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Capítulo 35: Algo inesperado


Clarissa

Llegamos al piso correcto, y recuperamos las pocas cosas de Víctor con rapidez. Me giré para recoger algo del suelo, y vi que Lucifer estaba justo detrás de mí con una sonrisa socarrona; salté un poco, no lo había oído llegar. No podía evitar sentir miedo, aunque traté de que no se notara, y Damon parecía estar haciendo lo mismo.

—Bien, muchas gracias por tu amabilidad, así que... adiós —dije, evitando mirarlo a los ojos. Podía sentir la tensión en el ambiente. Me giré como para irme, pero él me tomó del brazo. Cerré los ojos y respiré profundo; valió la pena el intento. De alguna forma, estaba segura de que no me haría daño. Sin embargo, no estaba tan segura que no fuese a lastimar a Damon, y así lo confirmé cuando giré mi rostro para mirarlo, y lo vi mirando a mi novio de forma divertida. Traté de no tensarme de forma notoria, aunque podía ver que Damon no tuvo éxito en esto.

—Alto ahí señorita, no quiero que te vayas y te olvides de mí. —dijo Lucifer, sin apartar sus ojos de Damon y arqueando una ceja.

—¿Qué es lo que quieres? —le pregunté de forma tajante, sin poder evitar que los nervios al verlo mirar tanto a Damon se escaparan en mi tono de voz. Sabía que no podría vencerlo en otra lucha, posiblemente lo estaría esperando, y noquearía a Damon al más mínimo movimiento.

—Me encanta tu disposición, pequeña, pero te diré algo, —Mientras hablaba, apretó mi brazo cada vez con más fuerza. Fruncí el ceño y lo miré, tratando de aguantar el dolor. —puedes irte a dónde quieras, sé libre, llora a tu hermano y acompaña a tu madre, pero recuerda mis palabras, esto es solo por ahora. —Cuando terminó de hablar, apretó mi brazo hasta que lo rompió; pude oír el crujido, y los ojos rojos de Damon me decían que él también. Solté un quejido y traté de apartarme, pero tenía mi brazo agarrado de forma que mis huesos no podían unirse bien; dolía como el infierno. Vi que Damon trató de acercarse a mí, pero uno de los gorilas de Lucifer le partió el cuello. Solté un grito ahogado cuando vi el cuerpo de mi novio derrumbarse en el suelo.

—¡Suéltame! —dije, casi llorando. Él sonrió.

—Te repito linda, no me dicen Lucifer por nada. —Me soltó el brazo, y en solo segundos pude sentir que estaba como nuevo, aunque había algo distinto; había un dolor punzante que no lograba identificar. —Has sido marcada pequeña; recuerda mis palabras siempre. Eres libre, por ahora.

—Buena suerte tratando de limitar mi maldita libertad. —le dije de forma tenaz, en lo que escuchaba cómo los huesos de Damon se recomponían lentamente. Él sonrió de modo burlón.

—Si te escondes, solo será más divertido para mí. —Puse los ojos en blanco, me iba a acercar a Damon, pero Lucifer me tomó del brazo de nuevo, aunque con mucha menos fuerza que antes. —No creas que estoy jugando contigo, jovencita, podré encontrarte donde sea.

—Cálmate, Satán. Te creo, solo te diré una cosa, mantén a tus jodidos demonios alejados de mí y de mi novio. Mi trato es contigo, no con tus gorilas. —Él sonrió y asintió en lo que soltaba mi brazo.

—No esperaría menos de una Fournier. Se nota que la capacidad en los negocios la heredaste tú y no Víctor. —Me giré hacia él ante la mención de mi hermano, pero algo en mi pecho comenzó a doler. Poco, pero sabía que él era quien lo estaba haciendo.

—Ni siquiera digas su nombre. —gruñí; él se carcajeó.

—Fue un placer hacer negocios contigo, Fille Fournier.

