Capítulo 6
Me refregué los ojos con lentitud mientras miraba el reloj, que indicaba las 9 de la mañana. Suspiré fuertemente, hasta un jodido sábado me despertaba temprano.
Me levanté de la cama perezosamente y bajé las escaleras, encendiéndome un cigarrillo mientras esperaba a que se terminase de hacer mi café. Tenía algo de resaca.
— Ya si que no vuelvo a beber más. —Me dije a mi misma, intentando auto convencerme de ello.
Tras darme una ducha tibia y vestirme, me decidí a conocer la pequeña ciudad por mi misma ya que los chicos solo me habían llevado a bares de mala muerte. Los recordé y negué con la cabeza sonriendo con levedad, recordando la noche que me habían dado ayer.
Salí fuera, recibiendo un bofetón de aire frío. Froté mis manos y me dispuse a caminar. Apenas eran las 10 de la mañana y no había ni un alma en las calles.
Había caminado bastante, sumida en mis pensamientos, cuando me dí cuenta de que me encontraba a las afueras de la ciudad. No había nada, solo un inmenso bosque y un pequeño sendero pedregoso.
— Perfecto, ahora no sé ni dónde estoy.— Murmuré algo enfadada, pues no conocía nada de la dichosa ciudad y no pensaba alejarme tanto.
Empecé a mirar a mi al rededor, intentando encontrar algo con lo que me pudiese situar, una torre alta o un gran edificio, pero no estaba en Nueva York. Esto era un jodido pueblo.
Saqué mi móvil para llamar a alguno de los chicos para que viniesen a buscarme y bufé al ver que estaba apagado. Se me había olvidado cargarlo.
— Más que perfecto.—Apreté los dientes, pateando una piedrecita con brusquedad.
Me dispuse a seguir el único camino que había, confiando en que en el final de este podría encontrar alguna casa donde poder localizar a alguno de los chicos.
Empecé a recorrer el camino, fascinada con la extensión y la grandeza de aquel bosque. Desde pequeña me habían encantado y nunca tuve ocasión de estar en uno así de majestuoso. El enfado se iba mitigando a medida que me adentraba en el. Rocé con mis dedos la corteza de uno de los árboles mientras seguía caminando.
La sensación de dèjá-vu me invadió. Este bosque se parecía demasiado al de mis sueños. Me empecé a estremecer y miré hacia el cielo, esperando encontrar una gran luna roja pero solo vi un inmenso azul y algunas nubes blancas como la nieve. Que tonta eres Elena, solo es tu imaginación, pensé mientras me disponía a seguir mi camino cuando escuché unas voces. Extrañada, me dirigí hacia el origen de ellas. En este bosque no parecía haber nadie y aunque llevaba caminando bastante rato, seguía siendo muy temprano.
Caminé lentamente, intentando no hacer ni un solo ruido y pude divisar dos personas a lo lejos. Parecían discutir. Maldije mentalmente mi obsesión por saber más, por ser tan curiosa y me acerqué un poco, escondiéndome detrás de un gran árbol. Asomé un poco la cabeza, observándolos.
Había dos chicos, uno era bastante alto y recordé haberlo visto un par de veces en la universidad. Juraría que era amigo de Damian y el otro...
— Damian, no estoy seguro de esto.—Conseguí escuchar y tragué saliva. El otro chico era Damian.
— Es ella. Hay que hacerlo.—Contestó Damian, en tono seco.
— No estamos seguros. Podría ser cualquiera. Lyana dijo que aparecería pero no cuándo, ni dónde.
— ¿Que más da? Es una cualquiera. Si resulta no ser ella, seguiremos buscando.—Dijo Damian con indiferencia. ¿A qué coño se referían?
— ¡Deja de actuar así, no somos de esa forma! —Repuso el otro chico, algo enfadado.
— Tú no eres así, yo sí.—Desde aquí pude escuchar la dureza en su voz y me estremecí, retrocediendo un poco en mi lugar pisando una ramita que al instante se quebró, provocando un tenue sonido. Contuve la respiración por un segundo y después exhalé. Ellos estaban lo suficientemente lejos como para escuchar la rama.
Tragué saliva, con el corazón a cien cuándo el sonido de las voces cesó. Apoyé mi espalda contra el tronco y cerré los ojos con fuerza. Era imposible que a esa distancia hubiesen escuchado la rama, ¿No?
— ¿No te enseñó tu madre que escuchar conversaciones ajenas es de mala educación? —Susurró una voz en mi oído y de repente supe que era él. Abrí los ojos con sorpresa, sin saber que decir.
— ¿No vas a responder? —Ya no susurraba y alcé la cabeza, retándolo con la mirada.
— Sólo paseaba. No me interesas ni tú, ni tus conversaciones. —Repuse con altanería. Sus ojos se oscurecieron dos tonos cuando volvió a dirigirse a mí.
— Ten cuidado con como me hablas, Elena. —Murmuró, acercándose peligrosamente a mí.
Apreté los dientes y lo fulminé con la mirada, aproximándome más a él. No tenía miedo y se lo iba a demostrar.
— ¿Intentas darme miedo, Damian? No voy a seguirte el juego.—Escupí con desprecio, manteniendo mi mirada. Damian apretó los dientes con fuerza, empujándome contra el árbol, haciendo que me clavara la dura corteza de este. Mordí mi labio con fuerza hasta que un ligero sabor metálico llegó a mi.
— Pequeña tonta, si juegas con fuego te quemas y algo me dice que a ti te encanta quemarte.—Repuso fijando su vista en mis labios. — Quémate conmigo, Elena... —Me miró a los ojos, hechizándome con ellos mientras se acercaba peligrosamente a mí. Mentiría si no dijera que se me pasó por la cabeza la idea de cómo sabrían esos labios tan carnosos pero no me iba a dejar engañar por alguien como él.
— ¿Intentas besarme? —Respondí con una expresión divertida. Damian solo me miró con estupefacción. — Prefiero arder en el infierno sola.
Me aparté del tronco del árbol y empecé a caminar hacia el principio del camino, sintiendo la mirada de Damian clavada en mí.
La miré mientras cruzaba el camino, observando su cuerpo con deseo. Ahora que había sentido el aroma de su sangre la deseaba aún más. Esa pequeña idiota se había resistido a mí. Ese poder nunca me fallaba y con ella lo había hecho.
Empecé a sentirme algo extraño. ¿Sería ella la chica de la profecía? Suspiré y me recosté en el tronco del árbol en el que ella había estado minutos antes.
Era temeraria, valiente. No le daba ningún pavor encararme mientras que todos los demás imbéciles que vivían en la ciudad me evitaban. Ella era diferente.
— Damian, te arriesgas demasiado. —Miré de soslayo a James, suspirando con frustración.
— Solo me divertía un poco con la próxima comida.— Lo encaré, esperando a que me dejara en paz.
— ¡Te repito que no sabemos si es ella, joder! —Me miró encolerizado, mientras sus ojos se tornaban un par de tonos más oscuros. Apreté mis puños y lo agarré del cuello, alzándolo un par de cabezas.
— Si es ella o no, su destino es morir. —Siseé mientras mis ojos se tornaban rojos. James sólo me dirigió una nueva mirada encolerizada.— No te interpongas en mi camino. —Acto seguido lo solté y recibí una dura mirada de reproche. Sonreí sin ganas, pues, últimamente solo me divertía con la pequeña Elena.
Empecé a caminar por el sendero, decidiendo que esa misma noche iría a visitarla.
Antes de todo,
Feliz Navidad!!!!
Espero que os haya gustado, si es así, ya sabéis!!
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