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Sobre el dios de la destrucción

Para ser alguien inmortal, cuya belleza asimilaba a la de su madre Afrodita y tenía uno de los poderes más atemorizantes en todo el Olimpo aun llevando el título de dios menor; Adrien llevaba una vida triste.

Era hijo de un amorío de Afrodita (Diosa de la belleza) y Dioniso (Dios del vino y la fertilidad); él de nacimiento había recibido el mismo don de la fertilidad que su padre, sin embargo Hefesto (Dios del fuego y la forja, esposo de Afrodita) enterado de la infidelidad de su mujer rogó a Zeuz que el engendro de aquel acto de adulterio fuera castigado, y que nada que surgiera de él tuviera vida por mucho tiempo.

Así fue como él nunca recibió el amor de su propia madre y todo plantío que él hizo crecer una vez, murió sin posibilidad alguna de volver a ser suelo fértil. Zeuz además lo castigó de forma inconmensurable, su poder de destrucción era tan enorme como para destruir 100 aldeas a su vez, así su madre jamás querría a algún adefesio y evitaría a toda costa volver a tener hijos con Dioniso.

Dioniso jamás se enteró de aquel hijo por lo cual tampoco suplicó piedad para él.

Adrien prefería mantenerse en el plano de los mortales, regodearse entre los otros dioses le resultaba un martirio. Todos gustaban de presumir sus bellos y elegantes poderes, el resto de los hijos de Afrodita tendían a ser un tanto burlones con él, soportar el ego de Zeuz le hastiaba y toparse con Hefesto era una equivocación brutal.

Al menos en el plano mortal sólo tenía que lidiar con Deméter y un par de dioses menores y ninfas de vez en cuando. Disfrutaba de ver a los mortales: sus vidas eran sencillas y cortas a comparación a la de él; sí, quizás sufrían mucho pero... también reían, gozaban de la carencia, podían ser erráticos y no tenían una responsabilidad.

Él estaba condenado a una eternidad de vivir con un castigo por algo que él no cometió.

Los profetas empezaron a pronunciar su nombre. Decían que era un dios de gran temperamento, cualquier ser que fuera entregado a él moriría a mano de sus manos destructoras, cualquier mujer que fuera penetrada por él perdería su fertilidad después de engendrar una bestia para servirle. Este dios volvía estéril cualquier suelo, no era alguien deseado por los humanos.

Por lo tanto nunca deseó a nadie o a nada. No porque los rumores fueran ciertos -o al menos no su mayoría- sino porque se sabía despreciado. No valía la pena tener a alguien que fue obligado a estar contigo. Observar a las ninfas charlar entre ellas y ver a los humanos reírse de chistes baratos le daba la idea de amistad que necesitaba y el que le alegraba.

—¿Sabes que te puedo buscar alguna compañía cuando tú lo desees?— preguntó Chloe, una ninfa floral, al dios. Adrien negó divertido. Chloe era el único ser con el que mantenía un lazo, por no decir que quizás una amistad; tiempo atrás pensó en cortejarla pero la idea se desvaneció una tarde cuando vio que Ares (Dios de la Guerra) también la pretendía.

—No necesito estar con alguien.— le respondió desinteresado.— Puedo permanecer solo ¿En verdad quieres que esté con alguna diosa ridícula hablándome todo el día de ella? ¿O alguna tonta humana victimizándose todo el tiempo? Ya tengo un castigo como para tener que cargar otro.— soltó con una pequeña risa. Chloe se talló las manos pensativas, mordiéndose un poco los labios por aquello dicho.

—No tiene que ser alguna de ellas.— pronunció con cierto rubor, esperando que captara la indirecta. Adrien volvió a negar divertido.

—¿Con alguna bestia? Mándame con Medusa de una vez.— Chloe volteó molesta hacia el rubio por su impertinencia.

—Quedamos las ninfas ¿Sabes?— soltó con tono indignado. Adrien volvió a negar.

—¿Que ninfa va a querer estar conmigo? La mayoría son interesadas, y el trono que yo ofrezco no sería la gran cosa.— Chloe infló las mejillas con severa molestia. Ella, por Zeuz, ella se moría por ser quien acompañara toda su inmortalidad al hijo bastardo de Afrodita ¿Por qué le era tan difícil notarlo? Cruzó sus brazos y apartó la mirada hacia el río, ese chico era un idiota.— Ya, rubia, no te molestes.— soltó con una pequeña risa.— He dicho la mayoría, yo sé que tú no; sino no buscarías a alguien tan simplon como yo incluso solo para tener una charla.— la ninfa rodó los ojos.