—Desearía poder decir lo mismo, pero sería mentira. —Lucifer me dio una última sonrisa, y luego desapareció. Sabía que no se había ido, pero agradecía que me diera un poco de privacidad en lo que esperaba a que Damon despertara, ya no debía faltar mucho tiempo.

Aproximadamente diez segundos después que Lucifer se fue, Damon abrió los ojos y tomó una inspiración profunda. Sus ojos eran rojo brillante, y se puso de pie buscando a Lucifer por todos lados. Sabía que podía percibir su olor, yo también lo hacía; tuve que ponerme frente a él para evitar que fuera a buscarlo e hiciera una escena.

—Ya se fue, cariño. Está bien. —dije, tomándole el rostro y haciendo que me mirara. Respiró profundo un par de veces, y pude ver sus ojos volver a un color verde oscuro. Asintió, y me dio un beso bastante intenso en los labios que me dejó sin aliento. No pude hacer más que darle una sonrisa.

Decidimos hacer una carrera hasta el hotel. Como llevábamos algo de peso, nos tardamos un poco más de lo usual. Por suerte, las cosas de Víctor no eran muchas ni ocupaban mucho espacio, no quería pensar en cómo reaccionaría mamá al verlas.

Pasé a mi habitación para ponerme algo más cómodo, ya que aún tenía puesto lo que utilicé para ir al cementerio. Al entrar, me fije que mamá estaba acostada, y que sus latidos eran estables. Le di una última mirada antes de irme a la habitación de mi novio. Las cosas de Víctor cabían a la perfección en la maleta que Damon había manifestado.

—¿La quieres? —preguntó Damon al verme entrar, tendiéndome la foto de mi "familia".

—Sí, eso creo. —dije, observándola más de cerca y dándole a Damon la sonrisa más sincera que se me dio en el momento.

Metí la foto en el bolsillo de la sudadera que me había puesto, y fui a mi habitación para terminar de empacar. Mamá ya no estaba dormida, y lo cierto es que se veía... horrible. Estaba sentada en su cama, mirando fijamente a una pared.

—Mamá, ¿ya estás lista? —le pregunté con calma y tocando su espalda con delicadeza. Lo cierto es que temía que fuese a desmoronarse en cualquier momento.

En el momento en que me miró, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Parecía que apenas acababa de percatarse de mi presencia. En sus ojos podía ver una cantidad de dolor que era impresionante; no lo había dejado salir, no aún. Solo asintió como respuesta a mi pregunta. No quería entrar en su mente, pero asumí que quería estar sola, así que le acaricié el rostro con suavidad y me giré para irme de allí, pero su voz temblorosa y triste me detuvo.

—No logré despedirme. No lo veré nunca más con vida, y no pude decirle cuánto lo amaba, y cuánto sentía todo lo que había sucedido. —Su voz era rasposa, como si llevara mucho tiempo sin hablar; era imposible no notar los hilos de dolor filtrados en su voz, aunque sabía que quería aparentar estar fuerte por mí. —Mi hijo mayor se ha ido... y es mi culpa. Lo abandoné cuando más me necesitaba, igual que a ti. Víctor murió sin saber que su madre lo amaba.

—Él lo sabía mamá —dije, sentándome a su lado. Ella comenzó a llorar de nuevo; nunca me había sentido muy cómoda con las personas tan tristes, así que la abracé, sin saber qué más hacer. —Tranquila mamá, todo estará bien.

—¿Cómo estás tan segura? —dijo mirándome. Yo le di un intento de sonrisa.

—Digamos que es intuición. Duerme un poco mamá, el avión sale mañana temprano. —dije levantándome de su lado y dándole un beso en la frente, para luego dirigirme a la puerta; no sin antes escuchar:

—Tú también duerme un poco, cariño. —Sonreí ante esto, y salí de la habitación.

