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Capítulo 14

Capítulo 14

Como sospecharán, las cosas estaban un poco incómodas en el departamento.

Ninguno de nosotros estaba en un bando en específico, intentábamos ser los más neutrales que podíamos. Por un lado, comprendíamos a Jenna. Hacía años que George le declaraba abiertamente su amor, y le coqueteaba cada vez que tenía la oportunidad, lo cual podría haber tenido que ver con su reacción de hacía unos días. Jenna ya estaba cansada de la insistencia de George, y como él no comprendía las sutilezas, tuvo que decírselo así. Pero por otro lado, comprendíamos a George. Tan sólo era un joven enamorado, él no tenía la culpa de sus sentimientos. George siempre fue muy dulce y nunca le faltó el respeto a Jenna, por lo cual, tal vez, no merecía haber sido tratado así. El asunto era delicado en verdad.

Jenna se había ido a visitar a sus padres. George y Paul no estaban, y John se encontraba en el sofá viendo televisión. Ringo y yo estábamos viendo la televisión desde más lejos, desde la cocina, mientras bebíamos leche y comíamos las galletas que Ringo había escogido.

—Ringo, ¡estás galletas están deliciosas! —exclamé y volví a comer otra.

—Te lo dije —sonrió.

Chocamos nuestros vasos, como un brindis. Pero lo observé y no pude evitar abordar el tema de hacía unos días.

—Ehmm... Richard...

—Cassidy...

— ¿Te molestaría ampliarme un poco el tema que hablamos aquel día, cuando fuimos a comprar?

— ¿Cuál tema? —preguntó y la galleta que estaba a punto de comer se le había caído en el vaso.

—El de por qué es que los fantasmas no pueden estar con los vivos —susurré y le alcancé una cuchara.

— ¿Por qué susurras? —preguntó, susurrando también.

—Porque sabemos bien que a Johnny no le entusiasma mucho el tema —respondí, aun susurrando, pero fue en vano.

—Y sabrás bien que Johnny tiene buen oído —dijo John en voz alta, sin dejar de mirar la televisión— pero al parecer lo has olvidado.

Luego se puso de pie y vino hasta donde estábamos nosotros. Nos quitó algunas galletas y las comió.

—Supongo que el estar ciego te agudiza el oído ¿no es así? —me burlé.

—Búrlate todo lo que quieras, yo no soy quien tiene las dudas. Más bien soy el fantasma que puede responderlas —se burló él, y tenía razón.

—Lo siento, Johnny —reí.

—Mucho mejor —sonrió él, complacido. — ¿Quieres saber por qué es que un fantasma no puede estar con un vivo?

Asentí. John me indicó que me acerque más a él, para poder decirme. Me acerqué más. Y más. Y más, hasta que sus labios rozaron mi oreja.

—Porque no —me respondió y luego comió otra galleta.

—Eres un idiota —mascullé molesta, mientras él y Ringo reían.

—Lo siento —rio— pero no hay mucho que podamos decirte al respecto, porque es algo obvio. Simplemente no es posible que una persona que esté viva tenga una relación con un fantasma. Seres vivos y muertos no se mezclan. Punto.

—Es sentido común —comentó Ringo y John asintió.

—Pero... si el que estén juntos no es una posibilidad, ¿por qué George proclama su amor por Jenna tan abiertamente? —pregunté.

—Porque George es un idiota —respondió John con simpleza. —Él conoce las reglas.

—Pero, al mismo tiempo, no se lo impedimos porque es tan sólo un coqueteo inocente. Nada concreto ha pasado —explicó Ringo.

—Supongo que tienen razón —suspiré.

— ¿Por qué la repentina curiosidad? —preguntó John.

—Eso mismo me pregunto yo —dijo Ringo.

—Es que... me da pena que aquella chica en el supermercado no pueda tener nunca una oportunidad con Ringo, eso es todo —improvisé encogiéndome de hombros.

— ¿Qué chica? —preguntó John, ya que al parecer habíamos olvidado contar la historia.

—Había una chica en el super —comencé— era la cajera. Y le coqueteó a Ringo descaradamente, pero Ringo no hizo nada al respecto porque, bueno, está muerto.

— ¿Una chica te coqueteó en el supermercado? No me habías dicho nada de eso, pillín —rio John, revolviendo el cabello de Ringo. —Oye ¿la chica era bonita?

— ¿Acaso no lo son todas? —respondió Ringo.

—Ahh, ¡ese es mi muchacho! —exclamó John como un padre orgulloso. —No sé si lo sabías, Cassie, pero Ringo es muy bueno con las chicas.

—No te creo —sonreí.

—No te miento —juró John, con la mano en el pecho— el enano tiene sus trucos, aunque no lo parezca.

—Sí, claro —reí.

