Capítulo 4.
Me despedí de los chicos mientras me bajaba del coche, algo mareada aún. Ellos no paraban de reír y les saqué el dedo corazón mientras intentaba encajar la llave en la cerradura de mi casa. Entré dando algunos tumbos. La casa estaba muy oscura por lo que supuse que mis padres se encontrarían durmiendo, pues era bastante tarde.
Subí las escaleras y conseguí llegar sana y salva a mi cuarto sin rodar por ahí.
— No voy a volver a beber nunca más...—Dije en un susurro, aunque no me lo creí y me entró la risa floja. Dios mío, que mal estaba.
Me quité la ropa y acto seguido me tumbé en la cama mientras suspiraba. Joder, ¿Qué llevaría la mierda esa que había bebido?
Sin poder evitarlo acabé pensando de nuevo en el chico de hoy, el de clase. Era guapísimo, sí, pero también era un imbécil. Resultaba muy misterioso y a mí, me encantaban los misterios.
Seguía dándole vueltas al tema cuando me sumí en un profundo sueño.
Me encontraba de nuevo en el bosque de siempre, el de mis sueños. Por inercia, ande por el sendero de nuevo, siempre lo hacía. Suspiré y seguí caminando, no tenía otra opción.
De nuevo, vislumbré la luna rojiza y me estremecí. Hoy se veía más real que nunca.
Cada vez hacía más frío y yo me sentía más débil. Acaricié las cortezas de los árboles, andando con más lentitud hasta que me corté con una de ellas.
— Joder.—Me quejé mientras me miraba el dedo, del que salía una reluciente gotita de sangre, casi imperceptible.
Una gran nube ocultó a la luna, dejándome casi en penumbra. Me quedé estática.
— Elena.
Otra vez no, otra vez esa voz no por favor... pensé, muerta de miedo.
— ¿Quién eres? — Y mi voz, sorprendentemente sonó firme.
— Elena, corre.
Y corrí. Corrí como nunca antes había corrido. Me sentía exhausta, no podía más. Aminoré la carrera, fatigada y me escondí detrás de un gran tronco. Suspiré aliviada al no ver nada ni a nadie persiguiéndome, asomé mi cabeza, esperando ver algo. De repente, sentí un fuerte agarre en mi brazo, me dolía muchísimo... y en ese momento supe que me había encontrado.
Me levanté de la cama muy agitada y empapada en sudor.
— Otro sueño, solo ha sido otro horrible sueño.—Hablé entrecortadamente. Y entonces vi la marca en mi brazo; estaba roja, como aquella luna. No puede ser, no puede ser, solo era un sueño... pensé para mi misma. Me puse en pie de un salto y corrí al baño. Me eché abundante agua fría en la cara y cuando volví a fijarme, la marca ya no estaba ahí.
— Estás perdiendo la puta cabeza Elena.— Me dije a mi misma, negando.
Suspiré y me di una ducha rápida, preparándome para la universidad, pues era casi la hora.
Llegué calmada, ya casi me había olvidado de aquel estúpido sueño. Derek estaba en la puerta, apurando un cigarrillo.
— ¿Cómo está mi borrachita preferida? — Casi gritó, haciendo que varios alumnos giraran la cabeza hacia nosotros y que yo muriese de vergüenza, enrojeciendo.
— Con resaca.—Resoplé y él me revolvió el pelo, rodeándome los hombros con su brazo.
— Vamos, entremos, las chicas ya estarán en clase. —Asentí y le seguí.
Llegamos a la clase y tomé, como siempre, asiento en una de las últimas filas, un sitio que se había hecho habitual para mí.
Todos mi compañeros se fueron sentado mientras yo miraba mi libreta como si fuese lo más interesante del mundo. Si me hacía la ocupada nadie decidiría sentarse en el asiento de al lado y, mágicamente cumplí con mi propósito, ya que cuándo el profesor llegó yacían todos sentados en otras mesas. Sonreí levemente victoriosa. Pero mi victoria no duró mucho, ya que entró un alumno rezagado. Suspiré con desgana mientras se sentaba al lado mía, sin observarle. Seguí garabateando y sin pensarlo observé lo que había dibujado. Una luna roja. Como la de mi sueño.
— Bonito dibujo. —Dijo el chico que estaba a mi lado y lo miré. Era él. ¿Cómo no me había dado cuenta? Me estremecí, tanto por el dibujo, como por su presencia.
— Gracias. —Respondí con sequedad. ¿Había que ser educada, no?
Decidí prestar atención a la clase para olvidarme de su presencia pero cada minuto sentía sus ojos clavados en mí. Estaba muy incómoda y él lo notó, pues se acercó más.
Para mi suerte, el timbre sonó, dando por finalizada la clase. Recogí mis cosas apresuradamente, pero cuando me iba a poner en pie para marcharme, me agarró del brazo.
— Dicen que, cuándo la luna de sangre aparece, alguien muere... —Me susurró al oído, con voz ronca y yo me volví a estremecer. ¿Pero qué le pasaba a este loco?
Lo fulminé con la mirada y salí del aula, sin mirar atrás.
A la hora del almuerzo me reuní con los chicos, quienes criticaban de algún profesor.
— Hola. —Me desplomé casi en el asiento, bastante cansada y me metí una patata en la boca.
— Elena, no tienes buena cara. —Me dijo Clary, algo preocupada.
— No he dormido muy bien y un idiota me ha puesto algo nerviosa. —Confesé, encogiéndome de hombros.
— ¿Quién? —Dijo Derek.
— El moreno de ayer, no sé como se llama. —Respondí, mirando a Aileen, pues ella si sabía a quién me refería.
— Damian... —Dijo en un susurro casi inaudible y Derek apretó sus labios en una fina línea.— En serio Elena, no te acerques a él. Toda persona que se ha atrevido a llevarle la contraria, sale mal parada.
— No te preocupes, es un imbécil.— Respondí algo seca. En unos minutos ya hablaban de otras cosas sin importancia, riendo a carcajadas. Y yo quise hacerle caso a mi amiga pero... era muy curiosa. Siempre lo había sido.
¿Por qué todos te temen tanto, Damian? Averiguaré lo que escondes... Pensé, mientras le buscaba con la mirada por el comedor y lo encontré. Él también me miraba a mí, mientras hacía una mueca burlona.
La cosa se va poniendo más intensa..
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