2. Voy a apoyarte
La tarde de ese mismo día, cuando Spreen llegó a la puerta de su casa, estaba aun más molesto.
Carre y Robleis lo arrastraron al club tan pronto terminó la clase, quitandole la oportunidad de confirmar con Roier si Cellbit "el brazuca pelotudo" Lange era la persona por la que estaba practicando su confesión.
—¿Y quién practica una confesión de todos modos? —habló en voz baja mientras giraba el picaporte y entraba en su casa.
Bueno, ¿quién era el para hablar? Quizas era él quien necesitaba practicar si es que no quería que fuera demasiado tarde.
—¿Missa? —llamó a su hermano menor mientras se adentraba en su casa, aunque el característico sonido de videojuegos viniendo de la televisión de su habitación lo delató.
—¡Aaah! ¡No se vale, Missa!
Spreen alzó ambas cejas al reconocer la voz de Roier, dejo que sus pasos lo guiaran y al entrar vio a su hermano menor y a Roier sentados comodamente en el sofá de su habitación, bastante entretenidos en un videojuego de carreras.
No le dio mucha importancia y dejó su mochila en el escritorio, era bastante normal encontarse a Roier en su casa, ya sea para jugar, estudiar, hacer tareas o simplemente pasar el rato con él y Missa.
—¿Donde andabas, wey? —le preguntó Roier sin despegar la vista de la pantalla.
—El boludo de Robleis le anda haciendo cambios al guión del documental otra vez... toca que Carre y yo le paremos un poco el rollo antes de que eche a perder todo el avance que traemos —le contestó, mientras comenzaba a quitarse su camisa para cambiarse por algo más cómodo.
Roier rió entre dientes —Es que Rob es muy creativo.
Spreen frunció el ceño. No. No se estaba poniendo celoso de su amigo también, definitivamente no.
Sacudió su cabeza alejando esos pensamientos —¿Vos que hacés acá?
El castaño finalmente miró en su dirección —Vine a que me ayudes con lo de matemáticas.
—¿Cómo? —Missa puso pausa al juego y habló en falsa indignación— ¿no venías a jugar conmigo?
—Osea, sí, pero también ocupo ayuda con esto, perdón Missa.
—¿Otra vez? —Spreen exclamó, quisiera decir que sorprendido, pero realmente no, a decir verdad ya estaba acostumbrado a que el castaño recurriera a él cuando de números se trataba— Amigo, siempre lo mismo, ¿no has probado hacerlo por tu cuenta alguna vez?
—Oh vamos Spreen, tampoco seas así —Missa intervino sonriendo malevolamente—, si sigues siendo un gruñón nadie se va a enamorar nunca de tí.
Spreen lo miró duramente.
—¿Vos ya hiciste tu tarea?
Missa se congeló.
—¡A-acabo de recordar que tengo algo que hacer! Ya me iba de todos modos —rió Missa nervioso mientras terminaba el juego y apagaba la consola— ¡Suerte Roier! Spreen será muy inteligente, pero bastante estricto.
Y con eso y una sonrisa inocente salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.
Unos minutos después, Spreen había hecho espacio en su escritorio y acercado una silla más, ambos chicos estaban sentados resolviendo los problemas que debían entregar al día siguiente.
O más bien, Spreen resolvía. Roier se dedicaba solamente a mirarlo furtivamente.
《Práctica de confesión... ¿en que vergas estaba pensando?》se recriminaba mientras jugaba con su lapicero.
—Si no vas a hacer nada, andate a tu casa, Roier —le dijo Spreen sin mirarlo.
Roier parpadeó confundido. Si bien estaba acostumbrado al tono insípido de su amigo, hoy parecía especialmente enojado.
Y hubiera hecho lo que mejor sabía hacer: molestarlo con eso, por alguna razón su instinto le decía de no preguntar.
Suspiró derrotado, decidiendo hacer algo de provecho y resolver los problemas que tenía de tarea.
Si tan solo supiera como...
—Spreen... ¿me ayudas con este? —sonrió tímidamente mientras señalaba el primer problema.
Spreen miró primero el cuaderno y luego a Roier —Con todos, ¿dirás?
—Bueno sí, jajaja
—En serio Roier, sos todo un caso, a ver —dijo el pelinegro mientras acercaba más su silla y se pegaba al castaño—, acá usas esta fórmula y se hace solo, no es tan dificil.
Pero Roier dejó de escucharlo cuando sus rodillas se rozaron y pudo sentir la respiración de Spreen hacer cosquillas en el lado de su cuello.
—¿Capo?
