CUESTIÓN DE PERSPECTIVAS
(Al día siguiente, a la hora de la terapia)
—¿Cómo te encuentras hoy?
—¿Te miento o te soy sincera?
—Como veas, pero si mientes poco vamos a avanzar, ¿no crees? —Se rió Robert.
—Pues muy confundida. He estado reflexionando sobre la historia de ayer... —Se me empezaron a aguar los ojos mientras hablaba, aunque logré contener las lágrimas. —¡Martín no era mi puto circo! ¡Era mi vida! ¡Él no me arrebató de mi familia y me encerró, él era mi sitio, mi familia, mi todo! —Grité sin darme cuenta.
—Entiendo, tranquila, es normal verlo así. Vamos a hacer una cosa. Toma, coge este billete y rómpelo lo más que puedas y este otro, rómpelo en dos. —Me dijo mientras me tendía dos billetes de cincuenta euros.
—¿Estás loco? ¿Cómo voy a hacer eso? ¿Para qué quieres que los rompa?
—No te apures, tú hazlo y veremos qué pasa.
Sin rechistar, cogí los billetes de su mano. Uno lo rompí en dos y el otro lo empecé a hacer pedazos, lo más pequeños que pude, hasta que quedaron prácticamente hechos migajas. ¿Se había vuelto loco? ¿En qué me iba a ayudar esto con mi problema?
—Ya está, este no puedo romperlo más, ¿y ahora?
—Pídele perdón al billete que partiste en dos y arréglalo con celo.
—Me estás vacilando, ¿no? —Le miré incrédula.
—Hazme caso, por favor.
—Vaaale, está bien. Perdón señor billete, enseguida te arreglo.
—Bien, ahora pídele perdón al otro billete y trata de recomponerlo.
—Pero... es imposible, por mucho que lo intente no sabría por dónde empezar... —En ese preciso instante me percaté de lo que trataba de explicarme Robert y rompí a llorar sin poder articular ni una palabra.
—Creo que has entendido lo que quería transmitirte, —dijo mientras me abrazaba y daba unos pañuelos. —Uno puede equivocarse, fallarle a la otra persona, herirla... sin querer, o a veces incluso queriendo a medias, en un determinado momento, es normal y más con la convivencia y los años. Esto se puede hablar y arreglar con un simple perdón o mediante alguna acción concreta, dependiendo el caso. Sin embargo, cuando es reiterado, te falla una vez, y otra, y otra... y va a más. La persona termina rompiéndose y no hay forma de recomponerla, porque ha llegado a unos límites que le sobrepasan, como te ha sucedido a ti.
Mientras me hablaba no paraba de pensar en la razón que tenía. Martín me había fallado tantas veces... pero vivía con la esperanza y con la ilusión de que sería la última. Que todo volvería a ser como al principio, que tan solo era una mala racha, pero la racha no paraba de alargarse y empeorar... Aún así seguía amándolo, o quizá era que lo idolatraba por todo lo que había logrado y lo que había hecho por mí. ¡Aggg! ¡Me estaba volviendo loca!
—Quizá esté rota, quizá tengas razón, pero aún lo amo. Creo, no lo sé, —dije con la voz ahogada cuando pude retomar un poco la compostura, al menos la suficiente como para articular las palabras que se me atragantaban en la garganta. Me ha fallado, claro, muchísimas veces, pero lo hemos arreglado todas ellas... menos esta última, no puedo olvidar esta última.
—¿Qué pasó esta vez? ¿Qué es tan diferente para ti? ¿Por qué esta vez no puedes o no quieres arreglarlo?
—¡Porque no! No puedo, —zanjé el tema.
—Está bien, no voy a obligarte a hablar de algo que no estás preparada aún, lo hablaremos en otro momento si te parece bien.
Le respondí con un ligero asentimiento de cabeza.
—¿Cómo era tu día a día con él?
—Él se las pasaba fuera de casa, o bien por el trabajo o bien porque salía a despejarse con sus amigos. Es un currante nato, vive para y por el trabajo y eso le genera mucho estrés.
—¿Y tú qué hacías en ese tiempo? ¿Quedabas con tus amigas, por ejemplo?
—¡Qué va! Hace tiempo que me alejé de mis amistades, como de mi familia... —Dije apenada. —Cuando él no estaba aprovechaba para hacer la compra, limpiar la casa, prepararle todas las comidas y esas cosas...
—¿Y no hacíais vida en pareja?
—La justa, cada vez menos. Ya te digo, vive para el trabajo y le echaba más horas de lo que le correspondía. Nos veíamos prácticamente en las comidas y por las noches, a veces ni eso, porque en más de una ocasión se quedaba a comer en el trabajo o salía de noche con los amigos, que yo creo que también lo mal influenciaron. Bueno, y lo poco que estábamos juntos solo quería tener sex... ¡Nada! —Me interrumpí antes de terminar la frase.
—Entiendo, ¿por qué te distanciaste de tu familia y amistades?
—No lo sé, la verdad es que no sé cómo pasó... Sé que un día a mis padres les dejó de gustar Martín y empezaron a malmeter contra él. Decían que era mala influencia, que no era el hombre que fingía ser, que no era bueno... Entonces me enfadé con ellos, discutimos y me alejé. Sí, creo que fue por eso. Respecto a mis amistades si es verdad que tengo más dudas, de repente todo el mundo me dio de lado, sin explicación...
—¿Y desde entonces no has hablado ni con unos ni con otros? Con tus padres al menos tienes conciencia de lo que sucedió, más o menos, pero, ¿no te ha dado la curiosidad de saber por qué se alejaron tus amigos?
—Sí, pero me da miedo.
—¿Miedo el qué?
—Que me digan lo que llevo pensando todos estos años, que soy una mierda de persona y por eso se apartaron de mí...
—¿Crees eso de verdad? ¿No crees que pueda haber otro motivo?
—Es lo que llevo creyendo todos estos años... Lo he asimilado y sobrellevado como he podido... No sé qué otro motivo puede haber detrás.
—Puedes probar a preguntarles, es un buen paso.
—No sé si estoy preparada para ello.
—Cuando te encuentres más fuerte, cuando creas que es el momento.
—Podría probar... No sé, le daré vueltas.
—Me parece bien, y mira, ¿cómo era tu relación al principio? ¿En qué momento cambió tanto?
—Cuando éramos niños, era mi héroe. Yo era la típica niña fea, con gafas y aparatos. Él siempre me defendió y estuvo a mi lado para todo. Nos hicimos novios con quince años y era una relación preciosa. Estábamos todo el día juntos de un lado para otro, en su casa con sus padres, en la mía con los míos... —Rompí a llorar pensando en lo que venía a continuación. ¡Mierda! Robert, había vuelto a retomar el tema de Martín como si nada, cogiéndome con la guardia baja. —Después fuimos creciendo, empezó la universidad y ahí empezaron sus nervios y su ansiedad, de hecho estuvo con tratamiento. Tuvo problemas de ira y cada vez que salía de fiesta se metía en problemas. Conmigo también cambió, ya no era tan atento, tan cariñoso, no me trataba igual... —Balbuceé y dejé de hablar. No podía, tenía un nudo en la garganta.
—Está bien, no te fuerces, si no puedes seguir dejamos aquí la consulta. Hoy has hecho un gran avance, más de lo que crees. Mañana seguimos, ¿te parece bien?
—Sí, por favor, no puedo más... —lloré.
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