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☣ Cαρίтυlσ 29 ☣

Examiné a los dos soldados y comprobé que estaban muy bien armados. Me toqué la navaja a través del bolsillo, pero decidí que no podía hacer nada. Esperaría hasta que tuviera más posibilidades a mi favor. Los guardias me indicaron que los acompañara. Lancé una última mirada al Comandante, pero nada parecía haber cambiado en su actitud.

Cuando los guardias me llevaron a una pequeña habitación del ala de invitados en vez de a las celdas del sótano, sentí una pequeña oleada de esperanza. Pasé en una de ellas una semana después de matar a Yunjong y odiaba la idea de volver a aquellas celdas malolientes e infestadas de ratas.

Después de que cerraran la puerta con llave, tomé la caja pequeña con punzones que llevaba en un bolsillo. La cerradura era muy básica y no tardaría mucho en abrirla. Sin embargo, antes de forzarla, decidí utilizar un punzón que tenía un pequeño espejo en la punta para mirar por debajo de la puerta. Pude ver que había un par de botas a cada lado de la puerta.

Los soldados estaban montando guardia delante de mi habitación.

Me dirigí a la ventana. Mi habitación estaba en la segunda planta. Si me sentía desesperado, podía saltar, pero por el momento decidí esperar.

Al día siguiente, se me permitió salir de mi habitación sólo para probar las comidas del Comandante. Después del desayuno, Kyunshin me mostró una porción de mi antídoto.

—Si quieres esto, debes responder a una pregunta.

—Esto es una fanfarronada —repliqué—. Si me quisieras muerto, no estaría de pie ahora mismo.

—Te aseguro que se trata sólo de una situación temporal. Simplemente te ofrezco una elección. La muerte por Polvo de Mariposa es larga y fea mientras que, por ejemplo, morir degollado es sólo un momento de dolor.

—¿Cuál es la pregunta?

—¿Dónde está Seokjin?

—No lo sé —dije. Era cierto. No había vuelto a verlo desde la pelea del bosque. Kyunshin consideró mi respuesta. Aprovechando su distracción, le arrebaté el vial y me lo tomé de un trago.

El rostro de Kyunshin enrojeció de furia. Me agarró de los hombros y me empujó hacia los soldados.

—Llévenlo a su habitación.

Allí me pregunté qué estaría tramando Jin. Dudaba que estuviera ocioso. Además, las preguntas de Kyunshin confirmaban mis sospechas.

☣☣☣

Durante mis visitas al Comandante en los días sucesivos, empecé a reconocer que mi presencia formaba parte del espectáculo de Kyunshin para evitar que los consejeros del Comandante sospecharan. Son, por su parte, fingía que el Comandante seguía dando órdenes.

Durante la visita a la fábrica, se me permitió acompañar al grupo. Esto me sorprendió casi tanto como el hecho de que ninguno de los consejeros del Comandante protestara de que estuviera fabricando Criollo en vez de pienso para los animales, tal y como había reflejado en su permiso. Se limitaban a comer barras de Criollo y les bastaba con asentir a todo y darle la razón a Son.

Los granos se tostaban en enormes hornos. Cuando estaban preparados, se transportaban a otra zona en la que unos trabajadores partían los granos y sacaban una especie de brote marrón oscuro. Unos enormes rodillos convertían los brotes en una pasta, que se mezclaba con azúcar, leche y mantequilla en enormes contenedores. Otros trabajadores removían constantemente la mezcla hasta que ésta se convertía en un líquido suave y espeso, que se vertía a continuación en moldes rectangulares.

A pesar de los deliciosos aromas que se respiraban allí, la fábrica era un lugar triste y sombrío. Durante la visita, examiné cuidadosamente las zonas de trabajo para comprobar que no se vertían ingredientes venenosos o adictivos. No encontré nada.

Cuando el grupo regresó a la casa, observé que las animadas expresiones de los consejeros desaparecían, para verse reemplazadas por la misma mirada perdida que adornaba el rostro del Comandante. Eso debía de significar que existía un vínculo entre el Criollo y el hecho de sucumbir ante la magia de Kyunshin. Seguramente, el teatro de Kyunshin y de Son terminaría cuando el primero tuviera el control absoluto de las mentes de los consejeros. Cuando eso ocurriera, mi lugar de alojamiento empeoraría notablemente.

Aquella noche, arrojé mi capa por la ventana y llamé a la puerta inmediatamente. Cuando los guardias la abrieron, dije:

—Voy al baño.

Sin esperar respuesta, salí decididamente al pasillo. Los guardias me siguieron. En los baños, un guardia me detuvo en el pasillo mientras su compañero miraba en el interior. Cuando se aseguró de que estaría solo, me dejaron pasar.

En el interior, me dirigí a la pared más alejada de la puerta. Allí, oculta a la vista de todos, había otra entrada. Los guardias trabajaban allí, pero yo había crecido en aquella casa. Conocía todos sus rincones, a excepción de la suite de Son y sudespacho.

Traté de abrir la puerta y me encontré con la primera sorpresa. Estaba cerrada con llave. No obstante, no suponía ningún problema. Tomé mis punzones y la hice saltar con facilidad. Entonces, descubrí una segunda y desagradable sorpresa. Uno de los guardias me esperaba del otro lado.

El soldado sonrió. Aproveché la situación y le di una patada en la entrepierna. Luego comencé a correr por el pasillo.

Salí por la puerta sur, recogí mi capa y me dirigí al oeste para recuperar mi mochila y mi bastón. La brillante luz de la luna me iluminaba el sendero, pero mi verdadero camino no quedaba tan claro. Sabía que no podía ayudar al Comandante encerrado en una habitación, pero no estaba seguro de lo que podía hacer desde afuera. Necesitaba hablar con Jin. Como me pareció que sería demasiado arriesgado ir a los barracones, me subí a los árboles. Cuando supiera que me había escapado, me buscaría allí.

Finalmente llegué a la zona en la que se solía instalar el festival de fuego y me detuve. Me arrebujé bien en mi capa y me apoyé contra un árbol. En una ocasión escuché el ladrido de los perros y gritos lejanos, pero nadie se acercó a mi improvisada cama. No conseguía dormir. Tenía demasiado frío y me sentía muy nervioso. Para tranquilizarme, me imaginé los festivales de fuego que se habían celebrado allí. Me perdí en esos pensamientos, imaginando que volvía a asistir a ellos. Tan vivos fueron mis recuerdos que bajé del árbol y empecé a realizar mi rutina de ejercicios, lo que me ayudó a entrar en calor.

De repente, me di cuenta de que podía ponerme en contacto con la naturaleza que me rodeaba e incluso sentir a los animales que había en el bosque. Vi cómo un búho seguía desde uno de los árboles los movimientos de un ratón de campo. Una familia de zarigüeyas atravesaba sin hacer ruido alguno los matorrales. Una mujer, que estaba acurrucada detrás de una piedra, me observaba.

Meterme en el pensamiento de Sihwha me resultó tan fácil como ponerme un par de guantes. Sus pensamientos fluían dentro de mí como la seda. Yo le recordaba a su hermano menor, y ansiaba regresar a Líbarus con su familia y no estar en el horrible y frío Athalom. La situación en el norte se estaba haciendo peligrosa. Como maga maestra, no podía consentir el abuso del poder que se estaba produciendo en aquella zona. Kyunshin, o Shinyuk, estaba produciendo Theobroma en alarmantes cantidades. También había conseguido intensificar su poder.

—«Taehyung, ¿qué estás haciendo en mi mente?»

—«No estoy seguro de cómo he llegado hasta aquí».

—«¿Aún no te has dado cuenta? Proyectas la mente cuando luchas. Por eso, instintivamente, anticipas los movimientos de tus oponentes. Te sentí en el castillo cuando luchabas con tus amigos. Ahora que has aprendido a refrenar tu poder, has dado el paso lógico de expandirlo más allá de la zona que te rodea...»

Mi sorpresa rompió nuestro vínculo. En aquel momento, Sihwha salió del bosque.

—¿Significa eso que no voy a salir ardiendo? —pregunté.

—Te has estabilizado, pero no te harás más poderoso a menos que recibas un adiestramiento adecuado. No puedes perder tu potencial. Ven al sur ahora. Tus perseguidores están lejos de aquí...

—El Comandante...

—Está hechizado. No hay nada que puedas hacer. Seguramente ha perdido la mente para siempre. Kyunshin le ha estado dando Theobroma. Lo olí en cuanto llegué.

—¿Theobroma? ¿Te refieres al Criollo, ese dulce de aspecto marrón que Son fabrica?

—Creo que sí. Abre la mente a las influencias mágicas. Relaja las defensas mentales y permite el fácil acceso a la mente de una persona. Lo usamos como herramienta para controlar situaciones en las que un aprendiz de mago está cerca de la sustancia. El Comandante tiene una personalidad muy fuerte, muy resistente a las sugestiones de la magia, pero la Theobroma rompe esas barreras, lo que ayuda a un estudiante cuando está aprendiendo. Utilizarlo para hacerse con el control de la mente del Comandante es como si fuera una violación. Incluso con Theobroma, un mago no debería poder alcanzar la mente del Comandante desde esta distancia, pero Kyunshin lo ha hecho. Ha encontrado un modo de acrecentar su poder. Creo que la visita que Kyunshin realizó al castillo tuvo por objeto encerrarse en la mente del Comandante para poder sacarlo de allí.

—¿Qué podemos hacer para romper ese vínculo?

—Matar a Kyunshin, pero será difícil. Es muy poderoso.

—¿Hay alguna otra manera?

—Bloquear el suministro de su poder podría servir. Seguiría teniendo su magia, pero no sería tan poderosa.

—¿Cómo podemos hacerlo?

—Creo que lo que hizo fue reclutar a una serie de magos para reunir su poder en sí mismo. O puede que haya encontrado el modo de absorber más poder sin romper el equilibrio... Diamantes —añadió, después de pensarlo un momento.

—¿Diamantes? —pregunté, atónito.

—Sí. Resulta muy caro, pero los diamantes reúnen y acumulan el poder como las brasas guardan el calor. Tal vez esté utilizando diamantes para potenciar su magia. Necesitaría un círculo de diamantes del tamaño de un hombre, lo que no resulta fácil de ocultar. Si pudiéramos encontrar este círculo, podríamos bloquear su poder o, al menos, interrumpirlo el tiempo suficiente para que tú pudieras despertar al Comandante.

—¿Y si la fuente es un grupo de magos? ¿Cómo podría reconocerlos?

—Desgraciadamente, Athalom no dispone de un uniforme para los magos —dijo ella, con la voz llena de sarcasmo—. En vez de buscarlos, podríamos buscar una sala vacía con el dibujo de una rueda de carro pintado en el suelo. Para vincular el poder mágico, cada mago debe estar perfectamente alineado alrededor de un círculo.

—Puedo registrar la casa, pero necesitaré ayuda. Necesito a Jin.

—Lo que necesitas es un milagro.

—¿Puedes dirigir a Jin hacia aquí?

—Ya está en camino. Los dos forjaron un vínculo muy fuerte, aunque no sé si es de origen mágico.... —comentó Sihwha, frunciendo el ceño—. Es mejor que me vaya antes de que él llegue. Si descubres la fuente del poder extra de Kyunshin, entona mi nombre mentalmente en un cántico. Yo te escucharé porque nosotros dos también hemos creado un vínculo. Trataré de ayudarte con el Comandante, pero no te prometo nada. Voy tras Kyunshin.

Con eso, Sihwha desapareció. Mientras esperaba a Seokjin, traté de pensar en el modo de encontrar la fuente de poder de Kyunshin. Efectivamente, tal y como Sihwha había dicho, necesitaría un milagro.

Para distraerme mientras esperaba, miré a mí alrededor. Habían pasado dos años desde la última vez que estuve allí. Recordé que había enterrado en alguna parte la medalla que gané en la competición de acrobacia para que no cayera en manos de Yunjong. Como prueba, traté de utilizar mis poderes mágicos para encontrarla. Recorrí el terreno palmo a palmo. Estaba empezando a aburrirme cuando, de repente, las plantas de mis pies se pusieron al rojo vivo. Cuando seguí caminando, se enfriaron. Al volver al lugar en el que había estado antes, se calentaron de nuevo.

Saqué el gancho de la mochila y empecé a escarbar. Mis esfuerzos dejaron al descubierto un poco de tela. Seguí escarbando y, muy pronto, volví a tener entre las manos mi preciada medalla. Había perdido el brillo y estaba sucia. La cinta estaba rasgada y manchada. Apreté la medalla contra mi pecho y sentí el calor que emanaba de ella, como si fuera un amuleto. La limpié un poco y me la colgué al cuello, junto con la mariposa de Seokjin.

—No es el mejor escondite, ¿no te parece? Te están buscando. ¿Por qué huiste?

Rápidamente, le conté a Jin todo lo referente al Comandante, a Kyunshin, a la fábrica y a los consejeros, esperando que él sacara las mismas conclusiones que yo.

—Es decir, está utilizando el Criollo para hacerse dueño de sus mentes. Sin embargo, ¿de dónde saca el poder?

—No lo sé. Tenemos que registrar la casa. Yo crecí en ella. La conozco bien. ¿Cuándo empezamos?

—Ahora. Nos quedan cuatro horas hasta el alba. ¿Qué es exactamente lo que estamos buscando?

Cuando le conté todo lo que Sihwha me había explicado sin revelarle la fuente que me lo había contado, Jin frunció el ceño, como si quisiera interrogarme al respecto. Sin embargo, guardó silencio y nos dirigimos a los barracones. 

Yo esperé fuera mientras se ponía su malla negra. Me sacó una camisa negra para que me la pusiera sobre la roja de mi uniforme. Además, llevaba una discreta lámpara sin encender. Como mi capa resultaría algo molesta, la escondí entre los matorrales.