—¡Ah! —despertó de su trance— Si, si, ya entendí.
No entendió ni vergas.
Spreen regresó a su posición inicial, habiendo terminado sus propias ecuaciones tomó una revista y comenzó a hojearla, mientras con su mano derecha jugaba a girar su propio lapicero.
Y Roier pudo ponerse manos a la obra, pero en su lugar volvió a mirarlo disimuladamente tal cual psicopata.
Su perfil serio, mirada penetrante, pestañas bonitas y ese bonito lunar bajo sus ojos. No era justo que fuera tan lindo.
Todo era fácil con Spreen. Jugar, pelear, perdonarse, ayudarse, hablar, reir, llorar....
¿Entonces por qué era tan difícil decirle lo que en verdad sentía por él?
Roier recordó el día anterior, su fallida confesión y la nula respuesta de Spreen. Claro que lo que más deseaba era que correspondiera sus sentimientos, o ya de perdido que lo rechazara tajantemente.
Pero no tener reacción alguna era preocupante, ¿acaso ni siquiera le importaba?
—Spreen...
—¿Mm? —respondió vagamente sin despegar la vista de su revista ni dejar de mover el lapicero entre sus dedos.
—¿Qué harías... si consigo un novio?
Los dedos de Spreen se movieron por si mismos y empuñó su lapicero como si fuera un cuchillo, preparado a apuñalar a quién quiera que fuera el estupido novio en la estúpida pregunta del estupido Roier.
Aunque su molestia continuó, se forzó a mantener un semblante tranquilo.
—Pues me alegraría—empezó con amargura, sin mirarlo—, significaría que hice un buen trabajo como tu compañero de práctica, ¿no?
Roier sintió como si le arrojaran un balde de agua helada, de pronto vio demasiado interesante los números en su cuaderno —Ya veo...
Spreen conocía a Roier de toda la vida, y sabía con exactitud que el tono triste que usó denotaba que algo lo preocupaba enormemente, se giró un poco a mirarlo, y por supuesto, ya estaba haciendo un puchero.
Se sintió un poco como un idiota. ¿Qué le daba el derecho de enojarse? Roier tenía a alguien que le gustaba, y claramente se estaba esforzando en lograr algo con quien quiera que fuera, mientras él no era más que un cobarde que no podía declararsele a su mejor amigo.
Lo menos que podía hacer era tratar de ser fiel a lo que acababa de decirle.
—Vos podés... contás conmigo, capo.
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—Vos podés... contás conmigo, capo.
Roier se repetía esas palabras una y otra vez sin poder conciliar el sueño ya en la comodidad de su cama un par de horas más tarde.
—Pinche Spreen pendejo... —susurró en la oscuridad, ¿en verdad no le importaba en lo absoluto?
¿Debía dejarlo?
...
...
...
—¡CLARO QUE NO! —pateó las sábanas y se incorporó en la cama— ¡YA VERAS CABRÓN!
La puerta de su habitación se abrió con un portazo y para cuando Roier volteó fue recibido por un cojín que dió de lleno en su cara, de la mano pequeña pero letal de su hermana menor Rivers.
—¡ROIER HIJO DE TU PUTA MADRE, DUERMETE DE UNA PERRA VEZ! —le gritó antes de salir y cerrar con la misma fuerza.
No debía ser tan complicado, pensaba Roier mientras arrojaba el cojín a un lado y se volvía a recostar.
Solo debía seguir practicando.
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Y así lo hizo, al día siguiente...
—¡Me gustas! —saltó Roier de detrás de un pilar, asustando a Spreen y haciendolo derramar al suelo la lata de Speed que acababa de comprar.
—¡¿Qué hacés pelotudo?! ¡Anda a comprarme otra pero ya!
—¿Y bien? —preguntó Roier con ojos brillantes, ignorando por completo el enojo del pelinegro— ¿te emocionaste? ¿dió un vuelco tu corazón?
—¡Lo único que va a dar un vuelco acá va a ser tu cuello si volvés a asustarme así!
Y al siguiente...
—¡Boom, tss, boom, tss! Soy Roier, no lo dudes, soy sincero. Tú me gustas mucho, y eso es verdadero, ¿Quieres salir conmigo? Ese es mi deseo, ¡yo! ¡yo!
Spreen lo miró con una cara de asco total.
—La escribí esta mañana —dijo Roier, orgulloso de su obra maestra— ¿opiniones?
—Ni en pedo volvás a hacer eso... das pena ajena, amigo...
Y al siguiente.
—Hice lo que me dijiste e investigué algunas frases que podrían servir —dijo Roier con orgullo mientras le mostraba una hoja de cuaderno arrancada.
—Bien ahí capo, ¿ves? No tenés que quebrarte tanto la cabeza... ¿qué tenés?
—"¿Acaso eres google? Porque tienes todo lo que busco" —guiñó un ojo.
—No.
Roier hizo un puchero, le parecía bastante buena —Bueno, ¿y esta? "¿Traes chicle? Es que se te ve un paquetote"
—Borrá esa mierda de tu lista y de tu mente, pelotudo, ¿algo más?
—Mmmta, nada te gusta... bueno, esta es linda, habla a futuro: "Quiero que nuestro futuro este lleno de metas, entre más me la metas--¡HEY!
Spreen tomó con agresividad la hoja de las manos del castaño y la hizo añicos frente a sus ojos.
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—Chingas a tu madre, Spreen, todavía que fue tu idea —Roier masticaba con molestia su almuerzo mientras recordaba como días atrás el pelinegro rompió en pedacitos la hoja de frases que tanto tiempo se llevó en investigar. Todavía ni llegaba a las mejores...
—¿Sigues con eso de la práctica, mien? —Mariana preguntó frente suyo, sentado en la mesa de la cafetería junto con Aldo.
—Si wey... aunque el pendejo sigue diciendome que está todo mal...
—Uy si, porque tiene mucha práctica el don conquistador —Aldo rodó los ojos—, mira, a mi no me gusta nadie, pero no creo que sea tan difícil.
—Es lo que yo digo —agregó Mariana—, además, ¿no son amigos desde niños? Debería incluso ser más fácil, ¿no?
Roier hizo una mueca —Precisamente eso es lo que lo hace más complicado.
Apoyó el codo sobre la mesa y su mentón sobre su mano, mirando por la ventana a los jardínes.
—Si tan solo hubieran guías sobre el amor...
—¡Guapito!
Roier giró levemente la cabeza y se encontró con Cellbit de pie junto a su mesa.
—¿Tienes un segundo?
—Si ¿qué pasó?
Cellbit buscó algo entre su sudadera y sacó un par de boletos —El fin de semana hay un evento de aquel juego que te interesaba... ¿te gustaría ir conmigo?
Roier se levantó casi de un salto, dejando caer lo que quedaba de su almuerzo y sorprendiendo a Mariana y Aldo en el proceso, quienes se miraron mutuamente.
—¡¿En serio?! ¡SI! ¡Vamos! ¡No mames, capaz y hay mostruos y así!
Cellbit sonrió mientras le entregaba uno de los boletos —Nos vemos allá entonces, no llegues tarde.
—¡OBVIO NO! ¡Gracias!
Agitando la mano a modo de despedida, Cellbit comenzó a alejarse mientras Roier volvía a sentarse, mirando el boleto con ilusión.
—Mien... ¿en serio vas a ir?
Roier salió de sus pensamientos para encontrarse a unos bastante sorprendidos Mariana y Aldo mirándolo fijamente.
—Pues sí, ¿no? Tiene poquito que Cellbo me empezó a enseñar de enigmas y eso, esta bastante chido la verdad.
—No es eso mi Roier —interrumpió Aldo— ¿En verdad vas a ir solo con Cellbit?
El castaño parpadeó confundido —Pues solo son dos entradas... ¿o qué? ¿Quieren ir? Igual si le pregunto donde las consiguió puedo comprar para ustedes.
—No mien... creo que si le dices eso el brasileño nos va a matar o algo —rio Mariana nervioso, rascandose la nuca.
—¿Cellbit? Ay, no creo que se enoje si invito a más personas.
Roier era un pendejo. Y así lo querían. Pero nunca pensaron que fuera TAN pendejo.
—A ver papi —Aldo juntó toda su paciencia para hablar de nuevo— Piensalo, Cellbit y tú, a solas, en un evento, ¿no te suena eso a una cit--
—¡VERGA! —interrumpió Roier— ¡Yo acá diciendo que consigamos más entradas y ya me gasté el dinero de esta semana! —de dos grandes sorbos se terminó lo que quedaba de su jugo y se levantó nuevamente— ¡Deja le pregunto a Cellbo si van a vender cosas o así para ver si le pido a la Rivers! ¡Los veo luego!
Aldo y Mariana apenas tuvieron tiempo de reaccionar cuando Roier ya se había alejado por donde Cellbit había llegado.
Si. Su amigo era muy pendejo.
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Hasta acá el segundo capítulo, Cellbo no pierde el tiempo (?
Gracias por leer! 🩷
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