Capítulo 8: Descubrimientos
Clarissa
Si hubiese comido, estaría botando hasta la bilis. Estaba cansada.
Ya sabía que nos cansábamos, pero esperaba un cansancio más mental que físico debido a mis poderes, pero la verdad es que estaba cansada en ambos aspectos. Damon quería que corriera tres kilómetros en un segundo, ya que según él, yo podía hacerlo. Al parecer eso era una especie de velocidad “mínima” para un vampiro. Lo mejor que pude hacer fueron dos kilómetros y medio, y eso casi muriendo en el proceso. Al detenerme, necesitaba tomarme unos segundos para recuperar el aliento. Yo estaba bastante satisfecha con lo que había logrado. Obviamente los tres kilómetros no estaban despejados, había árboles en el camino, y aunque Damon dijera que no era excusa, yo estaba bastante feliz. Luego comenzamos a practicar las caídas, que al parecer eran una ciencia bastante compleja.
Damon me tomaba por los brazos, y me arrojaba varios cientos de metros a cualquier sitio. Al comienzo de esta práctica, caía bastante mal. Me rompí el brazo unas tres o cuatro veces, y dolía como la mierda, pero solo segundos después estaba totalmente curada y funcional. En una ocasión, caí sobre un árbol. Intenté tomar alguna rama para no darme de bruces contra el suelo, pero fracasé terriblemente, y lo único que conseguí fue que una rama literalmente atravesara mi abdomen. Mierda. La sangre salía, y salía. Grité de dolor. Respiraba con dificultad. Solo un segundo después, Damon estaba a mi lado. Esperaba ver al menos un ápice de preocupación en su rostro, pero la verdad era que solo podía ver seriedad en su expresión. Estaba temblando. El dolor era totalmente insoportable. Damon se inclinó hacia mí, tomó la rama, y con un movimiento seco, la sacó de mi abdomen. No bien la había sacado, pude sentir como mi cuerpo sanaba. Miré hacia abajo, y vi mi piel unirse de forma rápida, tal que al cabo de diez segundos, ya no había ni rastro de la herida. Tomé la mano que Damon me ofrecía y me puse de pie. Genial, mis ropas nuevas estaban manchadas de sangre. Estaban bastante arruinadas, cabe destacar.
Ya luego de eso, solo fui mejorando. Sí, hubo unos cuantos cortes y torceduras, pero nada grave. Al cabo de un rato, si bien no era perfecta cayendo, me iba bastante bien; conseguí incluso que Damon me dijera que lo hacía casi tan bien como él… cuando era un novato. Sin embargo, decidí no discutir y aceptar el “cumplido”.
Como ya estábamos totalmente agotados, pensamos en dejar la práctica hasta ese punto y continuar el día siguiente, al cual al momento en que llegué, tuve que soportar un ridículo regaño de Damon porque “había llegado tarde de nuevo”, a pesar de que definitivamente no lo había hecho. Luego de diversos insultos, ironías, y yo amenazando con matarlo lentamente, decidimos practicar con mis poderes.
De alguna manera me las había arreglado para poder “invocar” esa energía sin necesidad de querer asesinar -demasiado- a Damon. Sin embargo, este decía que aún tenía mucho por explotar de ellos, ya que tomando en cuenta que yo era una maldita novata debería terminar, al menos, desmayada en el suelo… o en sus brazos, según sus propias palabras.
Con los ojos abiertos, me concentré un poco y sentí esa energía invisible venir a mí, ser una sola conmigo. La moldeaba y la utilizaba a mi conveniencia. La podía hacer crecer, así como también la podía hacer tan pequeña que casi estaba únicamente dentro de mí. Damon me indicó mi próximo objetivo; un árbol ubicado a medio kilómetro de distancia. Expandí la energía que me rodeaba, y la dirigí hacia el árbol. Era como una serpiente que hacía mi voluntad. Cuando chocó con la planta, pude verla sacudirse fuertemente por el viento. No estaba usando ni un tercio de la energía, y lo sabía, pero tampoco quería arrancar los árboles totalmente, aunque varios quedaron bastante torcidos. Por suerte, Damon los podía enderezar un poco con su telequinesia.
—Mira, súper dotado, los árboles están quedando desprendidos. —me quejé. No era una amante de la naturaleza exactamente, pero tampoco quería vivir en un mundo en el que dentro de 100 años, ya no hubiese árboles. Y que fuese por mi culpa.
—Lo siento novata, solo tengo telequinesia, no una afinidad por la… —Damon se paró en seco. —Acércate al árbol y tócalo. —me dijo. Yo lo miré como si estuviera loco pero hice lo que me dijo, ya que sabía que no me daría una explicación aunque se la pidiera.
—¿Cuál es el objetivo de esto?
—Luego te explico. Necesito que trates de conectar con el árbol. Como si fueses una extensión del mismo. —Hice lo que me dijo. Cerré los ojos. Pero no sabía lo que estaba esperando que sucediera. ¿Acaso quería ver si mi otro poder era transformarme en un árbol o algo así? Al pasar unos segundos de inacción, abrí los ojos y lo miré. —Admito que me siento un poco decepcionado. No eres tan especial como pensé que serías novata.
Esto me indignó un poco. Me di la vuelta, y miré el árbol doblado con mayor detenimiento. Sí sentía un poco de lastima por él. Puse una mano sobre el tronco, y pensé en enderezarlo. Acto seguido, pude sentir nuevamente una energía rodearme e inundarme por completo, pero esta energía era diferente. Podía sentir que tenía un color verdoso. Sí, aunque era pura energía, podía sentirla de ese color, al igual que sentía que la energía subía hacia mí desde el suelo; a diferencia de la otra que parecía venir de mi alrededor. Tomé esta nueva energía, y la dirigí al árbol a través de mis manos. Hubo un punto clímax de esa energía, en la que levemente creí sentir que el árbol se movía. Sentía que resplandecía totalmente. Pero tan rápido como llegó, se fue. Junto con mis fuerzas. Si no hubiese estado sosteniendo el árbol, me habría caído de bruces.
Abrí los ojos, y lo que vi me sorprendió. El árbol estaba totalmente derecho. La tierra se había movido de forma que absorbió las raíces por completo, dejando la planta anteriormente torcida, recta de nuevo. Me giré y vi a un maravillado Damon, que me miraba con una mezcla de orgullo y admiración en sus ojos ambarinos.
—Pues qué interesante eres novata, tienes una afinidad por la tierra. Ahora solo faltan dos por comprobar. —Cerró los ojos y respiró profundo. Puso su palma hacia arriba, y en un latido del corazón, un encendedor apareció. Solo así. Estaba muy segura que había aparecido de la nada.
—¿Cómo hiciste eso? —pregunté estupefacta.
—No solo tengo telequinesia, ¿sabes? —responde orgullosamente. —Se dice, que con el tiempo, mientras adquieres más años, puedes adquirir más poderes. Aunque siempre tu fuerte serán tus poderes actuales. Pero hay historias que dicen que los vampiros más antiguos han podido desarrollar prácticamente todos los poderes.
—Supongo que me falta mucho para llegar a "cierta edad". —respondo, sin poder evitar pensar cuál será la edad de Damon, si ya ha podido desarrollar otros poderes que no son los que obtuvo al comienzo. Damon me miró con un poco de ternura en sus ojos.
—Para nosotros, la percepción del tiempo es diferente. Un día puede ser eterno, pero un año es menos que un suspiro. Antes que te des cuenta, tendrás 100 años, y allí te empezarás a preguntar qué es lo que has hecho con tu vida.
Me estaba poniendo un poco melancólica, así que decidí hacer un comentario sarcástico para enfriar los ánimos un poco. —Está bien, señor "yo soy mucho mayor que tú". ¿Para qué me dijiste que era el encendedor?
—No te lo dije. No seas impaciente novata. Apurarte nunca te llevará a nada bueno. En fin, el encendedor es para ti. Tengo el presentimiento de que podrías tener poder sobre los cuatro elementos. Y bueno, para probar mi teoría, faltan dos más. —Con un chasquido, el encendedor cobró vida y una pequeña llama salía de él. —Ahora, intenta controlar la llama. Dirígela, expándela, no lo sé. Haz lo que quieras con ella.
Puse las manos alrededor del fuego, como acunándolo, y cerré los ojos. Volví a sentir esa energía venir a mí. Ahora parecía venir directamente desde mi interior, y tenía una tonalidad rojiza y cálida. La energía estaba concentrada únicamente en mis manos, no parecía poder expandirla hacia todo mi cuerpo. Con un leve movimiento, logré que la llama bajara, hasta apenas rozar los dedos de Damon, el cual salió como alma que lleva el diablo hasta el otro lado del parque, alejándose varios cientos de metros de mí. Incluso a la distancia, podía notar la tonalidad rojiza de sus ojos. Yo me sentía bastante divertida, ya que a pesar que él había dejado caer el encendedor, la llama se mantenía entre mis manos, y bajo mi poder.
—¿¡ESTÁS LOCA!? ¿Sabes lo peligroso que es el fuego para los vampiros? Un pequeño roce, y nos encendemos. Somos totalmente inflamables. ¡Diablos! ¡Podría matarte! Si eso no hubiese sido totalmente asombroso, definitivamente lo haría.
Debo aceptar que eso me intimidó un poco, pero no dejé que se mostrara en mi cara. Mantuve mi sonrisa divertida hasta que sentí mi energía empezar a agotarse. No quería acabar en el suelo esta vez, así que liberé la llama, la cual al no tener mi energía que la mantuviese viva, simplemente se extinguió.
—Bien, entonces puedo controlar tres elementos... ¿vamos por el agua? —dije. Intenté que la energía del agua viniera a mí. Cerré los ojos y traté de invocarla, como había hecho con el aire, pero nada ocurrió.
—No la puedes materializar. Aunque al parecer eres una especie de niña genio de este mundo, solo un vampiro sumamente antiguo puede darse el gusto de manifestar la naturaleza, y no sin una gran cantidad de esfuerzo y energía. —Al decir esto, desapareció. O bien, corrió hacia algún lugar. Antes de que pudiese notarlo, estaba de regreso con un pequeño envase con agua.
—¿De dónde rayos sacaste eso?
—Del Sena. No está tan lejos, ¿lo sabías? Ahora, intenta hacer algo con el agua. —Hice exactamente lo mismo, y ahora sí que sentí la energía venir a mí.
El poder parecía venir de encima de mí. Su color era azulado y se sentía mucho más maleable que la tierra y el fuego. Abrí los ojos, y pude ver el agua en el envase temblar un poco. Moví mis dedos, y el agua se estiró hacia arriba. Tuve una idea que me pareció graciosa, y con un esfuerzo considerable de mi parte, dirigí toda el agua con fuerza a la cara de Damon. Su expresión era sorprendida, y un tanto molesta, pero allí también había un poco de… orgullo. Le sonreí a modo de disculpa, y cualquier rastro de color rojo en sus ojos desapareció.
—Eres asombrosa, Clari. —Se secaba el rostro mientras lo decía, por lo que sus palabras salieron un tanto distorsionadas, pero igualmente lo entendí con claridad. Yo sentí mis mejillas arder. —Para una novata, obviamente. —dijo, y me dio una sonrisa sin una pizca de burla en ella… y vaya que era hermosa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro