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Capítulo 12: Amistades y Sorpresas [Segunda Parte]

Aira abrió con amplitud los ojos ante el escenario que le planteaba Xico. De pronto, su amigo había dejado atrás la capucha, la barba sin afeitar de hace unos días, los pantalones anchos de reggaetonero y el signo de victoria en ambas manos para dar paso a un Xico con diez años más, pelo corto y peinado, camisa y traje sastre, y un gesto serio en el rostro.

—¿De...? ¿De verdad crees que puedes ayudarme con mi problema? —preguntó todavía dubitativa.

Él le respondió con el signo de victoria en ambas manos, confirmando la nueva imagen que tenía de él. Pero esta le duró poco.

Xico estornudó frente a ella, escupiéndole sin querer. La joven hizo un gesto de repugnancia al tiempo que cogía la servilleta que tenía adelante para luego decir:

—¡Cochino! —Se retiró la servilleta luego de limpiarse y ver que tenía restos de moco sobre sí—. ¡Qué asco! Felizmente que no nos han traído la comida todavía. Fácil y escupes sobre ella. ¿No puedes taparte la boca al estornudar? —habló, indignada.

—Me ganó pe'. No fue mi intención.

Ella abrió su mochila. Retiró un paquete de pañuelos kleenex, que siempre llevaba consigo, sabiendo que su depresión la volvía muy sensible para llorar. Se lo entregó y le ordenó que, de inmediato, se limpiara la nariz.

—Gracias, huevona. —Se sonó la nariz—. Estás en todas, ¿eh?

—Y eso no es todo —dijo muy oronda—, siempre llevo lo necesario por si Marquitos requiere de cualquier cosa: toallitas desechables, talco pequeño... Hasta compré en la mañana este muñeco en el bazar del frente del ‹‹cole›› —sacó un pequeño peluche de Mickey Mouse—. Espero que le guste.

—¿A tu Chucky?

Lo miró con reproche.

—Se llama Marquitos, imbécil, ya te dije.

—Pero yo le digo Chucky, pe'. Son igual de pequeños y demonios.

Rodó los ojos al tiempo que se dijo que su amigo no tenía remedio.

—¿Crees que le gustará?

Él se encogió de hombros.

—¿Qué opinas? —insistió.

—Es un muñeco. ¡Qué más da! Los bebés se contentan con cualquier cosa.

—Sí, pero quiero saber si está bonito y eso. Últimamente le ha dado por ver Las Aventuras de Mickey todo el día. Me dice ‹‹Mamá, Mickey esto››, ‹‹Mickey aquello››, etc. —Alzó el muñeco y se lo enseñó—. Dime, tú que eres un intento de hombre...

Xico enarcó la ceja y la miró, molesto. Aira ni se inmutó.

—O mejor dicho un payaso...

—¡Oe', más respetación con tu brother! —Alzó la voz.

—¿Qué opinas? ¿A los niños les gusta Mickey? ¿Te hubiera gustado que te lo regalasen cuando eras un bebé?

Él hizo un gesto de rechazo, todavía ligeramente ofendido.

—¿Cómo iba a ser un bebé, si ni siquiera soy un hombre según tú?

Ella se rió.

—Eso fue porque antes de que mutaras en lo que sea que eres ahora, eras un bebé común y corriente...

—¡Oe'!

—Y puedes recordar lo que te gustaba entonces y me puedes ayudar con tu criterio masculino.

—¿Crees que voy a recordar lo que me gustaba con dos años? —Ella asintió—. ¡Estás fumada!

—Vamos pues, ¡intenta recordar! ¿Qué dices? ¿De bebé te gustaba Mickey? ¿Crees que le gustará a Marquitos?

—¡Yo que sé!

Ladeó su rostro y su vista se clavó en la ventana. Ahí pudo observar a una señora humilde, que llevaba a varios niños pequeños consigo, quizá tres o cuatro, uno en brazos inclusive, que le recordó a su propia madre.

—Por ahí me acuerdo de haber escuchado a mi vieja que a mis hermanos le ponían mis viejos VHS piratas de Los Teletubbies, con los que los entretenían para que se callaran y no jodieran más.

—¿VHS? —preguntó, sorprendida.

Él asintió la cabeza.

—Luego de que metieran a mi viejo preso las cosas se pusieron más difíciles pe'. Ya lo sabes.

Aira entrecerró los ojos. Su memoria viajó tiempo atrás, cuando un Xico más pequeño, delgado y asustadizo lloraba porque se habían burlado de él por tener las zapatillas rotas en la clase de Educación Física.

