ROMPECABEZA MENTAL
Los días se sucedieron con normalidad y Steven seguía tratándome como nunca. Quien nos viera desde fuera vería la bonita y perfecta pareja que hacíamos. Más de uno nos envidiaría seguro, y pensar que estuve a punto de perderlo... ¡Ay! No quería ni imaginarlo.
Mi marido se encontraba como cada lunes en el trabajo, así que puse música alta y tranquilamente, con una sonrisa tonta dibujada en la cara, empecé a preparar el almuerzo para cuando llegase.
¡Ding dong! Sonó de repente el timbre de la casa, rompiendo el aura de paz que se había creado mientras realizaba mis labores bajo el hilo musical. Salí precipitadamente hacia la puerta, pero para cuando la abrí, no había nadie.
Miré hacia los alrededores asomando la cabeza por el marco de la puerta, no había ni rastro alguno de ninguna persona. No fue hasta pasados unos instantes que me percaté, cuando bajé la vista, de que había una gran caja en el suelo. Extrañada, la abrí con recelo, el interior estaba repleto de ropa, zapatos, maquillaje, un perfume, papeles y una carta doblada.
Abrí el sobre con curiosidad, estaba claro que no se habían equivocado con la casa, querían dejarla exactamente ahí, para que yo la viera. Lo sé porque en esta rezaba en el borde izquierdo superior mi nombre y apellidos. La leí incrédula.
"Querida Isis, nosotros, tus preciados recuerdos, queremos devolverte tu esencia, tuyo es esto que tu yo pasado cercano ha utilizado, recuerda quién eres, pero sobre todo, recuerda quién eras".
No entendí muy bien el mensaje, pero entré la caja a casa y me puse a rebuscar en ella, la curiosidad me mataba. Pronto me di cuenta que las cosas eran de mi talla, además, todo era muy bonito. También me resultó todo un poco... ¿familiar? Pero no recordaba haber usado nada de esto antes. ¡Qué raro! ¿Y esos documentos? Arrugado junto a la ropa encontré unos papeles, que comencé a leer enseguida... ¡Era mi letra! ¿Pero cómo...? ¿Qué demonios era esto? ¿Qué estaba pasando? El texto hablaba de Steven y de mí, pero no era el Steven que conocía, no podía ser, lo describía como... ¡Como un monstruo! No podía ser que yo hubiera escrito todo esto, alguien me quería jugar una mala pasada... pero, ¿quién? ¿Qué ganaban con todo esto?
Quité los papeles de mi vista, aterrada. No daba crédito a lo que acababa de leer y eso que sólo había ojeado el principio. Metí corriendo todo de nuevo en la caja y la escondí en el armario, Steven no debería verlo jamás. Tampoco es que yo quisiera volver a saber de esto, pero por alguna extraña razón no quise tirarla. Era como si algo dentro de mí me dijese que lo más recomendable era guardar eso en secreto.
Al cabo de poco tiempo llegó mi marido, el de verdad, el bueno de Steven, no el demonio descrito en esos papeluchos. Intenté olvidar el tema, total, no era verdad, no tenía con quien compartirlo y no podía decirle nada, seguro que le sentaría fatal y más viendo que era mi letra, ¿cómo se lo explicaría? Encima el texto estaba tan bien escrito y tan bien detallado...
Steven tenía el semblante serio, debía de tener un mal día. Estuvimos comiendo en un incómodo y absoluto silencio, sin apenas mirarnos. ¿Qué le habría pasado? Nada más terminar de comer, inició una discusión sin sentido. De repente me vi disculpándome por todo sin saber muy bien ni por qué, no entendía nada.Poco a poco la voz de él se fue elevando hasta convertirse en un grito y de repente...
Algo despertó en mi interior, algo oculto que se negaba a salir. Mis recuerdos empezaron a volver uno tras otro agolpándose y arremolinándose en mi cerebro, cogiendo forma poco a poco. Los golpes, la huida, Robert, mis padres, la denuncia, Cris, el juicio... De repente lo recordé todo y empecé a odiarme por olvidar algo tan importante, pero ese odio hacia mí misma no era nada comparado con el que sentía hacia la persona que tenía delante.
—¡Hijo de puta! ¡Te odio! Me has estado manipulando y utilizando a tu favor porque había perdido mis recuerdos. —Grité, con valentía, pero con miedo.
Acto seguido Steven se abalanzó sobre mí, por suerte pude esquivar el envite y salir corriendo lejos de él y de la casa, fue entonces cuando rompí a llorar. Me había estado conteniendo para no darle la satisfacción de verme sufrir más por él.
Me senté en un banco de las proximidades mientras terminaba de recomponer el rompecabezas mental que tenía formado en mi interior. Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando se acercó un extraño. A medida que se iba acercando a mí, su cara me resultó familiar. Sabía que había vivido una escena muy parecida a esta tiempo atrás, pero, ¿cuándo? ¿Cómo había sido...? Lo supe cuando me dio un pañuelo para secar mis lágrimas, removiendo así mis recuerdos.
Era el médico que me había atendido cuando me golpeé la cabeza, el mismo que me había dejado flores en el hospital la vez que sufrí el amago de infarto. Ahora lo recordaba bien, lo había visto dejarlas en la mesa antes de caer dormida, pero lo había olvidado. También, había sido el mismo al que le devolví la cartera perdida. Con él me había chocado aquella noche al salir del bar. Era... ¿cómo ponía en su DNI que se llama? Era... Era Aiden. ¡Vaya! Había necesitado perder todos mis recuerdos para encajar todas las piezas del puzzle. Sin saberlo, sin conocernos, me había ayudado en varias ocasiones y siempre había sido súper amable conmigo, ¿por qué?
—Hola, Aiden, ¿verdad? Perdona, sé tu nombre porque fui yo quien te entregó la cartera perdida. —Dije sonrojada y enjugándome las últimas lágrimas que me quedaban.
—El mismo. Parece que por fin me ves y te das cuenta de quién soy después de todo este tiempo. —Sonrió gentilmente.
—Pero... ¿por qué nunca has dicho nada y has sido tan amable conmigo?
—No sé, no quería complicarte más la situación, ya de por sí difícil. Robert es amigo mío y me habló de tu situación, estaba muy preocupado por ti y me dijo que te ayudara en lo que pudiera en el hospital, muy propio de él, es un buen tipo. Además, supuse que no estábamos preparados para conocernos aún, tampoco es que tuviera relevancia, sólo nos hemos visto en contadas ocasiones por casualidad, alguna de ellas desafortunadas, como en el hospital. —Se encogió de hombros.
—Sí, quizás tengas razón. —Reí nerviosa.
—Bueno, ahora sí, empecemos por el principio entonces. Mi nombre como bien sabes, es Aiden, soy médico y me gustan los coches antiguos, leer, la buena música... —Empezó a detallar sus gustos, con el fin de darse a conocer un poco más y supongo que para distraerme de mi dolor un poco.
—Espera, ¿coches antiguos? He visto uno que me ha llamado la atención en numerosas ocasiones. Uno negro y granate con la defensa metálica y que parece que me persigue, no será tuyo por casualidad, ¿no?
—Pues sí, vamos, no creo que haya otro igual, es una edición limitada. ¡Vaya coincidencia!
—Ya te digo, no serás tú un acosador por casualidad, ¿no? —Bromeé.
—¿Quién sabe? Igual todo es una conspiración orquestada por el gobierno para saber qué haces en cada momento. —Rió a carcajada limpia. —Pero la verdad es que es una bonita casualidad más.
Conversamos largo y tendido, me sentía cómoda a su lado. Era un hombre realmente imponente, de esos que miras a los ojos y te sientes pequeña. Muy guapo, o al menos para mí, con mucha vida interior y muy extrovertido, encima teníamos muchas cosas en común. La verdad es que me ayudó mucho hablar con él, parecía mi alma gemela. Tras la distendida conversación nos despedimos, estaba mucho más tranquila y relajada después de la charla. Nos dimos los teléfonos, no era algo que acostumbrara a hacer, pero saber que era amigo de Robert, me tranquilizaba, además, surgió todo de manera tan natural que ni me percaté de lo que estaba haciendo. Cuando por fin emprendimos la marcha en sentidos opuestos, me volteé para contemplarlo una vez más antes de desaparecer en la siguiente esquina. ¡Vaya! ¡Qué hombre más interesante! La verdad es que me gustaría seguir conociéndolo. Por supuesto, cuando arreglase toda mi situación y estuviese preparada para ello.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro