Capitulo siete.
"Willy"
—Empieza a oscurecer, Cheryl. —susurró con voz audible.
—Lo sé —contestó —, pero mis abuelos llegarán tarde a casa, mencionaron que se quedarían hasta el espectáculo de los bomberos.
Justin levantó una ceja curioso. —¿Y cómo es eso?
—¿A qué te refieres? —preguntó confundida. —Tú eres el que ha vivido siempre aquí, debes saber como es el show de los bomberos.
—En realidad, nunca he asistido a la feria —levantó los hombros —, no me llama la atención.
Cheryl abrió los ojos con sorpresa. —¿De verdad? ¿Por qué? Debe ser divertido.
—No tengo nada en contra de los bomberos, de hecho hacen un trabajo excelente hacía la humanidad, pero seguramente sus festivales son horribles. ¿Qué tiene de divertido un camión aventando agua por la gruesa manguera empapando a los niños? —dijo recargándose sobre el tronco de un alto árbol.
—Vaya —contestó conteniendo una risa. —¿Alguna vez alguien te ha dicho lo aguafiestas que eres?
El castaño guiñó un ojo y la pelirroja por fin soltó la carcajada. Siguieron caminando en el bosque mientras el sol terminaba su trabajo escondiéndose para convertirse en un hermoso y rojizo atardecer. Cheryl en un intento de mirarlo mientras este permanecía distraído, logró captar unas raras lineas sobre su cuello, apenas y eran visibles. Enfocó un poco más la vista tratando de percatarse que eran realmente pero seguía sin poder descifrarlo. Cicatrices. ¿Cicatrices? Justin tenía cicatrices en el cuello, difícilmente de verlas. No sabía si atreverse a preguntárselo o permanecer callada sin incomodarlo. Se decidió por la segunda opción. Pero vaya que ese chico era un total misterio.
—¿Y el trabajo? —preguntó Justin atrayendo la atención de Cheryl.
—Día libre. Sábado. —sacudió un poco la cabeza olvidando el tema de las cicatrices.
El ojimiel rió como una hermosa melodía para los tímpanos de la chica. Algo provocaba en ella difícil de explicar. —Wow, tu primer día fue ayer y ya tienes días de descanso. ¡Dónde consigo un empleo así!
—Ahora que lo mencionas —hizo una pequeña pausa —, ¿qué haces? ¿Estudias? ¿Tienes algún trabajo?
Justin la miró divertido. —A veces llego a pensar que eres de la policía. ¿Porqué tantas preguntas, oficial?
—Por qué me interesas y quiero saber de ti. —contestó y enseguida se dió cuenta de lo que había salido de su boca. ¿Por qué diablos había contestado eso? Intentó volver a hablar para enmendar su error pero el chico la interrumpió.
—Vaya, tremendas confesiones señorita Cooper. —sonrió mostrando su dentadura perfecta. —Eso fue cautivador.
Cheryl se sonrojó y su primer impulso fue empujarlo levemente contra el pecho. —No trates de cambiarme el tema.
—Tu también me interesas —confesó ignorándola —, para ser honesto eres la única persona que me agrada y que le agrado en este pueblo.
La pelirroja quedó pasmada ante las declaraciones que acababa de escuchar. No sabía si Justin estaba jugando con ella o hablaba en serio. Posiblemente nada de eso era real. Una idea surgió por su cabeza, la cuál no era cualquiera, si no, algo arriesgado y seguramente terminaría siendo un fracaso.
Pero una seguridad se apoderó de ella, dándole la confianza suficiente para atreverse a hacerlo. Se detuvo frente a él, mirándolo a través de sus claros ojos, transmitiendo algo totalmente irreal. Iba a hacerlo. Bajó para mirar la comisura de sus labios y para su sorpresa, Justin repitió su acto, ahora mirando los de ella. Cheryl sintió como su estómago se revolvía, causando las famosas mariposas, que más bien parecía todo un maldito zoológico. La pelirroja, quien había sido la primera en tomar el mando, había sido humillada por su contrario, pues ahora Justin era quien llevaba superioridad poniéndola totalmente nerviosa al tomarla sin aviso previo por la cintura. Cheryl lo había dicho una vez y seguiría diciéndolo, los tactos de Justin eran de otro mundo. No eran roces de una persona normal, éstos causaba escalofríos por todas sus piernas y un viento inexplicable se apropiaba de la situación, haciendo bailar los cabellos rojizos de la chica.
Justin comenzó a acercarse lentamente, torturando a Cheryl con el tiempo. ¿A quien engañaban? Lo deseaban, ambos. Posó la yema de su dedo sobre la mejilla de ella, acariciándola despacio. La respiración de los dos aumentaba cada vez más. La mirada de Justin pasó de sus labios a su cuello en cuestión de segundos. Cheryl se tensó al ver que se acercaba en dirección a su cuello. No, por favor, pensó desesperada.