No consideraba que fuese un pensamiento egoísta, pero no pude evitar sentirme culpable al alegrarme un poco por la preocupación de mi mamá hacia mí, independientemente de las circunstancias.

Caminé lentamente hasta la habitación de Damon; iba demasiado lento, incluso para un humano. Sentía que una presión enorme iba a aplastar; el mundo a mi alrededor se estaba derrumbando... y yo con él.

Quería ser una niña humana; quería echarme a llorar; quería abandonarme a mi dolor sin tener que pensar en nadie. ¡Maldición! ¿Por qué todo tenía que ser tan jodidamente difícil? Sin pensarlo cerré mi mano en un puño y golpeé la pared con fuerza, haciendo que se abriera un agujero en ésta; mascullé una maldición. Acto seguido, Damon salió de su habitación, y más rápido que un parpadeo estaba junto a mí. Su rostro no reflejaba más que preocupación.

—Esto es jodidamente difícil. Siento que no puedo controlarme, ni a mis emociones. Estoy fuera de control. —le dije, haciendo un gran esfuerzo para que mi voz no se quebrara. Damon me abrazó con fuerza, y besó mi frente.

—Lo sé, Clari. Estoy aquí. No te dejaré perderte.

Pasamos hasta su habitación, sin perder el contacto en ningún momento. Me senté en su cama, sintiéndome incapaz de mirarlo a los ojos. Me abrazó con fuerza y en ese momento no me hizo falta nada más. Me sentía completa a su lado, y sentía que no quería separarme nunca de allí. Pero como era usual, no teníamos tanta suerte. En la habitación de mamá se escuchó un estruendo y una especie de golpe seco.

—¡Clarissa! —gritó mamá. Desde donde estaba podía escuchar sus latidos frenéticos.

Sin detenerme a medir la velocidad en la que corría, fui hasta su habitación, y antes que terminara de pronunciar mi nombre, ya yo estaba allí. —¿Qué sucede? —pregunté alarmada al abrir la puerta.

Sus ojos estaban muy abiertos, llorosos, e inyectados en sangre; parecía haber visto un fantasma. Estaba simplemente de pie en medio de la habitación. Mamá abrió la boca como para contestar a mi pregunta, pero de ella solo salió un sollozo débil. Con una mano se tapó la boca, y la otra la levantó de forma temblorosa, para mostrarme la foto que hacía solo unos minutos había estado en mi sudadera. Abrí mucho los ojos. Al parecer se me había caído.

—¿De dónde la sacaste? —preguntó, con la voz casi tan temblorosa como sus manos.

—La encontré entre... sus cosas. —dije, en un tono de voz tan bajo que no estaba segura de que me había escuchado.

Mientras hablaba, sus ojos nunca abandonaron la foto. Miraba la foto como si las personas en ella fuesen perfectos desconocidos para ella. El dolor que sentía era tan fuerte, que su mente estuvo a punto de absorberme en un par de ocasiones; pude resistir, pero no pude evitar ver lo que pasaba por su cabeza. Los únicos dos hombres que había podido amar en su vida... y ambos la habían abandonado. Luego de unos segundos de silencio, me miró con rabia en sus ojos, y me tendió la foto bruscamente.

—Aléjala de mi vista. No quiero verla nunca más. —dijo, evitando mis ojos.

—Pero mamá...

—Te dije que no la quería volver a ver. —A pesar de estar emocionalmente destruida, podía notar que su tono de voz no dejaba lugar para discusiones, así que asentí, sin querer molestarla aún más.

Intenté acercarme a ella para ayudarla a llegar hasta su cama, ya que aunque estaba bastante cerca, parecía que se derrumbaría en cualquier momento, pero me alejó con un gesto brusco. Apreté mis labios y salí de la habitación sin decir una palabra más; me dirigí nuevamente a la habitación de Damon, él me esperaba con una expresión preocupada en el rostro.

—¿Todo está bien, Clari?

Asentí. —Deberíamos salir... hoy es nuestra última noche en Lyon. —dije halándolo hacia la puerta, dándole una sonrisa triste.

No podía quedarme en el hotel. La energía que rondaba a mi madre era terriblemente negativa, incluso mientras dormía. Si no me alejaba por un rato, su mente acabaría por absorberme, o intentaría suicidarme... en cualquiera de los dos casos, no era algo bonito. Cuando por fin salimos del hotel, Damon me atrajo hacia él y me estampó un beso en la frente.

—¿Qué les pasó? ¿Qué sucedió con tu familia?

Evité su mirada. No me gustaba hablar sobre mi familia, nunca me había gustado. Solo había un puñado de personas que conocían la historia, y es porque en su mayoría habían estado presentes en mi vida mientras ocurría... era bastante irónico que una de esas personas fuese Jason. A lo largo de mi vida, cada vez que me acercaba a una persona nueva, incluso había llegado a temer que me hicieran esta pregunta. Pero lo cierto es que amaba a Damon con locura, y si de verdad quería pasar mi eternidad con él, en algún momento se enteraría, y este momento era tan bueno como cualquier otro.

—Ehm... yo tendría cinco o seis años, y mis padres peleaban de forma constante. A pesar de ser una niña pequeña, me afectaba bastante. Víctor fue el único que siempre estuvo ahí para mí. Cuando a papá lo ascendieron, que tuvo que empezar a trabajar en otros países, apenas lo veíamos, y cuando se acordaba de aparecer, no había más que problemas. Después de algún tiempo, se mudó a Rusia, porque bueno... tenía una relación allá. A nadie le tomó por sorpresa, la verdad. —Mientras hablaba, no había mirado a Damon ni una sola vez. Mordí mi labio inferior, era difícil soltar todo esto. —Lo cierto es que después de eso no lo he visto nunca más. La única señal de su existencia que he tenido en todos estos años, es esa maldita carta y una generosa manutención.

Las lágrimas habían comenzado a salir sin permiso alguno; Damon me limpió algunas con su pulgar. Mientras hablaba me di cuenta que hace algún tiempo necesitaba esto. Necesitaba expresar en voz alta todo el resentimiento que sentía hacia mi padre. No estaba lista para perdonarlo, probablemente nunca lo estaría, pero tener tanto odio guardado no lo lastimaba a él, me lastimaba a mí.

—¿Sabes qué fue lo último que supe de ese hombre que se hace llamar mi padre? —continué, ahora con mi voz quebrada, aunque tratando de mantener la compostura. —Que tengo una hermana. Ni siquiera sé su nombre, ni como luce... demonios, ni siquiera me enteré de su existencia por él.

Ya no podía controlar mis lágrimas, ni tampoco mis sentimientos. Apoyé casi todo mi peso en Damon, en lo que veíamos salir el sol. Lo cierto es que siendo un vampiro, tener la oportunidad de ver un amanecer era todo un espectáculo. Los colores, los olores, los animales... todo parecía cobrar vida con solo la salida del sol. Miré a Damon con detenimiento, su rostro estaba tenuemente iluminado por el sol, lo que hacía que pareciera una especie de ente divino completamente hecho de oro.

—Te amo. —le susurré al oído.

Él se giró hacia mí, y me miró sonriendo. —Y yo a ti, novata. —dijo, en lo que me daba un dulce, pero fugaz beso en los labios.

—¿Quieres hacer una carrera al hotel? —dije, con un tono triste. Él me sonrió y arqueó una ceja.

—¿No te has cansado de perder aún, novata?

—Podría sorprenderte; he estado practicando.

—Ya lo veremos.

A pesar de las circunstancias, y de mis sentimientos, no podía evitar sentirme feliz mientras corría. Desde el momento que me había convertido hasta ahora, siempre había disfrutado de cómo se sentía el viento en mi cabello. Aunque en un principio mantenía una buena ventaja sobre Damon, en solo una fracción de segundo pude verlo adelantarse, poniendo una distancia de cien metros entre nosotros, y manteniéndola hasta llegar al hotel.

