CABOS SUELTOS
¡Ding, dong! ¡Ding dong! ¡Ding, dong! Sonó repetidas veces el timbre de casa de mis padres al llamar a su puerta.
—¿Quién es? —respondió en la lejanía, Adeline.
—Soy yo, mamá, Isis.
De repente escuché pasos acelerados y la puerta se abrió de par en par, entonces unos delgados y suaves brazos me abrazaron con fuerzas.
—¡Por fin hija! Has vuelto, ¿cómo te encuentras? ¿Lo recuerdas todo?
—Pues... Sí, hace nada que lo recordé absolutamente todo... Y la verdad es que me siento un poco estúpida por la situación, pero al menos vuelvo a saber quién soy ahora y lo que quiero en mi vida.
Bernard apareció de la nada cogiéndonos a ambas con fuerza. Fue un emotivo reencuentro familiar. Lloramos, reímos y hablamos, hablamos mucho. Valoramos juntos los pasos a seguir a partir de ahora, que por supuesto no eran otros que retomar la denuncia y poner, por fin, punto y final a ese amargo y dramático capítulo de mi vida. Bastante se había alargado ya...
Después de la larga conversación llamé a Cris. Tenía que disculparme con él por el incidente con Steven. Además, no sabía si estaba bien después de la pelea. También llamé a Robert, quien siempre se había portado tan bien conmigo. La verdad es que tenía dos buenos amigos, ¿cómo podía haberme olvidado de ellos? Por muy fuerte que me hubiera golpeado no se merecían mi amnesia... Los terminé citando a ambos para verlos al día siguiente e ir juntos a testificar contra Steven.
Ya con la situación más encaminada y habiendo aclarado un par de cosas importantes que debía hacer, cené con mis queridos padres, esos que tanto me habían echado de menos y que lo habían pasado tan mal por mi culpa. Me estuvieron interrogando todo este tiempo, querían saber si había sufrido algún tipo más de vejación por parte de mi maldito marido. Por suerte, como les dije, la respuesta fue negativa, es más, me había tratado como nunca para darle credibilidad a su historia. Menos mal que fue así, porque mi padre había empezado a apretar tanto la mano que parecía que se iba a quedar sin circulación en cualquier momento, síntoma de que estaba al borde de un ataque de histeria. El saber que no me había hecho nada más, al menos lo reconfortó un poco.
Cuando acabamos de comer fuimos a nuestras respectivas habitaciones, encendí el ordenador y continué escribiendo la novela que había dejado a medias. Al rato, cansada, intenté dormir, pero la cabeza aún me daba vueltas y algunos recuerdos recientes seguían aflorando poco a poco, casualmente, la mayoría de ellos eran los que giraban en torno a Aiden. Hasta ahora no me había percatado de la mayoría de ellos y eso que los había tenido delante de mí todo este tiempo. Me acordé de los comienzos de mi amistad con Robert. Me había dicho que le gustaba la misma canción que a mí cuando nos conocimos y estábamos en su coche y que esa canción se la había pasado un amigo... Me había dicho que no había visto quien dejó las flores en mi habitación del hospital, cosa que ahora sabía que no era cierto... Y que me tenía que presentar a alguien que me encantaría conocer y que me caería genial...
—¡Claro! ¡Se trataba de Aiden! —Exclamé sobresaltada en voz alta hablando para mí misma.
Siempre había sido él, pero no había caído en la cuenta hasta ahora y lo peor es que me había... ¿Enamorado? ¿Ilusionado? No, no podía ser, sin conocerlo apenas... ¿o sí? ¡Ay! No sé, me habían gustado esas cosas aleatorias que surgieron en torno a él sin saber siquiera que existía una misma persona detrás de ello. Era algo súper extraño. Me sentía confundida, pero no dejaba de pensar en él y ahora que todo encajaba, que había atado todos los cabos sueltos, más aún. Recuerdo cómo me gustó ese coche antiguo, cómo me trató cuando me dio el pañuelo las dos veces, la ilusión que me hicieron las flores del hospital... Y todo esto lo había hecho sin conocerme, sin pretensiones, porque era así, noble. Encima, podía aventurarme a decir que teníamos los mismos gustos, al menos musicales... Es que parecía estar hecho para mí. Además, me merecía a alguien así en mi vida, aunque quizás era demasiado bueno para mí... En ese mismo instante en los que mi cabeza no paraba de atar cabos, me dormí plácidamente y con una sonrisa dibujada en la cara.
Por la mañana desayuné rápido con mis padres. Nada más terminar salimos juntos hacia la comisaría, donde nos esperaban los chicos; Robert y Cris... Y...
—¿Aiden? ¿Qué haces tú aquí? Por cierto, buenos días chicos, gracias por venir.
Fue Robert el que tomó la palabra primero:
—Buenos días, este es mi amigo, el que te he querido presentar siempre desde que os conocisteis de casualidad. Además, nos viene bien para la denuncia un médico que haya presenciado todo y, a parte, te ha redactado un informe magnífico como prueba. Quería ayudarte.
—Sé que todo es un poco extraño, pero espero que no te moleste que me haya tomado la libertad de hacerlo. Robert me lo pidió y... no sé, te lo debo. Fuiste tú quien me devolvió la cartera, ¿no? Aún no te había dado las gracias, así que... ¿de qué mejor manera que así? —Rió y me guiñó un ojo.
—¡Es perfecto! Muchísimas gracias, de verdad. —Respondí nerviosa y ruborizada.
Entramos los seis juntos y nos dirigimos a la mesa donde se presentaba la denuncia. Esta vez, por suerte, como Cris tenía contactos dentro de la policía nos dijeron que agilizarían los trámites para que si todo iba bien, en uno o dos días, se repitiera el juicio rápido.
—Muchas gracias Cris, después de lo que te hizo Steven y que te portes así conmigo... te debo una, bueno, muchas, tú sabes.
—No hay de qué nena, no fue tu culpa y, ¿qué coño? Eres, bueno, eras, mi única amiga aquí, ahora tengo a estos dos sinvergüenzas también por amigos, pero tú has sido la causante de que nos uniéramos, así que es todo gracias a ti.
Me sorprendió que se hubieran unido todos gracias a mí, pero lo agradecía, eran las tres personas que más apreciaba sin contar a mis padres, bueno, y ahora a Aiden, aunque no podía decir tampoco que era aprecio. Era... Era simplemente un extraño que extrañamente llevaba tiempo metido en mi vida sin saberlo, no sabría explicarlo, pero lo necesitaba a mi lado, me hacía sentir segura, protegida y quería conocerlo de verdad.
—Pues, ¿qué les parece si nos vamos a comer todos juntos? Así me cuentan el inicio de la unión del trío calavera este, —reí. —Avisa a tu mujer, Robert, así nos conocemos bien y me puedo disculpar por todo y a Daniels, que tengo ganas de verle.
Todos estuvieron de acuerdo con la idea. Además, hoy habían pedido día libre en sus respectivos trabajos para poder acompañarme a la comisaría, así que sería genial comer como una buena pandilla, que pese a que había surgido sin querer y desde hacía bien poco, seguro que sería de por vida, pues los lazos que nos ataban eran fuertes. También me serviría de excusa para conocer a Aiden sin necesidad de una primera cita a solas, sería lo mejor, sin nervios y sin presión.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro