Capítulo 6: Ventajas de morir
Clarissa
Cuando por fin terminó esa estúpida clase de pacotilla, esperé a que Hillary saliera de su clase. Tenía ganas de salir, y ella era la mejor opción. Al fin y al cabo, era viernes, y aún tenía un poco de tiempo antes de tener que ver a Damon. También estaba Christopher, pero quería dejarlo por ahora. Desde lo ocurrido anoche, y lo ocurrido hoy, me parecía que había algo que no encajaba muy bien. Además, también estaba el problema de que quería tomarme toda su sangre, y no estaba muy segura de poder controlarme tan bien una vez más. Así que cuando salió Hill, le propuse ir al centro comercial más grande de la ciudad. Ella tenía auto, por lo que no teníamos que tomar el autobús. En el transcurso del día me había preguntado qué había pasado con mi motoneta y tuve que inventar una respuesta estúpida, la cual, con ayuda de un poco de ese extraño control mental, creyó sin chistar.
Me monté en el lado del pasajero en el modesto auto blanco de Hillary. Ella aún no se montaba, ya que estaba hablando por teléfono a varios metros del auto, susurrando. Sin embargo, con mi súper oído pude escucharla justo como si estuviese a mi lado.
—¡Hola, Jase!... sí, lo siento, es que voy al centro comercial con Clari ¿quieres venir?, aún no nos hemos ido... ¿ocupado? ¿En qué?... eso suena extraño, espero que no estés en nada malo, cariño... bueno te comprare un pedazo de pastel de manzana... genial entonces, te amo también.
El centro comercial estaba a unos buenos diez minutos de distancia, lo cual era un poco frustrante porque sabía que con mi velocidad podría llegar mucho más rápido, pero también sabía que llevaba menos de un día siendo un vampiro y que no podía ser tan quisquillosa.
Cuando llegamos, fuimos a la tienda deportiva. Pensé en comprarme algo lindo y sexy para el entrenamiento con Damon. No quería parecer una zorra, pero sí me quería ver bien para él, porque no podía negar que era terriblemente guapo. Escogí una serie de ropas deportivas tal vez un poco demasiado ajustadas, pero sin dejar de ser cómodas. Hillary escogió un par de tenis y nada más. Fuimos a pagar, pero me di cuenta que no llevaba la cartera, mierda, pensé. Le pedí a Hillary que mirara un poco más la tienda, ella pareció extrañada, pero me hizo caso. No sabía qué hacer, y tenía que salir de allí pronto. Ya tenía un rato considerable aguantando la respiración, y aquí habían personas por doquier, debía irme rápido, o no podría detenerme.
Estaba desesperada. Miré a todos lados, y vi a un chico que lucía adinerado. Valía la pena el intento.
—Hola. ¿Cómo te llamas? —le pregunté sonriendo, tratando de coquetear un poco.
El chico tendía unos 28 años. Cabello oscuro, piel morena, ojos bastante oscuros. Al verme, me sonrió, correspondiéndome totalmente.
—Alexander. ¿Qué se te ofrece? —me respondió amablemente. Lo miré directo a los ojos, sin dejar de sonreír en ningún momento.
—Es que tenía comprar algunas cosas, pero me he dejado la billetera en casa. ¿Podrías comprármelas? ¿Por favor? —Él me miró desconcertado un microsegundo, antes de poner una expresión vacía.
—Claro.
—Aquí está la ropa —dije, antes de dársela. Él la tomó y se dirigió a la caja sin decir nada más. Yo me estaba poniendo muy ansiosa.
Busqué a Hillary con rapidez, pero no la encontraba. Al cabo de unos segundos, la encontré teniendo una acalorada discusión con un empleado de la tienda por el precio de unas horribles botas. Su piel estaba totalmente roja, y cuando me concentré un poco, pude escuchar su corazón latiendo con fuerza. Tenía que salir de allí rápido. Sentí una mano en mi hombro, y cuando me giré, vi a Alexander allí, con la bolsa de la tienda, con todas las prendas totalmente pagadas. Las tomé y en solo segundos estaba junto a Hillary.
—¡No es posible que cuesten 200 Euros! —gritaba ella. El pobre chico con el que discutía lucía apenado. Al llegar a su lado, la tomé por el brazo con fuerza.
—Hill, nos tenemos que ir. —le dije. Tratando de disimular mi apuro. El aire me estaba haciendo falta.
—¡Pero iba a comprar esas botas! —protestó. En ese momento sentí ganas de matarla. Desvié mi mirada para que no notara mis ojos, los cuales estaba segura que habían tenido un cambio de color radical.
—Bueno, espera un momento. —la dejé afuera y fui a hablar con el empleado. —Me venderás estas botas en 150 Euros —le dije. Con una voz muy baja, y gutural. Mis dientes estaban apretados, y sabía que estaba a unos cuantos minutos de no poder aguantar más la respiración.
—Lo que digas —me dijo, con esa expresión perdida.
—¡Hillary! —la llamé —Este amable empleado ha accedido a vendernos las botas en 150 Euros. Ella lucía un tanto extrañada, pero sabía que no renegaría de una rebaja tan espectacular. Se encogió de hombros y fue hasta la caja, donde el chico introdujo una especie de clave especial, por lo que Hillary logró pagar sus botas sin problemas.
Nos dirigimos al auto de Hillary. A ella le gustaba conducir rápido, pero sabía que eso no era suficiente, además que no podía ir a mi casa en ese estado. Apenas divisé una parada de autobús, le pedí a Hillary que me dejara en ella, ya que "tenía algo más que hacer", lo cual no era del todo una mentira. Al bajarme del auto, me detuve en una esquina que se veía un tanto desolada y tomé una buena bocanada de aire. Olía a sangre, sí, pero el olor era un poco lejano, por lo que no era tan insoportable. Pero ya no podía seguir de esta manera. Corrí durante menos de un segundo y llegué a un callejón cercano, estaba un poco oscuro, y el hecho de que estuviese nublado no ayudaba en nada, sin embargo, con la visión mejorada que tenía, podía ver con total claridad un bulto en el suelo. Parecía un vago, seguramente estaba dormido.
Olfateé un poco el aire, no parecía haber otra fragancia en las cercanías. Mis colmillos salieron. Era totalmente consciente de ellos. Cuando me acerqué un poco más, lo pude detallar mejor. Era un pobre hombre, bastante sucio, totalmente inconsciente, tirado en el suelo. Podía oler en él muchas cosas. Alcohol, eso era de seguro. Ese olor era bastante abrumador. También de seguro tendría algunas drogas en su sistema, porque había olores que no podía identificar en su totalidad, pero como siempre, el olor más resaltante era el de la sangre. Olía como el más fino manjar del mundo. Ni siquiera me molesté en despertarlo, ya no sabía nada de lo que ocurría a mi alrededor. Solo escuchaba el latido del corazón del pobre tipo, así que en menos de lo que cualquiera pudiese haber visto, lo tomé y lo mordí. Salía muy poca sangre, por lo que mordí un poco más profundo. Pude sentir que un conjunto de venas estaba cerca, así que cuando llegué a ellas, las mordí con fuerza. La sangre me llenaba completamente. Era como si lo hubiera estado esperando toda mi vida. A duras penas pude escuchar al hombre gemir un poco, al igual que noté que intentaba forcejear un poco, pero nada resultaría.
Al cabo de unos segundos, la sangre fluía hacia mí con menos fuerza. Lo toqué un poco y noté que ya casi no tenía sangre en su cuerpo. Lo dejé en el suelo, y me relamí los labios. Mis ropas estaban bastante manchadas de sangre, pero no me importaba. Me levanté, y miré hacia abajo. Suspiré ante la realidad de lo que había hecho. Me acababa de comer, por así decirlo, a una persona. A un ser humano. Ya no era uno de ellos. Eran mi alimento. Cazar o ser cazado. Depredador y presa. El círculo de la vida.
Ya no pertenecía a esa raza.
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