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CONFESIONES Y PROPUESTAS

Me quedé completamente muda durante largo tiempo, meditando si explicarle todo lo que me había pasado con Martín. Realmente, a parte de vergüenza, tenía verdadero miedo y más aún después de lo que había sucedido el día anterior. Si me encontraba y se enteraba de que se lo había contado a Robert, ¿qué sería capaz de hacerme? Además, si no volvía con él, ¿qué haría? ¿Dónde viviría? No tenía dinero, ni a dónde ir, ni nada... Sin embargo, finalmente, me decidí a decirle todo por lo que estaba pasando.
De repente, mi boca empezó a hablar sola y, aunque con algún traspié que otro, ya no se detuvo más. No sé de donde saqué las fuerzas para abrirme en canal en ese momento, creo que el haber tocado fondo y gracias también en parte a la historia de la diosa Isis, fui capaz de hacerlo.
—Pues... bueno, a ver cómo empiezo... —Sollocé. —Conozco a mi marido desde la guardería y llevamos de novios muchos años, desde que yo tenía quince. Al principio, todo era cariño, amor, detalles... Pero lleva unos años, desde que se juntó con unos amigos nuevos con los que no para de salir de fiesta y beber... —De nuevo callé, no podía articular palabra alguna, mi corazón se resquebrajaba cuando trataba de hacerlo, solo podía llorar.
—Tranquila, Isis, vas muy bien. Ten la certeza que de aquí no va a salir nada que tú no quieras que salga, no tengas miedo. Toma, bebe un poco de agua si quieres antes de seguir hablando. —Me dijo tendiéndome un vaso que acababa de llenar.
Me tomé el agua de un sorbo, haciendo más ruido del que pretendía, sin embargo, eso hizo que se deshiciera un poco el nudo de mi garganta, lo que me permitió que pudiese continuar hablando.
—De acuerdo... Voy a intentarlo... A parte de eso, de sus amigos y tal, siempre llega cansado del trabajo, porque es muy duro lo que hace, sobre todo a nivel psicológico y... claro, entre una cosa y la otra.... Pues ese cariño y amor han sido, —¡snrrr! (me sorbí los mocos), —sustituidos por otros sentimientos. Ya no es el que era, no me cuida y mima de la misma manera. Las caricias que antes me daba, ahora me destrozan la cara, los besos que recibía ahora cortan mis labios... Los detalles solo llegan cuando mi cuerpo o mi mente están resentidos de su amor... —Empecé a llorar desconsoladamente. —Ya no sé qué hacer, siempre le perdono todo y sigo adelante pensando que irá a mejor... Y creo de verdad que puede ir a mejor, seguramente esté exagerando las cosas y la mayoría sean por mi culpa, por no ser lo que espera de mí, por no saber estar a su altura, pero es que no sé qué más hacer... Trato de ayudarlo en lo que puedo, ser atenta, detallista, pero cada día está más consumido por el odio. Ese trabajo va a acabar con él, lo tiene todo el día agobiado y esos amigos sé que no son buena compañía, pero cualquiera le dice nada. No puedo más, pero no sé qué hacer con mi vida, ni a dónde ir... Yo solo quiero que vuelva a ser el mismo de siempre y recuperar el sentido de mi vida...
Un nuevo llanto ahogó mis palabras y, entonces, fue Robert el que retomó la conversación.
—Entiendo, ¿y has pensado en irte a vivir a otro sitio y denunciarlo? Porque como sabrás, no puedes permitir todo esto y, no creas ni por un instante, que tú eres la culpable. Todos podemos fallar en algún momento de nuestras vidas, pero nadie merece que le hagan esto. Además, eso que dices de su trabajo y esas amistades no son excusa para dañarte.
—¡No, no, no, el pobre...! No me malinterpretes. —Me apresuré a decir. —Al final Martín es buena gente y no quiero que le pase nada, por eso no lo he denunciado, ¡ni pasárseme por la cabeza! Esto de los golpes ha pasado dos veces solamente, hace dos días exactamente, y fue porque perdió los papeles, le superó la situación y se equivocó. No ha parado de disculparse después de ello. Todos podemos equivocarnos...
—Isis, piénsalo bien, que un trabajo sea estresante, la gente con la que uno se junte o que tú hayas tenido un comportamiento que no le haya gustado nunca será motivo para golpearte. Piensa que quien te quiere no te lastima así. Quien te quiere te cuida y protege, todo lo demás no es amor.
—Puede que tengas razón... ¡Ay, no sé! ¡Estoy perdida! —lloré. —Pero, dime, ¿a dónde voy? ¿De qué voy a vivir? No tengo trabajo, no tengo dónde ir, no tengo nada de nada, no soy nada sin él...
—Comprendo y entiendo tus preocupaciones y miedos perfectamente, pero es un paso que tienes que dar, ¿no tienes algún familiar con el que puedas instalarte por un tiempo?
—Bueno, podría hablar con mis padres, aunque no los quiero preocupar y he perdido el contacto con ellos desde que empecé a vivir con Martín...
—Entiendo que no los quieras preocupar, pero tienes que hacerlo, tienes que apoyarte en alguien. Son tus padres, te querrán igual que el primer día, y no importa el tiempo que hayas pasado sin verles, seguro que estarán ahí para tenderte una mano y ahora es cuando más necesitas de ellos.
—Ya, sí, seguro que tienes razón, que estoy siendo una estúpida y que si lo viera desde fuera me repudiaría por ser así y llegar hasta dónde he llegado y de la manera en qué he llegado. Yo no era así, era luz, estaba llena de esperanzas, ilusiones, sueños y creía que podía con todo, pero ahora... Además, no quiero que sufran por mí, ¿qué voy a decirles? Creo que ellos lo veían venir y no les escuché nunca, porque soy así de testaruda y no veo lo que tengo delante, lo idealizo y me formo mi propio mundo perfecto e intento que se mantenga así.
—Isis, comprendo perfectamente lo que dices, pero tienes que hacerlo, por ti. No les digas nada de la situación si no quieres, si no estás preparada, diles que estás separándote de él porque lo pillaste con otra, o porque ya no lo quieres, o lo que prefieras contar, pero deberías irte con ellos y alejarte de él, aunque te cueste. No puedes volver a ese lugar más.
—¿Y qué voy a hacer? ¿Depender económicamente de mis padres como cuándo era una niña?
—Ummm... Cierto, no tenías trabajo... Aunque seguro que un plato de comida y alojamiento no te negarán. Aunque yo pensando, vas a estar de suerte, porque eso tiene fácil solución. ¿Qué te parece ser la niñera de mi hijo? Tiene siete años. Ahora, en verano, no tiene con quien quedarse, mi mujer está de viaje por negocios y yo solo tengo tiempo para él por la tarde-noche, así que me vendría genial que cuidaras de él, si tu quieres, claro. Bueno, de él y de Golfo, que casi no tengo tiempo de sacarlo ahora mismo.
—¿De verdad? ¿Harías eso por mí? Pues sí, lo necesito. ¡Te lo agradezco mucho! No sé cómo pagártelo. Así me sentiré útil también pero, ¿y si no le gusto?
—¿A quién? ¿A Golfo? Ya lo tienes conquistado, mi hijo es el más difícil, es más animal que el perro, —rió. —Es broma, verás que te va genial con él también, está mal que dijera lo contrario siendo su padre, pero es un buen chico, algo introvertido al principio, pero muy bueno. Harás buenas migas con él, estoy seguro.
—Pues entonces, sí, acepto. Tomaré tu consejo y ya veré qué les cuento a mis padres, algo que suene convincente, espero que me perdonen, les echo de menos y los necesito. En cuanto al trabajo me parece genial, así me distraigo, además, me encantan los niños y los animales, aunque Martín nunca ha querido tener ninguna de las dos cosas. Será un placer cuidar de ellos. Muchas gracias Robert, de verdad. No sé como agradecértelo.
—Verás que tus padres estarán más que encantados de que vuelvas con ellos aunque sea por un tiempo. Pues la única forma de agradecérmelo que veo es que vengas a mi consultorio una vez al día y hacerme una buena promoción por ahí si te gustan las consultas, para mí es una buena gratificación.
—¡Ay! Sé que tienes razón, pero no puedo ir aún a casa de mis padres en este estado de ansiedad, me lo notarán enseguida y les partiré el alma. No quiero hacerles sufrir y menos después de tanto tiempo...
—Mira, igual me estoy metiendo donde no me llaman y puede sonarte raro, pero para nada quiero que pienses nada malo. ¿Por qué no te quedas en la casa que tengo de invitados unos días? Al menos hasta que cojas fuerzas y estés preparada para volver con tus padres. Estarás sola, nadie te molestará y tendrás el trabajo al lado. No sé, es lo único que se me ocurre ofrecerte que te sea de ayuda. Lo hablaré con mi mujer primero, pero vamos, no creo que le importe.
Tanta bondad sin nada a cambio me chocaba un poco, pero no parecía tener malas intenciones, igual era de esas personas caritativas por naturaleza. Además, mencionaba mucho a su esposa en todo momento, como marcando terreno y distancia, así que no creía que quisiera nada conmigo, seguro que simplemente era de esas personas que están en peligro de extinción pero que a veces aparecen por arte del destino para salvarte, como un ángel guardián. Total, que como no tenía nada más que perder, terminé aceptando su oferta, a peor ya no podía ir.
—Nunca encontraré la forma de pagarte todo esto que estás haciendo por mí, gracias. —Repetí de nuevo.
—No tienes que darlas, de verdad. Oye, por cierto, ¿qué te parece si te invito a comer ahora? Aún te debo el haber encontrado a Golfo, eso sí que no sabré cómo pagártelo nunca. Para mí, mi perro es un miembro más de mi familia, bueno, incluso más importante que algunos familiares, —bromeó. —Y si no hubiera sido por ti probablemente lo habría perdido para siempre.
—Bueno, vale, esta vez no voy a rechazar tu oferta, estoy muerta de hambre y así me da un poco más de tiempo para pensar lo que le diré a mis padres.
—Bien, te llevaré a un sitio muy bueno que conozco, o al menos, a mí me encanta.
—No te molestes, cualquier cosa me vale, como si es un sándwich.
—Ya que te invito por rescatar a Golfo, no voy a ser tan cutre, ¿no crees? —rió a carcajada limpia.

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