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CAPÍTULO VEINTE

EFREN

Estar de pie en el jardín de mi casa, jamás se sintió de esta manera.

Todo el lugar está lleno de los invitados a la boda de mi madre. Algunos amigos de ella que conozco de toda la vida, a quienes saludo con una inclinación de cabeza y otro par de gente que me imagino son los invitados de Hugh, porque no los he visto jamás. Me parecen simpáticos, todos me han brindado sonrisas. Es eso o luzco divertido. Han de saber que soy uno de los hijos de la novia y mi cara dice claramente que estoy esperando a que mamá se arrepienta y quiera salir corriendo. Estoy ansioso y arisco, pero del todo partidario a cargarla en mi espalda en su escapada.

—Gracias a Dios que Hugh no tiene hijos, no se me da bien eso de los hermanastros. —La ronca voz de mi hermano me hace girar la cabeza cuando él se detiene a mi lado. Lleva un traje de corte americano negro sin pajarita al igual que yo y los tres primeros botones de su camisa abiertos; un par de copas de champagne en las manos, de las cuales me extiende una. —Apenas si puedo contigo.

Un asomo de sonrisa viene a mis labios. Solo tomo la copa con el ambarino líquido.

El lugar está completamente irreconocible, de una buena manera. Sin duda, las chicas hicieron un gran trabajo aquí. Y ahora en plena recepción, mi madre parece brillar mientras se pasea entre los invitados, como una buena anfitriona asegurándose de que todo el mundo tenga una copa en sus manos, de que se sientan a gusto a tiempo para la ceremonia.

La veo sonreír mientras que habla con Trevor y Eddie al otro lado de donde me encuentro. Ellos le hacen algún comentario gracioso y ella se larga a reír, cubriendo su boca con una de sus manos.

—Se le ve muy feliz. —comenta Rick con un suspiro.

Yo cabeceo afirmando.

Está más que feliz. De hecho, no la veía sonreír así desde hacía mucho tiempo y a pesar de todo mi dolor, de todo lo que esto me cuesta, ya es hora de que ella vuelva a verse de esa manera. Como que puede comerse al mundo solo con su sonrisa.

—¿Crees que papá esté feliz también? —No puedo evitar preguntarme aquello. Muerdo mi lengua cuando hago la pregunta.

Rick mantiene su vista al frente al igual que yo, pero sé por la forma en que frunce el cejo que la pregunta también ha cruzado por su cabeza. Él es un tipo duro. Sus emociones suelen esconderse mejor que las mías. Él no sufre de arrebatos, no arroja cosas, no golpea personas ni levanta la voz. No hay escándalo. Así que no sé cómo está procesando todo eso.

Horas atrás lo escuché aplanar la alfombra de su antigua habitación mientras nos alistábamos. Y no fui allí a comprobarlo, porque yo mismo no lo llevo mucho mejor. Mis manos se humedecen a cada minuto y mi cabeza está en blanco. Así que solo le di su espacio.

—Sí, creo que lo está donde sea que esté. Si mamá era feliz, él lo era también, ¿recuerdas?

Otro cabeceo, pero esta vez cuando la sonrisa se forma en mis labios, es sincera. Papá era un hombre tan enamorado de su esposa, que siempre estuvo feliz con todas las decisiones que ella tomaba y por el amor que ella le profesaba a él, siempre eligió bien.

—Aquí están mis dos encantadores niños. —Mi madre se abre camino hacia nosotros y nos hace señas para que nos agachemos hasta su altura y poder besar sus mejillas. Ella se mete entre nosotros, tomando a cada uno del brazo para caminar.

—Estás muy bella, ma' —dice Rick y ella nos da otras de las sonrisas grandes que parece no poder evitar.

—Gracias, querido, tú también estás muy guapo. Ambos lo están.

—Lo sabemos —Le respondemos con mi hermano al unísono y ella, aunque se ríe, no puede evitar negar con la cabeza ante la muestra de nuestros desmesurados egos.

