IV. VIVIR DE LA ESPERANZA
Thais podría atropellar a cualquiera y chocar con todos los carros del periférico después de su conversación con el señor Sánchez. Le pega al tablero varias veces y patea el piso. Aprovecha cualquier oportunidad para gritar groserías a los carros vecinos. Siente que su mundo se colapsa minuto a minuto.
—¡Hijo de puta! ¡Qué le metan un palo y se atragante, pinche pendejo de mierda! —grita mientras suena la canción de Ni Tú Ni Nadie de Moenia en a radio.
El señor Sánchez le informó que este sería su último pedido, porque se consiguió a alguien mucho más barato y fácil de trabajar. Sí hay algo que le molesta, es que le digan que está cobrando muy caro, cuando apenas le pagan la mano de obra. Esto es tan solo uno del puñado de clientes que ha perdido durante el año. Parece que la vida lo está empujando a la orilla de la Torre Latinoamericana. Este año comenzó con siete clientes y ahora solo le quedan dos, de los cuales optan por pagarle un café de la esquina. «Ya ni siquiera del Oxxo», piensa.
Thais se para en un semáforo y saca su celular para checar su correo electrónico, busca desesperadamente por alguna noticia del concurso, pero solo tiene mensajes del SAT y tres o cuatro anuncios de la misma agencia de viajes que le manda descuentos para ir a España. Avienta su celular al asiento de al lado y pisa el acelerador, pasándose el alto. Varios coches le tocan el claxon y le echan las luces mientras se mete y esquiva a los demás.
***
Thais mete su carro al estacionamiento del edificio y corre por las escaleras hasta llegar a su departamento. Piensa abrazar a Pérez Pardo cual almohada y tirarse a llorar. Pero al abrir la puerta se encuentra con Eulogio platicando con su papá. Su cara se torna pálida al ver a su padre sentado en su sala tomando un vaso de agua y acariciando a su gato.
Eulogio lo mira con los ojos abiertos y tartamudea. —¡Verga, digo, Tao! Venía a verte, pero tu papá estaba afuera. Si quieres me largo —dijo mientras pasa su mano por su cabello lacio.
Thais está pasmado en el marco de su puerta. Siente como su sangre cubre su cara y como su estómago se retuerce cual cucaracha a punto de morir.
Esteban Gutiérrez es uno de esos señores que se visten con ropa deportiva para disimular su edad. El papá de Thais tiene barba de candado y mirada de asesino serial. Es una persona que busca las inseguridades de los demás para después reflejárselas en un tono pasivo-agresivo.
Thais recuerda el por qué se encuentra en esta situación, la razón por la cual ha evitado ver a sus hermanos y a su padre. Quiere asegurarse de nunca convertirse en ellos y demostrarles que él puede triunfar sin su ayuda.
—El que se larga es él, no tú —le dijo Thais a Eulogio, azotando la puerta detrás de él.
Thais camina a su refrigerador y saca su Whiskey. Pérez Pardo camina entre sus piernas como queriendo jugar, pero él lo esquiva y toma un vaso de la alacena, sirviéndose casi hasta el ras. Respira profundo y toma un buen trago.
Eulogio se sienta cabizbajo en las periqueras de la cocina mientras se sirve el resto de la botella. Hace un gesto de intriga por saber en qué dirección terminará este encuentro.
—Quisiera emocionarme por tu visita, pero no estoy de humor para perder mi tiempo contigo. Vete por favor —le dice Thais a su papá en un tono serio mientras toma su lápiz de su oído y lo sostiene en su mano.
Esteban cruza la pierna y suspira cómodamente en su sillón. —Sigues siendo mi hijo, no se te olvide. Antes me vas a escuchar —dijo con una leve sonrisa.
—Vienes con la misma chingadera de siempre y ya sabes mi respuesta —dijo Thais apretando su lápiz.
—Cuidado. Me criticas cuando eres peor que yo. ¿Te olvidas de Fermín Goyri? Eres un Gutiérrez, no un pendejo con apellido de maricón —le dijo desafiante.
Thais se acaba su bebida y avienta su vaso contra la pared, asustando a Pérez Pardo. —¡Para alguien con tanto dinero esperaría que tuvieras tantita clase, lárgate! —dijo subiendo la voz.
Esteban se pone de pie y coloca sus manos en los bolsillos de su pants. —A pesar de que hayas elegido vivir de la esperanza, mi oferta sigue en pie. Regresa a casa y tendrás un trabajo real, siempre serás bienvenido Thais.
Thais se ríe y evita que las lágrimas salgan de sus ojos —¿Bienvenido a qué, Esteban? ¿A ver cómo alabas a mis hermanos por tranzar a la gente? No, gracias.
Esteban camina hacia la salida, abre la puerta y se detiene antes de irse. —Tu mamá quiere verte antes de su próxima quimioterapia. Tal vez me veas como un hijo de puta, pero a tu madre déjala fuera de esto y vela a ver.
Su papá sale del departamento. Thais se queda en silencio mientras Eulogio camina hacia él. Está pensando en la salud de su mamá, en Fermín Goyri y como su papá lo catalogo ser peor que él. Hay un torbellino de emociones dentro de su cabeza. Siente que los fracasos de su vida son por causa de no ser como ellos, mierda. Él sabe que no es nada como su familia y está decidido a demostrarlo. Esteban sabe que decir para engancharlo y no debe caer en su juego. Thais se deja caer en los brazos de Eulogio sin poder contener sus lágrimas. Los maullidos de Pérez Pardo se escuchan por todo el departamento mientras una corriente fría baila por toda su casa.
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