Encontramos una puerta cerca del ala de los sirvientes. Jin encendió la lámpara y dejó que escapara sólo un pequeño rayo de luz. Ya en el interior de la casa, yo tomé la delantera. Mi interés principal se centraba en la zona de los experimentos de Yunjong, sobre todo en su laboratorio. Disponía de un ala entera y había puertas que siempre había tenido cerradas con llave durante el tiempo en el que yo fui su rata de laboratorio.

Mientras buscábamos, los horrores de antaño se apoderaron de mí. Entramos en el laboratorio y la sola visión de los instrumentos que colgaban de las paredes me aceleró los latidos del corazón. La sala parecía una cámara de tortura en vez de un lugar para experimentos. Me sentía como un animal atrapado. Quería salir corriendo, huir. ¿Por qué había llevado a Jin allí? Después de todo, seguramente el círculo de poder estaba cerca de las habitaciones de Kyunshin, no allí.

Jin no había dicho ni una palabra desde que encendió la lámpara.
En el pasillo que había frente a la puerta del dormitorio de Yunjong, sentí que una fuerza física me impedía entrar. Los músculos me temblaban. Un sudor frío me cubría todo el cuerpo. Esperé fuera mientras Seokjin entraba. No quería volver a ver el diabólico baúl en el que Yunjong guardaba sus «juguetes». Si lo quemaba, ¿cesarían mis pesadillas?

—No si yo puedo impedirlo —me dijo el fantasma de Yunjong, materializándose a mi lado.

Me di la vuelta muy sobresaltado. Sin que pudiera evitarlo, un grito escapó de mis labios.

—Creí que habías desaparecido para siempre  —repliqué.

—Jamás, Taehyung. Siempre estaré a tu lado. Mi sangre te manchó el alma. No tienes posibilidad alguna de lavarla.

—Yo no tengo alma.

—Tu alma está cubierta con la sangre de tus víctimas, por eso no puedes verla. Cuando mueras, esa pesada esencia manchada de sangre se hundirá en el fondo de la tierra y allí arderás por toda la eternidad por tus crímenes.

—Lo dice la voz de la experiencia...

En aquel momento, Seokjin salió de la habitación de Yunjong. Con el rostro pálido como la muerte, me miró durante un rato con una expresión de horror tal que me pregunté si se habría quedado mudo. Por fin, cerró la puerta y pasó al lado del fantasma sin verlo para detenerse frente a la siguiente puerta, que estaba cerrada con llave. Allí, inclinó la cabeza y se cubrió el rostro con una mano.

Yo me olvidé de Yunjong y seguí a Jin.

Continuamos con nuestra búsqueda,  pero resultaba evidente que, a excepción del laboratorio, el ala estaba completamente abandonada. Nos quedaban tres salas por examinar.

El contenido de una de ellas reclamó toda mi atención. En su interior, docenas de mujeres y unos cuantos hombres se encogieron al notar el rayo de luz de la lámpara de Jin. El cabello grasiento oscurecía sus sucios rostros. Sus emaciados cuerpos estaban sólo cubiertos con harapos. Ninguno de ellos habló ni gritó.

Horrorizado, vi que estaban encadenados al suelo. En círculos. Un círculo exterior y dos círculos interiores con líneas pintadas entre ellos.

Cuando Jin y yo entramos en la sala, el hedor de cuerpos sucios y de excrementos se apoderó de nosotros. Seokjin empezó a hacerles preguntas, que se respondieron con silencio.

Yo comencé a reconocer algunos de los rostros. Habían vivido en el orfanato conmigo. Eran las chicas y chicos que se habían «graduado» y que se suponía que se habían marchado de la casa.

Un muchacho, de cabello castaño, me hizo gritar de dolor. Los ojos de Yunsoo no mostraron señal alguna de inteligencia mientras le acaricié el hombro y susurré su nombre. El niño alegre que yo había conocido se había convertido en una cascara de hombre, vacío y sin espíritu.

—Mis alumnos —dijo Yunjong, volviendo a aparecer—. Los que no fallaron...

—¿Y ahora qué? —le pregunté a Jin con voz temblorosa.

—Están arrestados —respondió Kyunshin.

Jin y yo nos dimos la vuelta al unísono.

Kyunshin estaba en la puerta. Seokjin se lanzó contra él con los ojos llenos de furia. Antes de que pudiera alcanzarlo, Kyunshin se echó a un lado, provocando que Jin cayera al suelo. Yo me apresuré a salir de la sala para ayudarlo. Como un cobarde, Kyunshin estaba detrás de ocho guardias. Las puntas de las espadas de todos ellos se dirigían al pecho de Jin, a pocos centímetros de su piel.

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