capítulo 6.
Capítulo 6.
Justin se levantó violentamente de la silla al oír a Helena gritar al otro lado de la puerta. Su impulso fue ir deprisa para ver qué ocurría pero entonces África se interpuso en su camino.
—Señor Bieber —dijo con mucho respeto—. No puedo dejarle pasar. Helena estará unos días muy delicada pero volverá a la normalidad mientras que sus huesos se adaptan al frío.
—Eso no es normal —dijo Justin—. Tengo que entrar.
—Lo siento —vuelve a decir—. Además Helena me pidió expresamente que sea por lo que sea, nunca deje pasar a nadie a verla.
Helena estaba en su momento más vulnerable. Un fisioterapeuta iba muy lento con ella doblándole la pierna pero era suficiente para que pareciera que Helena estaba de parto. Sus huesos estaban tiesos y su carne se resistía a recibirlos.
—No puedo más —jadea Helena con la rodilla ya en el pecho. El hecho de estirar la pierna iba a ser lo peor que le podría pasar en la vida—. No puedo, no puedo, no puedo... —dijo entrando en bucle y en una negación constante mientras que lloraba.
—Vamos, Helena —dijo con voz tranquilizadora el terapeuta. Es más, a pesar de que él veía lo grave de la situación, no podía reflejar pánico en ningún momento más que nada, por la salud mental de Helena—, ayer no podías ni doblar la pierna, mira lo que has conseguido, ahora hay que volver a ponerla en su sitio.
—¿Me voy a morir? Me voy a morir —dice entrando en pánico.
Está roja del cansancio, del esfuerzo, del llanto... Despeinada porque cuando no tiene a qué adherirse, se cubre la cabeza con las manos... Llena de lágrimas y ciega por las mismas. Apenas puede moverse, apenas puede...
—Helena, por favor. Aguanta un poco, te estiro la pierna y podrás irte a casa, ¿vale?
—¿No me puedo ir así?
—Helena, ¿cómo te vas a ir así? Tienes la rodilla completamente doblada, es humanamente imposible que te puedas ir...
—¡Puedo ponerme en posición fetal! ¡Eso, eso! Y... No lo hagas por favor que me...
El fisioterapeuta le tomó el tobillo y empezó a tirar con delicadeza. Desde donde estaba, incluso Helena con la ropa puesta, podía ver que se marcaba el momento en el que el hueso de su cadera se acomodaba gráficamente. Era una imagen devastadora y quien no tuviera ojo experto, se desmayaría. Además de escuchar un "crack", seguido de un lamento de Helena y un llanto sonoro.
—Ya está, ya está, ya está —le dice el fisioterapeuta calmándola al dejarle la pierna estirada.
—¡Que alguien me corte esta puta pierna!
—No digas palabrotas, Helena. No es necesario. ¿Puedes sentarte?
—No sé si puedo respirar siquiera —dice como si le costara mantenerse despierta y en cualquier momento va a desmayarse.
—Vale, necesito que te calmes e intentes andar, o si no... Tendremos que repetir el ejercici...
Antes de acabar la frase vio que Helena se ponía de pie estrepitosamente. Sonrió al ver que le costaba sostener el peso en su pierna mala, pues tanto dolor, era como si hubiese dejado agotada la extremidad.
—Me voy a casa —dice cojeando hasta la puerta.
—Adiós, Helena.
—Adiós, adiós.
Apenas cierra la puerta, se echa a llorar porque le recorría el cuerpo un dolor intenso y agudo que no se detenía ni con el más potente analgésico. Estaba devastada mientras que veía borroso. Se pasó la mano por la cara para quitarse las lágrimas casi con ira...
Es que no podía vivir así. Esto afectaba a todos y cada uno de los aspectos de su vida. Incluso su cabeza estaba constantemente pensando en el dolor. No podía más. No se imaginaba otro invierno teniendo que aguantar esto. Sus huesos rígidos y expuestos, llenos de tornillos que se helaban con el frío provocándole unas dolencias tan grandes como duraderas.
Al levantar la cabeza, estaba el profesor con la cara desencajada. No sabía muy bien qué hacer, si ir hacia ella o quedarse en su sitio para no molestarla. Helena inmediatamente se incorporó y se aclaró la garganta haciendo como que nada había pasado.
—¿Nos podemos ir, por favor?
—Helena, ¿cómo te sientes?
—Estoy viva —dijo sintiendo que las lágrimas volvían a acumularse en sus ojos—. ¿Nos podemos ir, por favor? —repitió con más énfasis.
—Claro, claro. Déjame ponerte el abrigo.
¡Claro! ¿De qué va a servir esta porquería? Poco la iba a librar de que sus huesos y tornillos se helaran. Y es que odiaba el frío, odiaba el invierno. Hay tantas personas con enfermedades crónicas que aparecen cada año con el frío. Desde la gripe hasta sensibilidad dental. Hay tantos animales y personas en la calle que estos días de frío los tienen que aguantar como sea... Y luego estaba ella. En verano sus extremidades estaban más engrasadas, incluso en verano su pierna podía doblarse levemente permitiendo más movilidad. Sin embargo, con la llegada del invierno, todo se paralizaba en ella. El contacto del frío con algunos tornillos que tenía por ahí puestos en algún hueso, hacía que se helaran a tal punto que helaban los mismos huesos que sostenían, provocando dolores punzantes e inimaginables.
Y todo esto estaba ocurriendo a la máxima potencia este invierno porque Helena estaba en una época muy crucial: o volvía a caminar bien... O perdía la movilidad parcial o total de su pierna. Esto se debe a que ha llegado a un punto en el que puede avanzar más en su recuperación o por el contrario, ha llegado a su máximo esfuerzo y ya no puede dar más de sí misma.
Justin, al saber esto... Supo perfectamente que era suficiente. Confiaba tanto en Helena y su fortaleza pero tenía que ser realista y aceptar que esa pierna era inservible. La ayudaba a sostenerse y poco más. Le daba más problemas que alegrías.
Justin la ayudó a ponerse el abrigo con el semblante muy serio y cuando estuvo abrigada, ambos fueron muy lentos hacia el parking.
—No sé cómo sentirme —dijo Helena, que era reservada con su pierna pues le daba vergüenza y pánico hablar de ella—, hoy he podido doblarla y sentía que me moría y al estirarla, ha sido como volver al principio... Estaba tiesa y sin ningún tipo de movilidad como suele haber con más calor... Creo que no quiero volver a este sitio.
—¿Qué? ¿Quieres dejar de venir?
—Ellos intentan ayudarme pero yo ya no le veo futuro...
—Helena, eso no lo sabemos...
—Sí, lo sabemos —dijo en plural haciendo que Justin perdiera el aliento—. Es ya un secreto a voces de que mi pierna no da más de sí. Mis padres están gastando todo el dinero y su vida por sanarme pero ya no se puede hacer nada más. Me quedaré coja toda la vida...
—Ojalá pudiera hacer algo por ti, Helena.
Claro que podía. La responsabilidad lo estaba carcomiendo vivo porque hace siglos que había jurado no acceder a sus prioridades... Sin embargo, Helena estaba haciendo que algo dentro de él se tambaleara y lo invitaba a ayudarla y a sanar esa pierna al 100%.
Entonces todas las advertencias hicieron click en su cabeza y recobró la compostura. Si su hermana decía que zarparía naves por Helena, no se quería imaginar lo que él era capaz por ella. Así que se relajó y caminaron hasta el coche.
—¿Alguna vez has sentido un dolor tan fuerte, no físico sino mental, que te obliga a agachar la cabeza y los hombros?
—Helena, tienes que entender que no estás sola si te pasa algo de esto. Todos tenemos momentos de duda y de dolor en los que nos sentimos desestabilizados pero por suerte, el sol vuelve a salir en nosotros, Helena. Es todo cuestión de actitud. Además, sabes que significa que dejes de venir, ¿no? Las tardes me son agradables contigo, además de sentir que aporto un granito de arena con tus padres y sobre todo ayudarte a ti, Helena.
Helena tenía los ojos brillantes como si estuviera aguantando el llanto más pueril y grave de su vida. Entonces Helena se detuvo a pocos pasos del coche haciendo que él se adelantara un poco y también se detuviera.
—¿Puede darme un abrazo? —ruega.
Justin se detiene y la mira con una media sonrisa. Camina hacia ella y suspira poniéndole las manos en los hombros mientras que ella mantenía la mirada en sus zapatos.
—No tienes que pedírmelo —murmura.
Nunca habían tenido más contacto físico que el plenamente formal. Así que cuando Justin la toma de la espalda y la atrae hacia él, Helena pierde todo tipo de respiración.
De pronto quiere llorar pero no se da ese lujo. Apoya la cabeza en su pecho, escuchando su corazón. Cierra los ojos mientras que siente que Justin la acerca a él, la aprieta y la retiene. Jamás le habían dado un abrazo así, ella tímidamente coloca las manos en su espalda y escucha a Justin suspirar.
—Todo va a estar bien, pequeña —susurra Justin—. Entiendo que estás frustrada y muy enfadada con el mundo y contigo misma... Pero ya verás que será otro día. Eres demasiado valiente como para rendirte ahora que estás a nada de que ésta pesadilla se acabe.
Quiere llorar aún más pero piensa en que está apoyada en un jersey tan bonito, tan fino y delicado que sería injusto mancharlo de lágrimas... O mocos. Así que respira y cierra los ojos con fuerza mientras que siente el calor de Justin, su fuerza alrededor de ella...
—Todos tenemos estos momentos, Helena. Sé que sientes que estás perdida y no encuentras un camino. Necesito que sepas una cosa.
Justin se separó de ella levemente, sin quitar las manos de encima de ella. La miró a los ojos y le sonrió:
—Helena, yo jamás te recomendaría algo que te destrozara la vida. Si te doy mis opiniones y consejos es siempre pensando en tu bienestar —se inclinó hacia ella y bajó el volumen de su voz para poder hablar con ella mucho más íntimamente—, confía en mí, déjate llevar por lo que yo te diga. Hazme caso y te juro que todo va a ir bien. Deja que yo sea tu guía.
Helena le sonrió también. Asintió cerrando los ojos como si en ese momento le hubiera cedido su alma y ahora él llevaba los hilos.
—Sigue viniendo al fisioterapeuta. Sigue caminando y sigue esforzándote. Estamos a un paso para que tu pierna vuelva a estar en su sitio, pero hace falta tiempo. Piensa en todas las operaciones y recuperaciones y tiempo en el hospital que invertiste para estar aquí ahora. Y mírate, estás maravillosa.
Justin le echó el pelo hacia atrás y colocó sus manos entre su cuello y su cabeza sosteniendo la mirada fija en ella.
—Hazlo por mí, que ya no me imagino las tardes sin tu presencia, Helena.
—¿En serio?
—Claro, Helena. Aguanta un poquito más, por favor.
—Es que yo creo que todos sabemos que mi pierna se va a quedar así para siempre. La cirugía se hizo de tal manera que mi...
—Si dejas de pensar en eso, pedimos una pizza.
—Pero...
—Pizza.
—Y si...
—¿No te apetece una pizza? Porque a mí sí.
—¿Esto es chantaje?
—Sí... Lo es.
—¿Y no tengo opción?
—Por ahora no.
—Ya... Bueno... Me gustaría con triple de queso.
—Buena elección. Ahora despeja la mente, ahora olvídate de tu cuerpo, olvídate del mío, eso es sólo materia con una forma muy bonita. Eres más que una pierna, piel, carne, huesos y tornillos.
Justin colocó las manos pesadas en los hombros de Helena. Ella le miró a los ojos y sonrió levemente haciendo que un hoyuelo se le marcara. A Justin esto le pareció tremendamente adorable así que su mano pasó de estar en el hombro de helena a la mejilla de ella. La acarició levemente y cualquiera que lo hubiera visto, hubiera concluido que acabaría en beso.
Pero Justin fue el primero en bajar las manos y abrirle la puerta del coche... Se iban a casa.
Cuando se iban acercando a su calle, se dieron cuenta que la policía y una multitud de vecinos estaban afuera. Justin cerró los ojos con fuerza pensando: "por favor que no sea mi casa".
Un poco egoísta pero tenía a una adolescente mentalmente inestable y si se hubiesen metido a robar a su casa en estas circunstancias probablemente helena no volvería jamás ni al fisioterapeuta ni a su casa. Entonces cuando se dio cuenta que era otra casa y estaban registrando el perímetro para ver si encontraban algo... Suspiró de alivio.
—Es la casa de Anna —dijo Helena con un nudo en la garganta—. ¿Podemos ir a verla?
—Claro.
Al estacionar el coche, helena se bajó como pudo, cojeando se acercó a la familia y miró a Anna con lágrimas en los ojos.
—Hey —le dijo Helena—. ¿Podemos ayudarte en algo?
Anna la miró con rabia infinita:
—Salimos sólo una hora para cenar... Sólo una hora por mi cumpleaños. ¿¡Por qué tú te vas cuatro horas y nunca se meten a tu casa!?
—Anna...
—Déjalo, déjalo. No necesito de tu ayuda y tu compasión para...
Calló abruptamente cuando un policía se acercaba a los padres y les preguntaba por un perro gris. Estaba atado en uno de los árboles al final de la calle.
—¡Es mi perro! ¡Es mi perro! —dijo llorando como posesa.
—Pues no se lo va a creer —dijo el policía apuntando al final de la calle—. Estuvo todo este tiempo siendo cuidado por otro perro...
—Fíjate —murmura Justin a Helena mientras ven a una oficial caminar al lado de los dos cachorros. Uno de ellos era Helios que llevaba entre los dientes la correa del perro de Anna.
—Si no lo estuviera viendo... No me lo creo —murmura Helena.
La gente empezó a hacer fotos y vídeos de ese momento. Justin sonrió levemente porque sabía que Helios probablemente había puesto a salvo al perrito de Anna. Le pareció tan adorable...
Apenas Anna corrió hacia su perro y le dio un abrazo levantándolo por los aires... Helios ya no sintió más responsabilidad, así que pudo correr hacia Helena y lanzarse encima de ella casi tirándola al suelo.
—Qué buen chico eres —murmuró Helena acariciándole la cabeza—. Eres el mejor.
—Helios —dijo Justin y el perro se sentó como si recibiera órdenes de dios.
—No sé qué acaba de pasar —murmura Helena—. Pero es algo que quiero contarle a mis hijos. ¿Qué clase de perro tienes?
—Uno muy listo, ya te lo he dicho miles de veces. Esta no tendría que ser la excepción.
—
Después del jaleo, por fin pudieron comerse las pizzas y el helado sin que nadie los molestara. La casa estaba reforzada y muy calentita, dando esa sensación de confort y seguridad.
Justin estaba en el sofá, con las piernas cruzadas mientras miraba a helena en el suelo, acostada entre mantas y cojines.
—¿Y qué piensas del amor?
Helena sonrió nerviosa mientras que pellizcaba el helado con la cuchara.
—¿De Eros o del amor de verdad?
—¿Estás diciéndome que eros no existe? —se rió—. Quiero decir si alguna vez lo has vivido o...
—Sí, sí... Entendí la pregunta a la primera. No sé si se acuerda de Alex, el chico de la foto, el del hospital. Me gustaba mucho y... —suspiró frunciendo el ceño como si le era muy muy difícil hablar de esto—, y tuve que convencerme de que no me gustaba porque no iba a durar para siempre. No sabía si iba a durar un mes siquiera.
—Debió ser muy duro.
—Lo es —murmura Helena—. Que yo siga aquí y saber que no puedo ir a verle y decirle lo mucho que lo necesito... Es duro de pensar... —hubo un gran silencio mientras que Helena se aclaraba la garganta—. ¿Y qué hay de usted? Hay múltiples rumores de que porqué está soltero.
—¿Los hay? —arqueó la ceja derecha.
—Y muy variados. Es usted un hombre increíble. Es muy raro que esté soltero...
—¿Soy increíble ahora? —se ríe dulcemente ante el comentario de la joven.
—Siempre. Es extremadamente inteligente, es noble, es dulce y cuida muy bien de sus alumnos, de mi. Tiene esta casa preciosa y... Y en fin, ya sabe. Cumple el canon del hombre perfecto a rajatabla.
—Qué cosas más bonitas me dices, Helena —no abandonaba el tono divertido—. Pues bien, resolveré tus dudas. Digamos que yo siempre estoy abierto al amor. Siempre que sea honesto y sano. Digamos que estoy buscando a una reina que pelee a mi lado.
—¿Una reina? —sonríe helena ante la metáfora.
—Sí, yo necesito una reina a mi lado, no una princesa a la que salvar. Hay demasiadas ahí afuera...
—¿Y...? ¿Esas princesas no tienen oportunidad?
Ella se sentía como una princesa que necesitaba ser salvada...
—Primero se tendrían que salvar a ellas mismas para ser reinas. Y eso sólo lo pueden hacer ellas por su cuenta.
Silencio. Helena miró el suelo mientras que suspiraba y acomodaba la cabeza entre los cojines como si de pronto la invadiera el sueño.
—Me gustan las mujeres fuertes, independientes que creen y sueñan. Siguen sus instintos e intuiciones. Me gusta que me complementen, que me amen, que... ¿helena?
—Estoy escuchando —dijo con la cabeza apoyada en los cojines sin dirigirle la mirada.
—Vale, suficiente —dice con una sonrisa tomando los botes de helado y las cajas de pizza apartándolas de ahí—. Es hora de irse a dormir.
—Una pregunta más —dije Helena sin levantar la cabeza—. ¿Tiene alguna pretendienta o algo parecido?
—No, Helena. Vamos a la cama.
—Una última pregunta... ¿Es usted gay o por lo menos bisexual?
—¿Quién ve géneros cuando se trata de amor?
Helena levanta la cabeza con los labios abiertos y mira al profesor a ver si estaba de broma.
—No estoy de broma. Me podría enamorar de una cabra, de un hombre... O de ti.
Silencio.
Justin se aclara la garganta y extiende su mano hacia Helena para ayudarla a levantarse.
—Olvida lo de la cabra, por favor.
—Hecho —dice helena levantándose—. ¿Por qué un hombre como usted no tiene alguna pretendienta como mínimo?
—Digamos que no tengo mucha suerte, soy un poco torpe en estas cosas y...
¿Torpe? Si con una sola mirada podía tener a una clase entera de adolescentes callada por dos horas.
—No lo es —sonríe Helena pero se le borra la sonrisa y sacude la cabeza al intentar evitar sonrojarse... Pero es imposible—, digo, ya sabe... Hay más torpes... Yo por ejemplo. Que mi primer novio se haya muerto es de muy torpe y mejor me callo porque parece que estoy confesando un asesinato y...
Justin estalla en carcajada a pesar de la crueldad de lo que acaba de pasar. La toma de los hombros apretándola y la mira a los ojos por un buen rato.
Era un hombre con un encanto tan sublime que podía hipnotizarte, no podías quitar los ojos de él.
—Hay que irse a la cama, Helena. Ha sido un día muy largo, ¿no crees?
—Es viernes, podemos quedarnos un rato más.
— tenemos que ir temprano a dejarte a casa...
Helena suspiró mirando sus pies. Helios vino desde el otro lado de la habitación a lamerle la mano a Helena para llamar su atención.
—Hasta él quiere que me quede.
Da un ladrido en modo de asentimiento. Justin hace los ojos en blanco pero una dulce sonrisa lo recompensa.
—Vale, nos quedamos. ¿Quieres ver una película?
—¡Sí! Podemos usar mi cuenta de netflix.
—¿Net qué?
—
La película pasó a segundo plano cuando morfeo se dio un breve paseo por el hogar. El primer en caer fue Justin. Estaba dormido en el sofá de al lado mientras que Helena y Helios estaban en el otro. Helios se durmió al lado de helena mientras que ella batallaba por no dormirse. Apagó la televisión y miró a Justin dormido.
—Jamás había visto algo tan hermoso —murmura con ese mínimo temor de que se despertara y la pillara. Pero no ocurrió. Al contrario, permaneció impasible.
Tenía una cara preciosa, muy bonita y marcada, una mandíbula tan bonita y esos labios... Esa expresión. Es precioso.
Helena se levantó con mucho cuidado para no despertar a Helios.
—Han entrado a robar a casa de Anna —murmura Helena—. No nos podemos arriesgar a que vengan y tú estés aquí y yo allá arriba, ¿verdad? No deberíamos separarnos. Voy a dormir aquí contigo, que hay mucho espacio entre... —bosteza—. Entre estos bonitos y grandes brazos. Dios, está más caliente de lo que esperaba, será perfecto... Será perfecto.
Helena se acomodó al lado de Justin mientras que Helios levantaba la cabeza levemente y si tuviera alguna expresión... Sonreiría.
—
Justin caminaba hacia Delfos, su ciudad natal. Ahí, en el templo, tomó las ofrendas que los aldeanos le depositaban humildemente. Respiró mientras que desde el templo miraba al mar. Había un campo de olivos precioso que desembocaba en el mar, para respirar eso, primero se tiene que vivir.
Entonces vio a Helena caminar hacia él en el templo. Llevaba una túnica blanca, podía caminar bien. Estaba preciosa. Una tiara de hojas de laurel doradas adornaba su precioso cabello. Ella se arrodilló ante él mientras que él la miraba desde arriba.
—Van a intentar sacrificarme —dijo—. No dejes que lo hagan —rogaba la pequeña Helena—. Lo intentaron una vez...
—¿Qué puedo hacer para ayudarte?
—Protégeme —ruega—, hazme tuya. Seré tuya para siempre si es así como deseas. No te alejes, es la única manera que tengo de sobrevivir.
—No puedo hacer eso...
—Si puedes —recuerda—. Hazme tu mujer, cásate conmigo. Preséntame ante todos como tu única mujer. Tu esposa.
—Helena... —la detiene Justin—. No puedo. No puedo renunciar a mi vida actual para volver a una vida antigua que murió...
—¿No lo harías por mí?
Algo tembló dentro de Justin.
—Helena —dice muy duramente—. No insistas más.
—Te estás enamorando de mí —dijo helena levantándose sin apartar los ojos de Justin—. Te estoy gustando y me estás contemplando como una posible pareja. Algo te lo impide, confía en mí, la única solución es que tú y yo...
—Helena —advierte con un escalofrío cuando ella lo toca y se acerca a él.
—Ya no te puedes resistir a mi —murmura.
—¿Quién eres? ¿Cómo vas a descubrirme?
Helena se ríe maliciosamente cuando sus ojos marrones se tornan miel, igual a los de él.
—Soy tú, y ya sé quién eres.
—
Justin se despierta con un leve espasmo que tuvo que reprimir al darse cuenta que helena lo estaba abrazando por el torno. Él tampoco se quedaba atrás, pues una mano suya descansaba casualmente en el trasero de helena. La apartó rápidamente mientras que intentaba controlarse. La respiración se le aceleró a tal punto que estaba agobiándose al intentar reprimirlo.
Cerró los ojos y se concentró. Sin embargo, su cerebro parece más interesado en centrarse en las manos de helena alrededor de él. ¿Cómo habían llegado a este punto? ¿Cómo es que estaba durmiendo con helena al lado? No se acuerda de nada, estaban viendo una película estúpida... Y después esto.
Nota una mano más apretada que la otra... Tal vez es que tenía frío y él no es que sea un ser bastante frío la verdad, al contrario. No, no... Entonces mira el sitio donde estaba su mano. Era una curvatura preciosa. Iba desde la cintura y como si un artista la hubiera pintado, bajaba suavemente hasta su muslo con una inclinación... Una inclinación que necesitaba tocar. Se muerde el labio extendiendo la mano levemente pero se detiene, ¿qué estaba haciendo? No podía tocarla, no debería tocarla. Y menos sin su consentimiento y estando dormida.
Cierra los ojos concentrándose pero otras partes de su cuerpo ya iban solas.
"Que no se me pare" piensa "no, Justin. Hoy no".
Si esto fuera un cartoon, se habrían reído de él mientras dicen: tarde.
Joder no. Ahora tiene que salir de ahí como sea. Mira sus posibilidades si sale por encima la puede despertar incluso se puede caer y sería un desastre. Tal vez si subía y salía por encima del sofá... Tenía que ser rápido.
Suspira y se encomienda a los dioses cuando primero le quita las manos a helena. Empieza a levantar el torso con mucho cuidado y a pulso. No tiene gran apoyo. Cierra los ojos ante el esfuerzo.
Sube y siente que va bien, no la está despertando. Se agarra al sofá y sube ya una pierna, le queda pillar impulso y ya habrá cruzado el obstáculo. Cierra los ojos.
1...2...
—¿Justin?
Da tal salto que cae al suelo boca abajo. Se hace daño, sobre todo ahí abajo pero tiene que ocultarlo. Se queja pero no se levanta.
—No quería despertarte, lo siento.
—No pasa nada, lo siento yo por el susto, ¿Se encuentra usted bien?
—Lo estoy, sólo me quedaré un momento aquí... ¿Te apetece ir a desayunar afuera? Puedes pasar el sábado aquí si te apetece, avanzaremos con los deberes y te ayudaré a estudiar, ¿Te apetece?
—Claro, me encantaría. ¿Está seguro que está bien?
—Lo estoy. Lo estoy, ¿puedes ir a buscarme una bolsa de hielo, por favor? Tal vez dos... Las necesitaré.
Cuando helena correteó hacia la cocina, Justin aprovecha para levantarse y correr hacia el baño. Hasta entonces pudo respirar.
Hasta entonces.
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