La acompañamos a dar una vuelta alrededor del jardín. Ella se muestra siempre amable con la gente que va llegando y comparte un par de anécdotas con los parientes que no ve hace tiempo.

Con Rick nos damos miradas de vez en cuando, sobre todo cuando entre las historias contadas, nombran a papá. Sí, siempre será difícil al parecer.

En la entrada se crea un gran revuelo, mi suelto de mi madre para ir a comprobar, pero ella me detiene y me sorprende, escondiéndose tras mi espalda.

Rick abre los ojos como platos.

—¿Mamá, qué haces? —Ella nos fuerza a mi hermano y a mí a juntarnos, creando un pequeño muro.

—Acaba de llegar Hugh y no puedo permitir que me vea antes de la ceremonia. Es de mala suerte.

Una fuerte carcajada sale de mí con su comportamiento infantil.

—Dios santo, si eres una colegiala frente a tu primer novio.

Ella se me queda viendo y luego como si me encontrase la razón, se endereza. Se alisa su delicado vestido de encaje.

—Bien, chicos ya no queda mucho tiempo, así que necesito decirles una última cosa.

Rick me mira con ojos preocupados. Cada vez que mamá ha querido decirnos algo últimamente, las cosas se salen de madre.

—No se miren de esa manera, no es nada malo. Por el contrario. —Ella mete la mano a unas de sus mangas hasta la mitad del antebrazo donde tiene una pequeña cinta azul atada. Cuando jala, una llave cae en su palma y ella la prieta reteniéndola allí. —Cuando con su padre compramos esta casa, siempre supimos que llegaría el día en que este lugar iba a terminar por ser de ustedes, aunque nunca discutimos los términos, y si lo hubiésemos hecho, no nos podríamos haber anticipado a cómo se dieron las cosas.

Ella nos mira, sus ojos lucen acuosos y se apresura a pestañear varias veces antes de que el maquillaje sutil que lleva se vaya a estropear.

Con Rick nos apresuramos hacia ella, pero levanta ambas manos, deteniendo nuestro avance.

—Lo que quiero decir es, que ha llegado la hora de que esta casa pase a sus manos. —continúa y extiende la llave ante nosotros. Rick me golpea en el brazo, pero yo me he quedado estupefacto ¿Mamá...? ¿Mamá nos está dando la casa familiar? Cuando ninguno de nosotros dos es capaz de moverse, ella hace a la llave moverse de aquí para allá. — Vamos, chicos, alguno tómela.

¿Es en serio? ¿Ella de verdad nos está regalando nuestro hogar de niños, así de pronto?

—Ma', esto es grande. ¿Cómo es que...? ¿Por qué...? Wow, ¿dónde vas a vivir? ¿Seguirás viviendo aquí? Digo, ¿qué significa esto?

Mi madre se retoca el contorno de sus ojos con una sonrisa a medida que las preguntas salen todas agolpadas de los labios de Rick. Él coge la llave y se le queda viendo como si fuese un artilugio que jamás ha visto antes. Me lo tiende, y yo empujo su mano lejos.

—Tranquilos, se trata de que ya no estaré más aquí, no sería simplemente correcto. Hugh tiene una gran casa a las afueras de la ciudad y creo que sería bueno probar otros aires, ahora que estaremos recién casados. —Eso consigue sacarme de mi estupor. Sabía que algo malo venía si ella nos quería juntos para hablar. Siempre es así, maldita sea la suerte. —En fin, chicos tengo una boda que empezar así que vamos, andando. Pueden decidir entre ustedes quien será el encargado de la casa, ahora es completamente suya y solo tengo una condición. No pueden, bajo ningún motivo, venderla.

Y dicho esto, hecha a andar. O más bien, corretea hasta la parte trasera de la casa, justo la dirección contraria a donde se encontraba Hugh.

