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☣ Cαρίтυlσ 23 ☣

Después de guardarme los regalos de Jimin en el bolsillo del uniforme, entré en la suite de Seokjin. El estaba trabajando en su escritorio, pero levantó la vista en cuanto yo entré. Me dio la impresión de que me estaba esperando.

—¿Dónde has estado? —me preguntó.

—Con Jimin —respondí, aunque me extrañó la pregunta. Jin jamás preguntaba lo que hacía con mi tiempo libre mientras llegara a mis obligaciones durante el día.

—¿Haciendo qué? —insistió con las manos en las caderas.

La imagen cómica de un marido celoso me asaltó el pensamiento. Ahogué una sonrisa.

—Charlando sobre tácticas de lucha.

—Oh... —susurró. Se relajó un poco, pero se comportó de un modo extraño, como si sintiera que se había excedido en su reacción y estuviera tratando de disimular—. Bueno, está bien, pero de ahora en adelante, tengo que saber dónde estás en todo momento. Además, te sugiero que permanezcas en el castillo y que trates de pasar desapercibido durante un tiempo. Los soldados del general Son han puesto precio a tu cabeza.

—¿Precio? —repetí muy asustado.

—Podría ser sólo un rumor o fanfarronadas de soldados borrachos, pero, hasta que se marchen, quiero que te protejas. No deseo tener que adiestrar a otro catador de comidas.

—Tendré cuidado.

—No. Tu celo bordeará con la paranoia. Estarás siempre rodeado de gente, te mantendrás en zonas bien iluminadas y te asegurarás de que alguien te acompañe siempre que vayas por pasillos vacíos a altas horas de la noche. ¿Me has comprendido?

—Sí.

—Bien. La reunión del brandy de los generales se celebrará mañana. Cada general traerá una botella de su mejor brandy para compartirlo con los demás mientras hablan de los asuntos de Athalom hasta altas horas de la noche. Tú tendrás que probar la bebida del Comandante —dijo Jin. Entonces, me mostró una caja con ocho botellas. A continuación, sacó una pequeña copa—. Quiero que pruebes cada brandy una vez esta noche y al menos dos mañana para que estemos seguros de cómo sabe cada uno de ellos sin venenos. Cada botella está etiquetada y se especifica el general que lo ha traído.

Tomé una al azar. Era el brandy de cerezas del general Jung, del DM-8. Tomé un sorbo y lo paladeé antes de tragarlo, tratando de recordar su sabor. El fuerte alcohol me quemó la garganta, dejándome un pequeño rastro de fuego en el pecho. El rostro se me arreboló con el calor.

—Te sugiero que escupas el brandy después de saborearlo para que no te emborraches —comentó Seokjin.

—Tienes razón.

Encontré otra copa para poder escupir y me puse a trabajar con el resto de las botellas.

☣☣☣

El día de la reunión, probé las botellas en dos ocasiones en la suite de Jin y, a continuación, me puse a prueba a mí mismo con una tercera ronda. Sólo quedé satisfecho cuando pude indicar sólo por su sabor qué botella pertenecía a qué general.

Aquella noche, esperé que Jin viniera a buscarme para acompañarme a la sala de guerra. Llegó con su uniforme de gala. Tenía galones rojos sobre los hombros y una gran cantidad de medallas sobre el lado izquierdo del pecho. Rezumaba dignidad, importancia. Me habría sentido impresionado sino hubiera sido porque él parecía incómodo. Era como si se sintiera como un niño al que se le ha obligado aponerse sus mejores ropas. Me tapé la boca, pero no pude evitar que se me escapara la risa.

—Ya basta. Tengo que vestirme así una vez al año y, por lo que a mí se refiere, es demasiado. ¿Listo?

Me uní con él en la puerta. El uniforme hacía resaltar su atlético cuerpo. No pude dejar de pensar lo magnífico que estaba con el uniforme.

—Te ves muy guapo —dije sin pensar. Entonces, me sonrojé vivamente. Debía de haberme tragado más brandy de lo que había pensado.

—¿De verdad? —replicó. De repente, pareció sentirse más cómodo y esbozó una sonrisa.

—Sí.

Llegamos a la sala de guerra justo cuando los generales se reunían. Las largas vidrieras refulgían con los últimos rayos del sol. Los empleados recorrían nerviosamente la sala, colocando platos de comida encima de la mesa. Todo el personal militar estaba ataviado con el uniforme de gala. Las medallas y los botones relucían. De vista, sólo conocía a tres generales. Deduje quiénes eran los demás por el color de sus diamantes en el uniforme negro. Examiné cuidadosamente sus rostros, por si acaso Jin me ponía a prueba más tarde.

Son me miró con desaprobación al verme. A su lado, estaba el consejero Kyunshin y temblé al ver cómo éste me miraba. Cuando Son y Yunjong realizaban sus experimentos conmigo, Kyunshin siempre estaba cerca. Su presencia, a menudo más presentida que vista, me había provocado violentas pesadillas. Los habituales consejeros de Son no estaban. Me pregunté por qué se habría llevado a Kyunshin.

El Comandante se sentó a la cabecera de la mesa. Su uniforme era sencillo y elegante, con diamantes de verdad en el cuello. Los generales, flanqueados por sus consejeros, tomaron asiento también. El lugar de Jin estaba a la derecha del Comandante y mi taburete estaba detrás de ellos, contra la pared. Sabía que la reunión duraría toda la noche y me alegraba poder descansar la espalda contra las piedras. Otra ventaja de mi posición es que no estaba en línea directa con Son. Sin embargo, aunque podía evitar ver sus miradas envenenadas, no podía esconderme de las de Kyunshin.

El Comandante golpeó la mesa. Se hizo el silencio.

—Antes de que abordemos los temas estipulados —dijo, señalando la agenda de la que todos disponían—, tengo que realizar un anuncio de importancia. He designado a un nuevo sucesor.

Un murmullo se extendió por toda la sala. Entonces, el Comandante se levantó y les entregó un sobre sellado a cada general. En su interior, estaban las ocho piezas del rompecabezas codificado que revelaba el nombre del nuevo sucesor, cuando se pudiera descifrar con la clave de Seokjin.

La tensión se palpaba en la sala. Sobre los rostros de los generales, se adivinaba un maremágnum de sentimientos: sorpresa, ira, preocupación... Sin embargo, la tensión fue aplacándose lentamente y pasó cuando el Comandante empezó la reunión. El primer punto de la reunión tenía que ver con el DM-1, seguido de cada distrito en orden. Mientras saboreaban la botella de brandy del general Noh, los presentes hablaron de tigres de nieve y derechos mineros.

—Vamos, Noh. Ya basta de hablar de felinos. Dales de comer como hacemos nosotros y no te molestarán —dijo el general Chen, del DM-2.

—¿Darles de comer para que se pongan fuertes y empiecen a procrear como conejos? Nos arruinaríamos dándoles carne —replicó Noh.

Mi interés en la reunión iba y venía, dependiendo del tema que se hablara. Después de un rato, empecé a sentirme bajo los efectos del brandy, dado que el protocolo dictaba que, en aquel caso, debía tragarlo.

Los generales votaron sobre varios tópicos, pero el Comandante siempre tenía el voto final. Principalmente, se inclinaba a favor de la mayoría. Nadie se atrevía a protestar cuando no era así.

El Comandante Min había vivido en el DM-3, luchando por vivir con su familia en las faldas de las montañas del Alma. Entre las montañas y el glaciar, su hogar estaba sobre una enorme mina de diamantes. Cuando se encontró el rico filón, el Rey reclamó todos los diamantes y «permitió» que la familia del Comandante viviera allí y trabajara en las minas. Él perdió a muchos miembros de su familia en las minas.

Como joven que sufrió las injusticias de la monarquía, Min se instruyó a sí mismo y empezó a predicar sobre la reforma. Su inteligencia y persuasión le reportaron muchos seguidores.

Volví a centrarme en la reunión cuando los generales empezaron a abordar los temas del DM-5. El general Son provocó un revuelo considerable. En vez de repartir su mejor brandy, sacó una bandeja que contenía lo que parecían pequeñas piedras marrones. Jin me entregó una. Era un trozo redondo del Criollo.

Antes de que las protestas sobre el hecho de ignorar la tradición se hicieran incontenibles, Son se levantó e invitó a todo el mundo a dar un bocado. Después de un breve momento de silencio, las exclamaciones de gozo llenaron la sala de guerra. El Criollo estaba relleno de brandy de fresas. Le di al Comandante la señal que indicaba que podía tomarlo para que yo pudiera saborear el resto de mi bocado. La combinación del delicioso sabor del Criollo con el brandy era algo divino. Namjoon se sentiría muy disgustado de que no se le hubiera ocurrido a él. Entonces, me lamenté por haberme apenado de Namjoon, al recordar que me había engañado.

Después de que los elogios se acallaran, Son anunció que ya había terminado de construir su nueva fábrica. Entonces, siguió hablando de asuntos mucho más mundanos, como por ejemplo de cuánta lana se había esquilado o la cosecha que se esperaba obtener de las plantaciones.

El DM-5 producía y teñía todo el hilo de Athalom. A continuación, lo enviaba al DM-3 para que lo tejieran. El general Lim, que estaba a cargo del DM-3 sacudió la cabeza con preocupación mientras anotaba las cifras de Son. Era el más joven de los generales.

Yo empecé a dormitar sobre mi taburete y tuve extraños sueños sobre brandy y patrullas fronterizas. Entonces, las imágenes se hicieron nítidas y brillantes al tiempo que la imagen de una joven vestida con pieles blancas me asaltaba el pensamiento.

Levantaba una lanza en el aire a modo de celebración. A sus pies, yacía un tigre de nieve. Entonces, sacó un cuchillo. Tras hacer un corte en la piel del animal, utilizó una copa para recoger la sangre que se derramaba de la herida

Mientras bebía, unos riachuelos de color rojizo se le derramaban por la barbilla. Escuché claramente sus palabras.

—¡Nadie ha conseguido nunca esta hazaña! Nadie más que yo.

Su alegría me llenó el corazón.

—Eso demuestra que soy una cazadora fuerte y astuta. Que me quitaron mi hombría. Que soy un hombre. Los hombres no gobernarán nunca más. Conviértete en un tigre de nieve viviendo con tigres de nieve y en un hombre viviendo con hombres.

La cazadora giró el rostro. Al principio, pensé que era la hermana del Comandante, dado que ambos compartían los mismos delicados rasgos e idéntico cabello. Transmitía seguridad en sí misma y poder. Cuando me miró, sus ojos almendrados me atravesaron como una lanza. Cuando me di cuenta de que era el Comandante, me desperté sobresaltado. El corazón me latía a toda velocidad y la cabeza me dolía mucho. Entonces, me di cuenta de que Kyunshin me estaba mirando muy intensamente. Entonces, el consejero sonrió de satisfacción.

Las razones que tenía el Comandante para odiar a los magos me resultaron claras como el agua. Él era una mujer, pero con la profunda convicción de que tenía que haber nacido hombre. Aquel cruel destino lo había hecho cargar con una mutación que tenía que superar y el Comandante temía que un mago pudiera arrancarle su secreto. «Tonterías», pensé, mientras trataba de olvidarme de todo. Sólo porque hubiera soñado con una mujer no significaba que el Comandante lo fuera. Era una tontería. ¿O no?

Me froté los ojos y miré a mi alrededor para comprobar si alguien más se había dado cuenta de que me había quedado dormido. El Comandante tenía la mirada perdida en la distancia y Jin estaba sentado muy erguido y alerta, examinando la sala como si estuviera buscando algo o a alguien. El general Lee tenía la palabra.

Jin miró al Comandante y le golpeó en el brazo, alarmado.

—¿Qué le pasa? —le preguntó con urgencia—. ¿Dónde estabas?

—Simplemente recordaba un pasado muy lejano —dijo el Comandante con voz pensativa—. Resulta más agradable que escuchar los aburridos y detallados informes del general Lee sobre la cosecha de trigo del DM-4.

Estudié los rasgos del Comandante, tratando de compararlos con los de la mujer de mi sueño. Encajaban perfectamente, pero eso no significaba nada. Los sueños tergiversaban la realidad y resultaba fácil imaginarse al Comandante matando un tigre de nieve.

El resto de la reunión prosiguió sin incidentes. Yo dormitaba en mi taburete de vez en cuando, ya sin que me molestaran sueños desagradables. Cuando el Comandante tomó la palabra, me desperté inmediatamente.

—El último punto, caballeros —anunció—. Una delegación de Líbarus pidió una reunión.

Las voces resonaron por toda la sala. Los generales empezaron a discutir, retomando el debate y sus argumentos donde lo habían dejado. Hablaron de antiguos tratados de comercio y discutieron sobre un eventual ataque a Líbarus. En vez de comerciar, ¿por qué no arrebatárselos? Querían expandir sus distritos y contar con más hombres y recursos. Así, terminarían también con la preocupación de que fuera Líbarus la que terminara atacando a Ahtalom.

El Comandante permaneció en silencio durante la discusión. Los generales declararon su opinión sobre la visita de la delegación de Líbarus. Los cuatro generales del norte, (Noh, Chen, Lim y Jung) no querían que ésta se produjera. Por el contrario, los cuatro del sur (Lee, Yoo, Shin y Son) estaban a favor.

El Comandante sacudió la cabeza.

—Sé la opinión que tienen sobre Líbarus, pero los sureños prefieren comerciar con nosotros a atacarnos. Nosotros tenemos más hombres y metal, un hecho del que ellos son muy conscientes. Atacar Líbarus significaría perder muchas vidas humanas y gastar grandes cantidades de dinero. ¿Para qué? Sus artículos de lujo no valen tanto. Yo estoy contento con Athalom. Hemos curado a esta tierra de la enfermedad del Rey. Tal vez mi sucesor quiera más. Tendrán que esperar hasta entonces.

Un murmullo se extendió entre los generales. Son asintió para mostrar su acuerdo.

—Ya he accedido a recibir a la delegación de Líbarus —prosiguió el general—. Van a llegar dentro de cuatro días. Tienen hasta entonces para expresarme sus preocupaciones específicas antes de marcharse. Se termina la reunión.

Luego, el Comandante se puso de pie seguido de sus guardaespaldas y de Jin y se dispuso a marcharse. Seokjin me indicó que me uniera a ellos. Yo me puse de pie, pero el efecto del brandy que había tomado se apoderó por completo de mí. Aduras penas, pude seguir a los demás fuera de la sala. Una explosión de voces estalló a nuestras espaldas cuando la puerta se cerró.

—Eso debería animar un poco las cosas —comentó el Comandante con una débil sonrisa.

—Yo no le aconsejaría que se tomara sus vacaciones en el DM-8 este año —dijo Jin, lleno de sarcasmo—. El modo en el que reaccionó Jung cuando usted anunció la visita de la delegación del sur me hace pesar que adornaría su casa de la playa con arañas de arena —añadió, temblando—. Un modo terrible de morir.

Yo sentí un escalofrío al pensar en las letales arañas, que eran del tamaño de perros pequeños. Nuestra procesión prosiguió en silencio durante un rato mientras nos dirigíamos a la suite del Comandante. Yo andaba con paso algo inestable. Me parecía que las paredes de piedra se movían y que yo era la que estaba inmóvil.

Frente a la suite del Comandante, Jin dijo: —Yo también tendría cuidado con Yoo. No se ha tomado muy bien las noticias del cambio de sucesor. 

El Comandante abrió la puerta. Yo conseguí echar un vistazo en el interior de su suite. El mismo estilo espartano que decoraba su despacho y el resto del castillo. ¿Qué había esperado? ¿Tal vez una nota de color o algo más femenino? Sacudí la cabeza para desprenderme de unos pensamientos tan absurdos.

—Tendré cuidado con todo el mundo, Jin. Ya lo sabes —dijo antes de cerrar la puerta.

Al entrar en nuestra suite, Seokjin se quitó la chaqueta del uniforme y la arrojó sobre el sofá. Me indicó una silla y me dijo:

—Siéntate. Tenemos que hablar.

Yo obedecí y observé cómo Jin recorría la habitación con su camiseta sin mangas y unos favorecedores pantalones. Me imaginé que mis manos le ayudaban a deshacerse de la tensión que se acumulaba en aquellos fuertes músculos y casi estuve a punto de soltar la carcajada. El brandy me fluía con fuerza por la sangre y me hacía perder el control.

—Esta noche han salido mal dos cosas —dijo.

—Oh, vamos. Sólo dormité durante un minuto —protesté.

—No, no. Tú te portaste bien —comentó, mirándome con sorpresa—. Me refería a la reunión. A los generales. En primer lugar, Son pareció extremadamente contento por lo del cambio de sucesor y por lo de la delegación de Líbarus. Él siempre ha querido un tratado de comercio, pero habitualmente se muestra más cauteloso. En segundo lugar, había un mago en la sala.

—¿Cómo? —pregunté, atónito. ¿Acaso me había descubierto?

—Magia. Sutil, pero muy profesional. Sólo la sentí en una ocasión, pero no pude averiguar de dónde venía. Sin embargo, el mago tenía que estar en la sala o no lo habría sentido.

—¿Cuándo fue?

—Durante la aburrida disertación de Lee sobre el trigo —comentó Jin, algo más relajado, como si el hecho de hablar del tema le ayudara—. Al mismo tiempo que tus ronquidos podían escucharse por toda la sala.

—Ja —repliqué—. Tú estabas tan tieso en la reunión que pensé que tenías rigor mortis.

Seokjin comenzó a reír.

—Dudo que tú hubieras tenido mejor aspecto si hubieras tenido que estar sentado con un incómodo uniforme toda la noche. Creo que Hoseok me puso más almidón que de costumbre. Por cierto —añadió, en tono más serio—, ¿conoces al consejero Kyunshin? Te estuvo mirando casi toda la noche.

—Sí. Era el consejero principal de Yunjong. También cazaban juntos.

—¿Cómo es?

—La misma clase de alimaña que Yunjong y Kang —contesté, sin poder contenerme. Cuando me tapé la boca con las manos, era ya demasiado tarde.

Seokjin me observó durante un instante.

—En la reunión había varios consejeros nuevos. Supongo que tendré que investigarlos uno a uno. Me parece que tenemos un espía del sur con habilidades mágicas. Nunca se acaba... —susurró, al tiempo que se dejaba caer sobre el sofá, presa de un profundo agotamiento.

—Si se terminara, te quedarías sin trabajo.

Casi sin darme cuenta, me coloqué detrás de él y empecé a darle un masaje en los hombros. El alcohol se había hecho dueño de mis movimientos y la pequeña sección de mi cerebro que aún se mantenía sobria no podía hacer nada más que gritar amonestaciones inútiles.

Seokjin se tensó al notar el contacto. ¿Acaso estaba esperando que yo fuera a estrangularlo? A medida que mis manos empezaron a masajearle los músculos, fue relajándose.

—¿Qué harías si, de repente, el mundo fuera perfecto y no tuvieras a nadie a quien espiar? —le pregunté.

—Me aburriría —admitió.

—Vamos, en serio. Tendrías que cambiar de profesión.

—No sé... ¿Instructor de armas?

—No. Es un mundo perfecto. No se permiten las armas —dije, bajando las manos por su espalda—. ¿Qué te parece un erudito? Has leído todos estos libros, ¿no?¿O acaso los tienes aquí para que les cueste trabajo a los intrusos colarse?

—Los libros me sirven de muchos modos diferentes, pero dudo que tu sociedad perfecta necesitara un experto en asesinatos.

—No —susurré, deteniéndome un instante—. Por supuesto que no.

—¿Qué te parece escultor? Podría tallar estatuas extravagantes. Podríamos redecorar el castillo y animarlo un poco. ¿Y tú? ¿Qué harías tú?

—Sería acróbata —contesté, mientras le masajeaba la zona lumbar.

—¡Acróbata! Bueno, eso explica muchas cosas.

Excitado por el contacto con el esculpido cuerpo de Jin, le deslicé las manos hacia el estómago. Al diablo con Yunjong. El brandy me había relajado más allá del miedo. Empecé a desabrochar los pantalones de Seokjin.






☣☣☣

Hasta aquí queda la segunda tanda de actualización de la historia.

Recuerden que son sólo 31 capítulos, así que la próxima vez que actualice, tendrán el final de Polvo de Mariposa.

Muchas gracias por leer, buena semana! :)

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