Capítulo 14: Peores que los mosquitos
Clarissa
Pasamos una noche asombrosa. Hablamos acerca de muchas cosas. Algunas serias, y otras un tanto triviales. A pesar de que Damon era, al parecer, bastante mayor que Paolo, éste tenía una experiencia con la cual Damon en definitiva no contaba. En cuestiones de lucha, Paolo podía enseñarme mucho más. Al cabo de algunas horas, ya el sol estaba comenzando a salir, y era el momento de que Damon y yo nos fuéramos.
—Paolo, fue genial conocerte. —le dije.
—Para mí también, Clari. Créeme que me verás mucho más seguido por aquí. —respondió, en lo que me guiñaba un ojo. Lo vi mirar hacia los lados, como para asegurarse que Damon estaba lo suficientemente lejos, luego se acercó a mí y me susurró tan bajo que incluso a mí me costó oírlo. —Cariño, no dejes ir a Damon. Sé que él es un tanto difícil, pero cuando lo conoces, aprendes a querer comértelo en más de un sentido. Una vez le confesé que me gustaba, pero admitámoslo, él no tiene tan buen gusto como para fijarse en mí. Pero ustedes dos… demonios. Tienen una conexión especial que va más allá de lo que yo pueda decirte. Tal vez creas que es un chiste, Damon obviamente lo creyó cuando lo dije antes. Si hubiese sabido que hablaba en serio, no habría sido un dolor en el trasero al respecto.
—Damon actúa así con todo. —dije riendo, pero me detuve cuando noté que Paolo estaba bastante serio.
—No conmigo, nena. Cuando aún era humano, pude haber hecho buen dinero uniendo a las personas. Como en casi todo lo que hago, soy genial siendo cupido; desde que soy un vampiro, eso se intensificó y se magnificó. Para mí, la conexión entre dos personas es casi tangible. —En ese momento, se giró para ver a Damon, que estaba simplemente esperándome con cara de fastidio. Al menos nos estaba dando nuestro espacio. —Oh, cariño… ustedes lo gritan.
—Gracias, lo tomaré en cuenta. —le dije, sonriente pero escéptica, y le di un beso en la mejilla. No dudaba que había personas que tenían un talento real para unir personas. Había quienes simplemente eran el uno para el otro; ahora, que ese fuese mi caso con Damon, era una cosa totalmente diferente. Sí, él era apuesto, ágil, y magníficamente sarcástico. Cuando me miraba, yo… sentía cosas. Pero eso no significaba que él tuviese que sentirse de esa manera. Él mismo me lo había dicho, yo no era nada ni nadie. Paolo debía estar equivocado.
Paolo se alejó de mí y corrió hacia Damon, el cual pretendía darle una palmada en el hombro, pero Paolo simplemente lo abrazó con fuerza y le plasmó un beso en la mejilla. Damon tenía una expresión en su rostro que era bastante épica. Creo que se estaba debatiendo entre simplemente resignarse, o decirle algo a Paolo; optó por la primera. Por lo poco que había podido ver de Paolo, no parecía que tuviese mucho caso que le dijera nada. Damon manifestó un par de uniforme. Ya no me sorprendí cuando el mío era el de la falda negra con cuadros rojos; una camiseta negra con el emblema del colegio, y una chaqueta roja. Para él solo manifestó el pantalón negro, la franela blanca con la insignia del instituto y la corbata color vino.
Él se cambió frente a mí. No pensé que lo haría, pero cuando lo vi quitarse la camiseta que tenía, pude comprobarlo. Su cuerpo era más definido de lo que pensaba. Los músculos de su espalda estaban perfectamente marcados, sin llegar a ser exagerados. Su piel lucía dorada cuando los tenues rayos del sol saliente daban en ella. Estaba totalmente embelesada. Pude ver que giraba un poco la cabeza, y sonreía de manera sarcástica. Acto seguido, se giró, poniéndose frente a mí, y desabotonó sus pantalones, mirándome fijamente. Me sonrojé mucho y miré hacia otro lado. Mientras le daba la espalda, pude escuchar a Damon reírse.
