UNA CASA DE ENSUEÑO
Empezaba a oscurecer cuando salimos del restaurante, se había quedado una tarde bastante agradable, no hacía ni frío ni calor. Además, se podía observar simultáneamente al majestuoso Sol, que se iba escondiendo poco a poco en el firmamento para darle paso a una imponente Luna que empezaba a hacer acto de presencia. El cielo tomó en ese mismo momento un color anaranjado espectacular, digno de fotografiar. Con estas vistas de postal de viaje nos subimos al coche y nos pusimos en marcha rumbo a la casa de Gómez.
Pasamos el camino bastante callados, sin articular casi palabra alguna, tan solo escuchando música. De vez en cuando nos dirigimos alguna que otra mirada furtiva cuando el otro no miraba, de esas que piensas que no te está mirando o que no lo estás mirando, pero que puedes sentirla, como si estuviera grabada a fuego en la piel. No había malicia en las miradas, al menos por mi parte, simplemente, no había otra cosa que ver, el paisaje oscurecía por momentos y era bastante monótono. Además, estaba empachada y cansada, no tenía muchas ganas de hablar, lo único que otra vez empezaba a revivir lo ocurrido con Martín. Por suerte, Robert interrumpió mis pensamientos,
—Pues esta es mi humilde morada, hemos llegado, —dijo señalando un chalet que tenía de todo menos de humilde.
Era inmenso, estaba cercado por un muro blanco lleno de enredaderas y rosas. Se entraba por una puerta de apertura automática también de color blanco inmaculado. Además, el entorno estaba muy bien iluminando, por lo que pude ver que estaba colmado de copiosos árboles y plantas multicolor bien arregladas y de un gusto exquisito. Todo ello postrado sobre un césped de corte impoluto. Sobre él se bifurcaban dos caminos hechos con losetas de piedra; uno que seguía hasta el inmueble y otro hacia el garaje. Robert tomó el desvío de la derecha para ir al estacionamiento.
En el trayecto hasta el garaje, también blanco y acristalado, me percaté de muchos detalles. El jardín tenía un pequeño pozo de piedra muy elegante y una carpa blanca y alta con una mesa y sus respectivas sillas, al lado de una barbacoa también tallada en piedra. Más adelante hizo acto de presencia una larga piscina con varias hamacas y con luz interior. Era de color morado, lo que hacia que el agua adquiera el mismo tono. La piscina estaba cubierta dentro de una habitación de cristal. Definitivamente, era una casa de ensueño, de las de catálogo de revista.
Finalmente entramos al garaje, el cual abrió con un mando a distancia, sin la necesidad de bajarse del coche. Calculé por encima que podrían caber perfectamente ocho vehículos en su interior. Descendimos del Porsche y accedimos a la casa por una pequeña puerta que comunicaba ambos habitáculos.
—Ven, te enseñaré la casa primero y luego te llevaré tus aposentos y te encerraré de por vida. Hasta que alguien vaya a salvarte, —bromeó Robert.
—¡Ay, no! Sabía que eras un psicópata de esos que tienen cara de ángel y luego son el mismo diablo. —Le seguí la broma, aunque soné un poco forzada, realmente tenía un poco de miedo en el cuerpo aún. Estaba en la casa de un completo desconocido, del que me fiaba solo porque no tenía otra opción y porque me parecía a priori buena persona, pero bueno, ya estaba aquí, no había marcha atrás.
Gómez me guió por la estancia y una a una me fue enseñando todas las habitaciones; un comedor donde lo que más destacaba era una chimenea muy coqueta y moderna, era muy acogedor. Una sala de estar muy amplia con varios sillones y un proyector, ambos habitáculos muy luminosos gracias a las grandes cristaleras de las paredes. Dos habitaciones, la suya y de su esposa, con vestidor tipo suite y con baño en su interior y la habitación de su hijo decorada de manera graciosa e infantil. Otro baño completo con bañera y un aseo y, por último, me mostró la cocina con una bonita isla en medio, totalmente rodeada de cristales, lo que daba más sensación de amplitud. Además, estaba conectada mediante una puerta de corredera con una pequeña terraza donde tenían otra mesa.
Por suerte me fijé en que había fotos de su hijo, de Golfo y de su mujer en distintas zonas repartidas por la casa, lo que daba mayor credibilidad a lo que me había contado. Suspiré algo aliviada y pude relajarme un poco más.
—Pues esto es todo lo que hay que ver por aquí, ahora sí, te mostraré tus aposentos. Señorita, acompáñeme por aquí.
Esto es todo... como si fuera poco. Quizá mi casa cabría dentro del salón de ésta y eso que la mía tampoco era pequeña, bueno, la que hasta entonces había sido mi casa al menos... Al pensar en ello, casi se me sale una lágrima. Tuve que respirar profundo y continuar el paso de Robert para evitarlo, no quería volver a montar una escena. Sumida en mis pensamientos me dejé guiar de nuevo hacia el garaje. En él había otra puerta por la que accedimos a una pequeña casa, la de invitados.
—¡Vaya! No está mal para ser los aposentos de una prisionera, —intenté retomar la broma de antes.
—Bueno, me gusta que mis prisioneros tengan un espacio agradable para pasar sus últimos días, —rió. —Aquí no te molestará nadie. Por cierto, puedes entrar desde el garaje o por la puerta principal, pasando la piscina, a la derecha.
—De acuerdo, gracias de nuevo Gómez y perdona las molestias. Me iré lo antes posible te lo prometo. Intentaré pasar desapercibida y no estorbar ni molestar mucho.
—No te preocupes, no molestarás, estoy seguro de ello. No quiero que pienses cosas en negativo, ¿vale? Será la primera tarea que te mando de tus terapias. Además, ¿qué mejor manera para conocernos todos que así? Si vas a cuidar a mi hijo prefiero que haya confianza.
—Bueno, vale, lo intentaré, no te prometo que lo consiga a corto plazo, pero me esforzaré. Gracias.
—Pues te dejo tranquila ya, para que te instales. Ahora te traeré las bolsas de la ropa que compramos antes, que nos las olvidamos en el coche, vete echándole un vistazo a esto y poniéndolo a tu gusto si quieres mover algo o lo que sea.
—Genial, gracias, voy a verlo todo bien en lo que vienes.
Gómez salió de la habitación y me puse a mirar muy por encima todo, sin mucho detenimiento, lo que si me percaté enseguida es que no había cocina, por lo que supuse que era compartida con la casa principal. No pasó mucho tiempo hasta que Robert regresó.
—Aquí tienes tus cosas. Te he traído un pijama de mi mujer, caí en la cuenta de camino que no nos acordamos de comprar uno antes.
—¡Ay es verdad! ¡Qué estúpida! Gracias.
—¿Qué dijimos de pensamientos negativos hace un momento? Llamarte estúpida cuenta como ello, jummm.
—Es verdad, tienes razón. Te dije que me iba a costar, pero seguiré intentándolo.
—Anda, anda, inténtalo mejor, entonces. Buenas noches. Para cualquier cosa que necesites tienes mi número registrado en la agenda del teléfono. Intenta descansar, lo necesitas, ya mañana hablamos sobre el trabajo, de las condiciones y demás, a ver que te parecen. ¡Ah! Y sobre todo no te olvides de las sesiones de terapia, hay que empezarlas cuanto antes, no quiero tenerte aquí encerrada toda la vida, —dijo a modo de broma.
—Seguro que las condiciones son perfectas y mejores de lo que merezco, así que no habrá problema para llegar a un consenso. Sé que me repito, pero no me canso de decirlo, gracias por todo de verdad. Buenas noches.
—Otra vez con negatividades... Te va a costar aprender eso, ¿eh? Te voy a empezar a quitar salario como sigas así, —rió. —Mereces más de lo que crees, así que no vuelvas a hablar así, por favor.
—Pues sí, se ve que soy dura de mollera, tendré que aplicarme más, no puedo quitarte lo más mínimo de razón.
—Lo trabajaremos, no te preocupes. ¡Ah! Ten las llaves de aquí, para que puedas moverte con total libertad. Ahora sí, buenas noches, que descanses bien.
—Buenas noches, tú también, descansa.
Acto seguido Gómez abandonó la casa de invitados cerrando la puerta tras de sí. Dejándome sola y con mi sufrimiento por primera vez desde hacía bastantes horas. A ver cómo me iba a distraer ahora, no había pasado ni un minuto y ya tenía escalofríos y me sudaban las manos...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro