Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

capítulo 5

Capítulo 5.

Helena buscaba desesperadamente a Justin entre la gente. Se les estaba volviendo parte de la rutina volver casa de Helena juntos después de las clases e irla a buscar por la noche al fisioterapeuta.

Helena estaba emocionado por verlo. Habían hecho una lectura dramatizada de Shakespiere y él había robado muchos suspiros al lanzar monólogos tan románticos y tan intensos y poderosos...

—¿Me buscabas?

Helena jadeó siendo arrancada de su idilio y se dio la vuelta para ver al profesor con una enorme sonrisa, como si le divirtiera.

—Te he traído esto —le dio una pequeña flor perteneciente a los jardines del Olympus. Justin mandó a plantar flores que sobreviven en invierno, manteniendo los jardines poblados, verdes, coloridos y bellos.
—Gracias —dijo Helena poniéndose roja como una manzana. Sonrió hacia Justin y se acomodó la mochila en el hombro izquierdo dispuesta a marcharse.
—Espera —dijo Justin dejando su maletín en el suelo para arrodillarse ante Helena y atarle los zapatos—. No quiero que te caigas por esto.
—Pu-Puedo hacerlo yo sola —tartamudeó.
—No quiero comprobarlo —sonrió Justin acabando de atarle bien el zapato—. Ahora sí. Andando, que Helios debe estar como loco por salir a la calle.

Helena cojeando, se acercó al coche de Justin. Él correteó para abrirle la puerta, la dejó entrar y cerró con cuidado. Después volvió a su sitio.

—¿Qué te pareció la clase de hoy?
—Maravillosa —suspira Helena abrazando su mochila.
—¿Te ha gustado? ¿de verdad? Te confieso que sentí que fue una clase bastante floja, a mí me gusta oíros hablar... ¿sabes? Dicen que los dioses se enamoran de los humanos porque son seres temporales, saben que están aquí por un suspiro, y después morirán, así que procuran vivir la vida de la manera más bella posible. Creo que por eso me gusta escucharos, no es que sea un dios, ni mucho menos, pero he vivido más que todos vosotros y escuchar a gente que lleva tan poco viviendo, aprendiendo y hablando puede ser fascinante.
—¿Tú crees? Nadie se toma en serio nuestra generación...
—¡Lo creo! —jadea Justin—. Para mí, sois una de las generaciones más preparadas que jamás se han visto. Me la tomo muy en serio y sobre todo viendo que esa generación tiene a gente como tú, pequeña —le pellizcó dulcemente la mejilla—. Yo creo que mis chicos son maravillosos. Ya te has visto, eres una lectora ideal, eres atenta y analítica, te gusta culturizarte y sobre todo, eres muy trabajadora, llegarás lejos, lejos, Helena.

Roja de la vergüenza se esconde apoyando una mano en su mejilla. La otra parte de su cara la oculta su pelo largo, Justin no se cansa de verla. Es perfectamente armónica y bella. ¿No les pasa que mientras ven algo que les gusta se les hace más y más bello? Era lo que estaba pasándole con Helena. Antes la veía perfecta y ahora era una mezcla idónea entre perfección, belleza, armonía y proporción. Jamás se había enfrentado a algo así...

Bueno, una vez, y acabó muy mal.

Llegando a la casa de Helena, Justin la deja en la puerta después de saludar a los padres de la menor. La deja ir y se dirige a su casa. Al llegar, parpadea varias veces al oír que había alguien en su casa.

Hace los ojos en blanco, como quien dice que se metieron en el sitio equivocado. Camina con parsimonia, como si no se hubiese dado cuenta que había alguien.

—Hola, Hermano —dice Justin al ver al sujeto de pie cerca de la pecera. Helios estaba debajo de la mesa—. Más te vale no haber tocado a mi perro.
—Ese chucho está mal adiestrado. Deja que me lo lleve unos cuantos días y te lo arreglo.
—Ni lo sueñes —dice Justin un poco revuelto—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a ver a mi hermanito, ¿acaso no puedo?

Si Justin ya era enorme, este hombre era inmenso. Era militar, por lo tanto llevaba su inseparable uniforme, su pequeña cadena de identificación. Sólo le hacían falta las armas.

Obviamente, era todo lo contrario a Justin.

—¿Qué quieres ésta vez? ¿Tengo que recordarte cómo acabó la última vez?
—Solamente quería ver si te habías aburrido de tu apasionante vida —dijo con sarcasmo—, y si te querías apuntar a hacer unos cuantos trabajitos con papá.
—Paso. Mi vida ahora está aquí, y me va genial.
—Se ve, tu casita está de muerte. ¿La hiciste tú o tu hermana?
—Ambos.
—Claro, ya decía yo que tenía mano femenina.

¿Y tiene algo malo? Pensó Justin enervado.

—No quiero ser maleducado pero tengo tantas cosas que hacer que es que no puedo seguir perdiendo el tiempo contigo.
—Incluso para echarme de tu casa eres demasiado blando. Sólo me pasaba para decirte que lo sabemos.
—¿Saber el qué?
—Lo de Helena.

Silencio.

—¿Qué pasa con Helena? —suspira Justin.
—No te juntes con ella, Justin.
—Es mi alumna, ¿qué te pasa por la puta cabeza?
—¡El señorito ha dicho una mala palabra! —se rió—. Justin, yo de ti... No me andaría teniendo tantas confianzas con ella.
—¿Qué tiene de malo? He ayudado a cientos de miles de alumnos durante toda mi vida.
—Ya... Pero ambos sabemos que Helena es distinta.
—¿Qué quieres decir?

Silencio.

—¿Crees que es casualidad que tenga esa cara y se llame Helena, y oh, vaya, sobrevive a un accidente mortal?
—Su padre también sobrevivió.
—¿Y a mí qué? Ella fue la que se dio el piñazo. Ambos sabemos que Helena fue puesta en tu camino por alguna razón.
—Sea lo que sea que estés pensando. No pasará. Y si pasa... No es tú problema.
—No es mi problema, pero tuyo sí será. Me parece tan extraño que no lo hayas llevado con discreción.
—Pues porque no me daba la gana —jadea Justin—. Entre Helena y yo no va a pasar nada. No voy a seguir hablando del tema —caminó hacia la puerta—. ¿Te importaría salir de mi casa, por favor?
—He viajado desde muy lejos para verte, ¿y es así como me tratas?
—Yo no te lo pedí —murmura Justin. Su hermano camina hacia la puerta y se queda un momento al lado de Justin.
—Una última cosa, Justin.

Justin hizo los ojos en blanco y esperó:

—¿Hasta cuándo vas a seguir mintiéndote a ti mismo? —murmuró—. Ambos sabemos que Helena está aquí por un motivo. Y si ese motivo es saber la verdad, sabes que Padre se encargará de ella, lo sabes, ¿no?
—Helena no es más especial que cualquier otra chica nacida en este milenio. ¿Quién te ha llenado la cabeza de tanta porquería?
—Padre —contesta con una sonrisa—. Eres su hijo predilecto, te conoce como si te hubiera parido él mismo... Sabe cómo acaban estas cosas... Sabe que Helena no puede ser buena.
—Lo que me faltaba —masculla—. En el hipotético caso de que yo mantuviese una relación con Helena, ¿qué tiene de distinto con todas las relaciones anteriores que he tenido? ¡Nunca os han importado mis parejas! ¿ahora Padre te envía a ti para saber y husmear en los detalles morbosos de mi vida privada?
—Nunca nos han importado tus parejas porque no eran Helena.
—Sois una panda de sinvergüenzas. ¿Me queréis dejar en paz? Estoy viviendo la mejor de mis vidas. Fue decisión mía dejar de lado la familia, ¿Porqué tengo que seguir cargando con vuestra cruz?
—Joder, Justin. Solíamos ser los mejores, ¿dónde quedaron esos tiempos?
—Murieron —susurra Justin—. Murieron cuando me habéis traicionado. Ahora si no te importa, tengo cosas que hacer. Adiós, Hermano.

Y cerró de un portazo sin darle posibilidad de respuesta. Suspiró apoyándose en la pared mientras que veía que Helios salía de debajo de la mesa.

—Este hombre no es ni bueno para los perros —susurra para sí mismo—, ¿y me quiere decir que Helena no me conviene? Qué sabrá ese zángano. ¡No tiene ni idea, ni idea! Ahora no podemos salir, Helios, esperaremos un rato hasta que se vaya.

Se agacha para tocarle la cabeza a Helios pero su corazón y mente están en Helena. De pronto, su respiración se empezó a acelerar, y sus sentidos se agudizaron, cerró los ojos mientras que apartaba las manos de Helios. Se había dado cuenta de algo... Esa idea tan temerosa que le cruzó por la cabeza le partió el alma. Como a un esclavo que llevan atado de las muñecas con pesado tintineo, mira hacia enfrente, preso de su destino.

Pues sabe que no puede escapar de él.

"Cuando los dioses decidieron esconderse entre los humanos, no podían abandonar su carácter divino, por lo tanto, el Dios Apolo les reveló que uno de los dioses que vivirá entre hombres mortales será descubierto, por lo tanto, toda su estirpe será revelada por un rostro que haría zarpar mil naves".

—Más claro no puede ser —murmura Justin con su hermana.

Helena duerme en la habitación de arriba, después del fisioterapia, habían vuelto a casa para acabar los deberes y descansar. Justin había mandado a llamar a su hermana en pleno gabinete de crisis. Estaba un tanto histérico, pues su estirpe podría estar en peligro.

—De todos los que se me ocurrieron —murmura Justin—. Nunca pensé que sería yo. ¡Y con Helena! ¡Qué cruel es el destino! Casi la mata, pero la mantiene viva para guardarla... ¿Qué debo hacer, Artemis? Ares fue demasiado claro con las sospechas de Padre, ¿debo dejar la docencia y desaparecer para no ser descubierto? ¿o es inescrutable que seremos descubiertos por la niña que está dormida en mi cama?
—Apolo —dijo su bella hermana tomándolo de los hombros—. Por favor, ¿puedes calmarte?
—No me preocupa que Helena me descubra... Me preocupan las consecuencias que ellos conlleva. Helena puede ser brutalmente asesinada, ya sabemos cómo es nuestra familia...
—No te adelantes a los hechos, pero estamos claros que alejarte de ella no va a solucionar nada. De una manera u otra, te acabará encontrando y descubriéndote. Está escrito en las estrellas y no podemos reescribirlas. Lo que sí podemos hacer, es llevarlo lo mejor posible. Si toda la familia está advertida y es consciente de que Helena es la elegida para descubrirte... Tal vez la perdonen y podamos introducirla en nuestra naturaleza para que viva su corta vida con nosotros... Esa es una buena solución.
—Tendré que hablar con Padre, he contemplado esa posibilidad y el único fallo que le encuentro, es... ¿cómo va a descubrirme? Han sido siglos cubriendo mis huellas. Emigrando de un lugar a otro, empezando de cero. Si soy profesor aquí, dentro de unos años diría que emigro a Japón y ya estando ahí, diría que soy un joven estudiante y ya vería a qué me dedico. Sin embargo, podría haber dejado alguna huella, ¿pero cuál? ¿Cómo va a descubrirme?
—Tal vez uses alguno de tus poderes divinos en alguna situación en la que esté ella.
—Hermana, por favor. Han sido más de dos mil quinientos años sin usarlos. No creo que los use a menos que...

Helena se había despertado por el murmullo. Estaba de pie en la escalera, tenía los ojos entrecerrados y el pelo despeinado. Justin calló de manera súbdita como si Helena pudiese entender alguna palabra en griego antiguo.

—Por Zeus —murmura Artemis al verla.
—¿Qué ocurre, cielo? —murmura Justin yendo hasta su lado casi de manera torpe—. ¿Te hemos despertado?
—No, no, es que... Es que Helios ha saltado en la cama y me despertó. Entonces os escuché y...
—Lo siento, Helena. Ya te dejaremos descansar. ¿Qué tal tienes la pierna?
—Me duele un poco.

Aquí viene el hecho: hoy en el fisioterapeuta no pudieron hacer la mayoría de ejercicios porque Helena no puede mover la pierna. Esto se debe a que empieza el verdadero frío en Canadá. Sus huesos y articulaciones de resentían.
Le pasaba cada año y necesitaba por lo menos tres sesiones el mismo día para poder estirar la pierna correctamente. Sin olvidar que venía acompañado de un dolor agudo y muy, muy, muy intenso para una niña de su edad.

—¿Quieres tomarte otra pastilla para que puedas dormir bien? Han pasado las seis horas prudentes —la miró con dulzura. Helena asiente y dirige una leve mirada a la mujer. Es... Es preciosa, se dice a ella misma. Tiene el cabello gris, parece de fantasía, unas ondas preciosas que acaban en un elegante rizo en la espalda baja, tenía los ojos grises, combinando con su pelo. Sus demás rasgos eran angelicales, sin embargo tenía una expresión severa, poderosa. Era preciosa.

—Hola, Helena —dijo la desconocida—. Justin estaba hablándome de ti justamente. Soy Selene, la hermana de Justin.

Extendió la mano hacia ella. Helena la tomó y sonrió ampliamente. Era perfecta. Es que... Se quedó sin aliento.

—Encantada —responde Helena muy emocionada.
—Tengo la solución perfecta para que puedas conciliar el sueño.
—Hermana... —advierte Justin sabiendo por dónde iban los tiros.
—¡Un té caliente te llevará a los brazos de morfeo en un pis pas! —Dice emocionada tomando a Helena de la mano y llevándosela hacia la cocina.
—Y ya empezamos con el té —murmura Justin siguiéndolas—. Helena, prepárate para un extenso catálogo de tipos de té.

Helena se ríe dulcemente mientras que Selene empezaba a sacar cajas de los armarios de Justin.

—A este hombre le traigo una caja cada vez que puedo y no se ha acabado ninguna.

Justin hizo los ojos en blanco y sonrió hacia Helena. Se sentó alrededor de la isla para quedar enfrente de Helena. La miró.

No fue una mirada cualquiera. No pudo apartar los ojos de ella mientras leía las cajas que le iba pasando su hermana. Y una estúpida sonrisa se fue marcando en su rostro. Le causaba eso, una ternura desmedida y un algo que no sabia descifrar pero que definitivamente lo hacían sonreír.

—¡Este! ¡Este te va a encantar! Es el elegido.

Selene se acercó a Helena presentándole la caja como si un mayordomo fuese, y le dijo:

—Manzana con canela, la mejor combinación que pudo crear el humano.

Helena se rió ante el entusiasmo de la hermana de Justin. Eran idénticos, pues ambos desprendían esa energía tan positiva y esa dulzura característica, que hasta ahora creía que sólo tenia el profesor.

Después del té y del alboroto, helena se empezó a ver vencida por el sueño. Era ya tarde y mañana tendría que madrugar.

—Vamos, te acompaño a la cama —dijo Justin—. Procuro no dejar entrar a Helios esta vez.

Helena asintió y se la llevó hacia la cama. Después de arroparla y asegurarse de que todo estuviese en orden para la tranquilidad y el sueño de Helena no se viese perturbado, la miró, soñolienta. Qué bonita era...

—Profe —susurra—. No se ha tomado todo el té...
—Ay, Helena. Te confieso que eso me sabe a agua sucia.

Helena se ríe acomodándose sobre su lado derecho.

—Buenas noches —murmura.
—Buenas noches, Helena —contesta con una tierna sonrisa que Helena no pudo ver.

Al bajar otra vez, encuentra a su hermana con una sonrisa boba en el rostro.

—Es preciosa —murmura—. No sé si es la de la profecía pero definitivamente yo zarparía una nave por ella.
—Hermana —murmura Justin—. No sé qué hacer. Creo que debería desaparecer.
—¿Estás loco? Huir del destino es lo peor que podrías hacer. Además de que si estás con ella, puedes controlar la revelación. Sin embargo, si te marchas, y helena te descubre o nos descubre... Podemos alucinar con lo que puede pasar si no estás aquí para explicarle ciertas cosas de nuestro mundo.
—No sé qué hacer —murmura Justin otra vez.
—Bueno, yo sé algo que puedes hacer ahora mismo y es dormir. Vamos, hermano, mañana tienes que ir a dar clases. Por cierto, ¿cómo van los robos en la ciudad?
—De mal en peor —suspira—. Hace dos días asesinaron a un matrimonio de ancianos que estaba solo. Te juro que me gustaría intervenir pero ya sabemos cómo es Padre...
—Tal vez podamos hacer algo sin romper las normas de papá.
—¿Qué se te ha ocurrido? —sonríe Justin.
—Podríamos patrullar y acabar con alguno de esos hijos de puta en defensa propia, ¿te apuntas?
—Hermana... Soy un ciudadano respetable y amante de nuestra comunidad. Entenderás que no puedo liarme a palos con cualquier vil ladrón...

Una atisbo de decepción cruzó el rostro de la bella hermana melliza de Justin. Pero entonces Justin sonrió ampliamente diciendo:

—Tráeme el pasamontañas —dijo—. Vamos a patear unos cuantos traseros.

El problema era más grave de lo que parecía. En los cuarenta minutos que llevaba patrullando las calles, habían presenciado dos robos en calles muy cercanas. Sin contar el hecho de que están pasando otros simultáneos en otras partes de la cuidad.

Después de darles una paliza, los atacan a postes cercanos con una nota que decía: "Me lo podéis agradecer luego" más la información de la casa a la que intentaron robar.

Cuando eran ya las cuatro de la madrugada y Selene rodeaba con cadenas a dos de los ladrones, Justin le dijo en griego:

—Deberíamos volver, si Helena se despierta y ve que no estoy ahí...
—Tienes razón, daremos aviso a la policía. Me encanta volver a las andadas contigo, hermanito.
—¿¡Eres una mujer!? —chilló el ladrón impresionado. Obviamente tenían cara y cuerpo cubiertos, no podías ver la impresionante melena y la belleza irreal de Artemis.

Artemis se quitó la máscara dejando aún más boquiabierto al ladrón. Así que ella aprovechó para hacerla una bola y meterle la máscara en la boca a la fuerza para después rodearle la cabeza con cinta adhesiva.

Artemis sonrió y se marchó a la par con su hermano. Avanzaron hacia la casa de Justin y al notar que todo estaba en orden, cada uno se fue a sus respectivas habitaciones.

Justin, vencido por el cansancio, sólo fue capaz de darse una ducha, vestirse y dormir en su cama sin deshacer. Por primera vez en años, se quedó dormido.

Helena fue la primera en despertarse, al ver la hora, se asustó y se levantó de un medio salto. Su pierna estaba más tiesa que nunca, dolía más que nunca. Cojeando, con las mejillas sonrojadas y el pelo despeinado, corrió hacia la cocina y el salón sin encontrar a Justin.