—¡Oh vamos, novata! Pensé que estabas disfrutando del espectáculo. —Sentí mi cara arder, y aunque no estaba segura de poder sonrojarme, juraba que lo estaba. No dije nada.
Luego de pasar esa tremenda vergüenza junto a Damon, no tuve el valor para decirle a él que se girara, así que me fui a unos árboles cercanos para ponerme el uniforme. Cuando salí de entre ellos, solo unos segundos después, agradecí que Damon me hubiese esperado. No me apetecía irme sola hasta la escuela para que mis pensamientos pudiesen torturarme. Cuando estábamos caminando, le comenté a Damon lo que dijo Paolo.
—Eh, Damon, Paolo me dijo que tiene... otro poder, ¿es cierto? —le pregunté.
—Algo así. Es más como una habilidad perfeccionada con el paso de los años. Suele ser muy bueno para determinar si hay una conexión entre dos personas.
—Entonces... puede equivocarse, ¿no es así?
—Supongo que es una posibilidad. Pero yo lo he conocido por 140 años, y nunca ha ocurrido. Lo que dice siempre resulta ser cierto. ¿Por qué preguntas? ¿Te dijo algo de eso? —dijo, con curiosidad genuina en su rostro.
—Solo lo mencionó. Dijo algo de que siempre lo habías tomado muy en serio en lo que a eso respecta.
—Es que si Paolo te dice que tienes una conexión con alguien, estás bastante jodido. Yo me he salvado hasta ahora. —dijo entre risas.
—Oh, bien, te felicito. Me voy. —dije evadiéndolo y entrando en el edificio con rapidez. Podía sentir su mirada fija en mis espalda mientras me alejaba, pero decidí no girarme a verlo. El día pasó bastante rápido entre clase y clase, y no vi a Christopher. Hoy no tenía clases con él, pero siempre solía verlo por lo menos caminando en los pasillos. Suponía que se había tomado el día libre.
Cuando terminé la última clase, salí con ganas de simplemente correr alrededor de la ciudad para sentir el viento sobre mi rostro. No pude irme tan rápido como quería ya que me encontré a Hillary y Jason siendo bastante cariñosos en los pasillos. Giré los ojos y caminé hacia ellos, ya que estaban en el camino hacia mi casillero.
Aclaré mi garganta cuando estaba a la distancia suficiente como para poder divisar sus lenguas. —¡Hola Hill!, Hola Jason, ¿qué cuentan? —pregunté. Hillary estaba totalmente sonrojada, y Jason lucía bastante fastidiado con mi presencia, pero bien, eso hacía dos de nosotros. La única que parecía cómoda con la situación, era Hill.
—Todo excelente. Obtuve un diez en álgebra hoy, Jase me ayudó a estudiar. —dijo, en lo que le sonreía a su novio, y éste le sonreía de vuelta.
—Tal vez deba pedirle ayuda uno de estos días. Me está yendo pésimo allí.
—Pero todos comentan que en educación física te está yendo bastante bien. —dijo Hillary de modo sugerente. Por alguna razón, Jason se tensó un poco.
—Bueno, un poco. Mejor que en historia, eso es seguro. —dije, para desviar el tema.
—Hablando de eso, le presté mi libro de historia a Jake. Lo había olvidado por completo. Ya vuelvo, no se muevan. —dijo Hillary, y se fue sin más. Como ya era tarde, todo estaba vacío. Volvería pronto.
—Bueno, estamos tú y yo solos, Jase. ¿Qué hay de nuevo? —pregunté amablemente, tratando de no lucir tan incómoda como me sentía.
—Ah, nada, por ahí, trabajando. —respondió de forma vaga.
—¿En serio? ¿Dónde trabajas?
—En una tienda del centro.
—Ah, genial... yo no he pensado en trabajar aún. Como solo somos mamá y yo en casa…
—Sí. Lo sé. —dijo, cortándome.
Me removí un poco. —Espero que Hill encuentre a Jake pronto. —dije algo incomoda.
—Sí... Eh, Clarissa... Disculpa la intromisión, pero ¿tus ojos no eran verdes?
—Lo son. Pero debo usar lentes de contacto. —dije rápidamente. Mierda, hasta ahora nadie me había dicho nada al respecto. Obviamente Jason lo notaría, él me conocía desde preescolar. Lo vi mirándome de pies a cabeza.
—Oh, vaya, entiendo. Pero, ¿sabes algo? Debes darme tu secreto, porque estás como diez centímetros más alta, y no llevas tacones. —dijo con suspicacia. Podía sentir un cambio en su ritmo cardíaco, pero estaba tan concentrada en qué contestarle, que ni siquiera me tomé el tiempo para pensar en ello.
—Dormir parada ayuda mucho, ¿sabes? —dije, soltando una risa nerviosa.
—Oh, esa es una excusa muy buena, primera vez que la escucho, y es que ¿acaso tú duermes? —preguntó. Todo vino a mí en ese momento. Me había hecho todas esas preguntas porque sabía acerca de los vampiros. Mis respuestas idiotas solo se lo habían confirmado. Yo abrí mucho los ojos, y pensaba darle una explicación, pero ni bien había terminado de hablar cuando se lanzó hacia mí.
Cerró su mano en un puño e intentó golpearme, pero ni en sus mejores fantasías era más rápido que yo, así que lo esquivé fácilmente. Tomé su mano con fuerza y lo detuve, haciéndole una llave que me había enseñado Damon. Quería hablarle; quería hacerlo entender que no iba a hacerle daño, ni a él, ni a Hillary. Él tomó este tiempo en el que yo estaba pensando qué decirle, y de manera imperceptible incluso para mí, se las arregló para meter la mano en su bolsillo y sacar lo que a simple vista parecía un pequeño tubo. Con solo presionar un botón, éste se alargó hasta alcanzar una longitud de un metro aproximádamente. Era duro, pero transparente, adentro tenia un liquido que parecía agua, y en un extremo un encendedor. No sabía de qué material era, pero se veía bastante resistente. Damon me había hablado de unas varas mata-vampiros que usaban los Lanza de Fuego.
Jason tenía una. Era un Lanza de Fuego.
No podía creerlo. Lo había conocido toda mi vida, y no sabía que tenía algún tipo de tendencia homicida. Apenas lo estiró, lo movió y me dio en la pierna, haciéndome caer, y dejándome con un dolor considerable. Era como si estuviese un trozo de metal caliente azotando mis huesos. Era totalmente horrible, pero por suerte, duró poco.
Claro, ahora yo era una vampiresa fuerte y superdotada, y él era solo un humano. Posiblemente nunca había usado una de esas antes, porque parecía sorprendido cuando solo unos segundos después del golpe, pude ponerme de pie. Mis colmillos se asomaron a través de mi boca, ante la señal de peligro, casi rompiendo mi labio inferior en el proceso. Me fui encima de él. Era bastante rápido, pero mis reflejos eran mucho mejores. Aunque no tenía hambre, lo mordí. Sabía que si tomaba una cantidad considerable, lo noquearía. No podría mantenerse de pie sin la cantidad apropiada de sangre. Su sangre era completamente pura y deliciosa, era el mejor manjar que podía existir. Podría haber estado bebiendo de él hasta matarlo. No me habría arrepentido de eso, pero solo pude apenas probar lo que salió con la pura mordida.
Jason se las arregló para ponerse encima de mí, pero en realidad no me importaba. No podría conmigo. Le agarré las manos solo con una de las mías, y me estaba preparando para hacer la presión suficiente para quebrarle todos los huesos de la extremidad.
—¡¿Pero qué rayos está pasando aquí?! —preguntó una voz desde un poco lejos. Reconocí la voz al instante, y acto seguido pude escuchar los pasos rápidos acercándose.
Hillary estaba a nuestro lado en unos diez segundos, con una expresión dolida y enojada. Su cara estaba totalmente roja, y lucía como si quisiera matarnos a los dos. Supongo que, desde su punto de vista, podría parecer que a Jason y a mí solo nos faltaba quitarnos la ropa para "tener una escenita". No le debía gustar nada que su mejor amiga y su novio estuviera uno sobre el otro.
—¡Hillary! —exclamé, y me levanté lo más lenta y "forzadamente" posible, como quitándome de encima a Jason, pero en realidad daba tiempo a que mis dientes volvieran a su lugar. No me hacía falta tener que explicarle esto a ella también. —Él... se estaba... sobrepasando. —dije. Eso fue lo primero que me vino a la mente, y como él estaba sobre mí, era algo posible. No sabía si ella lo creería. Si fuese mi novio, con el cual tuviese una relación de años, probablemente no lo creería. Mirando a Hillary a los ojos, utilicé solo un poco de coacción para convencerla. Me di cuenta que en realidad no me iba a costar mucho convencerla. Confiaba demasiado en mí. Hillary le dirigió una mortífera mirada a Jason.
—¿Eso es verdad, Jason? —dijo Hillary con la voz entrecortada.
—¿Qué? ¿De verdad me estás preguntando eso?
—Solo contesta. —dijo, con las lágrimas ya corriendo por sus mejillas.
—Solo... jugábamos. —dijo, en un último intento de arreglar las cosas.
—¡PUES NO PARECÍA UN JUEGO JASON! —le gritó ella.
—Amor, pero no es lo que parece. Clarissa... Clarissa es... —dijo Jason, mirando primero a Hillary y luego a mí. Él se veía en conflicto consigo mismo, y un poco más que desesperado. Luego, una expresión dominó en su cara; resignación. Lo sabía. Podría haberle dicho lo de los vampiros, podría haberle dicho todo, pero tampoco la expondría a eso. A pesar de que había estado a punto de matarme, lo respetaba un poco por eso.
—Ella ha cambiado mucho. Yo solo no pude resistirlo y le robé un beso. Ella me hizo caer, y conseguí ponerme sobre ella. Pensé que le estaba gustando.
—YO VEÍA QUE ESTABA TRATANDO DE DETENERTE.
—Hillary, de verdad no es tan malo como crees que es. —Podía ver que él también estaba al borde de las lágrimas. Casi sentía lástima por él. Casi.
—Pues me parece bastante malo. Quizás qué habría sucedido si no hubiese llegado.
—Hillary pero...
—No digas nada. ¡Terminamos! —dijo Hillary, y le dio una bofetada. Jason la habría podido esquivar, pero no se lo esperaba. Él solo se quedó donde estaba, luciendo totalmente afectado. Hillary se mantuvo con la cara en alto. Podía ver que no quería llorar frente a él.
—Hillary... lo siento. Ten mucho cuidado —dijo. Intentó tocarla, pero ella no lo permitió; luego se volteó hacia mí. —Esto no ha terminado. Me quitaste a mi novia, pero yo te daré donde te duele, y ambos sabemos que no es Christopher. Ve despidiéndote de tu murciélago. —me dijo en un susurro.
—Nosotros no volamos, "Palo quemado" —le respondí, diciendo esto último de forma despectiva y entrecerrando los ojos.
—Lanza de Fuego —dijo, ya derrotado aunque tratando de mantener la dignidad, y acto seguido, se fue.
—Clarissa, ¡lo siento tanto! —dijo, Hillary entre lágrimas.
—No podías saberlo Hill, no es tu culpa.
—Bueno, su forma de vestir debió darme una idea. —dijo, a modo de broma. —¿Qué te dijo antes de irse? —preguntó, de manera casi ininteligible.
—No fue nada importante. No te preocupes, ¿si? —Pensé en decirle algo para hacerlo quedar aún peor, pero no me parecía correcto. Ya había hecho bastante daño.
—No tenía idea del tipo de chico que era. Tú siempre me lo decías...
—Tranquila Hillary. Ya se fue. —le dije, consolándola.
Pero no era verdad. Él sí me había amenazado. Lo había hecho con una de las cosas que más me dolían, aunque me costara admitirlo. Esta nueva vida, todo por lo que había pasado, todo lo que pensaba pasar de ahora en adelante, tenía una constante permanente. Algo que no sabía que tenía tanto miedo de perder, hasta que consideré la posibilidad de hacerlo.
Damon.
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