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Capítulo 5: Un gran cambio

Christopher

Era de noche y no tenía nada que hacer. Acababa de cesar la lluvia.  Ya había corregido todos los exámenes de mis mediocres estudiantes y, la verdad, las calificaciones dejaban mucho que desear. No entendía qué tan difícil podía ser un examen de deporte. No tenía ninguna dificultad, y aun así hubo una cantidad considerable de aplazados.

Mañana tenía que ir a trabajar, pero estaba muy aburrido como para quedarme en casa sin hacer nada. Pensé en hacer ejercicio por un rato, pero, diablos, había estado todo el día haciendo ejercicio, así que me vestí, y pensé en ir a algún bar a tomar algunos tragos para relajarme un poco. Me monté en el auto y conduje por la ciudad con los vidrios abajo. Respiré profundamente. No entendía por qué mi vida tenía que ser tan malditamente complicada. Conduje por unos minutos, hasta que, sin notarlo, llegué a una discoteca que era bastante conocida. Entré, seguí directo hasta la barra y pedí una cerveza. Me la tomé rápidamente y pensé en pedir otra, pero la verdad era que quería algo un poco más fuerte, así que pedí un whiskey.

No pretendía quedarme sentado toda la noche, así que giré mi silla, y examiné el escenario. Había muchas chicas lindas, y había muchas que tenían un ojo puesto en mí. Le dediqué un par de minutos a mirar a algunas, para evaluarlas bien, y finalmente, me decidí. Me levanté de donde estaba, y me dirigí hacia una hermosa chica de cabello color negro mate, y piel morena. Cuando me acerqué más, noté que sus ojos también eran maravillosamente oscuros. Parecía tener mi edad, más o menos, pero no bailaba nada bien. Parecía una especie de gelatina. Moviéndose solo por inercia. Las personas a nuestro alrededor nos miraban, e incluso pude ver a un par riéndose. No pude soportar más el escrutinio, y decidí irme. Le di mi mejor sonrisa, una disculpa y una excusa que ni yo me creería, y me senté de nuevo. Era una lástima que fuese tan hermosa y bailara tan mal. Había sido simplemente una pérdida de tiempo total.

Me senté en la barra y pedí otra cerveza. Me estaba empezando a marear un poco, pero honestamente, no quería irme aún. Miré a un lado. Al otro lado del bar había una espectacular chica de cabello color fuego. Su piel era blanca como la cal, y tan lisa como la porcelana. Decidí que valía la pena, y me levanté para invitarla a bailar.

Cuando llegué donde estaba ella, la toqué en la espalda. Su piel estaba muy fría, pero no le presté atención. Cuando se giró, noté que sus ojos color verde militar se movían en todas direcciones, al parecer estaba algo nerviosa. Le di mi mejor sonrisa, y le pedí que bailara conmigo. Ella lucía confundida, como intentando analizar lo que acababa de decirle, y luego pareció reconocerme.

—¡¿Christopher?! —preguntó sorprendida. Sus bellos ojos se abrieron con sorpresa. Yo la miré fijamente, sí se me hacía algo conocida. Miré de forma más detenida y… ¿Clarissa? Rayos. ¿Qué le había sucedido?

No diría que ella no era bonita antes, era bastante linda en un sentido angelical, pero ahora había algo más allí. Era como si sus rasgos se hubiesen refinado, y afinado de alguna manera. Podía notar que seguía siendo ella, no era irreconocible, pero ahora había un aura de perfección en su ser.

Luego de una corta plática acerca de lo asombrado que estaba de verla allí, ella comenzó a coquetear un poco conmigo. Sabía que yo no le era indiferente. Y la  verdad es que ella tampoco me era totalmente indiferente, pero siempre tenía en cuenta que ella era mi alumna. Aunque… en este momento no estábamos en la escuela, así que me permití coquetear un poco también antes de ir a bailar.

Ella sí que bailaba. Su cuerpo y el mío se movían con total sincronía, sin importar lo mal que eso suene. Pero seguía pareciéndome que había algo mal con ella. Sus ojos. A pesar de ser hermosos, había algo que no encajaba en ellos, y en cómo se movían en todas direcciones, como buscando algo. En un momento, una idea loca vino a mi mente, y solo para comprobarla, la tomé por la cintura, y la pegué a mí de forma rápida pero sin ser brusco. Ella se quedó quieta por solo un segundo, y luego empezó a moverse de forma un poco más sensual. Sus brazos me rodearon por los hombros. Podía sentirla respirar en mi cuello. Esa clase de cariños siempre me ponían un tanto tenso.

Ella se quedó quieta de nuevo, y luego se alejó de mí, con pesar, pude notar. Miró al suelo y musitó una despedida, antes de salir casi corriendo. La seguí como pude; pasando entre el tumulto de personas bailando. Cuando la alcancé, la tomé por el brazo y la pegué a mí con fuerza, lo que hizo que se pegara a mi pecho. Sentí sus manos apretar mi camiseta. Su piel estaba más fría aun. Intenté que se quedara. Incluso pensé en levantar su rostro, y acunarlo con mis manos, eso nunca fallaba, pero tal vez eso sería poco apropiado. Le pedí una última vez que volviera conmigo, y luego ella me miró. Sus ojos lucían profundos y oscuros. Eran muy hermosos. En ese momento, le daría cualquier cosa que me pidiera.  Me dijo que entrara. Me lo pidió por favor. Lo pensé bien. Era un poco peligroso estar allí a la intemperie siendo ya bastante de noche.

—De acuerdo, entraré —Me miró un poco confundida. Yo me di media vuelta y comencé a entrar. En el momento en el que rompí el contacto visual con ella, fruncí el ceño. ¿Por qué estaba entrando? Estaba seguro de que la convencería de entrar, no al revés. Sacudí mi cabeza y me volteé, pero ella ya no estaba ahí. Genial.

Volví a entrar a la discoteca y bailé con un par de chicas más. La frustración me consumía, y no sabía por qué. O bueno, sí lo sabía. No estaba acostumbrado a ser rechazado, y mucho menos por una colegiala.

Fui a mi casa, ya no quería estar más allí, y además, estaba muy cansado. Me acosté a dormir, y ni bien había cerrado los ojos cuando ya estaba dormido. Por desgracia, al cabo de lo que parecieron cinco minutos sonó el despertador. Mierda, pensé. Me levanté bostezando, me puse el uniforme y me lavé la cara para no dormirme en el camino, aunque no creía que eso ayudara mucho. Tomé mi arma y fui al cuartel, esta vez solo llevaba conmigo una pistola que para cualquiera podría lucir normal, pero en realidad tenía unos dardos tranquilizantes muy efectivos.

Tardé unos buenos diez minutos en llegar, y con tan solo entrar, vi a tres novatos en fila, uno de ellos era mi alumno en la escuela, Jason. No sabía mucho acerca de él. Lo único que sabía de seguro, era que su novia era una chica rubia, bastante hermosa. El grupo estaba formado por dos chicos y una chica. La chica era bastante menuda, pero tenía una contextura fuerte. Y el otro chico era casi tan alto como yo, e igualmente musculoso. De mi parte, con solo mirarlos, les daba el visto bueno.

Hoy sería su primera caza y estaban algo nerviosos. Había alerta roja; tres vampiros sueltos en la ciudad, haciendo estragos; teníamos que exterminarlos, antes de que asesinaran a alguien más. Cerca del centro de la ciudad, habíamos encontrado una cantidad alarmante de cuerpos, con aparentes ataques de animales.

Sabíamos que estaban cerca de nosotros. Ellos debían ser extranjeros, ya que los vampiros locales sabían dónde nos ubicábamos, y tenían la prudencia suficiente para no acercarse y para mantener las apariencias. Caminamos un poco hasta dar con ellos. Al verlos, solo así, en su “ambiente natural”, se me erizó el vello. Me daban asco. Eran físicamente hermosos. Como lo eran todos. Eso era parte de la naturaleza de caza, debían ser llamativos para su presa, para poder atraerlos con bastante facilidad.

Ya tenía mucha experiencia. No representaban ningún riesgo para mí, pero hoy estaba allí para dirigir a los novatos. Muy en el fondo quería que algo les saliera mal para ir y hacer el trabajo sucio con mis propias manos. Pero sabía que estos chicos tenían que ser muy buenos para que siendo inexpertos, los enviaran en una misión. Estábamos observando escondidos en unos arbustos. Intentábamos ocultar nuestro aroma, ya que si nos acercábamos solo un poco más, nos olerían al instante. Lo más importante era el elemento sorpresa, y había que aprovecharlo muy bien debido a sus súper reflejos, los cuales les hacían reaccionar mucho más rápido.

