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Capítulo 18: Cobardía

Clarissa

Luego de mi momento con Damon, todo volvió a la normalidad. Estuvimos un rato más allí, antes de que Damon simplemente se removiera, un tanto incómodo, hiciera un comentario acerca de ver mi ropa interior ya que mi ropa estaba mojada, y se fuera. No sabía por qué mi reacción había sido así con respecto a Christopher. Tenía un huracán de emociones dentro de mí. Al parecer Chris me gustaba más de lo que había pensado. Él era totalmente ardiente y todo eso, pero no me sentía conectada con él. No sentía nada parecido a como me sentía con Damon en momentos como este. No sentía que me aceleraba por completo, no sentía que una mirada suya podía derretirme. Honestamente, con
Christopher solo sentía que sería una buena persona para pasar un buen rato en un parque... o en una cama.

Estaba totalmente confundida. Mi cabeza era un desastre total. A pesar de que el ambiente había cambiado gracias a los comentarios de Damon, éste nunca se apartó de mi lado hasta que yo decidí irme a casa. Incluso se ofreció a acompañarme, con una expresión sarcástica en el rostro pero con un ligero tinte de preocupación en su voz. Me negué de forma amable, y antes de que pudiese decir nada, corrí a casa. Al llegar, simplemente me senté en mi habitación, mirando la ventana, hasta que pude ver el alba asomarse ligeramente.

Cuando por fin se hizo la hora, me moví de donde estaba, y me preparé para ir a la escuela. Consideré seriamente no ir, pero tenía un examen de historia que no podía perder, y además, tenía mucho que hablar con Christopher ¿qué diablos había sucedido? No entendía nada. Mi cabeza era un desastre total. Pasé por todas las clases que tuve con indiferencia total, solo dejando que el tiempo pasara para por fin poder ver la clase de gimnasia. Solo pensando en qué iba a decirle cuando lo viera.

Cuando por fin lo vi, tenía su vestimenta habitual. Una camiseta blanca, completamente sudada y unos pantaloncillos para hacer deporte. Todos los músculos de su torso se marcaban perfectamente. Se veía totalmente exquisito, y esto era en más de un sentido, ya que al verlo y olerlo... al escuchar los latidos de su corazón marchar rápido debido a la actividad física; se me hizo agua la boca. Casi podía saborear su sangre. Me reprendí por esos pensamientos, debía controlarme.

Me acerqué a él y en lo que caminaba, le di una linda sonrisa la cual él correspondió. Había algo extraño en Chris. Un cambio en su aura; en su entorno. No podía explicarlo muy bien, ya que no entendía exactamente qué era. Pero definitivamente había algo allí que antes no había estado.

—¿Qué fue lo que sucedió ayer? —pregunté, poniendo las manos en mi cintura, y arqueando una ceja. Él me miró y frunció el ceño. Tal vez me habría sobrepasado. Ciertamente yo no era nadie para reclamarle nada. Solo era su alumna. Estaba a punto de disculparme ante su silencio sepulcral cuando finalmente habló.

—Lo siento, nena. Hubo una emergencia, te lo dije. —dijo, un poco a la defensiva. Yo solo asentí, no muy convencida que se diga, pero tampoco quería pedirle más explicaciones. Ya sentía que me había sobrepasado simplemente preguntándole esto. Él podía hacer lo que quisiera con su vida. Estaba a punto de marcharme cuando él me tomó de la mano. —¿De verdad crees que te habría dejado así de no haber sido algo importante?

—No te estoy pidiendo explicaciones Chris. Está bien.

—Bueno, y ¿cuándo saldremos de nuevo, sin que ninguno de los dos se escape? —preguntó él acercándose un poco más, e ignorando a los estudiantes que empezaban a llegar. Yo miré a los lados, y pude ver que un par de chicos nos miraba con curiosidad. Di un paso atrás.

—Ya mismo si quieres.

—Genial, termino esta clase y voy contigo. —Le di una linda sonrisa, y me fui tan rápido como pude. Pude escuchar a Chris decirme algo acerca de reprobar la asignatura por no asistir, pero la verdad no me importaba. Siendo un vampiro, no tendía a sudar tanto ya que no me esforzaba casi para nada, pero hoy el día estaba terriblemente soleado, y por mucho que fuese un vampiro, igual sentía calor; no quería salir con Chris estando toda sudorosa, ya tenía suficiente con el hecho de que saldría con él con el patético uniforme de educación física.

Llegué al jardín de la escuela, que estaba en la parte frontal de la misma. Siempre me había agradado estar allí, se sentía un ambiente de paz. Solía sentirme cómoda en sitios como estos, en los que la naturaleza predominaba. Desde que era un vampiro, esa era una de las cosas que se había intensificado de manera notoria, supongo que en gran parte por mi conexión con los elementos. Me sentía un elemento natural, y no una intrusa.

El jardín era bastante grande. Cubría toda la fachada de la escuela. Tenía una variedad de flores magnífica. Rosas, lirios, margaritas, cada varios metros también había algunas bancas de madera con un estilo clásico que le daba un poco de clase al lugar. Amaba esta parte de mi escuela, podría vivir aquí de ser necesario.

Mientras caminaba, solo pensando en el bello jardín y en el aroma de las flores, que ya podía percibir, pude sentir un olor distinto, pero bastante conocido también. Damon. Se encontraba sentado en una de las bancas, sin mirar a ningún sitio en particular. Cuando me percibió, se giró, me saludó, y me invitó a que me le uniera.

—Hola novata, ¿cómo te va? —preguntó sin mirarme.

—Genial, ¿y a ti? —dije, dándole una sonrisa en lo que me sentaba a su lado.

—Genial, como siempre. —dijo, con un tono de suficiencia al cual ya me estaba acostumbrando. De repente, abrió los ojos y su expresión cambió a una un poco más seria. —Te vi hablando con Christopher. —dijo, casi en un susurro. Me tensé al oír su nombre.

—¿Qué tiene eso de malo? —dije, arrepintiéndome al instante en que lo dije, ya que soné terriblemente a la defensiva.

—Solo... no me gusta ese chico. —dijo, frunciendo el ceño ligeramente y mirando hacia abajo.

—No tiene por qué gustarte a ti. Me gusta a mí, y eso es suficiente. —dije en tono firme. Él me miró con los ojos entrecerrados.

—Es que tus gustos son terriblemente cuestionables, ya que hace algunas horas estabas llorando como idiota bajo la lluvia por ese desgraciado. —dijo en tono bajo, pero severo igualmente, enfatizando la última palabra. Yo desvié la mirada de sus ojos, los cuales se estaban tornando rojizos.

—Eso no es tu problema, Damon.

—¿Ahora no es mi problema? Te lo recordaré la próxima vez que decidas llorar sobre mí.

—Eres un... —Traté de hablar, pero Damon me cortó.

—No puedo creer que puedas siquiera pensar en salir con ese idiota de nuevo. —dijo susurrando otra vez, en tono decepcionado. Yo abrí mucho los ojos.

—¿Cómo te atreves a espiar mi conversación?

—¿Me culpas? Después de la manera en la que estabas ayer, agradece que no le partí el cuello en el momento en el que escuché su corazón latir. —dijo, con los ojos ya totalmente color carmín. Su voz se mantenía baja, pero no hacía falta que me gritara para notar que estaba bastante molesto.

—¿Por qué siquiera te molesta? Yo solo soy una maldita molestia para ti ¿o me equivoco? —Damon soltó una carcajada amarga.

—No sabes de lo que estás hablando.

—Tú no eres mi jefe. —Me defendí. Él me miró fijamente durante unos segundos; pude ver el color de sus ojos fluctuar ligeramente, luego apartó la mirada y suspiró de forma cansina.

—Eres una niña aun. —dijo, más para sí mismo que para mí.

—Yo no soy una niña. —Esto hizo que volviera su rostro a mí con rapidez.

—No, no lo eres, pero actúas como una. Así que en lo que a mí respecta, lo eres. Hice mal en olvidarlo. —dijo en tono brusco. No entendía a qué se refería con que lo había olvidado, pero tampoco me dio la oportunidad de preguntar. —Por cierto, espero que tu cita vaya genial con el poco tiempo que te queda, novata. Esta noche tenemos práctica. —dijo en tono burlón. Yo abrí mucho los ojos y le di una mirada de furia total.

—¿Cuál es tu maldito problema? —le grité.

—TÚ LO ERES. —Esto me detuvo en seco. No sabía qué decirle. Miré al suelo.

—Lo estás haciendo a propósito. —susurré. Tan bajo que incluso debió costarle escucharlo con nuestro súper oído.

—Sí, así es —dijo en lo que me daba una sonrisa que no le llegó a los ojos, justo antes de levantarse rápidamente de la banca y alejarse a velocidad vampiro. Solo lo miré por un instante antes de perderlo de vista. Probablemente mis ojos tuvieran un color rojo carmesí en ese momento.

Cuando Damon por fin se fue, sabía que tenía que calmarme un poco. Con los ánimos que tenía en ese momento, era bastante capaz, y estaba lo suficientemente dispuesta a matar a quien sea que se cruzara en mi camino. Al cabo de media hora, ya estaba bastante calmada. Podía sentir la vida de las flores a mí alrededor. Cada cierto rato, jugaba con el elemento aire para poder sentir de manera más pura algún aroma específico de alguna flor. Al terminar la clase, Chris fue al jardín. Sentí su aroma cuando estaba a unos buenos quince metros de distancia. Le hice señas para que se sentara a mi lado. Al hacerlo, me rodeó por los hombros. La verdad me preocupaba que alguien pudiese vernos, pero Chris se veía bastante relajado. Lucía como si nada ni nadie pudiesen vencerlo. Se veía bastante bien. Tenía un encanto masculino que no me cansaba de admirar, pero la verdad era que no era nada comparado con la belleza celestial de Damon. Con sus ojos cambiantes. Con su cabello del color del oro viejo bajo la luz del sol... demonios. Debía sacarlo de mi mente.

—¿Estás lista? —preguntó sacándome de mis pensamientos.

—Claro. —dije, dándole una linda sonrisa.

Él tomó mí mano y caminamos sin rumbo fijo durante un rato. Sabiendo dónde vivía Chris, no podía creer que no tuviese un auto, y si lo tenía, no entendía por qué no lo traía a la escuela. Sería mucho más práctico que lo hiciera, así tal vez no iría a la cárcel por estar de esta manera con una chiquilla.

Mientras caminábamos, miré al cielo. Por la posición del sol, y el tiempo que había pasado, podía decir que eran alrededor de las cuatro; las prácticas con Damon solían ser a eso de las diez, lo cual solo me daba unas pocas horas para estar con Chris. Genial, pensé. El trayecto fue silencioso, aunque bastante tierno. Podía sentir que Christopher, por alguna razón, estaba más contento. Cada cierto tiempo me apretujaba por la cintura, o me daba un dulce beso en la coronilla.

—¿A dónde vamos? —le pregunté con impaciencia, luego de caminar alrededor de quince minutos hacia ninguna parte. Luego de estar moviéndome a velocidad súper humana durante unos días, esta lenta caminata me exasperaba.

—Ya estamos cerca, ten algo de paciencia. —me dijo, dándome una sonrisa. Reprimí una mueca de desagrado ante este comentario. La paciencia nunca había sido mi fuerte. No como humana, y mucho menos como vampira.

Caminamos por unos cinco minutos más, y finalmente llegamos a un restaurante que lucía un tanto elegante. Podía ver a las personas dentro del restaurante; estaban muy bien vestidas. Con buenos abrigos, y posiblemente ropa de diseñador. Yo seguía luciendo como una súper modelo... pero una que venía saliendo de la escuela, ya que tenía puesto mi horrible uniforme de gimnasia. Miré a Chris, y vi que él me miraba con una sonrisa alentadora, así que respiré profundo, y seguí caminando a su lado.

Al llegar, pude notar que la mayoría de las miradas se dirigieron a mí de manera despectiva. Me sentí muy avergonzada. Miré alrededor, el lugar era de color rojo sangre, lo cual era bastante irónico, ya que con todas las personas que estaban aquí, ese olor era lo único que impregnaba el aire. En el techo del restaurant, habían unas hermosas lámparas de vidrio que se posicionaban de manera exacta entre cada mesa. Debido al tenue olor a roble, sabía que las mesas estaban hechas de éste; sobre ellas había un mantel blanco, dándole al lugar un toque bastante pulcro y elegante, nada parecido a mi horroroso uniforme de gimnasia.

Chris tomó mi mano y tras unas palabras con el tipo de bigote que estaba en la recepción, nos dirigimos a una mesa cercana que tenía una vela aromática color blanco en el centro. Al parecer, había planeado esto con anticipación. Me sentí realmente halagada, y muy avergonzada de siquiera haber pensado que yo no significaba nada para él. La mesa era para dos, así que nos sentamos, uno frente al otro.

—Pide lo que quieras. —dijo Chris, con una linda sonrisa en su cara. Yo me encogí de hombros, sin mirar mucho el menú. Dudaba que la sangre figurara en él. Pero si me fijé que había helado en la sección de postres.

—Un helado de avellanas y nueces. —dije. Era mi favorito, y la verdad al pensar en su delicioso sabor sentí algo de nostalgia. Estaba un poco perdida en mis pensamientos, así que no me fije que Christopher me estaba mirando extrañado.

—¿No quieres algo más? —preguntó. —¿No tienes hambre?

—No, eso está bien. Yo comí algo en la escuela. —dije, dándole una sonrisa y apartando la mirada. Él solo se encogió de hombros, llamó al mesero, e hizo la orden.

El mesero se fue, y al cabo de tres minutos, volvió con el helado. No esperaba que volviera tan rápido. No había tenido tiempo para prepararme psicológicamente a odiar una de las cosas que más había amado durante mi vida humana. Lo miré durante unos segundos. Podía sentir la mirada expectante de Christopher sobre mí. Respiré profundo y tomé un pequeño bocado y... no estaba nada mal. Obviamente no era la delicia celestial que era antes para mí, pero era bastante soportable, incluso podía llegar a ser bueno; aunque probablemente para mí, el mesero sabría mucho mejor. Sonreí ante este pensamiento y volví a mi helado, tratando de ignorar el delicioso aroma que poseían todas las personas a mí alrededor.

Comí gran parte del helado, el resto se lo comió Christopher. Él también había ordenado un filete que honestamente habría muerto por tener. Estaba prácticamente crudo. En mi época como humana, era casi vegetariana, y al haber visto un trozo de carne como este, habría tenido arcadas, pero ahora, mi boca se hacía agua al ver este trozo de carne rojiza.

Mientras comíamos, no hablábamos mucho, él mayormente me miraba, como analizándome. Yo estaba más que todo concentrada en comerme el helado, y en que, a pesar del poco tiempo, era bastante extraño tener algo en mi boca que no fuese sangre. Sin embargo, de vez en cuando levantaba la mirada, y le daba una sonrisa, que él correspondía al instante. La verdad es que también evitaba hablar con él porque no sentía que tuviésemos mucho en común, es decir, ¿qué se supone que podía decirle? "oye Chris, me fue genial en tu examen la semana pasada, ¿cierto?". Era algo incómoda la situación.

Nos fuimos del restaurant a eso de las siete treinta, con solo dos horas y media restantes de tiempo para estar con Chris. Decidimos caminar por la ciudad. Él tomó mi mano, lo cual me sorprendió bastante. Quien sea podía vernos, y no sabía que tanto podría afectarle a él en su trabajo que lo vieran de esa manera con una alumna. Sin embargo, eso no le impedía acercarme a él de vez en cuando para susurrarme palabras dulces al oído, las cuales causaban que me sonrojara de manera automática. En un momento, en el cual me tomó totalmente desprevenida, me jaló hacia sí, y plantó un beso en mis labios. Al comienzo, fue algo brusco, pero sabía que debía controlarme, ya que si aplicaba mi fuerza, podía mandarlo a volar hasta el otro lado de la calle. Al cabo de unos segundos, me relajé un poco, al igual que él y pude fundirme en sus labios y en él mismo.
La verdad es que no se sentía nada mal. Pero no había nada más allá de la sensación agradable de tener unos labios sobre los míos. Algo faltaba.
Caminamos sin rumbo fijo por dos horas aproximadamente, aunque solo parecieron quince minutos. Miré mi reloj y recordé que tenía que ir a entrenar con Damon. Lo maldije en mi interior; a pesar de que no estaba teniendo un momento súper divertido con Chris, había pasado un rato bastante agradable y no quería dejarlo. Sabía que Damon solo quería lo mejor para mí... o eso era lo que pensaba la mayoría del tiempo. Suspiré resignada y  volví mi mirada a Christopher.

—Me tengo que ir, Chris. —dije, tratando de mirarlo, pero no hacer contacto visual. Él suspiró y prácticamente me obligó a observar sus hermosos ojos cafés.

—Ya vas a hacerte la cenicienta de nuevo. ¿Por qué siempre te vas corriendo? —dijo en tono de ruego. Yo le di una linda sonrisa.

—Porque no vivimos en un cuento de hadas. —dije, aun sonriendo. Le di un dulce beso en la mejilla y me fui.

Caminé alejándome de Chris. Él se quedó unos segundos mirándome marchar, pero eventualmente siguió su camino; en ese momento aproveché que no me veía, y corrí a mi práctica con Damon. No pensaba seguir caminando el día de hoy. Esa clase de lentitud me sacaba de quicio.

Lo más probable es que hoy la práctica fuese un poco incómoda, debido a nuestra discusión más temprano, pero debía soportarlo. Corrí durante unos pocos segundos. Tomé la ruta larga para llegar a donde estaba Damon, pensando que si llegaba tarde podía hacerlo enojar más. No pude evitar sonreír ante este pensamiento.

Cuando llegué a la plaza donde entrenábamos, lo vi al instante. Me acerqué con indiferencia hacia donde estaba y me detuve a su lado sin decir una palabra. Él arqueó una ceja en lo que me miraba.

—Qué mal educada eres novata. ¿Ya ni siquiera me saludas? ¿O a mi fantástico ayudante por el día de hoy? —dijo negando con la cabeza. Durante un segundo no entendí a qué se refería, pero luego sentí el aroma de Paolo a unos buenos ciento cincuenta metros de distancia. Apenas lo divisé, corrí hacia él y lo abracé.

—Cariño, ¿cómo te va? —dijo Paolo, sonriendo.

—Genial, Paolo ¿y a ti? —dije de forma afectuosa.

—Muy bien.

—A mí también me va bien, gracias por tu interés, Clarissa. —dijo Damon, en forma sarcástica, en lo que caminaba hacia nosotros. Ya se me hacía un tanto extraño escucharlo llamarme por mi nombre. Yo giré los ojos y volví la mirada hacia él.

—De acuerdo, ¿qué haremos? ¿Para qué me trajiste acá? —dije en tono algo petulante.

—Paolo es una especie de experto en lo que a lucha respecta. Te enseñará un poco lo que sabe.

—Genial, pero ¿para qué estás tú aquí entonces? Eso lo puedo hacer perfectamente sin tu ayuda. —dije, cruzando los brazos sobre mi pecho.

—Yo actuaré como un contrincante para que puedas practicar, y además, me veré genial en el proceso. —dijo Damon, dando esa media sonrisa destinada a derretir a quien sea que la mirara. Yo solo asentí y no dije nada más. Paolo me sonrió y al cabo de veinte minutos me explicó tantas técnicas de lucha, que al momento de luchar con Damon no estaba muy segura de poder recordar todo lo que dijo.

Al ser un vampiro, definitivamente mis capacidades de aprendizaje eran mucho mejores. Mi cerebro trabajaba de una forma infinitamente superior a la de un humano, y podía almacenar mucha más información. Eso lo sabía. El asunto es que nunca lo había puesto en práctica, y no sabía qué tanto me funcionaría eso en esta ocasión. Sin embargo, al tratar de recordar lo primero que me había dicho, lo podía hacer con lujo de detalles.

Al cabo de unos minutos que me tomé para repasar mentalmente todo lo que me había dicho Paolo, procedimos a ponernos en posición defensiva. No sabía qué tanto me costaría llevar lo que Paolo me había dicho a la práctica. Estaba nerviosa. Si fuese humana, probablemente estaría sintiendo el sudor correr por mi cuello a pesar de la baja temperatura. Tomando en cuenta nuestra discusión más temprano, esto sería MUY personal. Respiré profundo, pues sabía lo que vendría. No se me había olvidado ni un poco la rama que atravesaba mi estómago hace solo unos días atrás. Miré a Damon fijamente, y pude verlo darme una sonrisa dulce.

—Lamento haberte dicho niña. —me dijo mentalmente. Me sobresaltó su voz en mi cabeza. Habría jurado que tenía mi escudo mental puesto, pero supongo que pudo haberse caído entre tanta cháchara con Paolo. Damon no cambió ni un ápice de su expresión, así que traté que la mía tampoco lo hiciera. —Pude haberme dejado llevar un poco. Yo no tengo por qué reclamar nada acerca de tu vida privada.

—Pues tienes razón. Mi vida no es tu problema.

—Solo pensé que estaba ayudándote. Dándote un buen consejo. Porque ese tipo es una maldita escoria, y mi opinión al respecto no ha cambiado. Pero supongo que sobrepasé mis límites.

—Sí, lo hiciste —dije, tratando de sonar lo más molesta posible, aunque la verdad el hecho de que se preocupara por mí, aunque fuese un poco, me parecía tierna. Él giró los ojos.

—Lo que sucede es que debes aprender a escoger Clari; eres un jodido vampiro; tienes habilidades impresionantes, y eres una chica hermosa. Ese idiota no es el indicado, y lo sabes. —dijo, en tono sabio y paciente. No sabía cómo se las arreglaba para sonar de esa manera pedante incluso en mi cabeza. Ignoré por completo el hecho de que me llamó hermosa; arqueé una ceja y le di una media sonrisa sarcástica, tratando de hacerla lo más parecida posible a la suya.

—Pues si lo dices, supongo que debes tener alguna sugerencia. ¿Te crees que tú eres el indicado? —dije, tratando de sonar bastante sarcástica. Su expresión, que hasta ahora no había cambiado ni un poco, se modificó a una un tanto triste.

—Para nada. Posiblemente, yo sea aun peor que él. —dijo, dándome una sonrisa que no le llegó a los ojos, justo antes de apartar su mirada. Pensaba repicar algo, pero el grito de Paolo no me lo permitió.

—¿Qué demonios están esperando? —Paolo utilizó un tono bastante afeminado que me causó algo de gracia. Suponía que lo exasperaba bastante no poder ser parte de la conversación que estábamos teniendo Damon y yo, aunque agradecía que no pudiese serlo. Damon se distrajo, y yo aproveché esto para ir por él.

Corrí, hacia él y en una maniobra de la que me siento orgullosa, lo tomé por el brazo y lo tiré al suelo. Se suponía que él actuaría como un humano; por la cantidad de fuerza que estaba aplicando, no había humano en el planeta que pudiese zafarse. Al cabo de unos pocos segundos, estaba sobre él con mi boca en su cuello, simulando que lo mordía. Damon respiraba de forma pesada. Yo me sentía como si no hubiese levantado siquiera una hoja del suelo. Al cabo de unos segundos, Damon dejó de respirar y yo me quité de encima. Acto seguido, lo vi abrir los ojos y darme una sonrisa sarcástica.

—¡No te confíes! —dijo, al momento en el que se levantó, y casi sin verlo, hizo una maniobra que me dejó inmovilizada en el suelo.

Él estaba sobre mí, con una de sus manos tomando mis dos manos en un agarre tan fuerte que no me permitía moverme. Antes de notarlo, tenía una rama en su mano, la cual estaba posicionada en mi pecho justo donde estaba mi corazón.

—En esta posición eres vulnerable... en muchos sentidos. —dijo sonriendo, en lo que recorría mi cuerpo con sus ojos, terminando en mi rostro en lo que me daba una sonrisa sarcástica. Ahora era yo la que se encontraba respirando de forma pesada. Al cabo de unos segundos de inmovilidad, que logré recuperar mi aliento por completo, le di a Damon una mirada furibunda.

—Prometiste actuar como humano. —dije, en lo que me levantaba y me quitaba a Damon de encima. Me tendió la mano, y la tomé. Me levantó con fuerza y me acercó peligrosamente a él.

—No, novata. Prometí actuar como un caza vampiros, y uno de ellos no se detendrá simplemente por una mordida. A menos que estés muy hambrienta y decidas morder y desangrarlo por completo; o seas lo suficientemente salvaje como para morder y desgarrar. Lo cual es bastante difícil. Pero por todo lo demás, deberás dejar tu pereza a un lado, y esforzarte un poco más. —A pesar que odiaba admitirlo, sabía que Damon  tenía razón. Sabía que un cazador no se detendría por una mordida... Jason no se detuvo. Él siguió luchando hasta que logró quitarme de encima. Morder no era una buena opción. Asentí hacia Damon y nos pusimos en posición para volverlo a intentar.

Al igual que la vez anterior, corrí hacia él y lo tomé del brazo, pero Damon no me permitió hacer la misma maniobra que antes. Me empujó, con una fuerza que me parecía un poco más de la necesaria, por lo que caí al suelo. Pude levantarme antes de que estuviese sobre mí, y más rápido de lo que creí posible, estaba en su espalda inmovilizando sus brazos y con un movimiento rápido, le partí el cuello a Damon.

Me asusté, de verdad lo hice. Vi caer el cuerpo de Damon al suelo, después de escuchar el crujido, con la cabeza girada en un ángulo extraño. Solté un pequeño grito y lo toqué en el cuello para sentir su pulso, aunque después me sentí terriblemente estúpida. Obviamente no encontraría nada allí. Pero si pude sentir que sus huesos estaban rotos. Mierda. Esto era malo. Me arrodillé a su lado y traté de poner su cabeza en su lugar, pero no se quedaba quieta. Mierda. Mierda. Mierda. Estaba entrando en pánico, cuando sentí que Paolo estaba a mi lado riendo a carcajadas.

—¡Cielos, niña! Sí que te lo tomaste en serio, ¿no? —dijo Paolo entre risas.

—¿Pero de qué hablas? ¡Acabo de matarlo! —Esto solo hizo que Paolo riera aún más.

—¿Es que acaso Damon no te enseñó nada? Cariño, matar a un vampiro es realmente difícil. Si fuese tan fácil como romper un cuello, habría muerto hace unos buenos cien años.

—Pero... y ¡¿por qué demonios no se levanta?!

—Porque su cuerpo se está reconstruyendo. Ya no debe faltar mucho para que despierte. Eso es completamente normal. Solo tendrá un dolor de cabeza terrible, y un humor pésimo, nada más. —Paolo me hablaba con mucha calma, pero la verdad era que MI paciencia estaba llegando a su límite.

Pasaron unos cuantos segundos más, en los cuales yo realmente me estaba desesperando. Al cabo de un minuto, se escuchó un crujido y vi a Damon abrir los ojos. Estos estaban color rojo carmesí. Me miró con un odio en su mirada que desconocí por completo, y acto seguido se lanzó hacia mí. Corrí unos buenos cincuenta metros alejándome de él, pero pude ver que Paolo lo estaba conteniendo. Demonios. Sabía que esto había sido demasiado.

—Ya puedes acercarte, cariño. Damon no te hará nada. —Yo respiré profundo y me acerqué lentamente, a paso humano. Cuando estuve lo suficientemente cerca, pude ver que los ojos de Damon seguían rojos, pero ya no me miraba como si quisiera arrancarme la cabeza. —Supongo que podrías decir que esta es la forma más fácil de dejar a un vampiro fuera de combate.

—Damon, lo siento mucho. Yo no pensaba en hacer eso. De verdad... —Estaba balbuceando y lo sabía. Damon respiró profundo y me miró.

—Ya cállate. No importa. Cuando le haces eso a un vampiro, es imposible que no despierte enojado. No es nada personal.

—¿Pero estás bien? —dije, en lo que en un impulso que no entendí muy bien, tomé su rostro entre mis manos. Esto pareció desconcertarlo un poco, pero rápidamente apartó mis manos con fuerza.

—Sí estoy bien. Solo no me toques en este momento. —Asentí, y bajé la mirada. —Lo hiciste bien. En una lucha cuerpo a cuerpo definitivamente lo harías genial. Si alguno de ellos tiene alguna de sus armas, tal vez sería una historia diferente. —Paolo solo nos miraba con una sonrisa en los ojos, que a medida que pasaban los segundos, iba cambiando a una sonrisa un tanto malévola.

—¿Y qué es lo que está pasando aquí? ¿Ustedes dos aún no han hecho cositas? —dijo Paolo en un tono gracioso e inofensivo; giré los ojos, no era el momento para bromas. Damon lo miró como si quisiera asesinarlo. Paolo levantó las manos en señal de rendición. —De acuerdo, no ha pasado nada... aún. —dijo susurrando. Le di una mirada matadora, la cual él ignoró por completo.

Estábamos caminando a paso humano. Damon estaba bastante callado. Paolo me estaba contando acerca de sus vivencias a lo largo de los años. Me comentaba que mis poderes sobre los elementos era uno de los mejores que había visto; junto con el de Damon, y el de una chica que podía crear campos de fuerza a su alrededor. Estaba bastante concentrada en mi conversación con Paolo, tanto que no noté cuando un grupo de cinco chicos prácticamente apareció frente a nosotros.

—Mierda. Esperaba que lo hubiesen matado hace años. —dijo Paolo, con todo el desagrado posible plasmado en su tono de voz. Yo lo miré, confundida.

—¿A qué te refieres? —pregunté, mirando de Damon a Paolo.

—Los cuatro chiquillos que están detrás nunca los había visto, pero el que está adelante se llama Alex Kingsbury y es el mejor peleador con el que me he enfrentado. Tuve suerte de poder escapar. —dijo Paolo en tono sombrío.

—¿Y qué demonios hacemos caminando hacia ellos? Vámonos hacia el otro lado. —dije, en tono nervioso, tomando a Damon por el brazo para girarlo, pero él endureció su cuerpo y me miró.

—No serviría de nada, ya nos vieron. —dijo Damon, mirando en la dirección en la que se aproximaban los cinco hombres.

—¿Y qué? Somos mucho más rápido. No nos alcanzarán.

—Nena, así no funcionan las cosas en este mundo. —dijo Paolo, mirándome fijamente a los ojos. —Ya sabes lo que debes hacer cariño; no te preocupes por Alex. Todo va a salir bien.

La verdad no me sentía segura acerca de nada. No entendía por qué debíamos continuar con esto. Podíamos irnos por otro lado, y no tendríamos ningún tipo de problema. Estuve a punto de irme corriendo, y lo habría hecho si Damon, seguramente después de leer mis pensamientos, no me hubiese tomado por el brazo con firmeza. Lo miré fijamente, y él a mí. Sé que intentó transmitirme confianza, pero no lo logró. Sin embargo, sabía que ya no podría correr de esto.

Nos acercamos con rapidez, y Damon y Paolo se veían bastante determinados. Sus rostros no develaban ninguna emoción, pero sabía que no estaban tan tranquilos como se veían; podía sentir sus respiraciones pesadas. Alex pareció reconocer a Paolo, ya que abrió mucho los ojos cuando llegamos a su encuentro. No entendía esto. Era una especie de batalla épica, solo que ésta era entre tres adolescentes súper poderosos, contra cinco hombres con armas extraordinarias. Los chicos que estaban situados detrás de Alex se veían un tanto temblorosos e inseguros, y apostaba que yo me veía de igual manera.

—Nos vemos de nuevo, engendro del demonio, y veo que ahora te conseguiste unos guardaespaldas. —dijo Alex en tono burlón, haciendo una mueca hacia Damon y hacia mí. —O bueno, uno y medio. Porque la niña está a punto de sufrir un ataque cardíaco. No te preocupes cariño, no sentirás nada... solo cantidades industriales de dolor. —dijo esbozando una sonrisa macabra.

Yo me estremecí sin notarlo, y pude sentir a Damon tensarse a mi lado. Creo que Paolo dijo algo, pero la verdad no lo escuché. Algo extraño estaba pasando en mi cuerpo. Estas "personas" honestamente pensaban que estaba bien asesinar a unos chicos por ser diferentes. Nosotros no estábamos lastimando a nadie. No merecíamos esto. Pude sentir la rabia y el enojo crecer en mí. Acto seguido mis colmillos salieron, y en ese momento, olvidé el temor; olvidé que hace unos pocos días los vampiros eran solo historias de terror; olvidé todo. Solo existíamos nosotros, y ellos. Dos especies distintas. Y no estaba dispuesta a ser la presa el día de hoy.

Alex hizo una mínima señal con su mano, pero eso bastó para que los chicos a su espalda corrieran hacia nosotros. Uno de los chicos vino hacia mí. El chico era moreno de grandes ojos color miel; era unos cuantos centímetros más alto que yo, y tenía una cicatriz en el rostro que le deformaba un poco la cara. Si no estuviésemos en estas circunstancias, incluso podría pensar que es lindo. Alex solo nos miraba, lo cual me pareció bastante curioso, ya que había pensado que él se uniría a la lucha.

El chico con el que luchaba parecía ser tan nuevo como yo en esto. Logró tomarme por un brazo, y de manera un poco descuidada dirigió su lanza hacia mí. No me costó ni un poco esquivarla. Tomé la lanza con mi mano libre, y noté que ésta quemaba al tacto. Solté un gruñido en lo que el chico me tomó por la mano quemada, y pretendía cortar mi cabeza con un hacha gigante. Tomé la mano en la que sostenía el hacha y sin mucha dificultad, me liberé de su agarre, y me las arreglé para partirle el cuello.

Uno de los otros chicos luchaba con Damon. Era bastante más bajo que él, pero también era bastante ágil. Se las arregló para hacerle un corte a Damon en el brazo, el cual lo hizo gritar con rabia. Estaba a punto de ir a ayudarlo cuando Damon prácticamente dividió al chico en cinco partes. Sus ojos estaban completamente enrojecidos. Si yo no hubiese sido de la misma especie que él, lo habría considerado un monstruo sin alma.

Los otros dos chicos estaban sobre Paolo, y a pesar de que lo hacía muy bien, sentía que debía hacer algo más que solo mirar. Apreté mis puños, cuando un dolor casi paralizante fue desde mi mano hasta el resto de mi cuerpo. Esto me derrumbó al suelo por completo. Pude ver que Damon corrió hacia mí y me tomó en sus brazos. No había notado que no podía abrir mi mano derecha, la mano con la que toqué la lanza. Damon intentaba abrir mi mano, pero le estaba costando notoriamente. El dolor seguía recorriendo mi cuerpo, hasta que de manera repentina se detuvo. Damon había logrado abrir mi mano, la cual estaba llena de ampollas color verde.

—Si cierras la mano, el veneno se va a expandir por tu cuerpo a mayor velocidad. Si la mantienes así, podrás eliminarlo antes de que te mate. —Asentí. Pero podía ver el color verde de las ampollas expandirse por mi mano. No me gustaba.

Me puse de pie con ayuda de Damon y miré a Alex, que no se había movido ni un solo centímetro. Podría tener unos treinta y cinco años, era muy musculoso y su rostro parecía estar evaluándolo todo. Sus ojos eran negro mate y... se fue. Antes de notarlo él simplemente huyó. Miré a Damon, y lucía tan confundido como yo. Cuando volví a mirar, Alex estaba a diez metros de nosotros, abandonando por completo a los dos chicos, o mejor dicho, al chico que quedaba luchando con Paolo. Bien podría tener unos quince años. Era solo un niño. El chico giró su cabeza para buscar a Alex, y Paolo tomó esta pequeña distracción para acabar con él... el ruido de su cuello rompiéndose hizo que me se me erizara el cabello.

—¡Es un cobarde! —dijo Paolo, jadeando un poco. —¿Y qué tal te fue Clari? —dijo sonriendo. Yo le mostré mi mano, la cual estaba completamente de color verde, y un tanto entumecida. Paolo lució sorprendido. —Hacía varios años no veía este veneno. Supongo que están volviendo a las viejas costumbres. Pero no te preocupes cariño, al cabo de unas horas estarás como nueva, y ese horrible color verde desaparecerá por completo.

—Duele mucho.

—Lo sé nena. Pero estas son cosas que suceden en la batalla. —dijo Paolo, con tono bastante comprensivo y apretando mi brazo.

—¿Ellos son Lanza de Fuego? —pregunté. Paolo bajó su vista y los miró, y puso una expresión de extrañeza.

—Al parecer tenemos un nuevo problema, además de ellos. Porque estos idiotas de acá se quitaron el logo. Hay una nueva Lanza de Fuego. —dijo en tono algo sombrío.

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