—No llegamos a tener un DVD hasta cuando yo tenía diez años o por ahí. En ese tiempo la pasamos mal —su rostro puso un rictus serio—, muy mal.

De inmediato, ella cambió el tema. Sabía que su amigo se ponía triste cuando recordaba sus malas épocas económicas y prefirió no ahondar en ello.

—Pero dime pues, ¿le gustaría este Mickey a Marquitos?

Xico miró a su amiga y luego al muñeco con una mueca que todavía era un rezago del mal sabor de boca que tenía al rememorar viejas épocas duras. Ante la insistencia de la muchacha, optó por encogerse de hombros, dejándola en ascuas.

—No me das muchas esperanzas —se quejó.

—¿Y qué quieres que te diga? No sé de peluches ni esas huevadas.

—No es un peluche barato...

Miró a Xico buscando su afirmación, pero él optó, como antes, a encogerse de hombros porque no era consciente de adónde quería llegar.

—Me costó ochenta soles(1).

—¿Ochenta? —habló, espantado. Ella asintió sin culpa alguna—. ¿En esa cojudez(2)? Cómo cambian los tiempos, ¿eh? Ya hasta tiras el money.

—¡Es necesario pues! Opté por el más caro y bonito. Solo espero que valga la pena para resarcirme con mi bebé. Me siento algo culpable de que hoy voy a llegar al orfanato más tarde de lo usual por comer contigo y que mañana voy a pasar todo el día con Rodri.

Bajó la cabeza al recordar las últimas escenas dramáticas que protagonizaba su hijo cada vez que se aferraba a sus manitas y le decía ‹‹¡No te vayas!››.

—¡Quiero que me asegures que le gustará y que no hará berrinches cuando me vaya de su lado! —dijo con aprensión.

—Eso no te lo puedo asegurar. Los bebés son impredecibles. A esa edad hacen pataleta por todo. Todavía recuerdo que mi hermana se tiraba al suelo por cualquier huevada. A mí ya me tenían harto cuando me encargaban cuidarla.

—¿Hiciste también de niñero como yo?

—De los tres.

—Vaya, eso no lo recordaba —habló, poco convencida.

—Porque entonces no salía de casa, tenía que quedarme cuidando a los Chuckys mientras mi mamá se iba a trabajar. —Hizo un mohín en el rostro—. Una vecina nos decía que, como para esa época ya mi viejo no estaba en casa, era su manera de llamar la atención de la Shirley. ¡Y claro, quien pagaba pato era yo!

El dejo de decepción en su rostro y en su voz era notable, al tiempo que su mente volvió a viajar a épocas no muy gratas de su pasado.

Aira se dio cuenta. Decidió centrar la charla en lo que le interesaba, pero no fue necesario. Para entonces, la camarera había venido para tomar su pedido. Luego de que le dieran sus órdenes, Xico se entretuvo en las torneadas piernas de la fémina, las cuales podían verse gracias a su corta vestimenta.

—Y dime pues —persistió cuando ya comían sus entradas: una ensalada rusa para ella y una papa a la huancaína para él—, ¿crees que este Mickey le gustará?

—¿Y por qué insistes tanto en el tema? ¡Déjame comer tranquilo pe'! Que se me va a enfriar mi sopa.

—¡Estás comiendo papa no sopa!

Obtuvo un gesto de rechazo como respuesta. Pero, como Aira no se iba a quedar tranquila hasta que le calmara sus inquietudes, le volvió a requerir el tema.

—¿Qué más da si le compras un Mickey, un oso de peluche o uno de esos monstruos que están de moda?

—¿Eh?

—Uno de esos ojones que vi en el mercado el otro día. ¿Manyas(3) cómo se llaman?

—No sé a qué te refieres.

—Ta' que no recuerdo el nombre, pero... —retiró a un lado el plato vacío de su entrada—, a lo que voy es que... ¿Qué más da si tu Chucky tiene esto o aquello? Igual llorará. Todos los bebés lo hacen.

—Pero yo quiero que sepa que estoy a su lado siempre que puedo y que es lo más importante para mí...

Miró al muñeco que había dejado a un lado. Era tan grande que estaba sentado sobre una de las sillas.

—Aún a pesar de que su papá todavía no puede estar a su lado porque así lo decidí... Aún a pesar de que debo pasar muchas horas lejos de él porque estoy estudiando...

El temblor en su voz era tan patente, que Xico arrugó las cejas, preocupado.

—¡Huevona! —indicó al ver que una lágrima bajaba por su mejilla.

—Aún a pesar de que me he tomado la libertad, malsana, de pasar unas horas al lado de Rodri... lejos de mi bebé, que tanto me necesita... —habló con frustración.

—Pero no me dijiste que tiene su razón de ser, ¿no? Pues sigue pa' delante en tu mentira con el pituco y ya.

—Sí, porque creo que tengo derecho de pasar un rato a solas con Rodri. Digo, hemos estado alejados tanto tiempo que lo necesito tanto. Es como una droga, ¿ok?

Xico la miró, preocupado. Mas, al recordar que la Aira que se hallaba delante de él no distaba en mucho de la que había tenido que espabilar tres años atrás, en cuanto a su dependencia por Rodrigo, durante un descanso de su práctica de danzas, decidió asentir con la cabeza, pero poco convencido.

—Yo no sé lo que es estar lejos de un amor que no viste hace años y que sigues queriendo. —Empezó a mover por inercia el portaservilletas que estaba sobre la mesita—. A la Vero la volví a ver luego de que terminamos el colegio, pero ni fu ni fa, ¿sabes? A pesar de que te ofreciste a ayudarme, nunca me atracó. Zafari culari(4) nomás. Pero bueno... si la huevada es como dices, pues será, ¿no? Y tú sabrás más que nadie qué hacer.

—Sí, pero...

Tragó saliva con fuerza. La garganta le quemaba.

—¿Qué?

Bajó la cabeza, con pesar.

—Ya te dije, huevón, tengo miedo de enfrentarlo... de enfrentarme ante lo que se viene y...

Varias lágrimas cayeron de sus ojos.

—El otro día reaccionó como loco cuando surgió el tema que le mentí. Fue por una tontería —se sonrojó al recordar al momento al que se refería—, pero él lo tomó como que le mentía, ¿ok? Y me puse muy nerviosa y yo... yo...

Hizo una pausa para darse fuerzas para continuar. Su amigo la miró, preocupado, incapaz de saber qué decir ante un momento así.

—Luego, al día siguiente, fui a ver a Marquitos y, cuando me estaba yendo para mi casa, comenzó a reclamarme, a llorarme fuerte y...

Se cubrió los ojos con las manos.

—¡Pucha, huevona!

—Estoy llegando a mi límite, ¿bien? ¡Estoy llegando a mi límite y no sé qué hacer! ¡No sé qué más hacer!

Volteó a observar al Mickey, quien como mudo testigo ante esa tensa situación sonreía en una cruel ironía.

—Y como no puedo enfrentar a Rodri como corresponde porque eso sería ponerme, ponernos, la soga al cuello a ambos, quiero que, por lo menos, este muñeco le haga saber a Marquitos que lo que hago es por su bien, que todo lo que hago por nosotros, por los tres, ¡es por nuestro bien! —habló con súplica, como si su hijo se viera reflejado en Xico y, a través del temblor de sus palabras, estas le transmitieran todo el pesar y arrepentimiento por sus últimos actos.

Sus perdones y sus lágrimas se mezclaban con sus disculpas y súplicas, en una cruel conjugación de un río, cuyo caudal de culpa solo aumentaba cada vez más y más.

Xico respiró profundo. En ese momento, al rememorar viejas sensaciones que creía haber dejado atrás, se sorprendió a sí mismo con lo primero que habló:

—¡Él no va a entender de eso! Solo tiene dos años pe'.

—Un año y diez meses —lo corrigió.

—Para el caso es lo mismo... —Apoyó su mentón en su muñeca izquierda—. A esa edad e incluso más, solo quieres tener a tu papá a tu lado. No entiendes de huevadas de adultos ni demás mierdas. —Meneó la cabeza.

—Pero cuando crezca, cuando me reclame... ¿Y si mi hijo nunca me perdona por no haberle permitido conocer a su papá? —dijo con angustia—. ¿Por qué lo dejé en un orfanato durante dos años? ¿Por qué preferí estar con su papá en vez de estar con él? ¿Por qué...?

—¡Aguanta tu carro! Estás volando mucho, ¿bien? Espera que tenga cierta edad y ya luego hablamos.

—Pero si eso pasa... ¿Qué hago, huevón? ¡¿Qué hago?! —habló con una desesperación tal, que las gotas de sudor, que bañaban su rostro, se posaban sobre la mesa.

De inmediato, Aira sacó otro de los pañuelos kleenex que llevaba consigo para limpiar la mesa al tiempo que escuchaba a lo que Xico le decía:

—Es algo a lo que debes arriesgarte, para tu mala suerte. Nadie quiso que se llegara a esta situación, pero ya estás y es la única salida. ¡No te queda otra!