—Como sea.— contestó. Respiró profundo, ni siquiera podía estar molesta con él; todo este tiempo escuchándolo, contemplándolo incluso cuando él no se percataba: nunca había intentado ligar con alguien, no era infiel ni mujeriego en lo absoluto, disfrutaba del plano mortal y los placeres sencillos, ademas que su cuerpo era difícil de ignorar. Enamorarse no fue una decisión, sino el maldito destino.— Puedes tomar a cualquier humana que se te plazca, tener descendientes y hacer de tu poder algo divertido; sólo ponla a merced tuya con tus poderes y lo lograrás. No es tan complicado.— pronunció desanimada. Adrien bufó.

—No es eso.— pudo notarlo en su mirada cansada, el rubio anhelaba alguien que lo amara sin influencia de nada. Su padre lo desconocía, en el Olimpo lo repelían, los humanos le temían, las ninfas lo evitaban, incluso la misma diosa del amor lo rechazó. Era difícil aspirar a aquel sentimiento así; pero ella quería mostrarle que sería capaz de amarlo, que no le importaba estar apartada del mundo si eso implicaba estar a su lado.

—¿Acaso esperas que de repente cruce una hermosa joven por aquí y pida ser tuya por voluntad propia?— enunció con humor ácido. Justo cuando le iba a responder escuchó a alguien aproximarse, pisadas de un cuerpo pequeño caminando por donde estaban ellos.

—Huye, ahora.— ordenó el rubio a la ninfa asustada. A veces los humanos espiaban a las ninfas y cuando se descuidaban a éstas, las atrapaban para satisfacer sus deseos más oscuros. Normalmente los dioses no castigaban por eso a menos que fuera la consentida de alguno, y Ares estaba demasiado distraído con Afrodita ahora como para prestarle atención a defender a su amiga.

Para cuando volteó, la rubia ya no estaba; seguro había ido a algún campo a perderse lo más pronto posible.

—Luka.— escuchó a una voz divertida avanzando hacia aquella orilla de río tupida en flores. — ¿Estás seguro de alejarnos tanto de la aldea? Nos vamos a perder.— la voz era suave, armónica, burbujeante, dulce. La portadora de aquella melódica voz por fin hizo presencia a lado de un joven de cabellos oscuros y mirada azul; en el instante que la vio sintió su garganta secar y un cosquilleo recorrer su cuerpo. Su cabellera oscura como el manto nocturno caía cual cascada sobre su piel blanquecina y lechosa, sus ojos celestes reflejaban con su brillo todo el panorama, su débil pero abierta sonrisa le lucía encantadora en aquel divino rostro, el largo y delgado tamaño de sus dedos le provocaban ganas de sentirlos deslizarse sobre él ¿Quién era ella?— Hey ¿Qué haces?— le cuestionó a su acompañante, del cual no podía sentir más envidia ahora.

—Sólo te colocó un par de flores, Marinette; para que luzcan sobre tu cabello.— pronunció el joven, mientras tanto Adrien no paraba de observar como ella le permitía a se tal Luka hundir sus indignos dedos sobre sus cabellos oscuros para colocarle las logres que decía.— ¿Ves? Quedaste hermosa.— la fémina negó divertida, el chico solía lanzarle muchos cumplidos. La mirada de Luka se quedó perdida ahí por un par de segundos.— Me gustas mucho, lo sabes ¿verdad?— ella rió mientras agachaba la mirada. Sí, lo sabía.

—Mira, una Orquídea.— se acercó hacia la sombre de aquel árbol donde nacía aquella flor.— ¿No es perfecta?— Luka se acercó a ella para contemplar al objeto de la atención de la azabache.

—Es mejor no acercarse mucho a ellas; algunos dicen que sus raíces son alimentadas por los lamentos de las almas del inframundo y sus esporas esparcen la misma desgracia.— Marinette volteó a su amigo y únicamente negó.

—El pueblo es muy crédulo. No hay flor que no merezca ser querida ¿No lo crees?— mencionó acariciando con suavidad uno de los pétalos de la flor. Adrien no pudo evitar al escucharla. "Todos merecen amor" entendió de sus palabras ¿Acaso él también lo merecía? Alzó su mirada, elevó una pequeña sonrisa y tomó la mano del joven.—Está a punto de oscurecer, para la próxima venimos más temprano ¿Te parece?

Y entre risas y juegos, se alejaron otra vez de aquella zona. Adrien salió de su escondite incrédulo por aquel ser que acababa de ver y su belleza; seguro su propia madre se pondría celosa de tal mujer. Se acercó a la Orquídea y la acarició, imaginando lo afortunada de esa flor por haber sido tocada por aquella azabache.

—No hay flor que no merezca ser querida.— repitió embobado por el momento.









Bienvenidos a la primera parte de esta NO historia. Como es una no historia, la extensión de los capítulos no será mucho e incluso en algunos capítulos no excederá de las 1000 palabras; sólo se mostrarán escenas de la relación de estos dos y cómo evoluciona tanto para bien como para mal.

Esta es la presentación de Adrien, hijo bastardo de Afrodita, Dios menor de la destrucción por castigo de Zeuz ¿Qué les parece?

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