—Oh vamos, novata. No te sientas mal. No todos los días puedes perder contra una divinidad como yo. Deberías sentirte afortunada. —dijo de forma confiada y entre risas. Puse los ojos en blanco y resistí el impulso de hacer algo infantil como sacarle la lengua. Sin embargo, no pude evitar reírme ante su expresión de suficiencia.

Al llegar de nuevo a la habitación que compartía con mamá, la encontré durmiendo profundamente, no pude evitar sonreír al verla. Podía ver su ceño fruncido, y con mucha delicadeza, para no entrar en su mente, acaricié de cierta forma sus pensamientos, y la vi adquirir una expresión de verdadero descanso. Como si todo lo malo que estaba pasando, ya no existiera. Demonios. No quería despertarla para subir al estúpido avión. Si pudiese, la cargaría yo misma hasta el avión, o hasta París de ser necesario. Pero no podía hacerlo. Acaricié su frente una última vez antes de hablar.

—Mamá, despierta, debemos irnos al aeropuerto. —dije en un susurro, en lo que seguía acariciando su mente para que no se sobresaltara demasiado. Ella apretó los labios y asintió antes de levantarse e ir al baño. Me senté en su cama durante quince minutos en lo que la esperaba, hasta que salió, luciendo un poco más repuesta.

—Larguémonos de aquí. —fue todo lo que dijo, mirándome fijamente, con una fiereza en su mirada que sabía que era completamente falsa.

—De acuerdo, vamos. —dije; la rodeé por los hombros y salimos.

El avión en el que nos montamos en esta ocasión era mucho más incómodo que el anterior, aunque por suerte eso no impidió que mi madre durmiera profundamente durante todo el camino. Cada pocos minutos le acariciaba el rostro y también la mente. Eso de cierta forma me calmaba un poco, y también a ella.

Al llegar a Paris, mamá estaba tan cansada que apenas podía mantenerse de pie. Se fue en taxi a casa ya que aseguraba que se desmayaría si tenía que esperar un segundo más a que Damon llegara con el auto. Acompañé a mi madre hasta el taxi y la vi desaparecer en él sana y salva; luego volví hacia donde había estado Damon, pero en su lugar encontré a la persona que más había extrañado.

—¡Paolo! —dije corriendo hacia él a velocidad humana y abrazándolo con fuerza.

—¡Querida! —dijo, devolviéndome el abrazo con fuerza. —¿Cómo estuvo todo?

Hice una mueca. —Supongo que... lo mejor que pudo haber estado, considerando la situación.

—Claro... entiendo. —dijo; se veía un tanto avergonzado. —¿Y dónde está mi querido Damon? —dijo dándome un codazo y una sonrisa torcida, como para tratar de aligerar el ambiente. —¿Cómo se comportó?

Sentí una punzada agradable en mi cabeza; sabía que Damon estaba cerca. Miré un poco más allá de Paolo y sonreí. —Pregúntale tú mismo.

Paolo me miró frunciendo el ceño, no entendiendo mis palabras, aunque un segundo después el reconocimiento pobló sus facciones; Paolo se giró y corrió hacia Damon para abrazarlo. Mi novio me miró haciendo una mueca divertida hacia Paolo en lo que le correspondía el abrazo.

—¿Cómo has estado, Paolo? ¿Cómo va todo? —preguntó, poniendo cierta distancia entre ellos.

—Genial, viviendo mi vida como normalmente lo hago. ¿Qué tal es Lyon? No pude evitar buscar imágenes por internet, y se ve realmente hermoso.