—Sí, pero... —dijo, limpiándose las lágrimas y sudor que bañaban su cara.

—¿Qué le vas a hacer? ¿Te sientes capaz de contarle a tu Chucky: ‹‹Mira, tu papá y yo estuvimos de calentones porque mis melones lo volvían loco y...››?

—¡Imbécil!

—‹‹Y como tu papá tuvo conmigo más puntería que el francotirador de Kennedy...››.

—¡Eres un tarado! —dijo con desagrado para luego reírse, agradecida en el fondo por tener un momento de relajo ante aquella tensión.

—‹‹Pues en la primera noche en la que hicimos cosas suculentas...››.

Ella lo volvió a mirar con reproche, pero prefirió callar para esperar ante lo que tenía que decirle:

—‹‹Pues ZAS, ¡te hicimos! Pero claro, como yo era menor de edad, tu papá era visto como un violador. Se lo conté a todos los del orfanato. Ellos lo metieron preso, él perdió su trabajo, y gracias a eso no lo has visto, ni antes porque mentí para protegerlos; ni ahora, ya que sigue preso porque me ganó el cargo de conciencia, pero más la culpa››. ¡Qué bonito todo! —Sonrió con ironía.

Aira abrió grandemente la boca. Luego pestañeó al darse cuenta de la situación.

—Si así piensas actuar, estás tú bien loca, ¿no? Y no sé ni para qué mierda me has invitado, aparte de comer... pero para el caso, con lo que se están demorando... —Volteó a ambos lados para ver si la camarera llegaba con su pedido, pero ninguno de los camareros presentes parecía prestar atención a su mesa—. Da lo mismo pe'.

—Sí, pero...

A pesar de haber visto con tanta claridad la situación, a la joven todavía le quedaban dudas de lo que Xico le planteaba.

—¿Qué pasa si me reclama? Siempre me llora cuando me voy y...

—¡Es normal! Ya te lo dije. A esa edad los Chuckys siempre lloran. Por un juguete. Porque no le compraron una galleta que querían. Pues con mucha más razón cuando sus viejos están ausentes, como en el caso mío y de mi hermana. ¿Qué quieres que te diga tu bebé?: ‹‹Mamá, haces bien por irte y por yo no conocer a mi papá››.

—No, pero...

—¡Estás tonta! Él va a llorar. Es un bebé, solo quiere a sus padres con él. No entiende la situación del porqué no es así. Ni siquiera te sabría decir si alguna vez será capaz de entenderlo. Yo todavía no he sido capaz de perdonar a mi viejo, el muy conchasumadre(5), por tener otra familia antes de que se metiera con mi vieja y...

Él respiró profundo al tiempo que su rostro se tensaba. Aira arrugó la frente, con suspicacia.

—¡Solo te queda aceptarlo y ya! Confiar en que tu Chucky cuando crezca lo entienda y...

—¡Weit! Antes me dijiste y ahora lo has vuelto a mencionar...

—¿Qué cosa?

—Que tu viejo tenía otra familia. No lo entiendo.

Xico hizo una cara de fastidio.

—Mi viejo tiene otra familia, aparte de la mía. Está más claro que el agua.

—Sí, pero pensé que te referías a que, cuando estaba en la cárcel se había separado de tu mamá y... —Frunció la frente—. Pero luego has mencionado que antes de ustedes...

Él asintió.

—Hasta donde me contaste hace tiempo,  ¿estuvo con otra mujer cuando estaba en la cárcel? —insistió Aira.

—Esa fue otra, pero luego de que mi mamá le diera una patada en el culo, después de él separarse de sus dos mujeres.

—¿Dos? —preguntó, muy confundida.

—Pues que a diferencia de mí, mi padre era todo un Don Juan y tenía éxito con las jermitas.

—¿Y eso?

—Antes de involucrarse con mi madre, él ya estaba casado, con hijos incluidos. Y jugó con mi vieja a doble cachete pe'. Prácticamente, tengo un medio hermano de mi edad y otros más chibolos(6) que yo.

Ella puso una cara de total sorpresa.

Xico sonrió ampliamente. El dejo de ironía en su rostro solo contrastaba con su tristeza.

—¿Lo manyas ahora o no?

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(1) Ochenta soles: Equivalente a $ 23 dólares americanos.

(2) Cojudez: Estupidez.

(3) Manyas: Entiendes.

(4) Zafari culari: Retirarse.

(5) Conchasumadre: Insulto que puede resumirse en "Hijo de puta".

(6) Chibolos: menores.

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