Capítulo 18
Capítulo 18
En 1964 los Beatles habían conquistado Estados Unidos.
Y en 2064, lo volvieron a hacer.
Después de aquella mágica noche en la que los chicos se presentaron en La Caverna, las cosas habían salido muy bien. Más que bien: excelentes. Su gran parecido a los Beatles "originales" se propagó por todos los medios, y ahora eran noticia en todas partes del mundo. Ancianos, adultos, jóvenes y niños los amaban, desde las personas que ya eran fans de los Beatles hasta las que ahora comenzaron a conocerlos. La gente los reconocía en las calles y les pedían tomarse fotografías o sus autógrafos. Todos los programas de entrevistas pedían entrevistarlos, y todos los periódicos, revistas y portales de internet hacían notas sobre ellos, promocionando el fenómeno al que apodaban como "Beatlemanía: la secuela".
Los chicos no tenían un mánager aún, pero necesitaban uno pronto, porque los contratos discográficos comenzaron a llover, al igual que las ofertas de giras. Afortunadamente mi padre se dedicaba a eso, y como yo confiaba en él, ellos igual. Cuando le informé a mi padre sobre el interés de los chicos por ser representados por él, enloqueció, pero cuando se calmó, prometió dar lo mejor de sí. Y así lo hizo, porque la agenda de los chicos estaba ocupada por meses. Claro que con algunos intervalos libres, porque mi padre sabía sobre la presión que habían experimentado durante la Beatlemanía en los 60s, y no quería que les volviese a ocurrir lo mismo y que quisieran renunciar a todo.
Los chicos habían dado varias entrevistas durante el día y aparecieron agotados en el departamento, donde Jenna y yo leíamos.
—Estoy muerto —anunció Ringo apareciéndose junto a los otros tres.
—Eso ya lo sabíamos —dijo Jenna obvia.
—Me refiero a "muerto-cansado", no "muerto-muerto" —especificó Ringo y se acercó hasta nosotras— ¿qué están haciendo, eh?
—Estamos leyendo —respondí sin quitar la vista de la pantalla de la computadora.
— ¿Qué leen? —preguntó George.
—De hecho, algo sobre ti —respondió Jenna.
— ¿Sobre mí? ¿Qué cosa sobre mí? —curioseó George.
— ¿Están familiarizados con lo que es un fan fiction? —pregunté con una sonrisa.
Tres Beatles negaron, mientras que el de los ojos azules asintió y les explicó que los fan fictions eran historias en las que los personajes eran celebridades o personajes populares. Con Jenna nos habíamos pasado toda la tarde leyendo fan fictions sobre los chicos, y como era muy entretenido, los mismos chicos decidieron unírsenos. Leímos historias de distintos tipos, de ciencia ficción, fantasía, comedia, terror y muchas otras, pero en especial romance. Los Beatles en las novelas de romance eran todos unos príncipes azules, mientras que los que teníamos junto a nosotras eran... bueno, ellos. Los chicos estaban entusiasmados y pasaron días leyendo novelas sobre ellos hasta que se toparon con algo.
—Oye Paul ¿sabes qué o quién es "yaoi"? —Preguntó John— porque me apareció una historia llamada "Estúpido y sensual Lennon (Yaoi)".
—No tengo idea de qué es eso —respondió Paul acercándose.
—Creo que tú también apareces en la historia —agregó John.
—Si eso me incumbe, entonces quiero leer también —dijo Paul y se sentó junto a John a leer.
Había pasado una semana y los chicos aún no podían ni mirarse ni dirigirse la palabra. No porque estuviesen enfadados entre sí, sino porque el recuerdo de las cosas que habían leído los atormentaba. Cuando Paul y John quisieron advertirles a Ringo y a George sobre las historias yaois, ya era demasiado tarde, porque ellos también habían leído. Jenna y yo también, por supuesto, y aprovechábamos para gastarles bromas constantemente sobre ello.
En el desayuno...
Ringo: Paul, dame la leche, por favor.
Cassie: *Reí*
Ringo: ¿Qué es lo gracioso?
Cassie: Que eso es exactamente lo mismo que le dices a Paul en un fan fiction llamado "¡Llegó el lechero!".
En el almuerzo...
Paul: Amo los hot dogs de tofu.
Jenna: *Ríe* Según lo que leí en "El chico HOT dog", a ti te gustan los de carne marca "Lennon".