—Lyon es una ciudad increíble. —dijo sonriendo, justo antes de hacer una mueca y mirar hacia abajo. —Y... ¿qué has oído de Adriana? —preguntó con dureza en la voz. No pude evitar ponerme rígida al escuchar su nombre y recordar todo lo sucedido en el bosque. Pude ver que Paolo reaccionó igual. A pesar de las circunstancias, había sido lindo estar apartados de todo el drama con esa chica.

—No sé nada de ella. —dijo apretando los dientes, en lo que sus ojos se teñían de un rojo ligero.

—Es lo mejor. —contestó Damon, notablemente aliviado.

—Sí, en definitiva lo es. —contestó Paolo. —Bien, dejando de lado el tema de esa maldita perra... —no pude evitar sonreír, a pesar que Damon lo miró de forma seria. —cuéntenme exactamente cómo es Lyon. Tal vez me aventure a tener una escapada romántica con Miguel hacia allá.

—Es gracioso que cuando la gente menciona a Francia, lo único que piensas es en París y en la jodida torre Eiffel, pero lo cierto es que teneos mejores paisajes que eso. —dije. Damon me miró con aire divertido.

—Eso casi pareció poesía, nena. —dijo, lo miré divertida y le di un codazo.

—Espero que ese comentario signifique que estás orgulloso.

—Claro que lo estoy. —dijo sonriendo, en lo que me daba un dulce beso en la mejilla.

—Oh por favor, chicos, antes de empezar a desvestirse, recuerden que estoy aquí... y que amaría un buen show. —dijo Paolo. No sabía qué clase de fijación tenía este chico por el sexo en público, pero no pude evitar reír.

Caminamos fuera del aeropuerto en lo que la sonrisa de mi rostro nunca se fue. No habíamos dado ni tres pasos fuera del aeropuerto, cuando un lindo Volkswagen color amarillo aparcó justo frente a nosotros. Acto seguido, Anika se bajó de él y corrió hacia mí a abrazarme. Tal vez no la había conocido por mucho tiempo, pero podía decir que era una buena persona y una excelente amiga.

—Chicos, ¿cómo les fue? Los extrañé mucho. —dijo, en lo que abrazaba a Damon.

Le sonreí. —Supongo que bien, Ani. Me alegra ver que decidiste quedarte en la ciudad.

—Sí, puedo decir que las cosas han cambiado.

—Y por lo que veo te has adaptado bastante bien. —dije, señalando a su auto nuevo, y su ropa actual. —Me encanta tu auto, por cierto. ¿Te inscribiste en la escuela? —Ella asintió en lo que hacía una mueca.

—Lo hice, pero en realidad solo lo hice para estar con ustedes, y aparentar un poco de normalidad. Todo lo que enseñan ya lo sé; los profesores son totalmente mediocres, y los alumnos son... como decirlo de forma apropiada... idiotas. No he podido encontrar uno que no lo sea; por desgracia, tengo que soportar la presencia de Adriana, en algunas de mis clases. Ese era su nombre, ¿no? —Yo asentí. —Comparto con ella la clase de trigonometría y arte. Es bastante molesta, por cierto.

Anika se veía muy diferente de la última vez que la había visto, momento en que lucía como una dama del siglo pasado. Ahora lucía un vestido casual color blanco, con flores rojas en él. Suponía que aún no se sentía cómoda utilizando pantalones. La expresión de Damon mientras Anika hablaba era inescrutable, pero dura. Supuse que yo también estaría incómoda si estuviesen hablando de algún ex novio de esa forma, pero tenía que soportarlo. No era su culpa que Adriana estuviese mal de la cabeza. Vi cómo todo el cuerpo de Damon se tensaba de repente, y tres segundos después, pude ver por qué.

—Chicos, bienvenidos a París. —dijo Adriana, con una voz terriblemente melosa y una sonrisa que solo quería arrancar de una bofetada. —¿Cómo les fue? Lamento lo de tu hermano pequeña.

—Muchas gracias por tu lástima, pero si de verdad te interesa saber, estuvo malditamente genial, sobre todo porque no estaba tu fea cara allá para joderme la vida. —dije, con más veneno en mi voz del que me creí capaz.

Ella sonrió, batiendo sus largas pestañas hacia mí. —Espero que hayas disfrutado ese tiempo, linda, porque créeme, esos días se acabaron.

—Lo que se acabará pronto es la suerte que tienes de tener la cara en la forma en la que tienes si vuelves a hablarme de esa manera.

Mientras hablaba di un paso al frente; Damon me tomó del brazo con fuerza, aunque sabía que con todo el odio que sentía por esa chica, podría mandarlo a volar en solo segundos. La expresión de Adriana no se inmutó ni un poco, y aunque Damon pudo detenerme, no creía que pudiese hacer lo mismo con Paolo, el cual parecía estar maquinando mil maneras distintas de matar a la chica frente a nosotros.

—Adriana, lárgate. —dijo Damon, hablando de forma dura. Aunque podía sentir cómo la coacción emanaba de él, sabía que no quería idiotizarla por completo, solo estaba tratando de convencerla más fácilmente.

—Pero... Damon... —Adriana frunció el ceño y trató de protestar, pero Damon levantó la mano deteniéndola. Podía sentir cómo su energía aumentaba con cada segundo que pasaba.

—No es una sugerencia, Adriana. Vete. Ahora. —dijo, hablando lentamente; calando en su mente, pude notar.

Ahora en definitiva podía ver la sorpresa en su rostro. Sin embargo, a pesar de que sabía que esta chica era una anciana, la coacción de Damon era mucho más poderosa que ella. —De acuerdo, me iré, cariño. Pero no te olvides que cuando quieras diversión de verdad, siempre puedes venir a mí.

Acto seguido, y sin decir ni hacer nada más, se fue a la súper velocidad usual de los vampiros. Damon permaneció rígido unos segundos más. Sabía que estaba preocupado por mí. Ella había dicho que no duraría mucho mi tranquilidad, y sabía que cumpliría con su palabra.

—Damon... —empecé a decir, pero él me miró con fiereza.

—Ella no se acercará a ti. —dijo con seguridad; asentí, más por hacer algo, que porque de verdad lo creyera.

—Y, ¿cómo es tu vecindario, An? —preguntó Paolo, obviamente tratando de aligerar el ambiente, aunque sin dejar de darme una mirada algo preocupada.

—Es bastante... bueno. —dijo Anika, mirando hacia abajo, en un gesto casi imperceptible. Tal vez pensara que nadie lo notó, pero yo ciertamente lo hice.

—¿Solo bueno? ¿O es que hay alguien bueno en el vecindario? —pregunté, arqueando una ceja y sonriendo. Ella correspondió mi sonrisa con timidez, confirmando mi teoría.

—¿Es tan obvio?

Me carcajeé. —Un poco para mí, pero estoy segura de que los chicos no tienen idea. ¿Cómo se llama?

Me miró sonriendo, en lo que caminaba hasta su pequeño auto y abría la puerta para nosotros. En otras circunstancias habría preferido correr, ya que era mucho más rápido, pero en estos momentos, lo que menos necesitaba era ahorrar tiempo. Quería la historia completa y con detalles. Cuando ya estábamos dentro del auto, Anika se giró desde el asiento del conductor y me miró sonriendo de forma tímida.

—Se llama Jason. Jason Moreau.

La sonrisa se borró de mi rostro, y yo quedé totalmente paralizada con su respuesta.

***

He vuelto!! Luego de bastante tiempo he vuelto.

El capítulo lo tenía listo desde hace varias semanas, ¿el problema? Pues vivo en Venezuela. Tal vez a muchos eso no les parece suficiente, pero sé que mis compatriotas entenderán el dilema que eso representa en este momento.

El próximo capítulo será de Nacidos para la Eternidad.

Me encantaría saber sus opiniones sobre el capítulo <3

Hasta pronto lectores :3

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