Capitulo 5
Capitulo 5
Él la colocó frente a la chimenea.
-Espera aquí - Le dijo, después se apresuró a la otra habitación. Martina cruzó las piernas, esperando con anticipación. -Serás mi mujer - Le había prometido. Qué romántico. Él la hacía sentir tan especial.
Apartó su miedo y se rindió a la idea de que, por una vez, ella era una chica especial para Jorge Blanco. Estaba segura de que él había dicho lo mismo a muchas mujeres, pero esta noche, en este mismo momento, ella era su único amor.
Quería recordar todo de esta noche, las cosas que haría con ella, por el resto de su vida.
Blanco sonrió cuando volvió. Puso un espejo de pie del boudoir y lo situó al lado de la chimenea.
¿Un espejo? ¿Qué es exactamente lo que tiene en mente?
-Ven. -Blanco tiró de su mano.
Se levantó, insegura.
-Quiero mostrarte lo bella que eres, - Jorge le explicó como si leyera su mente. Tiró de ella frente al espejo.
Martina miró hacia otro lado. Estaba avergonzada de ver su propio reflejo en el espejo. Se veía horrible sin ropa decente.
-Jorge
-Ssh. - Blanco besó su mejilla. -Cierra los ojos.
-¿Por qué?
-Sólo hazlo.
Martina obedeció, cerrando los ojos. Su corazón tamborileaba violentamente, su piel de gallina. Blanco besó la concha de la oreja, trazando el contorno del lóbulo con la punta de su lengua. Su respiración se hizo fatigosa. Le quitó su collar. Oyó un chasqueo, entonces sintió que algo tocaba sus hombros, su cuello, su barbilla. Blanco había atado algo alrededor de su cuello. No podía adivinar qué era.
-Ahora abre los ojos.
Martina abrió los ojos con gran expectación. Le había atado un lazo rojo hecho de una gruesa y lujosa cinta de terciopelo al cuello.
-Un amigo mío me dio un anticipado regalo de cumpleaños ayer, envuelto en este lazo de terciopelo rojo. El gesto era agradable, pero el regalo era innecesario. La gente hace eso todo el tiempo, me dan regalos cuando no necesito nada. Pero cuando te vi con ese vestido negro, de repente supe lo que realmente quiero para mi cumpleaños. Tú.
Una sonrisa brotó de sus labios antes de que se diera cuenta. Ella tocó el lazo rojo en su cuello. Ella era el regalo de cumpleaños de Jorge Blanco. El regalo que realmente quería era ella, la chica tímida de Portgraph.
-Te ves fantástica en rojo, - Continuó. -Al igual que la primera vez que te vi en De La Plume, con ese vestido rojo. ¿Has traído el vestido contigo?
-No era mío. Lo tomé prestado de una amiga. Ya lo devolví.
-Es una lástima. Debería comprarte más vestidos así. Te veías tan hermosa en él. Pero, por supuesto, también te ves tan condenadamente hermosa sin nada.
-Soy normal.
-Tonterías.
-Estoy gorda.
-Eres voluptuosa, como la diosa Venus. - Él envolvió sus manos
alrededor de su cintura, sintiendo sus bien proporcionadas curvas. - Te voy a contar un secreto: odio a las mujeres flacas. No es divertido tocar piel y huesos.
Martina se echó a reír.
Jorge también se rió. Sus manos subieron y ahuecó sus pechos desnudos. Él la apretó con fuerza mientras le susurraba al oído con una voz llena de lujuria.
-Una mujer de verdad debe ser como tú. Exuberante. Sexy.-
Su mano liberó uno de sus pechos. -Un cuerpo como el tuyo es perfecto para foll**. Me gusta foll** duro. Una follada salvaje.- Giró su rostro para encontrarse con él. - Una forma animal de foll**.- Sus palabras la hicieron temblar con una excitación más profunda. Le lamió el lateral de la mandíbula.
Martina gimió.
-A veces tengo miedo de follar a una mujer delicada, temo que podría hacerle daño accidentalmente cuando la foll* sin sentido. Y no quiero que eso suceda, ¿verdad?
Ella se hizo eco de una serie de murmullos ininteligibles.
-Oh, Tini. Eres tan dulce. Dulce como el pecado.- Él le dio un rápido beso en los labios. - Quédate aquí, ahora vuelvo.
Observó a Blanco ir al baño y volver con un banco del tocador. Dejó el banco delante del espejo. Se puso detrás de ella.
-Relájate.- Él apartó sus muslos y tiró de su pierna levantándola, apoyando el pie en el banquillo. Extendió su pierna abierta para que ella pudiera ver su propio se.xo en el espejo. Martina se sintió consciente de ella misma, pero curiosa al mismo tiempo.
El cálido resplandor de las brasas rojas de la chimenea iluminaba la silueta de su cuerpo. Su piel se sonrojó con el calor de su deseo. Jorge le acarició detrás de la oreja, murmurando:
-Mira lo hermosa que eres.- Su mano se deslizó entre sus muslos, separando los rizos de su pubis. Encontró los labios de su co*o y la acarició.
Martina se derritió como una vela de cera. Él la hacía sentir tan bien, tan endiabladamente bien. Ella se derritió de nuevo. Vibrada dolorosamente desde su esencia misma. Él la tocó con sus dedos entrando y saliendo, lubricándola con su propia crema. Enterró su dedo profundamente hasta los nudillos y luego embistió rápidamente, bombeando con pequeños golpes.
Ella quería gritar de la sensación.
-Oh, fóllam*- se quedó sin aliento.
-Mm. Todavía no, cariño, pero casi.
Su se.xo se estrechó con hambre alrededor del dedo, temblando de alegría. Un puro placer ondeaba bajo su estómago. Martina se tragó un grito. Ella se tambaleaba en el borde, a un paso de clímax. Jorge se detuvo abruptamente. Su dedo desapareció, y una bofetada picó su co*o. Martina gritó, con los ojos abiertos.
-Creo que no.- Sonrió. - ¿Pensaste que te dejaría correrte antes de que tuviera la oportunidad de probarte?
Ella no tuvo la oportunidad de digerir sus palabras. Blanco se lanzó
hacia adelante, rápido como un gato, silencioso como un fantasma, lamiendo al lado de su mandíbula, hasta su cuello, su pecho, su vientre y pubis. Sus manos se ancladas a sus nalgas cuando se lanzó a la apertura de su co*o.
Martina gritó.
Su boca resultó aún más perversa que su dedo mientras chupaba el co*o buscando su dulce cremoso. Cerró los ojos, no quería ver su propio reflejo en el espejo. Sabía que tenía que parecer estúpida con una pierna en un banco y a cabeza de un hombre en su co*o, lamiéndola como a una fruta madura.
El éxtasis se apoderó de ella, y se quemaba con cada movimiento de su lengua. Martina maulló como un gatito con las dos manos en su pelo, arañando el cuero cabelludo. Apretó la boca con fuerza contra sus pliegues resbaladizos, girando su clítoris con la punta de su lengua, alternando con una hambrienta y ansiosa chupada. Ella temblaba como una hoja en un vendaval.
Él gruñó, presionando su cara más profundamente en su co*o empapado en jugo. Su lengua daba vueltas en su mar de fuego, lamiendo, girando, dándose un festín con lo que ella tenía para ofrecer. Una oleada de placer fluía de su se.xo, más fuerte cada vez. Cuando él la lamió de agujero en agujero, entró en erupción. Un éxtasis terrible la golpeó a ciegas, rompiendo su mente en una docena de piezas. Ella gritó, sollozando su nombre.
Casi se cayó, pero Blanco la cogió a tiempo. La atrajo a sus brazos.
Encontró sus labios y la besó con la misma ferocidad que había besado su co*o. Martina se perdió en sus besos. Podía saborear su propia esencia picante, el sabor de la ambrosía de su lujuria en él. Sus manos impacientes desabrocharon la camisa mientras ella correspondió el beso con el mismo calor, la misma codicia.
Martina quería verlo desnudo, sin un sólo hilo que separara sus cuerpos. Sus dedos se movían torpemente con los botones difíciles de la camisa. Se negaban a abrirse. Sin romper sus besos, Jorge rasgó su camisa y la chaqueta, deshaciéndose de ellos en un instante, y luego la agarró por los brazos y la atrajo hacia él hasta que su pecho se estrelló contra el suyo.
Un grito ahogado fue arrancado de su garganta.
Se sentía tan bien en ella, su piel caliente contra la suya. Su corazón latía tamborileando salvajemente, al igual que el de ella. Incluso podía oler el aroma salvaje de él en su piel, como las feromonas potentes, el almizcle de su deseo llevado por un deseo enloquecedor.
Martina rompió el beso y su lengua lamió con avidez a través de su piel. Ella lo lamió, saboreándolo. El hueco de su garganta. Su pecho. Sus pezones. Las marcas rígidas de sus hermosos abdominales. Su ombligo. Ella quería arrancarle los pantalones también, pero él hizo el trabajo por ella. Los caros calzoncillos de satén cayeron a sus rodillas.
Él le cogió las manos cuando trató de bajarle los calzoncillos.
-Más despacio, cariño. Ese es mi trabajo.
Le tomó un par de segundos para recibir el mensaje. Su cerebro no estaba trabajando, su instinto se había hecho cargo.
-Levántate - El ordenó.
-¿Que?
-Sólo hazlo.
Martina se levantó, su respiración frenética. Jorge la inclinó y le hizo pegar los brazos contra el banco. Colocó sus nalgas delante del espejo y empujó su cabeza hacia abajo para que pudiera ver su se.xo entre los muslos.
-Oh - Murmuró. Martina se asomó al espejo, mirando su trasero hacia arriba. Su co*o expuesto brillaba, pulido con la saliva y su propio líquido, se ruborizó como una manzana. Estaba preparada para cualquier cosa que él tuviera en mente.
Cualquier cosa.
Jorge arrojó los calzoncillos, los calcetines y luego los zapatos también. Ella soltó otro grito ahogado cuando vio balancearse su polla. La tenía en la mano, furiosa y enrojecida, mientras se bombeaba a sí mismo.
Martina clavó las uñas en el banco tapizado del tocador, puso su nariz contra la tela de lujo. Ella miró al espejo, sentía vértigo de la emoción, a la espera de lo que sucedería a continuación. Cuando tomara a un hombre por primera vez.
Perversamente desflorada. Jo.dida sin sentido.
-Mi.erda, Tini. - Jorge le apretó el culo. - Creo que estás más que preparada. - Él notó que ella había goteado de nuevo.
Un cálido fresco chorro goteaba de sus muslos, riachuelos de su excitación lechosa. Deslizó un dedo en su centro y tiró de ella dentro y fuera. Ella gimió. El familiar placer acompañado de enloquecedoras vibraciones dolorosas otra vez, violentamente, en la cadencia de su corazón latiendo. Mordió la tela, suprimiendo el grito que quería salir de sus pulmones, para rogarle que la tomara de inmediato.
Ahora mismo.
-Mi pe.ne es más grande que mi dedo. ¿Crees que lo puedes manejar?
Martina asintió. No estaba segura de si Jorge la vería asintiendo, por lo que obligó a su respuesta a salir de entre sus dientes apretados
-Sí.
-¿Estás segura?
-¡Sí! - Martina tragó saliva. - Por favor.
-¿Por favor qué, Tini?
-Por favor, fóllam*. -
Ella lo atrapó sonriendo.
-Por favor fóllam*, Jorge - La atormentó.
-Por favor fóllam*, Jorge - Repitió ella.
Jorge lanzó un gruñido.
-Esa es mi chica. - Apretó la corona de su pol** en su apertura desde atrás. - Voy a hacerte mujer. Mi mujer. - Él empujó en ella.
Su grito ahogado siguió.
Martina se sentía como si estuviera siendo abierta por la mitad mientras se inclinaba sobre el banco. Su co*o estaba en llamas mientras se enterraba dentro de ella, rompiendo su estrechez hasta que tenía las bolas profundamente en su interior.
-Ah. - Suspiró Jorge. Agarrándola apretadamente por la cintura mientras se movía lánguidamente, perezosamente, como si quisiera saborear su penetración inicial.
La pol** en su interior latía, tan caliente, palpitante, como si tuviera vida propia. Martina se estremeció de placer. No fue tan malo como pensaba que sería. La gente siempre decía que la primera vez sería dolorosa, pero no en su caso. El éxtasis se intensificó cuando Jorge se retiró hasta que la cabeza de su pol** casi dejó su apertura y luego se estrelló de nuevo hasta los co.jones (huevos, testiculos) rozando su clítoris. Lo hizo una y otra vez, como si quisiera que ella sintiera toda su magnífica extensión y el impacto de sus embestidas. Martina pronto perdió la cabeza. Jorge no estaba bromeando acerca de la forma en que jo.día. La fol** como un animal salvaje.
Y a ella le encantó.
-Prepárate. - Su voz sonaba ronca y oscura.
Martina arañó el banco, apoyando a su propio peso para permanecer estable bajo los impactos. Sus respiraciones cortadas en un corto staccato mientras golpeaba más rápido y más duro. Apenas podía respirar. El placer se espesó, y pronto en lo único que podía pensar eran sus feroces embestidas, martillando sin descanso dentro y fuera de su hambriento co*o. Sus pesados pechos se balanceaban bajo ella, cepillando la tela suave de la banca. Ella sollozó por la intensidad del placer, rodó sobre ella como una marea, contundente, vengativo e imparable.
Pudo haber gritado también. Una docena de veces. Ella no estaba segura. Su garganta se sentía en carne viva mientras ella se echaba hacia atrás para encontrarse con su brutal martilleo y se estremeció en un éxtasis enloquecedor. Ella gritó su nombre cuando explotó. Un violento orgasmo la reclamó en un ataque furioso, que rasgó su ser, pieza por pieza, hasta que ya no podía pensar con claridad, hasta que la ola de placer se calmó gradualmente. Sentía fuego en su interior, espasmo tras espasmo de su polla estremeciéndose, temblando después del clímax.
Jorge gimió detrás de ella, fuerte, como un animal moribundo. Ella se dejó caer en el banco. Un segundo después él se desplomó encima de ella, su cuerpo resbaladizo por el sudor y los jugos de su apareamiento.
Jadearon juntos hasta que Jorge se retiró de ella y la hizo rodar sobre la alfombra. Él la montó y ancló sus muñecas por encima de su cabeza.
-¿Te he hecho daño?
Martina sacudió la cabeza.
-No - Ella respiró. -Me encantó. Me encantó todo lo que me hiciste.
-Bien. Porque voy a llevarte a la cama, y voy a follart* otra vez. ¿Crees que estás lista?
Martina gritó, sobre todo de la emoción. Ella asintió con la cabeza.
-Esa es mi chica.- Jorge la elogió con un largo beso.
Martina le echó los brazos al cuello y le susurró:
-Nunca te olvidaré, Jorge.- Jorge la miró sorprendido.
-¿Por qué lo harías?
Exacto. ¿Por qué iba a hacerlo? Martina se mordió los labios y se obligó a sonreír. Ella sólo sabía, muy dentro de ella, que Jorge fue el primero y último hombre con que alguna vez follarí*. Pero tal vez decirle lo que sentía no era una buena idea. Una semana a partir de ahora, otra mujer podría tomar su lugar debajo de él, con un cuerpo desnudo y las piernas extendidas abiertas. Temerosa de las palabras inútiles, le tomó la cara mientras él la llevaba a la cama. Ella le besó profundamente, medio llorando, recordando que era una mujer ahora, su pu%@ para el fin de semana.
La que él había comprado y pagado.
Jorge se sentó en el borde de la cama con ella en su regazo, los ojos cerrados mientras ella le besaba profundamente, un beso del tipo tengo miedo-de-perderte. Parecía encantado cuando ella le besó esa manera. Cuando ella abrió los labios, le sonrió.
Martina le devolvió la sonrisa.
"Debo sonar cursi por enamorarme de esta manera. Lástima que no puedo tenerte para siempre."
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Uh uh sezop salvaje salvaje!! Oh oh Tini se esta enamorando :3 que biiien!!!
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