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☣ Cαρίтυlσ 31 ☣

La realidad y el hedor de las celdas se entrometió en nuestra felicidad. Había oscurecido.

—Vamos —dijo Jin, poniéndome de pie.

—¿A dónde? —pregunté mientras me ajustaba el uniforme.

—A la habitación del Comandante Min para que podamos volver a llevárnoslo al castillo.

—Eso no servirá de nada.

—¿Por qué no? —preguntó él.

—En cuanto lo toques, Kyunshin lo sabrá —respondí, explicando el vínculo que el mago tenía con él a través de la utilización del Criollo.

—¿Cómo podemos romper ese vínculo?

Había llegado el momento de hablarle de mi magia. Me sentía mareado, como si estuviera en los confines del mundo. Respiré profundamente y relaté los encuentros y las conversaciones que había tenido con Sihwha y cómo ella podría ayudarnos.

—¿Confías en ella?

—Sí, Jin.

—¿Hay algo más que no me hayas dicho?

La cabeza empezó a darme vueltas. Habían ocurrido tantas cosas... La muerte aún era una posibilidad muy real. Quería que Seokjin supiera lo que sentía.

—Te quiero.

Jin me tomó entre sus brazos.

—Mi amor ha sido tuyo desde el festival de fuego. Si esos gorilas te hubieran matado, la vida no habría sido igual para mí. Ni deseaba ni esperaba que ocurriera esto, pero no pude resistirme a ti. Ahora, vamos.

Antes de salir al pasillo, nos cambiamos de uniforme en la sala de guardia. Ataviados con el verde y negro de los soldados de Son, esperábamos evitar que nos descubrieran. 

Regresamos a los barracones para que él pudiera recoger algunas cosas. Tal y como había predicho, estaban vacíos. Todos los soldados habían salido a buscarnos. Fui a recoger mi capa y mientras esperaba, empecé a invocar a Sihwha. Necesitábamos un plan de ataque.

De repente, escuché gritos y maldiciones procedentes del interior del barracón. Entré rápidamente y vi a Jimin y a Jungkook apuntando a Jin con sus espadas.

—Quietos —dije.

Al verme, los dos guardaron sus armas y me abrazaron con fuerza.

—Creíamos que Seokjin se había escapado sin ti —dijo Kook.

—¿No deberían estar en una de esas partidas de búsqueda? —preguntó Seokjin, mientras sacaba una bolsa negra de debajo de una litera. Se puso una malla color marfil con numerosos bolsillos.

—Estábamos demasiado enfermos —comentó Jimin, con su mejor sonrisa.

—¿Cómo? —pregunté.

—Resultaba tan evidente que los cargos de los que se les acusaba eran inventados que nos negamos a tomar parte en la búsqueda —explicó Jimin.

—Eso es insubordinación —comentó Jin, sacando un largo cuchillo y varios dardos de su bolsa.

—De eso se trataba precisamente. ¿Qué hay que hacer para que te arresten y te lleven al calabozo?

Yo miré a Jimin completamente atónito. Habían estado dispuestos a enfrentarse a una corte marcial con tal de ayudarme. Decía muy en serio lo que me había escrito sobre la navaja.

—¿Qué dirección tomaron las partidas? —preguntó Jin mientras se metía cuchillos en varios bolsillos y se colocaba el cinturón que sujetaba su espada y su daga.

—Principalmente al sur y al este, aunque algunos fueron hacia el norte y el oeste —replicó Jungkook.

—¿Perros?

—Sí.

—¿Y la casa?

—Una guardia mínima.

—Muy bien —dijo Jin—. ¿Estáis con nosotros?

—Sí, señor —respondieron los dos, cuadrándose ante él.

—Vamos entonces.

—Un momento —intervine yo—. No quiero que Jimin y Jungkook se metan en problemas —añadí. Aún no había podido asimilar lo que habían estado a punto de hacer por mí.

—Necesitamos su ayuda —afirmó Seokjin.

—Van a necesitar mucho más que eso —dijo Sihwha, apareciendo de repente en la oscuridad.

Automáticamente, los tres sacaron sus espadas. Sin embargo, cuando ella se acercó a la lámpara, Jin se relajó.

—Tranquilos —les dijo a Jimin y a Kook.

—Es una amiga —afirmé, al ver que no estaban del todo seguros—. Vino para ayudarnos. Hemos descubierto la fuente de poder de Kyunshin —añadí,dirigiéndome a ella.

—¿De qué se trata?

Le hablé de los cautivos y de la situación tan horrible en la que se encontraban. Mientras lo hacía, Jimin y Jungkook escuchaban horrorizados.

—¿De qué está hablando? —preguntó Kook.

—Ya les explicaré más tarde. Ahora, quiero que ustedes dos protejan a Sihwha con su vida —les pedí, comprendiendo que Jin tenía razón y que los necesitábamos a ambos—. Es muy importante.

—Sí, señor —dijeron ambos.

Los miré perplejo. Me habían llamado «señor», lo que significaba que estaban dispuestos a seguir mis órdenes, aunque éstas los llevaran a la muerte.

—¿Tienes algún plan? —me preguntó Jin.

—Sí.

—Cuéntanoslo.

☣☣☣

A través de oscuros pasillos, nos dirigimos a la habitación del Comandante. Allí, esperamos unos instantes para darles a los otros tiempo de colocarse.

A los pocos minutos, Jin forzó la cerradura. Entramos dentro de la habitación y él la cerró inmediatamente. Encendimos una lámpara y nos acercamos a la cama con dosel. 

El Comandante estaba recostado encima de las sábanas, completamente vestido. Tenía los ojos abiertos, aunque con la mirada perdida en el techo. No pareció darse cuenta de nuestra presencia. Yo me senté a su lado y le tomé la mano. Siguiendo las breves instrucciones de Sihwha, me imaginé mi pared de ladrillos, aunque luego la expandí hasta convertirla en una cúpula de ladrillos que nos protegiera a ambos. Jin se colocó contra la pared para esperar a Kyunshin. La puerta no tardó en abrirse. 

Cuatro guardias armados entraron precipitadamente, Seokjin acabó con uno antes de que el hombre pudiera reaccionar. El sonido de las espadas llenó el dormitorio. Kyunshin entró cuando sus hombres tenían entretenido a Jin. Evitó la lucha y se acercó a mí. Tenía una condescendiente sonrisa en los labios.

—Un iglú de ladrillo. Qué bonito. Vamos, Taehyung, dame un poco de crédito. Una fortaleza de piedra o acero habrían supuesto un mayor desafío.

Sentí un golpe fuerte contra mis defensas mentales. El ladrillo empezó a desmoronarse. Lleno de desesperación, recé para que Jimin, Jungkook y Sihwha hubieran conseguido llegar a la sala en la que Kyunshin tenía encadenados a los prisioneros. No obstante, aunque consiguieran bloquear la fuente de poder, aún tendría que enfrentarme a su magia.

El mago detuvo su ataque contra mí durante un segundo e inclinó la cabeza.

—Bonito truco —dijo—. ¿Son amigos tuyos? Están en el pasillo del ala de Yunjong, pero, a menos que puedan derrotar a diez hombres, no podrán llegar a mis niños.

Entonces, Kyunshin reanudó su ataque con mayor determinación. Por suerte, a Jin sólo le quedaba ya un guardia de los cuatro que habían entrado, pero mis defensas se debilitaban con cada golpe. Muy pronto, mi cúpula se derrumbó entre una nube de polvo. El poder de Kyunshin me agarró como si fuera el puño de un gigante y me apretó con fuerza las costillas. Yo grité de dolor y solté la mano del Comandante. Justo en aquel momento, Jin terminó con el último guardia.

—Quieto o él muere —le ordenó Kyunshin.

Jin se detuvo inmediatamente. 

Tres guardias más entraron en la habitación, seguidos de Son. Rodearon a Seokjin, le quitaron la espada y le obligaron a ponerse de rodillas con las manos en la cabeza.

—Adelante, general. Mátalo —dijo Kyunshin, haciéndose a un lado para que Son pudiera acercárseme—. Debería haberte permitido que le rebanaras el cuello el primer día.

—¿Por qué escuchas a Kyunshin? —le pregunté a Son—. No es digno de confianza. El dolor volvió a apoderarse de mí cuando el mago me miró de nuevo.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Son. Kyunshin comenzó a reír.

—Sólo está tratando de retrasar lo inevitable —dijo.

—¿Como cuando tú trataste de retrasar las negociaciones con Líbarus envenenando el brandy? ¿O acaso estabas tratando de evitar que se produjeran? —le pregunté.

La sorpresa de Kyunshin reveló su culpabilidad. Aunque Jin también se quedó atónito, guardó silencio.

—Eso no tiene sentido —comentó Son.

—Kyunshin quiere evitar el contacto con los sureños. Ellos sabrían que...

Sentí que la garganta se me cerraba. Me agarré con fuerza el cuello, pero me resultaba imposible respirar. Son se volvió a Kyunshin y lo interrogó con la mirada.

—¿Qué has estado tramando? —quiso saber.

—No necesitamos ningún tratado con Líbarus. Vamos a conseguir nuestros suministros sin problemas. ¿Por qué no quieres escucharme? Hay que ser avaricioso. Con un tratado de comercio, los sureños no tardarían en cruzar la frontera y empezar a husmearlo todo —explicó Kyunshin, sin mostrar temor alguno hacia Son sólo ira por tener que explicar sus actos—. Ahora, ¿vas a matarlo o quieres que lo haga yo?

Yo estaba a punto de perder el conocimiento, pero, antes de que ocurriera y de que Son pudiera responder, Kyunshin se tambaleó. La presión a la que me tenía sometido se aflojó un poco. Pude tomar aire.

—¡Mis niños! —gritó el mago—. ¡Pero hasta sin ellos tengo más poder que tú!

Como si fuera un pez enganchado a un anzuelo, sentí que mis pies abandonaban el suelo y que me lanzaba contra la pared. La cabeza se me golpeó contra la piedra, pero no caí al suelo. Kyunshin me sostuvo en el aire.

Vi que Jin estaba luchando con sus guardias para tratar de llegar a él. Demasiado tarde para mí. Fui cayendo inconsciente hasta que la negrura llenó mi mundo. Escuché la voz de Sihwha.

—Déjame ayudarte...

Sentí que un poder puro fluía dentro de mí. Reconstruí mi escudo mental y rechacé el ataque de Kyunshin. Él se estrelló contra la pared opuesta. Sin embargo, debido a mi inexperiencia, no pude contenerlo. Salió rápidamente de la sala. 

Jin, con un cuchillo en la mano, luchaba contra soldados con espadas. Cuando me disponía a ayudarlo, Son me agarró por el brazo. 

Levantó la espada. Yo di un salto atrás para evitar el primer golpe, pero choqué contra la cama del Comandante. Me subí en ella para evitar el siguiente golpe. El tercero, cortó uno de los postes de la cama. Rápidamente me bajé de la cama y agarré el poste. Por fin estaba armado. Son era un buen contrincante. Con cada golpe de su espada, iba arrancando trozos mi poste.

—¿Qué te crees que estás haciendo? Te destriparé con dos golpes.

Cuando conseguí encontrar mi zona de poder, él dejó de gastar saliva. Desgraciadamente, mi poste no era rival para su espada. El fantasma de Yunjong se materializó en la sala. Animaba a su padre, tratando de distraerme. Su táctica funcionó. Mi espalda tocó la pared y la espada de Son me cortó el poste en dos.

—Estás muerto —dijo.

Con gran satisfacción, levantó la espada, pero cuando se me acercaba, yo desvié la trayectoria con mi poste roto. La punta de la espada me rozó la cintura. La sangre empezó a empaparme la camisa del uniforme. Y luego Son cometió su primer error. Pensando que yo estaba acabado, bajó la guardia, pero yo aún seguía de pie. Levanté mi arma y, con una fuerza desesperada, le golpeé en la sien. Los dos caímos juntos al suelo.

Vi que Jin se me acercaba inmediatamente, pero le indiqué que se marchara.

—Ve a buscar a Kyunshin.

Desapareció inmediatamente. Cuando recuperé mi fuerza, examiné mi herida. Me pareció que lo único que necesitaría para curarla sería un poco del pegamento de Namjon. El fantasma de Yunjong aún seguía presente, con su eterna sonrisa.

—Vete de aquí —le espeté.

—Oblígame a hacerlo —me desafió.

¿Cómo podía enfrentarme a un fantasma? Con una pelea mental.

Pensé en lo que había conseguido en el año y medio desde que maté a Yunjong. Comprendí que era una persona completamente diferente. Miré a Son y vi que aún respiraba. Estaba a mi cargo. Yo ya no era su víctima. Ya no era la rata atrapada en la ratonera.

—Márchate —le ordené al fantasma de Yunjong. Su expresión de horror me reportó un gran placer mientras desaparecía. Sin embargo, la alegría era como una mariposa que se detiene en una flor. Un breve descanso antes de volver a salir volando.

—Jimin está herido —me dijo la voz de Sihwha, resonando en mi cabeza—. Ven ahora mismo.

Con las esposas de un guardia muerto, encadené a Son a la cama. Salí corriendo de la sala. Jimin no... No podía morir... No podría soportar su muerte.

Tan preocupado estaba que me encontré con Jin y Kyunshin sin reconocerlos. Estaban luchando con espadas. Kyunshin parecía llevar la delantera. Seokjin estaba muy pálido. Sujetaba la espada como si fuera un peso muerto. 

¿Qué le ocurría? ¿Sería la magia de Kyunshin? No. Jin era inmune. Entonces, lo comprendí todo. Jin me había dicho que estar cerca de un mago era como envolverse en un espeso jarabe. Ya había derrotado a siete guardias después de pasarse dos días en las celdas sin comida ni bebida. El agotamiento estaba pudiendo con él.

Al verme, Kyunshin sonrió. Ejecutó un rápido movimiento. La espada de Jin cayó al suelo al mismo tiempo que el brazo se le teñía de sangre.

—¡Qué increíble jornada! —exclamó Kyunshin—. Voy a poder matar al famoso Seokjin y al infame Taehyung al mismo tiempo.

Yo saqué mi navaja. El mago soltó una carcajada. Entonces, volví a escuchar la voz de Sihwha.

—¿Qué es lo que pasa, Taehyung? ¿Por qué no vienes?

—¡Necesito ayuda! —grité, mentalmente.

De repente, el poder me llenó por completo. Extendí un dedo hacia Kyunshin. La espada se le cayó inmediatamente de la mano. El terror lo paralizó por completo. La magia lo envolvía, tensándose a su alrededor como si fuera una soga. Estaba completamente paralizado...

—¡Tú, maldito hijo del demonio! —gritó—. Eres una maldición para esta tierra. Una encarnación del infierno. Eres como el resto de ellos... El linaje de los Kim debería ser exterminado, borrado de la faz de la tierra...

Kyunshin siguió insultándome, pero yo había dejado de escucharle. Seokjin tomó mi navaja y se acercó a él. 

Tras un grito de dolor, Kyunshin quedó por fin en silencio. Su cuerpo cayó al suelo. Jin me entregó mi navaja ensangrentada. Con una agotada reverencia, me dijo:

—Para ti, mi amor.



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