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Capitulo 2

Capitulo Parte 2

PARTE II

Martina se sintió fuera de lugar tan pronto como se subió a la limusina de Blanco. Tentativamente se sentó al lado del magnate, aferrando su mochila contra su regazo.

-Déjame tomar esto.- Blanco tomó el bolso usado y se lo dio a su guardaespaldas, quien se sentaba cerca de la puerta.

-Gracias.- Martina no se había sentido nerviosa hasta ese momento.

No sabía si la ansiedad era provocada por la intención de Blanco de contratar sus servicios o por darse cuenta de que resaltaba demasiado contra tanto lujo.

-¿Qué te hizo cambiar de opinión?

-Simple. No me gusta la idea de que hagas negocios con Federico.

-Sé cómo protegerme.

-No tengo dudas.

-¿No me cree?

Blanco hizo un gesto hacia su guardaespaldas, lo que resultó ser una orden para que preparara algo para beber. Parecía no estar interesado en discutir el tema de Federico y Martina tomó la pista y se quedó en silencio. Taylor se movió hacia el área del bar, descorchó una botella verde que descansaba en hielo y vació el contenido en dos vasos aflautados. Jorge le entregó uno de los vasos.

-¿Qué es esto?

-Champán.

Martina tomó un sorbo. Al principio el champán sabía demasiado fuerte para su paladar virginal, pero decidió que le gustaba el sabor burbujeante y agradable que dejaba después. Tomó otro sorbo y se le salió un hipo.

-Disculpa. Es la primera vez que tomo champán.

-¿A los veintitrés años?

Martina se preguntó cómo sabía su edad, porque nunca se la había dicho.

-Se le olvidó quién soy, Sr. Blanco. No tomamos champán de forma regular o en ningún evento especial, o cualquier asunto relacionado.

-Discúlpame, no lo sabía. Y, por favor, llámame Jorge.

-No creo que sea apropiado, señor. Técnicamente, es mi empleador.

Los ojos de él se estrecharon como si quisiera castigarla por ser tan terca.

-Supongo que Sr. B está bien entonces. Me siento tan viejo cuando me llamas así.

Martina no pudo evitar sonreír. Según lo que había leído en una revista de cotilleos, Jorge Blanco era sólo once años mayor que ella. Venía de una familia prominente en Tartav-V y había heredado la fortuna familiar cuando tenía veintiún años. Con su mente brillante y su intuición de doble filo para cerrar negocios, Blanco había cuadruplicado la fortuna familiar en menos de un año, comenzando su amplio y vasto imperio. Incluso con todo su éxito, no se había vuelto arrogante y esa era una de las razones por la que había elegido hacer negocios con él en primer lugar.

-El trabajo que tiene para mí, señor ¿Por cuánto tiempo tiene planeado contratar mis servicios?

-Afinaremos los detalles más tarde, cuando lleguemos a mi casa.

-¿En el centro?

-No. Vamos a Torme Oeste.

-Oh.- Martina sabía que Blanco era dueño de una mansión en el parque central y un ático en la ciudad, y pensó que iban a uno de esos lugares; definitivamente no había esperado que la llevara a su famosa propiedad en Torme, dónde los ricos entre los ricos vivían.

Martina se mantuvo callada durante todo el viaje, ya que no era del tipo conversador que sabía cómo comenzar pláticas interesantes. Además,
Blanco no le pagaba por hablar. Le pagaba por follar. Se mantuvo reservada mientras Blanco se ocupaba en hacer llamadas de negocios.
Hicieron una parada breve en el centro y Jorge le dijo que esperara en el coche. Ella lo vio entrar en una tienda con ropa de lujo y se preguntó cómo sería tener vestidos hechos a medida. Blanco volvió un momento después y fueron directamente al aeropuerto Beltway. Nunca había estado en un avión antes, mucho menos en uno privado. Nunca había experimentado con la vida de lujo y, sinceramente, se sentía fuera de lugar.

Una hora más tarde, cuando el piloto anunció que había entrado a Torme Oeste, Martina pudo ver, desde la ventana del avión, cientos de islas autosuspendidas sobre el agua turquesa azulada del golfo con clima controlado. Cada una de las islas flotantes tenía una mansión bañada en el lujo más absoluto, con patrullas de seguridad las 24 horas. La vista era impresionante. No le sorprendió que el avión aterrizara en una de las islas más grandes con la mansión más increíble. A esta altura, ella creía que Blanco era dueño de lo mejor de todo lo que el mundo ofrecía, haciéndola sentir insignificante y pequeña a su lado.

El avión aterrizó y una manada de los asistentes de Blanco les dieron la bienvenida en la pista de aterrizaje y lo bombardearon con informes. Martina se mantuvo discreta, caminando detrás de Blanco y de Taylor. Mientras entraban a la propiedad circundante de la mansión, el jardín captó su atención.
Nunca había visto un jardín tan bellamente atendido, con flores que explotaban con color y follaje tan tupido y verde que era una delicia para los ojos. No había jardines en la Zona-Baja. Los únicos jardines eran las malezas que crecían naturalmente a través de las fisuras del cemento en las veredas.
Se asustó cuando alguien la tomó del brazo.

-No deambules tanto. Te quiero mostrar algo.

-¿Mostrarme qué, Sr. B.? -
Blanco se veía molesto porque no había dejado las formalidades como le había pedido.

-Ya verás.

Martina lo siguió sin decir pío.
Ese "algo" resultó ser la recientemente obtenida colección de arte: diecisiete volúmenes de manuscritos de cuero dorado de la tribu Rasyrian, los asentadores que colonizaron primero Tartav-V. Los volúmenes milenarios eran altamente buscados por los coleccionistas. Martina miró los lomos de cerca. Y parecían ser los verdaderos. Durante los últimos meses, había estado trabajando con las réplicas digitales de los volúmenes, investigando la historia rasyriana. Su ensayo sobre ellos le había ganado la beca a Antara.

-¿Cómo los conseguiste?- Un segundo más tarde, se dio cuenta de que su pregunta era estúpida. - No importa. Olvida que lo pregunté.

-Creo que los Rasyrian son tu área de experiencia, ¿no?

-Los estudié, pero eso no me hace una experta, señor.

-De nuevo, eres tan modesta. Voy a hacer una fiesta esta noche en honor al colega que me vendió estos artefactos. Gente aburrida, mayormente, coleccionistas de arte, historiadores... ya sabes, del tipo académico. Va a haber mucha gente que va a querer saber un poco de la historia detrás de estos manuscritos. Dado que no soy un experto en la era rasyriana, pensé que podía usar tu ayuda como anfitriona.

Martina dejó salir un suspiro con lentitud. Blanco no la había traído aquí para follar. Quería que hiciera el papel de conservador de arte para su nueva colección durante el fin de semana. Sus mejillas se calentaron.

-¿Este es el trabajo que había mencionado, Sr. Blanco?

-Esto era lo que tenía en mente.

-¿No tengo que dormir con usted para obtener mis cincuenta mil? -
Blanco se veía divertido.

-¿Quieres hacerlo?

Martina se encogió de hombros pretendiendo despreocupación. Lo había elegido a él porque había estado enamorada de la celebridad desde hacía tiempo. Había fantaseado con encuentros eróticos con Blanco desde que era una adolescente, masturbándose con la idea de cómo se sentiría tenerlo a él como su hombre. ¿Sería maleducado si le dijera que esperaba el momento de acostarse con él?

-Es su dinero, Sr. B. No me importa.

-Que pena, señorita Stoessel - Blanco esculpió las palabras como si estuviera inmensamente decepcionado. - Porque a mí sí me importa.-

Martina pestañeó, sorprendida por su respuesta.

-La fiesta comienza a las siete,- Continuó. - Los invitados no llegarán hasta las ocho o nueve, lo que te dará suficiente tiempo para que te refresques. Ven conmigo. Te mostraré dónde te vas a quedar este fin de semana.

Le siguió hacia el segundo piso a través de un laberinto de corredores opulentos llenos de pinturas de artistas celebrados. Sus zapatos haciendo sonidos en los prístinos pisos de mármol, mientras Bieber la llevaba hacia su pieza. Martina contuvo su respiración. Se sentía de ensueño ver una habitación exquisitamente amueblada en persona, aparte de verla en la holo-TV. Un gran bouquet de rosas rojas en la mesa llenaban el aire con el aroma intoxicante del romance. En la cama, vio cajas perfectamente alineadas de la tienda de ropa en la que Blanco había entrado camino al aeropuerto.

-Espero que encuentres la estancia de tu agrado - Dijo.

-¿Está tratando de burlarse de mí, Sr. Blanco?

Él se sorprendió.

-Discúlpame. Sólo trataba de animarte un poco. Te ves tan tensa.-Jorge se acercó y pellizcó su mentón. Parecía que quisiera besarla.

Martina despejó su mente de esos pensamientos. Era sólo su imaginación. ¿Por qué un hombre como Blanco se interesaría por ella? Un hombre como él podía obtener cualquier mujer que quisiera. Modelos, bonitas socialités. Mujeres de la Zona-Alta. Y ciertamente no una niña tímida que venía del nido de ratas que era Portgraph.

Blanci se giró y caminó hacia la cama. Abrió varias cajas antes de encontrar lo que estaba buscando.

-Ordené un par de cosas para tu estancia. Espero que no te moleste.- Sacó un vestido largo y negro que no dejaba nada a la imaginación. - Ponte éste para la fiesta.- Sonaba más como una orden que una sugerencia. Se volvió hacia ella y sacó una sonrisa. - Te vas a ver hermosa en él, Tini.- Agregó. - ¿Puedo llamarte Tini?

Su cara quemaba por el calor mientras que Blanco la acercaba hacia ella y la besaba en la mejilla.

*Oh, Dios, morí esta mañana y me fui al cielo.*

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Aclaracion: lo que este entre (*) y cursiva sera lo que piensan :)
Y bueno les va gustando??

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