Rick resopla a mi lado.

—Demonios, ¿Qué haremos con esto? —dice levantando la llave entre nosotros.

Yo me encojo de hombros.

—Quédate con ella.

—¿Qué?

Él comienza a negar y me ofrece la llave de nuevo, pero como antes, empujo su mano lejos. No quiero la casa. ¿Para que la voy a querer? Ya tengo mi lugar en el mundo, no necesito de otro más. Y si esto es como mamá dijo, la casa es lo que ella y papá nos dejaron y puedo hacer con ella lo que sea, excepto venderla. Además, es mi hermano, estoy dejando mi parte de la herencia en muy buenas manos.

—Rick, yo ya tengo mi departamento. Es completamente mío así que no quiero la casa de mamá y papá. En cambio, ¿tú que tienes? —Le digo en un intento de que entienda mi punto.

—Tengo el taller, por si no lo has notado. —Él dice indignado y me trago las ganas de reírme por poco.

—Sí, pero vives en un departamento rentado. Así que lo más justo es que te quedes con la casa tú y ya está.

Él no parece muy seguro aun tomando la llave como si esta fuese a estallar de un momento a otro. Me la vuelve a tender.

—¿Y qué sucede si no la quiero?

Dios, dame paciencia esta noche.

—No puedes no tenerla. Es de ambos y no la vamos a vender. —Le empujo la mano hasta su cuerpo.

—No estaba pensando en eso, es solo que se siente raro. Aquí crecimos.

—No me digas, genio. —Intento bromear, pero mi hermano parece no apreciarlo. Suelto un suspiro. No es tan difícil, chico, solo quédate con ella. Pienso que Rick es quien más se merece esto de nosotros dos. Es así. —Solo tómala Rick, está bien.

Cada vez mi voz suena más cansada por el tira y afloja y a la vez, más decidida a que la acepte. Y Rick lo nota.

Se queda mirando la llave un buen rato, con quizás qué pensamientos cruzando por su cabeza. Cuando vuelve a mirarme, su mandíbula está fuertemente apretada.

—Podemos hablarlo luego.

Gracias a Dios, se mete la llave en el bolsillo del saco.

—Está bien entonces, vuelvo luego.

Rick se aleja con la excusa de saludar a un grupo de mujeres con las que no estamos emparentados. Su encanto sale fácil sonriéndoles mientras se les acerca y ella no le son ajenas.

La recepción lleva su tiempo y la mayor parte de los invitados que se esperan se encuentran aquí. No quiero hacer como que no estoy buscando entre la gente a una persona en particular, porque no estoy para pretender esta noche. Miro mi celular para checar la hora. Estoy buscando a Leah con la mirada y hasta el momento nada.

—¿Y bien? —Rick está de vuelta. Bueno, eso fue corto. Teclea un numero apresurado en su teléfono y luego lo guarda en su saco.

He mantenido la esperanza de que los chicos olviden el asunto referente a Leah. Solo para variar, no es mi suerte. Ellos han estado tan pendientes de la puerta como lo he estado yo y las chicas llevan sus ojos de sus relojes a sus celulares constantemente. Quiero suponer que están teniendo noticias de ella. No puede ser que no vaya a no presentarse esta noche. Porque la verdad es que, la necesito aquí.

—Y bien, ¿qué? —digo a la defensiva.

Rick me mira con sus ojos "no me jodas".

—Explícame que se traen Leah y tú, y mejor que sea rápido, si no quieres que te lo saque a golpes.

—Como si pudieras —repongo. Pero me preparo para hablar; porque la verdad es que sí puede. Solo hay una persona que pueda tumbarme a trompadas y ese es mi hermano. Y solo porque, él me enseñó todo lo que sé. —Mmm...

—Vaya, vaya, idiota. Creo que te enamoraste de la chica —Se ríe y empujándome ligeramente solo para provocarme.

Oh—oh.

—¿Cuánto has bebido?

Sus palabras me pillan volando bajo y aunque sé que no está ebrio, pruebo por su lado alcohólico primero. Él solo consigue echarse a reír con fuertes carcajadas que sacuden su cuerpo. Paso de él comenzando a caminar hacia la casa. Necesitamos que la boda empiece ya.

—Sabes muy bien que no he bebido tanto. Oh, esto es épico —Consigue hablar entre risotadas, siguiéndome. —Eres un tonto Efren, te enamoras de la única chica que está fuera de tu alcance. Nadie hace eso.

Espera, ¿qué? ¿La única chica que no está a mi alcance? ¿Qué demonios...?

—¿Por qué dices...? —El timbre suena en el mismísimo momento que alcanzamos la casa. Rick va a atender la puerta dejándome con la palabra en la boca.

Los padres de Leah me adelantan, charlando animadamente con mi madre. La señora Green luce radiante y se ríe con mamá, mientras que su esposo levanta una mano en cuanto me ve. Me supongo que ellos no saben de lo tensas que están las cosas con su hija, así que le devuelvo el gesto. Es mucho mejor así, con lo sobreprotector que es, capaz y me muela a golpes y yo le dejaría.

Hay risas provenientes del vestíbulo y el ruido de la puerta al cerrarse. Luego murmullos y pasos acercándose con calma. Mi nuca pica por alguna razón desconocida. Aquella anticipación previa a algún evento importante, por lo que, repentinamente consciente de la audiencia, me aseguro de que todo el mundo se dirija a la zona del patio, donde las sillas los esperan para realizar la unión.

Como ya no es hora para que llegue ningún familiar más, supongo que nuestro nuevo invitado puede ser la chica que Rick ha invitado, ya que se ha mostrado todo enigmático sobre ello. Más le vale que sea decente o nuestra madre se pondrá de los nervios. Ella jamás se mete con nuestros constantes líos de faldas, pero puede llegar a ser una furia cuando se trata de quién le presentamos. Y en ese departamento, Rick tiene merecida la mirada desaprobatoria.

Cuando las voces al fin llegan a la sala de estar, reconozco inmediatamente a la preciosa chica que está acompañando a mi hermano. Con un vestido azul vaporoso y tacones que la agrandan por lo menos diez centímetros, maquillaje suave y un recogido por encima de su cabeza, Leah luce dulce y tímida.

Ella me sonríe en cuanto me ve de pie en la entrada de la cocina; una sonrisa que la sonroja cuando nota que la estoy mirando embobado. Me pongo en movimiento como si alguien me hubiese dado la corriente de pronto. En el salto que estúpidamente doy, dejo caer el champagne en mis zapatos.

—Demonios...

Una risita es silenciada y no necesito cerciorarme de quién proviene.

—Efren, hermano, ¿qué te ha pasado? ¿Te has tropezado? —Rick se burla. Y no quiero levantar mi cara porque estoy muy seguro de que me he puesto rojo como un tomate y eso no es algo que a mí me suceda.

Joooder.

¿Y ahora qué hago?

Sacudo mis pantalones salpicados, muriendo otro tanto de vergüenza. Por suerte no escucho a Leah reírse de mi o sería mi fin. Por el rabillo del ojo, noto que ella está de pie allí en la entrada con nada más que una sonrisa suave para todos los invitados que la miran al pasar. Dios, está preciosa. Suspira agradecida cuando Alice y Mandy se le acercan. Como un idiota, sigo con la mirada al piso mientras ellas salen en silencio del lugar. En cuanto sus pasos se pierden en el jardín, relajo los hombros que mantenía tensos.

—Hombre, eso fue patético.

Le doy mi mejor cara de odio a Rick, limpiando mis zapatos.

—Déjalo, los has estropeado, ve por un cambio al cuarto.

