Capitulo seis.
"Bryce Millers"
—¿Pero cómo es posible que se te haya olvidado pasar por la niña? —dijo asombrada mientras subía el tono de su voz —, ¡Eres increíble Albert!
El hombre yacía cabizbajo sin tener una explicación lógica para su amada. —De verdad no se que ha pasado. Dirigía mi camino hacía el local cuando de repente llegué a casa, estaba demasiado cansado. Lo siento Annie.
—Da gracias a Dios que Cheryl llegó a salvo. A decir verdad, no sé cómo lo ha logrado. No sabía que ya se había memorizado el camino a casa. —expresó sirviendo un poco de café en la taza sobre el comedor.
—¿Ya ha despertado? —preguntó Albert para después darle un sorbo a su té caliente de manzanilla.
—No lo cre...
—¡Buenos días! —interrumpió Cheryl caminando hacía la cocina con una sonrisa en su rostro, sobresaltando a ambos. —Perdón por levantarme apenas Nana, estaba muy cansada.
Annie le devolvió la sonrisa y besó su mejilla con dulzura. —No hay problema pequeña, hoy es Sábado. Día libre para ti.
Cheryl tomó asiento en una de las cuatro sillas de madera, frente a su abuelo, él cuál habló mirándola fijamente. —Cariño, siento mucho lo de anoche. No sé como pude olvidarlo.
—¡No hay problema, abuelo! —contestó la pelirroja relajada. —Supe cómo llegar, es fácil el camino.
—No volverá a pasar. —afirmó Albert un poco apenado por lo ocurrido.
Annie colocó en la mesa el desayuno recién hecho. Unos deliciosos panes tostados con mermelada encima. A Cheryl le brillaron los ojos y su estómago gruñó, provocando unas carcajadas por parte de sus abuelos. —Una disculpa, es que estoy hambrienta.
—No te disculpes, mejor comienza a desayunar nena. —finalizó Nana mientras se sentaba junto a ellos.
Cheryl tomó uno y enseguida le dió un gran mordisco. No sabía por qué tenía tanto apetito tan temprano, pero siguió saboreando la comida de su abuela sin importancia alguna. Conversaban tranquilamente de cómo había sido el primer día de trabajo de Cheryl en el bar, reían por la forma en que la chica redactaba la reacción de los clientes cuando estos se daban cuenta que tenían una nueva bartender en el pueblo. Albert mencionó sobre ir a la inauguración de la feria que duraba una semana, cada año. Una feria en agradecimiento por el labor de los bomberos.
Al principio Cheryl se emocionó por ir pero recordó que había quedado de verse con Justin en el bosque, surgió por su mente la idea de invitarlo pero no era buena idea que sus abuelos supieran sobre él. Así que mintió diciéndoles que se sentía un poco mal de resfriado pero que ellos podían ir, sin preocuparse por ella.
Albert tomó el periódico de esa mañana y lo abrió prestando atención a la primera nota, que era la noticia principal. Abrió los ojos sorprendido al leer el párrafo primordial. —¿Qué demonios..?
—Ese lenguaje —regañó Annie —, ¿Qué ocurre?
—Hubo un accidente automovilístico en el pueblo anoche.
—Eso es fatal abuelo, ¿pero que te sorprende? —preguntó Cheryl intrigada lanzando una rápida mirada a otro pedazo de pan tostado de la vajilla. —Me refiero a que son muy comunes los accidentes automovilísticos, si lo sabré yo...
Albert notó la incomodad del asunto. —No son comunes aquí en el poblado Cheryl. La gente guarda su precaución al conducir.
—Esto es una desgracia. —mencionó Annie dejando salir un triste suspiro.
La chica rodó los ojos discretamente y su abuelo volvió a hablar. —Eso no es lo peor, la víctima ha sido el conductor del camión que surte la soda en el bar de McKensey.
La señora junto con su nieta abrieron los ojos como platos al escucharlo. —Dios mío, ese camión iba para dónde yo. ¿Cómo pasó? —preguntó Cheryl con preocupación en su voz.
—Aquí mencionan que se estrelló literalmente en un muro, algo terriblemente sorprendente. No fue con otro coche, simplemente se estampó. —contestó Albert confundido. —También dice que no estaba alcoholizado, ni mucho menos drogado. Esto es muy raro.
—¿Él esta bien? —Annie llevó sus manos tapando su boca con asombro.
—Está muy lesionado. Más logró sobrevivir. —informó. —Ahora está en el hospital. Pobre hombre, ¿qué habrá ocurrido exactamente?
Cheryl sentía una extraña sensación. Percibía un toque de culpa en ella y no sabía el porqué. Esa si que había sido una noticia que la había dejado absolutamente pasmada.
Llegando el atardecer, la pareja de ancianos enamorados le insistieron por última vez a su nieta si quería acompañarlos a la feria. Ella sonrió pero dijo un no amablemente. Aunque moría de ganas por ir y divertirse un rato con sus abuelos, también moría de ganas por ver a Justin de nuevo.
Se despidieron y avisaron que llegarían un poco tarde a casa. Cheryl asintió y salieron por la puerta principal. Echó rápidamente una mirada al reloj de pared para percatarse que estaba por marcar las seis de la tarde. Corrió con rapidez hacía su habitación para tomar un suéter, ya que el viento en ese lugar nunca terminaba. Se colocó delante del espejo de su tocador y se admiró. ¿Acaso se veía bonita? Cheryl siempre ha sido muy natural en su aspecto, pero lo que si le fascinaba sin duda alguna, era colocarse ese labial rojizo que su madre le había regalado en su cumpleaños número dieciséis, que resaltaba con su cabello.
Salió de la casa con camino hacía el bosque, junto al frío lago. Volteó de reojo a la mansión de Justin que se veía a lo lejos, y sintió curiosidad por saber de su familia. Como eran sus padres, si tenía hermanos o hermanas, o si al menos tenía una mascota. El castaño siempre había sido muy reservado sobre su vida con Cheryl, desde la primera vez que la conoció. En realidad, nunca hablaban de él, mucho menos de cómo era su entorno. Y aún así, la chica nunca lo presionaba, pues tenía muy en claro que cuando alguien no solía hablar sobre sí mismo, era por que tenía algún secreto guardado.
Por fin llegó al lugar donde habían quedado de verse y su corazón comenzó a latir más rápido, pues allí estaba él, pero sentado sobre una manta de cuadros azules junto con una canasta de madera. Un pícnic. Justin había organizado un pícnic sorpresa para ambos en medio del bosque. El ojimiel sintió la presencia de ella y volteó sobre su hombro mirándola con una sonrisa encantadora.
—¿Haz preparado un pícnic? —preguntó acercándose a él.
Justin se rascó el mentón. —Algo así, hasta que percaté que olvidé la comida y no la coloqué en la canasta.
—No hay problema. —contestó Cheryl extendiéndole la mano. —Podemos ir por ella, tu casa está a dos minutos.
—No. —dijo el castaño secamente, ignorando su gesto con la mano. —La he olvidado ya, ni modo. Siéntate.
A Cheryl le pareció algo extraño su repentino cambio de humor pero tomó asiento a su lado. Al mirar de cerca el mantel, se dió cuenta que esté ya estaba desgastado y acabado, y a decir verdad, sucio. Y la canasta estaba en la misma situación, como si hubieran permanecido allí en el bosque toda una eternidad. Más no le tomo demasiada importancia y miró al castaño, contemplando su perfil. —¿Viste las noticias?
—No me gustan verlas. ¿Por qué? —contestó observándola.
—El camión que no llegó ayer al local se estrelló frente a un muro. Sin motivo alguno. —dijo asombrada aún por la noticia.
Justin bajó a mirar sus labios. —Ese color te queda estupendo.
Cheryl frunció el ceño. —¿Me has escuchado?
—Combina a la perfección con tu cabello.
—¡Justin! —alzó la voz al notar que este no le prestaba la mínima atención. —¡El camión se estampó!
El ojimiel la miró fijamente y levantó los hombros, algo desinteresado. —Esa es una terrible noticia. Debió fijarse por dónde conducía.
—Vaya, al parecer ni siquiera te interesa. —mencionó Cheryl poniendo los ojos en blanco.
—Pues yo no puedo hacer nada para cambiar el pasado. Ocurrió y ya, lo siento Cheryl. —finalizó, evitando comenzar una discusión entre ellos.
La chica en realidad pensaba lo raro que Justin podía llegar a comportarse en ocasiones. El silencio llegó hacía ellos, ninguno de los dos omitía ninguna palabra. Hasta que Cheryl se cansó y decidió romper el hielo.
—Quería invitarte a la feria.
—¿Por qué no lo hiciste? —preguntó sonriendo.
La pelirroja suspiró. —Mis abuelos irían, no podía hacerlo.
—Está bien, bonita —contestó, ruborizando a Cheryl completamente —, es mejor de este modo, ¿o acaso no es divertido vernos a escondidas?
La chica rió y habló. —¿Sólo me ves a mi?
—¿A qué te refieres? —cuestionó interesado.
—¿No tienes algún otro amigo?
Justin se mantuvo callado por unos segundos. —Solía tener un mejor amigo.
—¿Que ocurrió con él? —preguntó acercándose un poco más al castaño, prestándole atención.
—Pues... —intentó hablar Justin pero su voz se quebró un poco. Tosió para ocultarlo pero Cheryl se había dado cuenta. —Él se mudó.
Cheryl tocó un mechón de su brillante cabello oro, brindándole confianza. Ella quería que supiera que tenía una amiga en el cuál podía confiar sobre todas las cosas. Y ahora que por fin Justin se abría un poco con ella, no desperdiciaría esa oportunidad.
—¿A dónde?
Justin la miró. —No recuerdo, fue hace mucho tiempo.
—¿Cuál era su nombre? —insistió.
El ojimiel tragó saliva y tocó la mejilla de Cheryl, causando una explosión eléctrica en ella sin motivo alguno. Era totalmente diferente al toque de alguna otra persona común. Ella sentía diferente cada que sentía el tacto de Justin, aunque fuera por una milésima de segundo.
—Bryce Millers. —mencionó y enseguida cambió de tema. —Demos una vuelta al bosque, ¿quieres conocerlo?
Cheryl asintió con una sonrisa en los labios. Pero nunca olvidaría lo que Justin acababa de decirle. Bryce Millers. Tenía un presentimiento muy grande sobre ese nombre. Y lo iba a descubrir.
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