— ¿Viste eso, narizón? Esta niña insolente se te está riendo en la cara —dijo John, apoyando una mano sobre el hombro de Ringo.

—Eso parece —dijo Ringo, intentando parecer molesto. —Tal vez sólo ríe porque teme caer ante mis encantos.

Eso sólo me hizo reír más fuerte. Ringo se mostraba ofendido, pero John le susurró algo al oído.

— ¿Sabes qué? Creo que esa es una gran idea —sonrió Ringo y luego tomó mi mano. —Cassie ¿Qué te parecería si te llevo a una cita?

Mi risa había cesado. Eso sí que me había dejado muda.

— ¿Disculpa? —pregunté confundida.

—Como al parecer dudas de mis habilidades con las mujeres, creo que sería conveniente demostrártelo. Personalmente —explicó.

—A mí me parece una gran idea —comentó John.

—Claro ¡si fue tu idea! —reclamé y le di un golpe en el brazo, el cual luego se cubrió, adolorido. —Hace dos minutos me estaban sermoneando sobre lo imposible que es que seres vivos y muertos se involucren y ahora surgen con esta idea. Ustedes están locos.

—Pero esto es diferente —dijo John— porque Ringo y tú son buenos amigos, y esta cita sería cosa de una sola vez. Así que no te enamores de Richard o tendrá que romperte el corazón ¿está bien?

Aprovechando que John había dejado su brazo al descubierto, le volví a pegar.

—Vamos, será divertido —me animó Ringo— una cita es todo lo que necesito —me persuadió.

Medité por unos segundos.

—Bueno... sería interesante comprobar si lo que están diciendo sobre ti es verdad o es sólo alarde.

— ¿Aún hablamos de la cita, no es así? —intervino John.

—Claro que sí, pervertido —respondí y él cubrió su brazo rápidamente, pensando que lo iba a golpear. — ¿Estás libre ahora?

—Cassie, estoy muerto. No hay mucho en mi agenda —dijo Ringo.

—Muy cierto —reí— deja que me arregle un poco y nos vamos ¿sí? Pero lleva las gafas y tu sombrero ¿bien?

—Como desees —dijo haciendo un ademán. Finalmente, ingresé a mi habitación a cambiarme.

—Eres un fantasma y aun así, conseguiste una cita con una chica hermosa. Bien hecho, Starkey —lo felicitó John.

Ringo sonrió y John lo rodeó con un brazo, amistosamente. Bueno, no tan amistosamente.

—Pero si le tocas un solo cabello a Cassie, te daré una paliza que te dejará el doble de muerto ¿entendido?

Ringo tragó saliva, asustado. John sólo rio, aunque lo decía en serio.


NARRADOR OMNISCIENTE

John se había quedado solo en el departamento, y no sabía qué hacer consigo mismo. Estuvo escribiendo un poco y practicando con la guitarra. Inclusive se atrevió a tocar la batería de Ringo, pero no le entretuvo lo suficiente. Dio un paseo por la ciudad, no disfrazado, sino como fantasma, sin que nadie lo viera. Observó cómo la gente se expresaba, sus gestos, la manera en que se comunicaban. Se fue a hasta el parque más cercano y miraba a los niños jugar. Cuando a uno se le fue la bola, John intentó detenerla, ya que estaba cerca de sus pies, pero no pudo. La bola sólo traspasó a través de él, lo que le provocó nostalgia. A veces extrañaba estar vivo, los cuatro Beatles de hecho lo extrañaban, pero no les agradaba hablar sobre ello, porque después de todo no tenía caso: nada iba a devolverlos a la vida nuevamente. Cuando se sintió satisfecho del paisaje exterior, John regresó al departamento. Recordó que Cassie le había comprado un juego y lo depositó en la mesa, comenzando a armarlo. Aunque John había escuchado hablar del Jenga, nunca había tenido oportunidad de jugarlo. Se arrodilló frente a la pequeña mesa de la sala y apiló las piezas de madera en filas de a tres, cada piso de manera cruzada respecto al anterior. Planeaba jugarlo solo, pero para su suerte, un espíritu apareció.

— ¡Macca! Me alegra mucho verte, amigo —lo saludó John. Antes se sentía solo, pero ahora estaba contento porque su mejor amigo había aparecido.

— ¿Qué estabas haciendo, Johnny boy? —preguntó Paul curioso y se sentó frente a John.

—Estaba a punto de jugar al Jenga ¿te me unes? Es más divertido si juega más de uno —lo persuadió.

—Seguro —asintió Paul, entusiasmado.

—Bien, ahora explícame cómo se juega —demandó John.

— ¿No sabes cómo se juega? —sonrió Paul.

—No... sólo sé apilarlo, pero nunca lo he jugado —confesó, rascándose la nuca.