No puedo discutir contra eso. Mamá ha contratado un fotógrafo para la ocasión, y si llego a tener un solo pelo fuera de lugar, ella perderá los papeles.

Ahora, vamos a lo importante.

¿Notaste lo mismo que yo? Síp, no hay acompañante. ¿Está bien se me emociono por ello?

En el jardín busco a Leah. Mi hermano está lejos, con los ojos puestos en ella y los alrededores. Su pulgar va hacia arriba, permitiéndome respirar aliviado. Entonces, camino hacia ella. No hay pavoneo, no hay palabras en la punta de mi lengua, esperando la oportunidad de que me mire. Siento mis rodillas débiles y mi cuerpo con una debilidad desconocida cuando me posiciono a su lado.

Ella no me mira, ella es toda sonrisas hacia mis primos más jóvenes, quienes la tienen rodeada. Somos toda familia aquí, así que no hay cabida para que me ponga celoso. Bueno, tal vez un poco de todas maneras. Es solo que... ella está aquí y se siente bien. Se siente como siempre. Quiero simplemente alcanzarla y estrecharla contra mi cuerpo. Sentir su calor, su olor, su porte justo bajo mi mentón.

Hago un esfuerzo sobrehumano por no cometer una estupidez.

Y no sé bien por qué lo hago, es solo que parece lo correcto. Tengo que centrar cabeza, por Dios. El hecho de que ella esté aquí no cambia las cosas. Ella y yo dimos fin a nuestra pseudo relación abierta y no tengo el derecho de reclamarla aquí ni en ningún otro lado.

Ella está aquí por mamá, por la boda, nada más. Ella puede pasar olímpicamente de mi sin necesitarme.

Así que comportándome como un caballero, me uno a la conversación que mi primo de quince años está planteando; hombres mono y finjo que estar interesado en su teoría de vida en otros planetas, mientras disfruto de solo tener a Leah a mi lado sin tocarla.

Oh, sí.

Todo un deleite... y una mierda.

Tomo varias respiraciones, flexiono mis dedos... ¿Se ha cortado el cabello? Eso parece o al menos el recogido que lleva la hace lucir de esa manera. Ella no es de cortarse el cabello, lo ha llevado largo desde que tengo memoria. Personalmente, me gusta su cabello largo, pero si es que ha decidido cortárselo, no importa. De todas maneras, está encantadora.

Oh, no...

Alguien aplaude, llamando la atención de los invitados. Es la señal para dar inicio a la ceremonia. No creí decir esto, pero gracias.

Todo el mundo se adelanta para coger los asientos que están decorados con rozones en blanco. La primera fila está reservada para Rick y para mí y el resto de mis amigos. Me muevo perezoso, mis pies esperando por Leah, cuyos pasos están a mi par y luego me adelante.

Bueno, antes de que sepa lo que hago, mi mano está en su hombro, volteándola.

Al principio, luce sorprendida. Sus grandes ojos pasan de mi mano, hasta descaradamente mirar todo mi cuerpo. Sí, ella no es una chica lo que se dice sutil.

Esperamos en silencio hasta que no hay moros en la costa. Ella juego con su pie enterrándolo en el pasto perfectamente cortado. Sus pestañas apuntando hacia abajo, puedo admirar el maquillaje azulado sobre sus parpados. Lo que me sorprende son sus labios de un tono rosa que me hace querer probarlos con muchas ansias. Ella eleva su mirada hacia y trago fuerte. Puedo con esto, aquí vamos.

—Hey, tu... estás preciosa.

Eso sale antes de que pueda medir mi lengua.

Al parecer mi desliz no le incomoda del todo, sus mejillas se sonrojan de un profundo rosado que pronto se intensifica a rojo cuando me inclino para tomar su mano y depositar un beso.

Mientras nuestros ojos se cruzan, me pregunto que estará pasando por su cabeza. ¿Ella también pensará que es una ironía que bese su mano, cuando antes podía recorrer su cuerpo a besos?

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