departamento. Thais voltea por unos segundos y piensa por un instante en Yuki. Reconoce que no puede dejar las cosas así. Entonces, aprovecha para dar un espacio en su agenda para visitarla. Si eso no funciona, piensa escribirle una carta para expresarse mejor.

Su lista de pendientes se hace más grande. Tiene de aquí hasta las ocho de la mañana para terminar las faldas, empaquetarlas hasta las diez, desayunar, darle de comer a Pérez Pardo, bañarse y salir de su casa.

Thais sabe que tendrá que enfrentar las consecuencias de ausentarse tres días. Si sus clientes deciden renunciar a sus servicios, se enfocará en conseguir cinco nuevos, después, diez, después conseguirse un asistente; hasta llegar al Fashion Week México por su cuenta.

***

Dieron las doce de la tarde. Thais se cepilla sus dientes en segundos, corre hacia la cocina y le deja a Pérez Prado una lata de atún. Sale de su departamento cargando tres bolsas con prendas hacia el elevador. Llega al estacionamiento y mete las bolsas en su cajuela colocándolas una a lado de otra sin presionarlas. Se mete al asiento del conductor y se dirige hacer su primera entrega.

La ciudad le regaló pocos autos en el camino y muchas luces verdes. Un obsequio poco común para una de las ciudades más congestionadas del mundo. Thais prende la radio de su carro mientras escucha la música favorita de su mamá. Se acuerda que Eulogio solo quiere que cambie su forma de pensar para hacer sus días menos pensados. Él empieza a creer que la mente si tiene mucho que ver para cambiar las circunstancias. Puede ser una idea muy optimista, pero hasta el momento las cosas le están resultando. Thais comienza a eliminar las ideas de su padre y las voces que lo atormentan. Han pasado muchas cosas negativas al mismo tiempo que lo mejor que puede hacer es mandarlas al carajo de una buena ves.

***

Su sonrisa es incomparable, se siente como si hubiese vuelto a nacer. Thais está cantando y bailando mientras va en camino hacia casa de Yuki. Todas sus entregas fueron un éxito, sus clientes se sorprendieron al recibir sus pedidos y le aseguraron aún tenían tiempo de sobra. Ambos le comentaron que siempre hay circunstancias que salen fuera del control. Esas palabras son como una sinfonía; incluso después de haber vivido una cascada de agua fría en sus partes bajas.

Thais piensa cerrar el ciclo con su exnovia. Reconociendo todo lo que le dijo y pidiéndole disculpas. Sabe que le gusta el sexo, ya sea con un hombre o con una mujer. «Eso prácticamente es ser bisexual», pero prefiere abrir su corazón para recibir a la persona indicada con los brazos abiertos. Muchos dicen que hay una edad para definir la sexualidad, pero él sabe que no se puede encerrar a las personas en una caja y sentenciar su forma de pensar, actuar y amar. Thais se siente libre y espera que Yuki le perdone.

***

Thais llega a casa de su exnovia después de unos minutos. Son las cuatro de la tarde, tiene una hora para que llegue Eulogio a su departamento y ver lo de la red social.

La casa de Yuki es una pequeña casa verde en una calle muy angosta cerca de Insurgentes. A pesar de que se siente apretado, la calle está llena de árboles y humedad. Se escuchan los pajaritos cantar por adentro de las ramas mientras el cielo comienza a tornarse de colores y el viento sopla con una brisa helada. Hay varios carros al final de la calle y uno que otro taxista gritando «¡pendejo!» a una combi que se le atravesó por querer recoger a un pasajero.

Thais toma valor, repasa su discurso en su cabeza y toca el timbre tratando de verse triste. «Está de la chingada que intente llorar», pensó mientras se arregla su camisa y mueve su cabeza para liberar un poco la tensión en su cuello.

Hay silencio y ningún indicio de que Yuki vaya abrir la puerta.  Pasaron quince minutos, Thais mira su reloj y voltea hacia arriba para ver si hay alguien. Piensa en los veinticinco minutos que le va a tomar en llegar a su departamento y que no puede dejar a Eulogio con las cervezas ni la botella de Whisky. Tiene la esperanza que Yuki lo perdone y todo vuelva a ser como antes: cenas en restaurantes japoneses, salida al cine, tacos después de una fiesta y escuchar sobre su serie de animé favorita. Aunque, hay una voz en su mente que le murmulla que se prepare para lo peor.

Yuki se asoma por la ventana y deja caer la cortina al momento que ve a Thais afuera. Los segundos parecen horas. Thais camina de lado a lado y se recarga en la puerta al escuchar ruidos en el interior de la casa.

La puerta se abre haciendo que Thais pierda el equilibrio y se sujete en el marco por inercia. Yuki le da un pequeño empujón para que se reincorpore y acerca la puerta cerca de su cara para evitar que él vea al interior o su cuerpo completo.

Thais tose discretamente y deja salir un suspiro. —Hola —dijo nervioso tratando de mantener contacto visual. 

Yuki sonríe revelando sus ojos hinchados —Thaito, que alegría me da verte, pero soy más feliz sin te vas —dijo cerrando la puerta.

—¡Espera! Sé que no es un buen momento, pero te quiero decir una cosa —dijo poniendo su mano en la puerta.

Yuki se muerde su labio, pasa su mano por su cabello lacio y se limpia una lágrima.

—Está mal lo que te hice pasar. Todo lo que me dijiste ayer es verdad. Mi corazón le pertenece a otra persona. Tienes todo el derecho de ignorarme.

Los ojos de Yuki se hinchan aún más, se forman ríos de lágrimas en su rostro.

—Espero que algún día puedas perdonarme. Siempre me apoyaste y te mereces a alguien mucho mejor.

Yuki pierde el aliento —Tu amigo y tu gato te esperan. Son tan divinos y soy muy feliz por ti. Hay muchas cosas que se pueden arreglar, pero los corazones rotos nunca quedan igual. Vete Thaito y sé feliz.

Thais se le queda viendo y quita su mano de su puerta —De verdad lo lamento—.

Sus palabras se escuchan insinceras. Está tratando de sentirse culpable, pero le es imposible sentir empatía por ella. Tenía un discurso preparado y lo declama como si fuera una noticia amarillista. El silencio de la calle hace que está conversación se haga más incómoda. Thais se concentra en el cabello negro y corto de Yuki para tratar de acordarse de los momentos que vivió con ella, pero nada funciona.

Yuki deja de parpadear para evitar sus lágrimas, respira profundo y abre un poco más la puerta. Lleva puesto una bata larga llenas paisajes japoneses y unas pantuflas de Hello Kitty. Su rostro es más blanco de lo normal y el contorno de sus ojos están dibujados con unos círculos morados que resaltan su tristeza.

—¿Por qué no dices lo que piensas Yuki? No está bien que te guardes tus sentimientos así nada más —preguntó.

Ella sonríe y se limpia su cara con su bata —Aunque te quiero ver feliz, no puedo permitirme hacerte feliz con mi sufrimiento Thaito—.

Thais abre los ojos y se le queda viendo cómo si le hubiera dado una cachetada —¿Crees que disfruto verte así? Yuki, no has sido tú, son tantas cosas, estoy por perder mi trabajo y, si no me aplico, mi vida se acaba—.

Yuki deja escapar una sonrisa entre dientes y se acerca a él —Thaito, escúchate y dime en mi cara que tienes más tiempo para mi y no para Eulogio y el pachoncito de Pérez Pardo—.

Thais siente un nudo en la garganta, como si un brujo le hubiera robado la voz y sellado los labios. Siente un ligero hormigueo en su espalda mientras que su respiración aumenta.

—¿Ya ves? Te cuesta la luna afirmar eso. A mí me basta con tenerte un segundo, escuchar tu voz por teléfono, compartir la comida más corriente o caminar hacia el Oxxo para amarte y tú no—.

—¡Está bien, Yuki! Te quiero, pero como amiga. Estoy sintiendo algo por Eulogio y no sé por qué. Sé que he sido un pendejo y quiero que me perdones, por favor—.

Yuki vuelve a sonreír y le da un beso en la mejilla —Eso a sido lo más sincero que me has dicho desde hace mucho tiempo. Adiós Thaito—.

Yuki camina hacia la entrada y cierra la puerta atrás de ella. Thais se queda parado pensando en lo que acaba de ocurrir. Acaba de aceptar que siente algo por Eulogio y que Yuki es solo una amiga. Su corazón late más rápido, se siente cómo si hubiese salido del mar después de estar una eternidad bajo del agua. El viento sopla mientras Thais camina hacia su carro como si le dolieran las piernas. Abre la puerta, prende el motor y pone su música a todo volumen. Se concentra en el camino y deja salir un suspiro. El atardecer le hace recordar que el tiempo avanza para bien o para mal. Piensa cada día es una oportunidad más que le da la vida para corregir sus errores. Siente que acaba de ver la salida del túnel hacia una luz brillante que lo llevarán al camino correcto.

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