—No hay de qué preocuparse. Aquí está tu buen amigo Paul para ayudarte —sonrió y John igual.

Paul le explicó con tranquilidad las instrucciones a John, las cuales no eran muy complejas a decir verdad. Cada jugador debía retirar una pieza de madera de los niveles inferiores de la torre utilizando solo dos dedos y procurando que no se caiga la torre, y colocarlo en el nivel superior para completarlo y hacer crecer su tamaño. Por supuesto, ganaba el jugador que había realizado la jugada anterior a la que hizo que se derribara la torre. Ambos jugaban pacientemente mientras platicaban.

— ¿En dónde están todos? —preguntó Paul, mientras quitaba con éxito una de las piezas.

—Jenna se fue a visitar a sus padres —dijo John mientras intentaba quitar una pieza difícil, por lo que escogió una más fácil.

— ¿Y George? —preguntó Paul.

—George... —comenzó a decir John, pero dejó de hablar y contuvo su respiración para al fin poder remover la pieza— no sé dónde está George, debe de andar llorando por ahí.

—Vaya manera de hablar sobre las penas de tu amigo, John —lo reprendió Paul y quitó otra pieza impecablemente.

—Pero Paul ¿me dirás acaso que no sabes cómo son las cosas? ¿Que él no sabe cómo son las cosas? —dijo John impacientado, especialmente porque era al que más le costaba el juego.

—John, lo comprendo pero, uno no puede controlar cómo se siente. Él no puede evitar amar a Jenna, no es su culpa —comentó Paul y retiró otra pieza con rapidez.

—No me sorprende tu comentario, siempre has sido el Cupido del grupo —confirmó John y logró sacar una pieza con dificultad. —A la que últimamente le molesta el tema de que vivos y muertos no puedan estar juntos es a Cassie.

Cuando John dijo eso, Paul hizo que toda la torre se desmoronara.

— ¿De qué hablas? —preguntó Paul, sorprendido.

— ¡Perdiste! —Exclamó John feliz— ¿jugamos otra vez?

Paul asintió sin darle importancia al juego y armaron la torre de nuevo. Mientras jugaban, continuaron con la conversación.

—Lo que ocurrió es que una chica en el supermercado se fijó en Ringo y le coqueteó pero él no hizo nada al respecto. A Cassie le sorprendió, por lo que tuvimos que recordarle que una chica que esté viva no puede estar con un fantasma, porque no está permitido —explicó John mientras removía una pieza. —Sin embargo, ella no parecía muy conforme.

—Entonces ¿crees que ella apoya el que una persona viviente y un fantasma estén juntos? —preguntó Paul esperanzado.

—No lo sé, tal vez —dijo John encogiéndose de hombros. —Pero espero que no, porque bien sabemos que no es posible.

—Sí, pero... ¿y si hay amor? Uno no puede evitarlo, y tal vez funcione de alguna manera, quién sabe —comentó Paul, intentando parecer despreocupado.

—Ahora suenas como ella —dijo John y con una seña le recordó a Paul que era su turno.

—Por cierto ¿dónde está? —preguntó tomando una pieza entre sus dedos, pero antes de pudiera sacarla, John respondió.

—Está en su cita con Ringo.

Inevitablemente, la sorpresa de Paul hizo que la torre volviese a derrumbarse. Como el marcador ya iba dos a cero, John no sintió la necesidad de seguir jugando, por lo que comenzó a juntar las piezas y a guardarlas.

— ¿Disculpa? —Preguntó Paul— ¿dijiste que está en una cita... CON RINGO?

—Sí, el enano se consiguió una cita a pesar de estar muerto. Es mi héroe —dijo John sonriente— aunque debo admitir que yo lo ayudé, porque fui yo el de la idea.

— ¿TÚ LE SUGERISTE QUE INVITE A SALIR A CASSIE? —exclamó Paul, sin poder contener el tono de su voz. — ¡Eso es traición! ¡Es una maldita traición!

— ¿Y de qué manera te traicioné exactamente? —preguntó John confundido.

—Tú... tú... —comenzó a decir Paul, pensando bien en lo próximo que diría— bueno, ustedes no me traicionaron a mí... sino que traicionaron las reglas que se nos habían impuesto. Tú mismo estás totalmente en contra de que vivos y muertos estén juntos. ¿Por qué le sugeriste tal cosa?

—Porque queríamos demostrarle a Cassie que Ringo es muy bueno con las mujeres. Debe de estar seduciéndola en este momento —dijo John, observando la hora.

— ¿Y eso te resulta gracioso? —preguntó Paul austero.

—Oh vamos Paul, ambos sabemos que no ocurrirá nada. Son sólo amigos que salieron a divertirse un rato, eso es todo —lo apaciguó John, divertido. —Además no comprendo tu reacción ¿estás celoso? —preguntó en un tono más serio.

—Claro que no —negó Paul, poniéndose de pie— es que me sorprende que hayas permitido que Cassie salga con Ringo, eso es todo.

—Sólo se los permití porque sé que Ringo se portará bien con ella. Si fuese otra persona, y una cita real, la cosa sería diferente —explicó John, poniéndose de pie también. —Tú sabes que me desagrada que cualquier otro chico se acerque a Cassie. El que lo haga, será mi enemigo —aseveró— no importa quién sea. No haré excepciones.

La mirada de John estaba fija sobre Paul. Paul no dijo palabra alguna.

—Como sea —continuó, desviando su mirada— por ser el perdedor, te toca limpiar la cocina. Y quiero que quede impecable ¿bien?

Paul asintió, resignado, porque a ninguno de los Beatles les agradaba limpiar, pero tenían que hacerlo de todas maneras. John desapareció y Paul comenzó a limpiar la cocina, cuando Cassie y Ringo ingresaron riendo.

—Hey —los saludó Paul— ¿cómo les ha ido en su... cita?

—Supongo que John te contó ¿no es así? —Dijo Cassie y Paul asintió— nos fue muy bien, de hecho. Ringo me llevó a ver una película y luego comimos churros. Fue muy divertido. Y debo decir que estaba muy equivocada. Ringo es realmente encantador —admitió ella y besó la mejilla de Ringo. Este sonrió y Paul tuvo que hacer un gran esfuerzo para ocultar su envidia.

—Me alegra que te haya gustado nuestra cita, Cassie. ¿Quién sabe? Tal vez podamos repetirla —dijo Ringo guiñándole un ojo.

Cassie rio y se dirigió a su habitación. Paul observó a Ringo.

—Así que se divirtieron ¿eh? —Dijo Paul, mirándolo de arriba a abajo— ¿qué tanto? Espero que no te hayas pasado de la raya, Starkey.

—Descuida, Ringo Starr es todo un caballero —se jactó Ringo, acomodando su chaqueta. —Ahora si me disculpas, iré a buscar a George, porque no lo he visto en todo el día. Disfruta limpiando, Cenicienta —se despidió Ringo y luego desapareció.

Minutos después, Cassie salió de su habitación, con un nuevo atuendo y realmente producida. Paul dejó de limpiar y la observó asombrado.

—Wow, Cassie... estás bellísima —la halagó, mirándola con detalle. — ¿Vas a algún lugar en específico?

—Gracias —sonrió, ruborizada. —De hecho, iré a cenar. Tengo una cita con Dylan.

El semblante de Paul había cambiado.

—Oh... cierto... Dylan —dijo él, apartando la vista. —Bueno, que se diviertan.

Cassie lo despidió con un beso en la mejilla y Paul sonrío forzadamente. Cuando ella se fue, Paul el Ceniciento continuó con la limpieza él solo, refregando la grasa del horno para que se quite, mientras imaginaba cómo Cassie y Dylan se debían de estar divirtiendo.

—Ay esta grasa que no se quita —suspiró mientras restregaba con más fuerza. Cuando acabó con el horno, se puso a barrer. Estaba barriendo detrás del cesto de basura, pero se detuvo cuando vio un papel en el suelo.

— ¿Qué es esto? —se preguntó. Desplegó el papel y leyó lo que tenía escrito.

"...Paul.

Cassie: ¿Cuál?

Jenna: Están muertos."

Paul observó el papel confundido, porque no entendía de qué se trataba. Sabía que se trataba de él, porque estaba su nombre, pero no lograba entender del todo, porque claramente al papel le faltaba un pedazo. Después de un minuto, Paul recordó el papel que guardaba en su chaqueta, el de hacía unas semanas. Se apresuró en sacarlo y notó que la caligrafía era la misma, con los mismos colores. El papel pertenecía a la conversación que habían tenido Cassie y Jenna. Juntó ambos trozos de papel y lo leyó, hasta que la última parte lo dejó sin habla:

"Jenna: ¿Qué hay de ti? ¿Cuándo le dirás a "ya sabes quién" que estás enamorada de él?

Cassie: Yo...

Jenna: Mira, Cassie. Hay una razón muy importante por la cual yo no podría decirle nada a George, y por la cual tú no podrías decirle nada a Paul.

Cassie: ¿Cuál?

Jenna: Están muertos."

Paul ignoró la parte de "están muertos", porque poco le importaba en aquel momento. Releyó el papel para asegurarse de no estar equivocado, pero al parecer no lo estaba. Al fin, luego de varias semanas y de que la pregunta lo atormentase, supo quién era la misteriosa persona que se había robado el corazón de Cassie.

Era él. Cassie estaba enamorada de él. 

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