LA DE SIEMPRE
—¡Hombrrre Martín, cuánto tiempo! ¿Mal de amorrres? —Dijo, un hombre rudo arrastrando las "r" de forma exagerada y con un acento tan fuerte como su aspecto.
—¡Cállate Dimitri! Sabes que no estaría aquí de no ser por eso, maldito ruso explotador, —me desternillé de risa.
—Ay amigo, las mujerrres... Cómo son, ¿eh? Porrr eso yo sacarrr buen prrrovecho. —Me contestó con un guiño de ojo. No dominaba mal español, pero algunas conjugaciones se le atragantaban aún. —Hacía tiempo que no te veía porrr aquí. Querrrás la de siemprrre, ¿no?
—Cómo me conoces, por supuesto, la de siempre. Mi querida Svetlana, la que me deja hacer lo que me dé la gana, —reí.
—¡Ah! Sí, rrrecuerrrdo, a ti gustarrr guarrrilla pelirrroja. Le dirrré que se prrreparrre y enseguida te paso a la habitación. ¿Quierrres una copa en lo que esperrras?
—Por supuesto, déjame una botella de tu mejor whisky. No necesito vaso para lo que voy a hacer.
—¿A que te rrrefierrres con hacerrr?
—Nada, que me la voy a empinar lo más rápido posible, la botella, digo, por supuesto, —bromeé.
—¡Serrr muy cachondo tú! Toma el whisky, voy a por Svetlana.
Me bebí media botella en lo que Dimitri volvía. Empezó a nublárseme la vista a la vez que me iba poniendo más contento... y cachondo, muy cachondo. Podía notarme el nabo palpitándome bajo el bóxer, me iba a estallar. ¡Ummm! Quería reventar a Svetlana. ¡Dios! Eso sí que era un monumento, ¡qué digo monumento! ¡Svetlana era una diosa! Aún no me explico cómo he perdido tantos años de mi vida con Isis pudiendo venir a follar con esta diosa, o con la que me diera la gana con tal de darles un par de billetes. Hasta ahora solo había venido en contadas ocasiones, cuando tenía alguna disputa fuerte y me dejaba llevar. A partir de ahora, sería un fiel cliente de este antro. Sí, lo tenía decidido.
—Svetlana está lista, ya sabes que habitación es. No te olvides de dejarrrle buena prrropina. ¡A disfrrrutarrr campeón.
Anduve, botella en mano, por los pasillos que en otras ocasiones había recorrido hasta llegar a mi lujurioso destino, la habitación 55. La verdad es que el local era un verdadero antro. Todo estaba conformado por moqueta, tanto suelo como paredes y pequeñas lámparas ancladas en los muros que proyectaban luces rojas. ¡Una horterada! Pero sus mujeres eran las mejores, sobre todo mi favorita, mi elegida.
—¡Hola, cariño! ¡Papá a vuelto! —¡Ufff! El alcohol empezaba a subírseme cada vez más a la cabeza y eso siempre sacaba lo peor de mí, mi lado más cerdo y salvaje.
—¡Oh, amo Martín! ¡Cuánto tiempo sin verrrte! —Dijo en ese suave y sensual acento ruso que tanto me excitaba.
—Me echabas de menos, ¿eh? Tranquila, hoy jugaremos toda la noche. Quiero que te portes bien y obedezcas. —Estaba deseándole hacer lo que nunca me había atrevido, estaba rabioso, borracho y muy, muy excitado.
—¿Y a qué quierrre jugarrr el amo?
—Ya lo descubrirás, no tengas prisa, mi putita impaciente. —Le dije mientras me acercaba a ella, le ataba las manos al cabecero de la cama, con una cuerda lo suficientemente larga como para poder manejarla a mi antojo y la desnudé por completo.
—¡Ummm! Qué rápido y juguetón está hoy el amo...
—¡Shhh! ¡Cállate zorra! Solo gemirás de placer y hablarás cuando yo te lo ordene, ¿de acuerdo? Asiente con la cabeza para saber que has entendido las reglas.
Sin poner objeción alguna Svetlana hizo un ademán de cabeza.
—Bien, así me gusta, que seas obediente. Ahora empieza el juego.
Me desnudé una vez la tuve bien atada, estaba empalmado a más no poder. Enseguida le ensarté mi polla hasta lo más profundo de su garganta provocándole arcadas en varias ocasiones. ¡Cómo me bababa la cabrona!
—¿Te gusta? Dime que te gusta, que es lo mejor que has probado en tu vida. Dímelo mirándome a los ojos.
—Me encanta, es lo mejor que he probado en mi vida.
—¿Quieres más? ¡Pídemelo!
—¡Quiero más! ¡Dame más!
—Mi amo.
—¡Dame más mi amo!
Estaba desaforado, fuera de mí. Le di la vuelta, me puse un condón y se la clavé por el culo de una sola y brusca estocada.
—¡Aggg! —Grito ella de dolor. —¡Duele!
—¡Calla! Maldita puta, te he dicho que solo puedes gemir. Hablarás cuando te lo ordene o te quedarás sin cobrar nada.
Sumisa y necesitada de dinero como seguramente estaría, no volvió a quejarse y gimió, o fingió gemir de placer mientras le daba una y otra vez con ganas.
—Dime que te folle, que te de duro.
—¡Oh, sí, amo! ¡Dame más! ¡Folláme! ¡Me encanta sentir tu verrrga rrrompiéndome el culo! ¡Aggg!
¡Ufff! Cómo me ponía la muy guarra. Le hice cuanto quise, la abofeteé, la humillé de mil maneras diferentes y no podía parar, cada vez quería más y más y más... Hasta que cogí la botella de whisky y se la acerqué al coño.
—¡Qué húmedo tienes ese coñito! ¡Mmm! ¡Qué rico! Vamos a ver cuánto dilata y cómo se termina de mojar con esto.
—¡Parrra! ¡Maldito desgrrraciado! ¡Eso si que no!
—¡Shhh! No es nada, relájate. ¡No grites! —Le espeté mientras le abofeteaba la cara.
—¡Dimitrrriiii! —Empezó a gritar pero enseguida le amordacé la boca y quedó en silencio. Esperaba que Dimitri no la hubiera oído. Por suerte no apareció.
Poco a poco le fui introduciendo la botella hasta que le entró casi por completo. En ese momento ya no podía contenerme más. Mientras se revolvía e intentaba gritar con la mordaza amortiguando el sonido, me quité el preservativo y me vacié en el interior de su culo. Chorros y chorros de semen manaron de mí, como nunca antes lo había hecho. Enseguida le empezó a burbujear y a chorrear todo el esperma mientras le latía el culo. Yo observaba todo el espectáculo expectante. ¡Qué maravilla acababa de vivir. Cuando paró de soltar lo que le quedaba de mí, le saqué bruscamente la botella y me terminé de beber lo que quedaba. Entonces le arrojé más billetes de los que seguramente abría visto juntos en su vida y me marché, dejándola allí tendida, atada y amordazada.
Aún ebrio como estaba, sabía que tendría problemas con Dimitri si le contaba lo sucedido, así que di media vuelta cuando estaba a medio camino y regresé a la habitación.
—¡No digas nada! Te he pagado mucho más de lo que vale un servicio completo habitualmente. No quiero problemas con Dimitri y te aseguro que tú tampoco los quieres tener cuando le diga que todo te lo has inventado. Creerá antes a un tío como yo que a una puta como tú. ¡Así que mantén la boca cerrada! —La amenacé mientras le quitaba la mordaza y las ataduras.
—¡Errres un cerrrdo asquerrroso! Perrro no dirrré nada. —Dijo mientras escupía al suelo.
—¡Más te vale! Adiós mi juguetito, volveremos a vernos.
Ahora sí, abrí la puerta y me marché, no sin antes despedirme de Dimitri y dejarle la botella vacía en la barra.
—¡Trrres horrras! Crrreo que es tu mejorrrr marrrca amigo. ¡Habrrrás disfrrrutado de lo lindo!
—Ni que lo digas, Svetlana se ha portado muy bien, le he dejado una buena propina. Te lo aviso para que no te engañe cuando te pague lo que corresponda.
—Grrracias porrr avisarrr. Adiós, que tengas buena noche.
—Buenas noches para ti también.
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