—¿Acaso es sábado? —dijo—. ¡No, no lo es! ¿Me ha dejado tirada?

Corrió otra vez a las plantas superiores para ir a la habitación de Justin. Las habitaciones las separaba un pasillo, y Helena, por respeto, no se había atrevido a cruzarlo jamás. Pero era necesario para ver si...

Abrió la puerta de sopetón para encontrárselo dormido. Silencio. Estaba boca abajo, pero podía ver su rostro, su pelo estaba mojado, y tenía una expresión tranquila en el rostro. Sonrió levemente acercándose pero sin atreverse a hablarle.

Era la única vez que estaba en una posición superior a él, podría mirarlo sin bajar la mirada o ponerse a tartamudear. Se acercó y se fijó en sus pestañas, eran preciosas, largas y negras, rizadas. También tenía una cara bonita. Tenía una mandíbula muy marcada y parecía tener las mejillas y los labios suaves. Le encantaba su cabello, incluso húmedo, podía apreciar unos mechones más claros que otros como si permanentemente le estuvieran haciendo un tratamiento entero de peluquería profesional.

Helena sonrió traviesa, mordiéndose el labio inferior y cubriendo sus labios con sus manos como si una niña pequeña acabara de hacer una travesura. Se acercó aún más para verlo desde otro ángulo... Podía ver los músculos de la espalda marcándose a través de la camisa, incluso detalles pequeños como las pequeñas hendiduras en el hombro, la fascinaron. Ay, y ese miel, ese miel tan bonito que tiene en los ojos. Imagínate encontrar un poco de verde en ese miel...

Seguiría siendo bello, sin embargo, ya no perfecto. Él miel puro y amarillo de sus ojos, era de otro mundo, era sublime. Era como si podías crearlo desde un ordenador, un programa objetivo y perfecto: seleccionas miel, no seleccionas verde+miel. Eso es de humanos.

—Éste es un dios —susurra Helena.

Entonces ese miel de pronto se ve reflejada en su mirada. Helena da un gritillo y un salto que la obliga a alejarse.

Justin se incorpora inmediatamente mientras que mira a todos lados confundido para después ver a Helena fijamente que se cubre como si estuviera desnuda... O más bien, como si la hubieran pillado haciendo algo que no debía.

—Perdón —dice repetidas veces—. Estaba... Yo... Es tarde y creí que... Que se había ido sin mi... Él Olympus y... Y... Casi me muero del susto, no volverá a pasar.
—¿Qué hora es? —suspira.
—Las 7:45
—Mierda —murmura—. Perdón, no malas palabras en mi turno, Helena. Haz lo que te digo, no lo que yo haga. Vamos muy tarde, así que ve a prepararte.
—Sí, profesor —dice Helena obediente.

Se da la vuelta con toda la vergüenza del mundo y camina cojeando hacia el pasillo y cuando llega al pasillo, corretea hacia la otra habitación.

—¡Helena! —la llama Justin.

Ella se gira mordiéndose el labio como si supiera que le va a caer la bronca por meterse a la habitación de Justin.

—Gracias por despertarme —le dice desde la puerta. Le guiñó el ojo mientras que helena asentía avergonzada y corre hacia la habitación. Cierra la puerta y el corazón está desbocado. Quiere llorar y morirse de la vergüenza porque la han pillado con las manos en la masa. Helena se deja caer con fuerza en la cama y grita acallando ese grito en la suave almohada que ahora sólo olía a ella.

Helena llegó 15 minutos tarde a su clase de Historia. Justin no tenía nada más que administración en la directoria del Olympus, sin embargo, le gustaba ser puntual. Y esos quince minutos lo estaban atormentando hasta a llevarlo a tener un muy mal día.

—Helena me despertó esta mañana —dijo Justin por teléfono con su preciosa hermana—. Me siento muy culpable, hermana. Esto no lo volvemos a repetir.
—¿Has visto las noticias? Hablan de nosotros como grupo de justicieros. A ver si disminuyen estos robos.
—No me interesa, no lo volveremos a hacer.
—¿Estás de mal humor?
—Un poco, sí. Encima el hecho de pensar que Helena no ha desayunado nada por nuestra negligencia, me tiene de peor ánimo. Voy a comprarle algo, ¿le has dado de comer a Helios?
—Él me ha dado de comer a mí, Justin, ¿qué clase de perro tienes?
—Uno muy listo —dice sonriendo—. Te veo luego, hermanita.
—Adiós.

Al colgar, se da la vuelta para ir a su despacho y atender a la siguiente familia como tutor. Sin embargo, al llegar, no había nadie todavía. Se sienta a repasar unas notas de las siguientes clases cuando por fin tocan su puerta.

—Adelante —impera guardando los papeles en una carpeta perfectamente ordenada. Sonríe ampliamente y libra su mente de malos pensamientos.

Entonces entran. Primero, esa sonrisa se borra paulatinamente y los músculos se tensan a la vez que se borra esa sonrisa.

—¿Qué hacéis aquí? —jadea—. ¿En mi trabajo?
—Tranquilo, sólo queremos charlar.

Era una pareja preciosa. Ella era negra, con ojos grandes y unos labios preciosos. Él tenía ya el pelo gris por la edad y los dedos llenos de anillos.

—¿Sobre qué? No sois bienvenidos aquí.
—Nosotros te recibiremos en nuestro hogar con los brazos abiertos eternamente, y tú, ¿no nos puedes escuchar cinco minutos en tu despacho?
—¿Qué queréis? —empezaba a estar inquieto.
—Iríamos al oráculo, pero ese eres tú, sobrino. No sabemos el futuro y queremos que estés muy prevenido con el tema de Helena.

Justin empezaba a palidecer, pues tres advertencias divinas en dos días, era excesiva casualidad, o tal vez es que... Tal vez es que por primera vez el linaje estuviera en peligro.

—Helena es buena chica, yo casi me la llevé, pero es también muy fuerte y de carácter noble. No tengo nada en contra de ella, pero, sobrino, tienes que aceptar que ella puede poner en riesgo a toda la extirpe. Nuestra familia ha cometido muchos errores a lo largo de nuestra historia, pero este podría ser el definitivo que...
—¿Y qué puede hacer Helena? Es una chica común... No... No tiene nada de especial.
—Tus palabras comunican, pero tus ojos saben que mienten. Desde el primer día lo notaste. Helena puede hacer algo que nunca se ha hecho antes.
—¿Y qué se supone que puede hacer?

Hades y Perséfone se miraron. Entonces fue Perséfone la que tomó la palabra:

—Eso solo lo puede saber el oráculo...
—Pues no sé nada —dijo ya muy nervioso.
—No puedes saber nada si no vuelves a tus orígenes.
—¿Me estás diciendo que vuelva a Delfos? —jadea.
—Sí —dice asintiendo—. Y mientras antes mejor. Comunícate con nosotros para rebajar las tensiones. Cuando decidimos dejar de gobernar, nos escondimos donde pudimos, dos mil años sin saber qué era del otro... Pero este tema nos está reuniendo, Apolo. Parece que no ves la gravedad del asunto.
—Es que si conocierais a Helena, diríais que es un encanto y que no es mala.
—No, Apolo. Nadie ha dicho que Helena sea mala. Jamás. Pero hará algo que pondrá en peligro el linaje... Y ya sabes lo que dicen, sabe más el diablo por viejo que por diablo. Créeme, sobrino, intuyo, y percibo que no puede ser bueno lo que nos depara el futuro.
—El futuro, ya —murmura—. Pues... Que se haga la voluntad de los dioses.

Esa misma tarde todos recibieron un email urgente que tenía como asunto:

"Adelantamos el viaje a Grecia".

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro