capítulo 9.
Capítulo 9
Helena tiembla mientras que Justin la toma de las muñecas intentando sacarla del ascensor.
—Hablemos adentro, por favor —ruega Justin—. No llores, no llores —vuelve a rogar desesperadamente—. Helena, no quiero hacerte daño.
Entonces Helena cede de pronto, Justin la toma desde los hombros y la guía hasta la habitación.
Entonces mete la llave temblando y cuando consigue abrir, entran los dos. Helena cuando entra y mira a su alrededor empieza a llorar desconsoladamente. La vergüenza, la humillación y un sentimiento de culpa se cruzan en su cabeza y la hacen llorar. No puede parar...
Toda su vida negándose a reconocer que era discapacitada y viene la realidad y le da una cama y baño especial.
Justin a tropezones consigue meter las maletas y entonces suspira.
—Sé lo que te debe estar pasando por la cabeza...
—¿De verdad lo sabe? —jadea Helena—. Sabía que era mala idea venir... Yo...
—Helena, no seas egoísta —la regaña Justin—. Sé más optimista y mira las ventajas que tiene esta habitación.
—¿Qué ventajas? Todo el día contradiciéndose... Todo el mundo me dice que no soy discapacitada, que me ven como a un igual... Y luego me meten en esta habitación. Quiero estar con mis amigos...
—Helena, no te agobies. Puedes estar con tus amigos, pero entiende que las otras habitaciones tienen literas y...
—¿Y?
Helena estaba a punto de explotar.
—Quiero volver a casa —murmura llevándose las manos a la cara.
—No seas caprichosa. Tú no eres así, Helena...
—¡Nadie es así hasta que te meten el dedo en la llaga! —dice perdiendo todo el control—. Me voy a casa. Tengo que hablar con mis padres... Tengo que...
—No, Helena. Tienes que quedarte.
Pero helena ya estaba buscando su teléfono desesperadamente. Le temblaban las manos y no coordinaba muy bien sus movimientos, sin embargo, Justin cerró los ojos fuertemente.
—Helena, no los llames. Por mi, por favor. Intenta calmarte. No sé lo que tienes que estar pensando o cómo te tienes que estar sintiendo pero de lo que estoy seguro... Es que este viaje te va a cambiar la vida.
—Para mal —murmura dándole la vuelta a la mochila en la cama mientras que removía todo buscando el teléfono—. Mi teléfono —dice—, ¿dónde está?
—Lo tengo yo —confiesa Justin—. Pero no te lo voy a dar hasta que te calmes. Tus padres no se merecen escucharte así... Cuando estés más tranquila y te lo pienses mejor, ahí es cuando te lo voy a dar.
Entonces la mirada le cambió, fue una mirada de ira y de impotencia enorme... Años acumulados se concentraron en ese momento potenciando la explosión. Helena deja la mochila encima de la cama y se endereza mirándolo.
—Mira, Helena, necesito que te quedes, por favor. Ya hemos viajado muchos kilómetros, estamos en la otra parte del mundo. Te va a encantar la ciudad, por favor, quédate. Piénsalo bien y no te dejes llevar por una habitación que puede ser beneficiosa.
—¿Beneficiosa para qué?
—Para ti, puedes hacer muchas cosas aquí, puedes tener conversaciones trascendentales como las que estamos teniendo nosotros en este momento.
—¿Y qué tiene de trascendental?
—Que te voy a confesar el hecho de que me gustas.
La rabia, la ira, la vergüenza y todos esos sentimientos malos desaparecieron en un santiamén. Helena abrió mucho los ojos y parpadeó creyendo que lo había escuchado mal. Entonces Justin cerró los ojos y suspiró y lo repitió:
—Me gustas —dice—. Me gustas muchísimo, Helena. Todo de ti me atrae... Y este viaje es muy importante, iba a confesártelo en Delfos, pero no voy a poder si te vas.
—Pe... Pero ya me lo has dicho —dice con la voz quebrada.
—Averígualo por ti misma. Quédate, Helena. No te ahogues por esto, sé que quieres dormir con tus amigas, sé que quieres estar con Leo, Karen y Anna todas las noches pero también tienes que entender que si las cosas están pasando así, es por algo. Y toda esta situación me ha llevado a decirte lo que siento por ti. Sé que no está bien, y no quiero asustarte, pero es inevitable lo que dice el corazón y mi corazón dice tu nombre.
—Pero usted es mi profesor...
—Más que tú profesor soy alguien que siente, y es que así ha pasado, Helena. ¿Qué quieres que haga?
—Podemos ir a la cárcel.
—¿Podemos? —arquea la ceja derecha.
—Sí, podemos.
—¿Entonces...?
—Supongo que usted también me gusta...
—¿Supones...? —se acerca mientras que Helena retrocede levemente.
—No lo sé, esto es muy repentino y va muy rápido.
—Así surgen las mejores historias de amor. Ahora necesito que te calmes y que respires. Date una ducha, cámbiate de ropa y nos iremos a comer, ahí es cuando te devolveré el teléfono y cuando estes tranquila, es cuando podrás decidir si te quedas o no. Además ya te he dicho que en Delfos te voy a confesar que me gustas...
—Pero ya me lo acaba de decir...
—Pues tienes tiempo para preparar una respuesta.
Demasiadas emociones en tan poco segundos. Helena hace los ojos en blanco y se deja caer en la cama.
—Creo que voy a desmayarme —murmura—. Esto debe ser una pesadilla.
Justin abre mucho los labios y se echa para atrás ofendido.
—¿Es una pesadilla que te diga que me atraes?
—No, eso no. Es que...
—Ya claro, rómpeme el corazón y luego intenta cambiar la versión.
—Es que han sido demasiadas emociones, ¿sabes qué en Japón la inmadurez es esto? ¿No saber reaccionar ante las situaciones?
—Y ahora me cambias de tema, es que eres una rompe corazones.
Entonces Helena se levanta y va hacia él. Justin no puede evitar terminar riéndose mientras que estira una mano y la atrae a él. Le da un fuerte abrazo que la funde contra su pecho y pasan a ser solo uno.
—Ay, de verdad, es que eres imposible, Helena.
Justin le da un beso en la cabeza y Helena se separa un poco para mirarlo.
—¿Te sientes mejor? —murmura Justin.
Helena asiente esbozando una leve sonrisa. Mira a Justin desde abajo, Justin repasa su rostro con la mirada entrecerrada. Entonces cierra los ojos y le da un escalofrío.
—Mejor me voy.
Se separa y va directamente hasta la puerta.
—¿Qué pasa? ¿Hice algo mal?
—Me han entrado unas ganas enormes de besarte, tan grandes... Que lo haría con tantas ganas que sería ilegal en 140 países. Vete a dar una ducha y te vengo a buscar dentro de una hora y media, ¿vale?
Helena no es capaz de asentir cuando Justin ya ha cerrado la puerta. Helena se muerde el labio y entonces se acuerda:
—Joder... Se ha llevado mi teléfono.
—
La hora y media después pasó volando para Helena. La verdad es que lo que había pasado, había sido tan surrealista, que estaba de los nervios. Un tipo enorme y guapo, súper inteligente, súper decente... Un poquitín mayor, pero extremadamente dulce y apasionado de su trabajo, le había dicho que le gustaba ella... Quiero decir, ELLA. Ella que se creía lo peor y lo más bajo de este mundo...
Incluso se llegó a creer que era una estrategia de Justin para animarla... Pero aún así, no creía a Justin capaz de eso.
El calor era notorio, creía que iba a ser peor, pero la diferencia en comparación con Canadá, era abismal. Aquí había un clima y un cielo espectacular. Entonces Helena removía de las maletas la ropa para aquí y para allá. Hasta que por fin encontró algo cómodo, solo se puso unos jeans y una camiseta negra, las converse de siempre, y por fin se dignó a salir sin que Justin viniera a buscarla.
En recepción ya habían algunos alumnos, y leo era el único que estaba dando vueltas por ahí.
—Leo —lo llamó Helena.
—Eh, hola —dijo yendo a su lado y poniéndole todo el peso del brazo en los hombros—. Estas preciosa, ¿es rímel eso que llevas en las pestañas? —intentó meterle un dedo en el ojo.
Entonces Helena se alejó rápidamente.
—¡Pero bueno! —se queja—. ¿A ti que te pasa?
—Nada, nada. Ya sabes, seguimos esperando aquí a las chicas. Es que se estaban haciendo el pelo y no sé qué... En fin. Pensar que las tendré que aguantar de aquí en adelante...
—Ay madre... ¿y el profe?
—No ha bajado... Ahora vendrá. Todos estamos muertos de hambre, a ver a dónde nos lleva...
Helena asiente y se coloca cerca de una columna mientras con sus dedos juega con el colgante de Apolo. Del ascensor sale Justin mirando el suelo para ir directamente a recepción. Sin mediar palabra, sin dirigirle la mirada a nadie. A helena le dio la sensación de que algo andaba mal o que simplemente era muy serio.
Era lo más probable. Es extremadamente serio cuando quiere. Cuando deja de hablar en recepción, se gira y dirige una mirada general a todos. Entonces la mira.
Una dulce sonrisa se cruza por el rostro de ambos, pero entonces Justin endurece la mirada y se acerca a ella.
—Creía que te habías ido cuando fui a tu habitación y nadie contestaba. Digamos que me quedé más tranquilo al ver que estaban todas tus cosas dentro.
Ay madre, piensa Helena, ¿qué colonia llevará? Estaba precioso. Se había puesto una camisa blanca y esos pantalones... Ay no. No pienses y no mires.
—Estás preciosa —murmura Justin—. Ahora te veo, voy a hacer una cosa.
Justin se aleja y se pone en el centro del grupo:
—¿Falta alguien? —chilla Justin.
—Noooo —responden todos.
—Más os vale no mentirme, sufriréis las consecuencias como aquí falte alguien. Tenemos que ser 24, incluyéndome.
Empieza a contar y efectivamente eran 24.
—El autobús estará esperando afuera, ¿estáis listos? De manera ordenada entrad y saludad al buen hombre que nos llevará por hoy.
Todos se dirigieron hacia la salida. Entonces Helena con su movilidad limitada empieza a andar hasta que Leo le pasa otra vez el brazo por los hombros añadiéndole más peso, sin embargo se siente bien, siente que no la trata distinto.
—¿Sabes? Tengo un buen presentimiento. Creo que jamás olvidaremos este viaje —dije con una sonrisa—. Y la aventura nos espera justo al salir de esta puerta.
Helena se ríe... Vaya, el destino si les preparaba un viaje inolvidable...
—
Estaba Helena en la parte delantera del autobús cuando Justin, después de contarlos a todos, se le acerca.
—Hey, Helena. Me había llevado tu teléfono. Lo siento mucho, no era mi intención. Ni me acordaba que lo tenía hasta que me cambié de ropa y estaba en mi bolsillo. Nunca debí quitártelo.
—No pasa nada —dice helena mirando el teléfono por encima y lo guarda directamente en la mochila.
—¿No vas a llamar a tus padres?
Helena desvió levemente la mirada y negó con la cabeza emitiendo una leve sonrisa. Entonces Justin también sonrió ampliamente.
—Gracias por darnos una última oportunidad.
—¿Darnos?
—A Grecia y a mí —dice con una bella sonrisa que le derrite el corazón a Helena.
Justin se coloca al principio del bus y sonríe ampliamente.
—Atenas es, probablemente, la ciudad más desastrosa de toda Europa. Sin embargo, tenéis que aprender y percibir su encanto. Si os olvidáis del inglés e intentáis hablar un poco de griego con los locales, ellos os lo darán todo. Son probablemente el país más generoso y acogedor del mundo. Adoran al extranjero. Si en vez de estar haciendo tantas fotos, disfrutáis del paisaje, el universo os lo repondrá con bellas vistas y buen clima. Si cuidáis todo lo que nos va a rodear durante los próximos días, el entorno cuidará de vosotros. Muchos, aquí presentes, habéis viajado más veces a varios sitios del mundo. Pero no os pido turismo, os pido entrega, admiración y respeto. Atenas es mágica. Sí, tenéis razón los que pensáis que París, Berlín o Barcelona son más bonitas que esta ciudad. Pero aquí encontraréis un algo inexplicable que os llenará de mucha alegría y de mucho orgullo... Y lo mejor es que no sabréis porqué. Abrid vuestra mente. Atenas nos espera con los brazos abiertos.
Helena sonríe ampliamente y rápidamente dirige una mirada emocionada a Karen y a Leo. Luego observa al resto. Es que... A los alumnos se le caía la baba con este hombre. La admiración era tan profunda que sin duda marcaría para siempre las vidas de cada uno de los alumnos aquí.
Helena se sentó recta y miró por la ventanilla. La sonrisa se le borró y se pegó más al cristal.
—Ay madre —murmura mientras que mira hacia el cielo—. ¿Es el Partenón?
Literalmente toda la clase corrió al lado derecho del autobús para verlo. Todos comentaban y decían lo grande que parecía.
—Mañana subiremos —dice Justin—. Ahora vamos a comer y después iremos al barrio de plaka a pasar el resto de la tarde. No os podéis imaginar lo que se mueve ahí.
Helena sonrío y se acurrucó en el asiento mirando hacia afuera. Cuando estaba en la ducha en el hotel pensaba que todo se iba a volver incomodo con el Profe por su confesión... Sin embargo, se sentía muy tranquila, se sentía casi en las nubes. Era tan natural... Incluso helena sentía como que tenía que pasar para que todo caos volviera a su cosmos.
—¿Todo bien, señorita? —pregunta Justin.
Ella voltea a verlo y asiente. Entonces se le borra la sonrisa al ver que llevaba el colgante de Apolo puesto, el mismo que el suyo.
—Es muy bonito, ¿no? —murmura Justin. Ella asiente y toca el suyo.
—Ha sido mucha suerte que me haya tocado Apolo.
—¿Eso crees?
—Claro, es el dios más genial del Olimpo. Suficientemente adulto como para tener el conocimiento, suficientemente maduro como para leerles el destino a las personas pero no tan mayor para no estar tan amargado. Es el equilibrio perfecto...
Helena fue interrumpida cuando le tiraron una bola de papel que le dio en el pelo y después cayó al suelo. Justin suspiró tomando la bola y papel y sonriendo.
—Ay, estos niños. Parece que en su casa no los educaron bien... Se supone que el instituto es el segundo hogar... Así que ahora me toca a mí.
—No pasa nada... No me ha dado, solo me ha rozado el pelo...
—Claro que pasa, si no los detienes, siguen y siguen. Vale, clase. Si la persona que le tiró esto a Helena no da la cara cuando haya contado hasta tres... Os reasignaré las habitaciones a todos y os juro que nos quedamos sin la fiesta de Delfos.
Toda la clase empezó a quejarse, incluso Helena llegó a percibir algún que otro insulto hacia ella.
—Uno... dos... Tres...
—He sido yo —murmura una dulce voz al fondo del todo.
Todos voltean a ver a Karen.
—Karen, ¿por qué lo hiciste?
—E... Era una nota para... Helena y... Y bueno no sabía cómo llamar su atención sin interrumpir su conversación con ella.
Insultos hacia Karen ahora...
—Como no le pidáis perdón a Karen por vuestro comportamiento y palabras, juro que en Meteora os pongo a trabajar. Vais a desear haberos quedado en casa.
Entonces Justin abre el papel mientras que Karen gesticula con los labios, "lo siento mucho".
Justin lee el papel despacio, "qué guapo está el Profe, ¿no?" Justin parpadea y se lo pasa a Helena mientras que Karen se tapa el rostro y se esconde en el hombro de Leo. Justin se aclara la garganta y continúa mirando a Helena súper roja leer el papel mientras que lo oculta arrugándolo en su puño.
—Lo siento... —, murmura Helena.
—¿Pero te parece que es verdad? —dice sonrojado.
—Pues... Sí... —murmura Helena aclarándose la garganta y mirando hacia la ventana muy sonrojada.
Justin se levanta sintiéndose como un adolescente que ve a la chica que le gusta por primera vez, entonces habla con toda la clase y les indica dónde van a comer.
Cuando bajan del autobús, Karen corre hacia Helena y la mira a los ojos y le dice lo mucho que lo siente... Helena la tranquiliza y de dirigen a comer.
—
El plan de hoy es tranquilo, pues acaban de llegar, así que al caer el sol muy tarde se dirigen hacia el barrio de Plaka. Helena no había querido hablar pero la pierna la estaba matando, después de toda una tarde andando, no se imaginaba cómo iba a estar mañana... Iba muy afectada por el centro de Atenas hasta que Justin se pone a su lado:
—Mira qué atardecer mas bonito —murmura.
Helena sube la mirada hacia el horizonte y ve que las nubes están de un tono rojo, naranja y rosa preciosos.
—Madre mía —susurra—. Es precioso.
—Ya ves que el sol nos da sorpresas incluso antes de ocultarse.
Helena lo mira a la cara y tiene una sonrisa preciosa, incluso los ojos parecen ese atardecer, como si se reflejara, con un poco de rojo y miel.
—Plaka te va a encantar —susurra—. Te tengo una sorpresa.
Todo el grupo se apresura a caminar entre las calles, Helena va más lenta pero Leo y Karen no dejan que se quede atrás. Estaba todo muy normal, parecía una ciudad tranquila hasta que cruzaron una calle para entrar en otra que fue como entrar en otra dimensión, una idílica y mágica.
Luces y adornos decoraban las calles, plantas, verdes, adoquines... helena jadea al ver que es precioso. Todos jadean y se sorprenden ante la belleza.
—Esto es precioso —murmura Helena dando una torpe vuelta sobre si misma mirando las calles.
—¿Os gusta? —pregunta el profesor.
—¡Sí! —gritan al unísono. Ya hay varios haciendo fotos mientras que Karen tira del brazo de Helena y de Leo para adentrarse en las calles.
—¡No la alejéis mucho! —advierte el profesor.
Pero Karen estaba empujando a Helena a un escaparate de una pequeña tienda local.
—Helena —murmura emocionada—. Tu en ese vestido para la fiesta en Delfos.
—¿Fiesta en Delfos?
Karen y Leo la miran con los ojos muy abiertos y suspiran.
—Es lo que tiene apuntarse a todos los planes a última hora —se queja Karen—. En Delfos celebraremos una fiesta e iremos todos de blanco. Cerca de la playa, creo que en un muelle, ¿no?
—Casi no he traído ropa blanca —murmura Helena y piensa en su pierna—. Dudo que vaya...
—No te lo estaba preguntando —dice Karen—. Leo, ¿a qué este vestido es perfecto para Helena?
Leo se echa una mano a la cabeza y se sonroja mientras imagina a Helena con el vestido.
—Eh... Sí, supongo, no sé, soy un chico...
—Imbécil serás —dice Karen dandole un golpecito en el brazo—, ¿ahora los chicos no tienen criterio ni ojos?
Helena se ríe y mira el vestido: estaba muy lejos de su zona de confort y es de esas cosas que se pondría pero que nunca lo diría o lo haría. Esta lisiada y eso le quedaría mejor a alguien más...
Era blanco, corto, veraniego y juvenil pues era muy ajustado y hacia una forma bonita en la cintura pues se estrechaba de tal forma que le dieran algún tipo de forma atractiva a su cuerpo...
—Te verías espectacular, encima con tu tono de piel y tu pelo... —dice Karen—, deberías comprarlo, Helena. Puede que no haya más así y es una oportunidad única...
—No tengo ni zapatos para ponerlo y mi pierna...
—Tu pierna —hace los ojos en blanco—, se vería fabulosa en ese vestido.
—Chicos —trota el profesor hacia ellos—. Ya vamos a comer, daos prisa.
Helena mira por última vez el vestido mientras que Karen y Leo asienten mirándose sabiendo que probablemente van a comprarlo y regalárselo para que se vea increíble ese día, Helena se lo merece.
Llegan a la fachada de un edición plagado por plantas adheridas a la pared, una puerta pequeña en la que Justin se tiene que inclinar un poco para entrar y pasan de uno en uno para encontrarse que el edificio es más bien una muralla de piedra que rodea un jardín interior, en el centro hay una mesa enorme para los 24 rodeados de luces, árboles y un ambiente idílico.
Todos se sorprenden y empiezan a fotografiar el sitio. Comen entre risas y tanta felicidad de encontrarse en sitios así, Helena agradece a los dioses griegos la oportunidad de estar aquí y disfrutar tanto junto a sus compañeros, la vida le estaba sonriendo y ella no se podía creer que todo esto le estuviera pasando.
A la hora de macharse los primeros en salir fueron Leo y Karen con el propósito de ir a por un vestido que ya no estaba más en la tienda.
—
De vuelta en el hotel casi a medianoche, Helena esperó en el baño de recepción hasta que no hubiera casi nadie y así poder meterse tranquilamente en su habitación evitando miradas y situaciones muy incómodas.
Entra sin encender las luces y se arrastra hacia la cama. Se tira boca abajo y cierra los ojos descansando momentáneamente.
—¿Estás agotada?
Helena da un salto en la cama y se pone a gritar:
—¡Dios! ¡Justin! ¡Joder! No puedes entrar así a mi habitación sin que yo lo sepa podría haber estado desnuda joder...
Justin se ríe mientras mira esa carita tan bonita hacer un puchero. Se acerca lentamente solo iluminado por las luces del exterior del hotel.
—No quería asustarte, perdón. Creía que encenderías las luces y me verías.
—Puedes tocar la puerta la próxima vez —dijo muy nerviosa desviando la mirada.
—Vale, si te molesta, tocaré la puerta.
Se acercaba muchísimo a ella. Helena descruzó los brazos y los dejó caer a su lado para mirarlo. Era tan bueno, tan guapo y tan respetuoso que parecía mentira. Parecía un hombre de mentira que había llegado a su vida para complementarla y odiaba pensar que en cierta forma eran distintos y casi imposible que estuvieran juntos.
—¿Quieres ir al puerto conmigo?
Helena parpadeó confundida mientras que fruncía el ceño.
—¿Al puerto?
—Sí —sonríe—. ¿No quieres pasear conmigo? ¿Estás muy cansada?
—No sé si es buena idea...
—Sólo pasearemos y charlaremos un rato, luego te dejaré en paz.
Helena suspira y termina asintiendo. Justin en vez de ir a la puerta, camina hasta la ventana y la abre de par en par.
Helena se queda perpleja.
—Soy tu profesor, no podemos caminar juntos por el hotel a estas horas y pretender que no nos pregunten o la gente hable.
Helena mira su pierna, se da la vuelta y toma una chaqueta, el bolso sin deshacer y cojea hacia la ventana. Niega con la cabeza mordiéndose el labio y le dice:
—Estas cosas no me pasan a mi, sólo pasan en los libros y en las pelis... —dice saliendo por la ventana con la ayuda de Justin.
—Mi pequeña Helena, soy profesor de literatura, ¿qué esperabas, que no pretendiera vivir mi vida como si fuese un libro?
Helena sonríe y lo ve salir. Ambos caminan a hurtadillas mientras que Justin toma la mano de Helena y piensa justo en ese instante que no quiere soltarla nunca.
—
—¿Te has puesto a pensar en que el Estado literalmente da un espacio para el amor? —dice Helena comiéndose el helado a las tres de la madrugada. Llevaban horas hablando y Helena había entrado en confianza absoluta y estaba desperdigando y hablando de todos los temas posibles.
—Explica —dijo con su helado de café en la mano, ¿se puede ser más adorable? Pensaba Helena.
—Se llama matrimonio —dice alucinando—. ¡Lo sé! Una institución tan seria que parece que se centra en dinero, ciencia, política y demás... Da un espacio para que dos personas se unan, es como increíble, ¿no crees?
—Pequeña, el matrimonio era una cuestión política y económica. Unían familias poderosas para equilibrar intereses y las mujeres menos afortunadas se dedicaban a buscar buen marido como diera lugar.
—Lo sé, lo sé —dice Helena bajando el tono—. ¿Y qué hay del matrimonio homosexual?
—Ese sí se puede adaptar a tu teoría —sonríe Justin—. Aunque si tienen que pagar impuestos, al estado le conviene el matrimonio de cualquier índole.
—Le quitas la diversión a todo —murmura Helena—. Me gusta pensar que en un mundo tan frío, tan roto y tan centrado en el dinero, haya sitio para la unión de dos personas por puro amor.
—Pero Helena, si eres una romántica empedernida —afirma burlándose—, la Helena lista, feminista, seria, estudiosa en realidad es una niña con ganas de ser rescatada —se sigue burlando—. ¿Cómo decías? ¿Que no había nacido el hombre que te hiciera llorar?
—Hey —hace un puchero.
—Es todo broma, Helena. Me encantan tus dos facetas, la dulce y soñadora, y la seria y responsable.
—No es que sea tan romántica, es solo que... Es culpa de las pelis de Disney —se ríe.
—Y los libros... En Jane Austen se casan siempre —dice Justin—. Jane Austen soñaba con casarse pero nunca lo hizo...
—Tal vez nada cumplía sus expectativas, sus personajes masculinos protagonistas no tenían nada que ver con la realidad de los hombres de la época. A Jane sin duda la veían como una buena dote a cambio de dinero... Sus protagonistas apoyan el carácter independiente y caprichoso de las mujeres con las que se casan. Y no las mandan a callar, lo cual me parece fundamental —dijo irónicamente al saber que no tendría que ser algo a destacar, sino algo lógico.
—Te voy a poner a dar mis clases de literatura —murmura Justin sonriente.
Qué sonrisa mas bonita... Qué cara tan preciosa, pensaba Helena embobada.
—¿Qué opinas del aborto? —preguntó Helena haciendo que Justin contestase sin titubear.
—Cien por ciento a favor, indiscutible —dice con el semblante serio—. Cada persona debe hacer con su cuerpo lo que le de la gana. Y yo como hombre no debería opinar sobre qué hacen las mujeres con sus úteros.
—Qué moderno —se burla Helena.
—Es un pensamiento más antiguo de lo que crees, Helena. El hombre actual siempre ha sido homo sapiens sapiens, y siempre se llegan a las mismas conclusiones, sin embargo hay paradigmas que cambian, por ejemplo el de la iglesia.
—En eso tienes razón aunque parece que no avanzamos nunca...
—Es vuestra naturaleza —dice Justin sonriendo.
—¿Vuestra? —pregunta Helena.
—Sí, vuestra... Yo voy mucho más allá, Helena.
—Bueno... No todos podemos ser semidioses —se ríe Helena.
Justin solo le guiña un ojo y continúa terminado con su helado de café que ojalá fuese por y para siempre.
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