A tan solo centímetros de por fin tocarse, el ladrido de un perro opacó el momento. Justin gruñó realmente decepcionado y la chica se apenó. Pero el ojimiel lo omitió y retomó su vista a los labios carnosos de Cheryl. Nada arruinaría el momento que deseaba desde la primera vez que la había visto sentada sobre la orilla del lago. Pero de nuevo el ladrido del mismo perro retumbó por el bosque, acercándose cada vez más a donde ellos se encontraban.
—¡Joder! ¿Alguien podría callar a ese perro? —bufó Justin por fin separándose de Cheryl, sintiéndose decepcionada.
—Tal vez —tosió al notar su voz quebrada —, tal vez está en problemas.
El castaño rodó los ojos. —Pues que vaya a molestar a otros con sus problemas caninos.
—No seas malo —dijo con compasión. Ella era una fiel amante de los perros —, tienen sentimientos.
—Si, cómo sea.
Cheryl entre cerró los ojos ignorando su comentario y un ruido captó su atención mirando hacía donde había provenido. El pequeño cachorro de estatura mediana corría con toda velocidad hacía ellos. —¡Justin! ¡Allá viene el perrito!
El rostro de Justin se transformó. De estar enfadado a algo preocupado. —Vámonos a casa.
—¿Qué? ¡Pero ahí viene! Supongo que necesita ayuda.
Justin intentó tomar de la mano de la pelirroja pero está la soltó. —Cheryl, vámonos.
—No me iré —se alejó de él —, Oh por dios, es Willy.
El chico frunció el ceño hasta qué notó que la pequeña placa del canino decía aquél nombre. —¿Willy? Que absurdo nombre.
—Es la mascota de Martha, creo.
—¿Quién es Martha en primer lugar? —preguntó. Un poco de nerviosismo se expresaba en su fino rostro.
Cheryl chifló como niña pequeña hacía el perro. —Nuestra vecina, ¿nunca la has visto? Yo sí, un par de veces cuando saca a su cachorro para hacer sus necesidades.
Justin se tornó serio y dijo secamente. —Vámonos.
La chica lo ignoró por completo y chasqueó los dedos. El pequeño individuo corrió por fin hacía ellos y se dejó acariciar por la pelirroja. En cuestión de segundos, el perro que parecía ser un Shitzu comenzó a olfatear soltándose del agarre de Cheryl. Caminó sobre sus cuatro patas hasta llegar frente a Justin y esté comenzó a ladrar desesperadamente contra él. El ojimiel pasmado dirigió la mirada sobre la chica y habló. —Dios Santo, vámonos Cheryl, tus abuelos no tardan en llegar.
El canino seguía ladrando frente a Justin fuertemente. —Al parecer no le agradas. Vamos, tócalo para que te agarre cariño.
—No.
—¡Solo acarícialo! —insistió.
—¡Venga, que no Cheryl! —expresó levantando la voz.
El castaño comenzaba a enfurecerse y cuando estaba a punto de caminar a la dirección de Cheryl para tomar nuevamente de su mano, un grito se hizo presente sobresaltando a ambos. —¡Willy! ¿¡Dónde estás cachorro?!
—¡Es Martha! —mencionó la pelirroja y alzó las manos para que ésta pudiera verlos. —¡Aquí está Willy!
—Cheryl, no...
La señora de no más de sesenta años corrió hacía ellos con dificultad algo bufada y agitada. La tensión en Justin se hizo presente y Cheryl alcanzó a notarlo.
—¡Gracias! —expresó la tal Martha al llegar donde yacían. —Abrí la puerta de la casa cuando llegó el cartero pero Willy escapó y no pude alcanzarlo.
Justin permanecía callado y la chica habló. —No hay de qué señora Martha, Willy está a salvo.
El perro seguía ladrando y la señora frunció el ceño. —Ya está pequeñin, vámonos a casa. Tranquilo bebé.
Lo sostuvo entre sus brazos y acarició su pequeña cabeza tratando de tranquilizarlo. Cheryl esperó a que el castaño dijera alguna palabra pero éste proseguía en silencio.
—Gracias por detener a mi loquito Cheryl. —dijo agradecida y prosiguió a darle un beso en la mejilla. —Por cierto, no diré nada.
—¿De qué habla, señora? —cuestionó nerviosa.
—¡Oh! Qué estás aquí. Yo no soy chismosa cómo Vee, supe que le dijo algo a tus abuelos aquella vez sobre el lago. Solo ten cuidado, el bosque puede ser peligroso. —contestó con una sonrisa. Levantó la mano y la sacudió. —Hasta luego pequeña.
Y caminó alejándose, escabulléndose dentro de los árboles y pinos.
Cheryl volteó a ver a Justin. Éste seguía ahí, mirándola y su corazón comenzó a latir por mil. —Eso ha sido raro.
—Lo sé —se rascó el mentón. —Quién nombra a un perro Willy.
—No —contestó mirándolo fijamente —, sabes de lo qué hablo. Ella ni siquiera volteó a verte. Fue como si no estuvieras aquí, Justin. Solo yo y el cacharro.
El ojimiel sonrió. —Te dije que no le agradaba a muchos del pueblo.
Y fue ahí, donde Cheryl se dió cuenta que algo no marchaba bien.
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