Capítulo diez.
"La biblioteca"
Los días transcurrieron lentamente para Cheryl, exactamente una semana. Una semana llena de dudas y preguntas que no la dejaban en paz, una semana sin ver a Justin, y aun que no lo había visto físicamente, podía sentir su presencia con ella como cada noche, podía sentir su calor, su respiración y hasta su aroma, sin saber el porqué. La necesidad de verlo cada vez aumentaba, pero de tan solo pensarlo sus piernas y manos temblaban, evadiendo completamente ese pensamiento. No podía verlo, no aún. No estaba, ni se sentía preparada. Algo en ella la obligaba a buscar las respuestas antes de ver de nuevo aquellos ojos avellana.
Sábado por la mañana, como era costumbre, el olor del desayuno de la abuela se impregnaba por toda la casa. Lo único que distraía a Cheryl era el trabajo en el pequeño bar, lamentablemente ese día no iría a trabajar, pues el local cerraría gracias a que hoy surtían el lugar de mercancía.
Pasaron horas, hasta que la chica se hartó de no hacer nada aparte de estar acostada y pensativa en su cama. Avisó a sus abuelos que saldría al pueblo a caminar. Insistieron en acompañarla pero ella se negó, dejándolos un poco desconcertados. Antes de salir de su hogar, echó un vistazo a lo lejos sobre la casa de Justin y lanzó un suspiro. Lo extrañaba, demasiado, para ser sincera.
Al llegar al pueblo, se decidió ir por un chocolate caliente a la cafetería, ya que podía notar como salía humo por su boca gracias al tremendo frió que hacía y sus manos comenzaban a entumirse. Dos calles antes de llegar a su destino, percató de un lugar que llamó totalmente su atención. Una biblioteca. ¿Será la misma librería de la señora Millers? Pensó.
Con mucho interés, caminó hacía el local y abrió la puerta. Era un lugar demasiado acogedor, gabinetes completamente llenos de libros, mesas y sillas de madera en el centro y unas pocas computadoras viejas en la esquina. Había pocas personas leyendo. Se dirigió hacía un escritorio que tenía un letrero, el cual decía Información sobre ella. Un hombre yacía de espaldas, leyendo el periódico del día. —Buenas tardes.
El hombre volteó, haciendo rechinar la silla giratoria en la que estaba sentado y miró a la pelirroja. —Buenas tardes, señorita. ¿En qué puedo ayudarla?
Cheryl notó que llevaba un gafete pequeño sobre su pecho del lado derecho. Bryce.
—Yo, eh, es la primera vez que vengo aquí. —contestó—, ¿qué me recomienda leer?
El hombre sonrió con ternura. Era viejo, muy viejo. Su cabello era totalmente blanco, portaba unas gafas que hacían resaltar sus ojos azules y sus arrugas eran evidentes. —Ya veo, eso depende de que te guste leer. Hay una cantidad enorme de libros aquí.
—Sí —asintió Cheryl. —Me gustan las comedias románticas.
—Se encuentran en el área B, al fondo a la derecha.
La chica asintió de nuevo, y estaba a punto de alejarse, pero volteó de nuevo con nerviosismo y miró al anciano. —Bryce, ¿cierto?
El viejo frunció el ceño. —¿Te conozco, jovencita?
—No —respondió —, y yo tampoco lo conozco. Pero he escuchado sobre usted. Hace días su esposa fue al bar de McKensey, donde yo trabajo y me contó que tenían una biblioteca.
—Ah, ¡claro! —rió para sí mismo. —Mi mujer suele ir allí a comprar el almuerzo para ambos. Que gusto que hayas decidido en venir, cada semana traemos libros nuevos.
La pelirroja sonrió. —Si, ya veo. Felicidades, es muy bonita su biblioteca.
—Gracias jovencita, puedes venir cuando gustes —contestó entusiasmado.
—Mi nombre es Cheryl, puede llamarme así. No hay problema.
Bryce asintió. —Claro, Cheryl. ¿Te puedo ayudar en algo más?
La chica suspiró y armándose de valor respondió. —En realidad, si.
—¿En qué? —dijo interesado, mientras subía sus gafas sobre su nariz arrugada.
—¿Usted... conoce a... —tragó saliva, temiendo de la respuesta —, a Justin?
El hombre la miró desconcertado y confundido. —¿Perdón?
—Si, a Justin. Un joven castaño, ojos claros...
—Justin Bieber —la interrumpió Bryce. —Claro, sé quién es Justin.
A Cheryl le brillaron los ojos al escucharlo. —¿De verdad?
—Si, lo conocía —contestó apretando sus labios. —¿Por qué?
La pelirroja postró cara de confusión. ¿Por qué hablaba en pasado? —¿Lo conocía?
—Jovencita —se disculpó —, quiero decir, Cheryl, ¿Por qué tanto interés en él? Nadie me había mencionado a Justin desde hace... años.
—¿Qué quiere decir, Bryce? No estoy entendiendo.
—Justin murió, hace décadas. ¿De dónde lo conocías tú? Es imposible. —contestó totalmente desubicado.
Cheryl sintió como la sangre la bajaba de inmediato. —No lo conocía... lo conozco. Es mi amigo.
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