Al cabo de unos segundos de analizar la situación, salieron de su escondite a luchar. Yo me mantuve oculto pero siempre al pendiente. El grupo de vampiros estaba compuesto por dos chicas y un chico. Las chicas se veían un tanto salvajes y atolondradas. Probablemente fuesen vampiras recién convertidas. El chico sí tenía ese manto solemne que parecía cubrir a un vampiro antiguo.

Observé y vi como Carles atacó a una de las vampiras por su espalda, y casi acto seguido le cortó la cabeza con el hacha. Los novatos estaban equipados con una lanza de plata con punta de oro. Esta combinación, por alguna razón que nadie sabía explicar bien, era letal para los vampiros; también tenían un hacha con borde de diamantes, súper filosa, especial para cortarles las cabezas con el mínimo esfuerzo. La piel de los vampiros era especialmente dura, y un objeto filoso común, no les haría demasiado daño si no se le aplicaba un esfuerzo considerable; por último, tenían una varilla, de material desconocido y ultra secreto, que se usaba para aturdirlos, y después rociarles gasolina, la cual se les adhiere a la piel, y luego prenderles fuego. Esta varilla, era la última tecnología que había sido desarrollada, ya que era la más cómoda para usar, y la más liviana también, lo que la hacía muy práctica.

Ya la primera vampiresa había sido eliminada. Generalmente las mujeres eran más débiles, pero tenían habilidades especiales, además de su físico hermoso. La otra vampira estaba siendo atacada por la novata. Y le estaba dando problemas. Hubo un momento en el que la vampiresa se las arregló para darle un golpe fuerte en el hombro, el cual estoy bastante seguro que tuvo que haberse quebrado. La chica gritó, y cayó al suelo. Estaba perdida, lo sabía. Estaba a punto de intervenir cuando la novata, llamada Amy, se desplazó hacia la espalda de la vampira y le dio con la varilla, cayendo al suelo desmayada e inmediatamente estaba ardiendo en llamas. Luego vi a Amy sentarse, y agarrar su hombro. Pensé en ir a ayudarla, pero Jason aún estaba luchando, y podría comprometerlo a él, y también a mí, así que decidí esperar. No debía faltar mucho tiempo, y sus huesos no iban a ir a ningún lado. Por último, el vampiro hombre estaba luchando contra Jason. Era muy emocionante ver la lucha. Jason me parecía muy bueno, y luchaba como un profesional, me recordaba a un yo más joven. Sonreí. El vampiro le dio un empujón a Jason con tal fuerza que prácticamente salió volando. Luego, corrió hacia él, pero Jason reaccionó rápido y clavó su lanza justo en el corazón de la criatura, dejándolo paralizado, y muerto al instante. Yo me acerqué y le prendí fuego a los dos cadáveres de vampiros que quedaban por eliminar.

—Bien hecho, chicos. Los felicito. —Ellos sonrieron y chocaron sus manos, con excepción de Amy, que seguía en el suelo. Pálida y sudorosa.

Nos encargamos de improvisar un cabestrillo, para inmovilizar su brazo, y la llevamos al cuartel para curarla mejor, y tratar de poner los huesos en su lugar. Ella tenía mucho dolor, pero era bastante fuerte, y aguantó con entereza sin botar ni una sola lágrima. La admiré por eso.

Busqué al general, el cual estaba sentado cómodamente frente a unas pantallas, pretendiendo que hacía algo.

—Señor, tengo unas sospechas, sobre una vampira —informé, sacándolo de lo que sea en lo que estaba “concentrado”.

—¿De qué se trata? —preguntó con curiosidad.

—Es una alumna. Hay algo extraño en ella. No estoy seguro aún. La tuve muy cerca de mí, y no me mordió. En caso de ser una vampira nueva, eso habría sido extremadamente difícil para ella. Casi imposible.

—Acércate a ella e investiga bien.

—Sí señor.

—Puedes irte, Blade. Recuerda tu escudo mental. —Yo asentí y me fui.

Llegué a mi casa nuevamente y me acosté a dormir. Aproximadamente diez minutos después, sonó el despertador. Me levanté, me puse mi ropa deportiva, y fui a dar clases, luego de una noche de bailar, matar vampiros y no dormir nada. Bienvenidos a mi mundo.

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