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Capitulo once.

"Amor mío"

—No estoy entendiendo, para serte sincero —dijo con el ceño fruncido—, ¿de qué estás hablando?

—Qué Justin no está muerto —contestó temblando —, él vive.

Bryce negó con nerviosismo. —¿Qué edad tiene?

—¿Justin?

Asintió el anciano.

Cheryl levantó los hombros. —No... no estoy segura, creo que veintiuno o veintidós, no aparenta más.

El señor Millers se rascó el mentón y desvió un poco la mirada. —Yo conocía a Justin, era mi mejor amigo. Ahora, ¿acaso yo aparento veintiún años? —preguntó mientras Cheryl permanecía callada. —¿No verdad? Tu teoría es ilógica jovencita. Por favor, necesito seguir trabajando.

—Pero...

—Pero nada. —la interrumpió secamente y comenzó a escribir en su libreta. —Necesito seguir haciendo cálculos de la biblioteca. Hasta luego.

La pelirroja apretó los labios furiosa y retrocedió. No podía irse así, no con la apariencia de una mentirosa frente a ese señor. Ella conocía a Justin y se lo iba a demostrar. Giró de nuevo y caminó en su dirección. —Es castaño, —el anciano la miró —, tiene ojos avellana, un tatuaje del número veinticuatro sobre su piel, pequeñas y poco notables cicatrices en su cuello —respiró y prosiguió mientras Bryce prestaba atención—, vive en una de las pocas casas fuera del pueblo, en el bosque cerca del lago, es grande y parece abandonada. Justin es mi mejor amigo, tiene que creerme y solo usted puede ayudarme. No solo a mí, a Justin también.

Millers quedó boquiabierto tras las confesiones de la pelirroja. Y aunque le costaba creer lo que escuchaba, por muy increíble que fuera, dentro de él sabía que decía la verdad. Todas las descripciones que salieron de su boca, confirmaba que era cierto. Cheryl podía ver a Justin.

—¿Cuando fue la primera vez que lo viste? —preguntó interesado y le ofreció sentarse frente a su escritorio.

La chica suspiró tomando asiento. —Desde que me mude aquí. Recuerdo que había salido a conocer el lago, y allí fue donde lo vi por primera vez —sonrió estúpidamente pero enseguida borró la sonrisa—, fue un lindo encuentro.

Bryce tomó la mano de la chica, confundiéndola un poco. —Cheryl... tienes una conexión demasiado fuerte con las almas.

—Es imposible —contestó apenas audible —, ya le he dicho que Justin no está muerto, él no falleció.

—Lo está —apretó aún más su mano —, murió recién que cumplió los veintidós.

La chica trataba de omitir las sensaciones espantosas que provenían de su pecho. Él no podía estar muerto. —No... no, no. Dios, ¡Yo puedo verlo!

Bryce cerró los ojos con compasión. —Muchos de nosotros podemos experimentar ciertas cosas con el más allá. No sé por qué, ni cómo, pero eres una de ellas. Algunas personas solo sienten la presencia de algo extraño vagando por sus casas, haciendo travesuras, otras pueden verlos. Pero tú..  tú me hablas de él cómo si fuera una persona real.

—Lo es— confirmó seriamente. —Enserio lo es.

—¿Has presenciado acontecimientos raros desde que llegó a tu vida? —preguntó.

Cheryl contestaría un no de inmediato, pero mejor pensó bien la respuesta. Acontecimientos raros.

El choque del camión cerca del local dónde trabaja.
Aquella vez en el lago dónde la habían visto reír sola en el agua.
Cuando el perro de Martha escapó en el bosque y está no percató la presencia de él.
Cuando las luces de su habitación se encendían y apagaban solas.
La bipolaridad de Justin.
El sueño que tuvo noches atrás.

Ahora todo comenzaba a tener sentido. Algo no andaba bien desde ese entonces.

—Sí, han ocurrido, pero nunca les tomé importancia. —sintió como su corazón estaba a punto de salir de su pecho. —Esto no puede estar pasando.

Bryce al igual que ella, estaba confundido. Tenía años sin escuchar el nombre de aquel castaño, y ahora estaba allí, frente a una chica diciéndole que no estaba muerto.

—¿Cómo murió? —preguntó de inmediato mientras sus manos sudaban frío. —Dígame cómo murió.

—Yo... —Bryce empezó a oprimir la pluma una y otra vez, mientras la punta salía y volvía a esconderse, provocando un irritante sonido. —No quiero hablar de eso, Cheryl. Si esto es cierto, Justin tendrá que ser el que te lo cuente.

La pelirroja negó, no satisfecha insistió. —Necesito saberlo.

—No soy el indicado para eso.

—¿Cómo pretendes que le diga a un maldito muerto por qué murió? —dijo exaltada. —¡Esto no tiene sentido, joder!

Bryce mantuvo la calma y dió un fuerte suspiro. —Ven mañana, te prometo respuestas de todo esto.

—No puedo esperar.

—Tendrás que.

(•••)

El reloj marcó las doce en punto. Sus abuelos dormían y aprovechó la situación para ir al bosque. Gracias al flash de su celular, pudo llegar fácilmente a la orilla del lago. No lo había citado ahí, ni mucho menos había hablado con él, pero sabía que en cualquier momento aparecería allí.

Y percató como su sombra se hacía presente, en una tiniebla al rededor ocultando sus finas facciones... Sabía que era él. Su estómago no mentía, y cada que sentía su presencia, éste comenzaba a dar vueltas provocando unas leves náuseas. Su mirada encontró sus ojos, los cuáles eran grises con la oscuridad de la noche y de la poca luz de la luna. Se acercó, y con valentía permaneció ahí. No iba a correr, ni a escapar, permanecería allí, inmóvil hasta tenerlo frente a frente. Su aliento ya alcanzaba a rozar la piel de Cheryl, provocando escalofríos. Posó la palma de su mano sobre su mejilla, y notó cómo estaba terriblemente helada. Frío. Podía sentir un frío incontrolable al sentir el tacto del castaño.

Sin previo aviso, una lágrima llena de dolor bajó por su mejilla, e intentó limpiarla pero Justin no se lo permitió. Tal vez le gustaba ver como alguien verdaderamente sufría por él, cómo alguien por fin se preocupaba realmente por él, cómo alguien podía tener sentimientos por él. Esa lágrima era oro para el ojimiel.

—¿Puedes sentirme? —susurró Cheryl cerrando los ojos y disfrutando el tacto del ojimiel.

—Más real que nunca.

Cheryl no sabía si en verdad podía sentirla. Acercó sus labios y sin poder entender por qué podía sentir su tacto y su piel, tocó su boca. Explosiones dentro de ella se hicieron presentes, y podía sentir como volaba sobre las nubes. Podía sentir el beso, podía sentir a Justin, era más real que nunca, definitivamente. Él estaba vivo dentro de ella.

Ese beso fue el pacto final entre ellos. Él era bueno, era un alma buena vagando por el mundo de los mortales sin encontrar respuestas. Hasta que la encontró a ella, su ángel guardián.

Se separó de sus labios con dificultad y la miró directamente. —Dime que lo sentiste.

Cheryl asintió cerrando los ojos.

—No puedo entenderlo, por qué solo tú puedes verme —habló de nuevo, rozando su nariz con la de ella —, dime por qué yo puedo sentirte. Dime una explicación a esto, amor mío.

Amor. Una palabra demasiado fuerte en ese momento. Amor. Un significado valioso. Amor. Lo que sentía por ella.

Justin había dicho la palabra más deseada por una mujer enamorada. Amor mío. Su amor era de él, y él era de ella. Era verdad... Justin no era real en el mundo de los vivos, pero era real y tenía vida dentro de la pelirroja. Si no fuera amor verdadero, estaba segura que no podría ni siquiera verlo.

Cheryl tenía una misión. Salvar a Justin. Salvar el amor que sentían ambos.

—Es momento de que sepas la verdad, cielo. —susurró sobre sus labios temblorosos. —Sé que ahora sabes quién soy en realidad. Solo prométeme que no me dejarás, que no me tendrás miedo.

—Te lo prometo, amor mío.

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