Por la mañana...
Ringo: El cartero nos entregó un paquete.
Cassie: Pensé que eras tú el que entregabas los paquetes.
Ringo: ¿A qué te refieres?
Cassie: es que leí una historia en la que eras un cartero que le entregaba cosas a George por la puerta trasera. Paquetes grandes, según leí.
Por la tarde...
George: El perro de la película sí que le hacía caso a su amo.
Jenna: Sí, se parece a Ringo cuando hacía toda clase de cosas locas cuando tú se las ordenabas en el fanfic "Obedeciendo al amo".
Por la noche...
John: Creo que me iré a duchar
Cassie: Espero que Ringo no te espíe como hace en "Mi vecino es un teddy boy"
Y a cualquier hora del día...
Paul: George, necesito que me hagas un trabajo...
Cassie: *Reí*
Paul: ¿Y ahora qué?
Cassie: Es que en "Temporary Secretary" siempre le pides a George que te haga "trabajitos"...
Paul: ¿Qué tipo de "trabajitos"?
Cassie: Te daré una pista: requieren un poco de manos y un poco de boca.
Claro que a los chicos ya los teníamos más que hartos con las bromas sobre el yaoi pero, ¡era tan divertido que no podíamos parar! Además, los fan fictions eran muy adictivos. Había algunos que eran realmente buenos y que leíamos cada vez que llegábamos de la universidad, con la expresa orden de que nadie nos interrumpiera. Pero una tarde, mientras leía un fan fiction de McLennon, John tenía que molestar.
—Cassie —me llamó desde el baño.
—Cassie —volvió a llamar, pero yo no respondía.
— ¡Cassie! —gritó y yo seguía sin hacerle caso.
Luego algo me llamó la atención, un camino de agua goteando que iba apareciendo de la nada. Era John, que se había hecho invisible para que no lo viera desnudo mientras iba a mi habitación.
— ¡John! —exclamé disgustada, ya que estaba mojando todo el suelo.
— ¡Te llamé tres veces! ¿Qué demonios estabas haciendo? —preguntó una toalla flotante que se acercaba. Cuando terminó de atársela a la cintura, se dejó ver. Efectivamente, era un John Lennon semidesnudo, mojado y molesto.
—Lo siento, no te oí —me disculpé.
— ¡Más bien me ignoraste!
— ¿Qué era lo que necesitabas? —pregunté.
—Una toalla. Gracias por nada, Cassie —dijo molesto.
—Lo siento, John —reí— es que, acaban de subir la segunda temporada de "Estúpido y Sensual Lennon" y no podrás creerlo pero... ¡Paul quiere adoptar un bebé! Pero tú no quieres, porque eres un idiota —comenté con desdén.
— ¿Por qué en todas las historias soy un idiota? —se quejó.
—Porque así eres en la vida real —me burlé.
—Yo también tengo un corazón —gimoteó y George apareció. — ¿Por qué no mejor molestas a George, eh?
— ¡George! —Exclamé con una gran sonrisa— a ti te gustan los Jelly Babies ¿no es así?
—Sí, me encantan —asintió— ¿por qué?
—Ah, ¡entonces esta historia te encantará! —Dije con entusiasmo— escucha esta sinopsis: "George ama los dulces, pero como su padre es odontólogo no le permite comer ninguno. Sin embargo, todo cambia cuando aparece John y le promete darle todos los Jelly Babies que desee, en tanto haga lo que sea para complacerlo".
John y George me observaron horrorizados.
—Es decir que en esa historia... me prostituyo por dulces —dijo George con pavor.
—Sí, básicamente sí —reí.
— ¿Acaso no hay ningún fan fiction nuestro que no involucre nada gay o sexual? —preguntó John.
—Claro que los hay, pero me gusta fastidiarlos con los que son yaois —respondí y ambos me dedicaron una mirada asesina. Luego Paul apareció.
— Paul, estaremos ensayando un poco. ¿Vienes? —preguntó George.
—No lo creo, tengo un poco de jaqueca —respondió Paul frotándose la frente y los otros dos fantasmas desaparecieron.
— ¿Te sientes muy mal? —Pregunté preocupada— si quieres puedes recostarte y te pondré un paño húmedo en la frente...
—Descuida amor, ya se me pasará —dijo esbozando una pequeña sonrisa. —Además, no puedo ensayar con los chicos porque ni siquiera puedo mirarlos a los ojos luego de lo que Jenna me leyó anoche.
— ¿Qué te leyó? —inquirí curiosa.
—Un fan fiction yaoi llamado "La mascota de los maestros". Me lo leyó porque me ganó en el póquer —se quejó.
— ¿Y de qué trataba? —pregunté.
—Yo era un estudiante y tenía tres profesores: el señor Lennon, el señor Harrison y el señor Starkey. Y como quería buenas calificaciones, hice varias cosas que ya te imaginarás —explicó avergonzado.
—Definitivamente agregaré esa historia a mi biblioteca —dije riendo. Paul se sentó a mi lado en el sofá y observó mi pantalla.
— ¿Y tú qué estabas leyendo? —preguntó.
—Un fan fiction sobre ti —confesé.
—Esa es mi señal para retirarme —dijo y se dispuso a marcharse, pero lo tomé del brazo.
—No es un fan fiction yaoi —le aclaré.
—Oh... entonces estoy interesado. Dime de qué trata —demandó sentándose.
—Se llama "Till There Was You". Es el siglo XIX y tú eres un deshollinador de chimeneas que se enamora de una institutriz cuyo empleador le prohíbe casarse. Es una historia muy bella.
—Me agrada —dijo aprobadoramente.
—Léela conmigo entonces —sugerí y comencé a leer las líneas de Prudence en voz alta. Paul me siguió la corriente y leía sus líneas. Era de noche y Prudence se había escapado de la casa para encontrarse con Paul en un tejado.
Paul: Prudence, estoy harto de verte por las calles de la ciudad y fingir que no te conozco, cuando la única razón por la cual late mi corazón es por ti.
Prudence: Paul, sabes que me incomoda que hables así.
Paul: Pero es lo que siento.
Prudence: Pues no deberías expresarlo.
Paul: ¿Estás oyendo tus palabras, Prudence? Estás pidiéndome que no me exprese, que no demuestre lo que siento. ¿Es posible vivir así?
Prudence: Por supuesto que lo es.
Paul: Sólo si deseas ser infeliz. Yo quiero ser feliz, Prudence, ¿tú no?
Prudence: Claro que me gustaría ser feliz, Paul, ¿qué pregunta es esa?
Paul: ¿Entonces por qué no te lo permites?
Prudence: Paul, tal vez tú seas dueño de tu vida, pero yo no.
Paul: Pero podrías ser dueña de tu vida también, si lo quisieras.
Prudence: Lo quiero.
Paul: Entonces huyamos.
Prudence: Es insensato de tu parte insistir con eso, Paul McCartney.
Paul: Tal vez sea insensato, Prudence, pero al menos soy honesto con lo que quiero. Y lo que quiero es a ti. Confieso ante esta luna que lo que más deseo es que algún día aceptes huir conmigo, que nos casemos y que olvides todas tus penas, porque lo único para lo que existo es para hacerte feliz.
Prudence: Paul, si bien tus intenciones son nobles...
Paul: No digas más, Prudence. Si rechazarás mi propuesta nuevamente, te imploro que no digas más.
Prudence: Debo marcharme, o el señor Atkins tal vez despierte y no me encuentre allí.
Paul: Prudence...
Prudence: ¿Paul?
Paul: Antes de que te marches, necesito que me digas algo. ¿Tú me amas?
Prudence: Paul, yo...
Paul: Necesito oírlo de ti, y no sólo imaginármelo. No permitiré que te vayas hasta que no me lo digas. Necesito saber si me rechazas por temor o porque en realidad no sientes lo mismo que yo... Por favor, Prudence, dime que mi corazón no late en vano.
Prudence: Paul...
Paul: Dime que me amas o dime adiós.
En aquel momento, según decía la historia, Paul tomaba a Prudence de las manos. Y eso mismo hizo Paul conmigo.
Prudence: Te diré adiós porque debo marcharme.
Paul soltaba las manos de Prudence, pero ahora era ella quien lo había tomado de las manos.
Prudence: Pero también te diré que te amo, porque es lo que en verdad siento.
Paul esbozó una gran sonrisa, pero no porque lo indicara la historia, sino porque no pudo evitarlo. No estoy segura de qué decía el resto de la historia, porque le dejamos de prestar atención. Sus ojos avellanas me observaban y yo a ellos, y me di cuenta de lo mucho que nuestros rostros se habían acercado cuando sus labios me besaron.
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