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capítulo 13

capítulo 13.

—Salgo yo primero —dijo Helena. Justin se acercó y le dio un besito en los labios antes de que Helena se dirigiera a la puerta—, ten cuidado.

Justin asiente y se inclina para darle una palmada en el glúteo que hace que Helena pegue un salto. Se ríe abriendo la puerta y empieza a caminar pero su sonrisa dura poco al ver a Grace caminando sonriente hacia ella.

—¡Helena! —la saluda—. ¿Qué tal?

Toda la sangre del cuerpo de Helena la abandona al ser consciente de lo que va a ocurrir.

—Todos los baños de arriba están llenos... La marea se embravece y están todos vomitando... —dice con cara de asco. Helena sólo puede asentir—, ¿te ocurre algo? Te veo un poco pálida.
—No... no... —niega mirando a la puerta—, yo también he vomitado, no... No deberías entrar a este.
—Bueno... No pasa nada. Sé que eres más limpia que la mitad de la clase.

Helena esboza una sonrisa muy falsa mientras ve a Grace ir hacia el baño.

—Espérame —dice Grace—, y vamos juntas.

Helena asiente pensando en qué va a decirle... o cuánto dinero va a tener que pagarle por su silencio. Helena suspira mordiéndose el labio y le dan unas ganas de llorar... Los ojos se le ponen cristalinos cuando Grace abre y entra completamente.

No quiere imaginarse la siguiente escena: ella saliendo con Justin con la cara desencajada y ellos dos dándole explicaciones torpes y sin sentido. El instinto de supervivencia se activa y sus piernas solas empiezan a dirigirse a la escalera para huir... no va a poder con todo lo que se viene... No se ve capaz...

Entonces cuando ya pone un pie en la escalera, escucha que la puerta se abre. Se queda inmóvil con una gran sensación de vértigo y gira la cabeza levemente. Oye unos pasos corriendo hacia ella y ve a una sonriente Grace que sostiene un papel con el que se seca las manos.

—Te dije que me esperaras —le reclama sonriente.

Helena mira hacia la puerta del baño y no hay absolutamente nada ni nadie que salga de ella. Helena se muerde el labio tan nerviosa.

—Por la pierna —se justifica—, me intento adelantar para que no me tengas que esperar mientras subo.
—Pero yo te puedo ayudar.

Helena la mira fijamente pensando que tal vez ya lo sabe... Entonces entra en pánico mientras suben pero la sorpresa es mayor cuando llegan arriba y ve a lo lejos una cabeza dorada que habla con los alumnos ante el inminente desembarco en Creta. Helena tiene ganas de ponerse a llorar mientras que Grace tira de ella para escuchar lo que dice el profe. Helena piensa que está loca y que tal vez se lo está imaginado todo...

Pero entonces esa cabeza rubia la mira y le sonríe. Helena se muerde el labio mirando a Grace sin que ella se dé cuenta y vuelve a dirigir su mirada preocupada a Justin. Él niega con un gesto tranquilizador haciendo que Helena suspire del alivio. Pero entonces su expresión cambia drásticamente... Helena frunce el ceño y Justin intuyendo la pregunta que rondaba por su cabecita, decide huir y dejar de mirarla.

No quiere que lo interrogue porque no tiene respuesta lógica a la pregunta de Helena:

¿Cómo salió del baño sin que Grace lo viera?

La llegada a Creta se produce similar al desembarco en Normandía. Los chicos se bajan corriendo con sus maletas arrastradas como podían. Los últimos cuarenta minutos de viaje fueron infernales, el mar se había revelado ante la embarcación provocando unos movimientos tan bruscos que hasta el más fuerte de los estómagos estaba afectado.

Llegan corriendo a tierra firme y muchos de ellos se tiran al suelo y otros continúan vomitando al no poder evitar sentirse mal. Justin está apenado y no se puede dividir entre todos para atender a todos así que se le veía muy estresado.

Helena estaba atendiendo a Karen, por algún motivo, a ella no le afectó más que un leve mareo y una leve náusea que se quitaron apenas notó la grave situación en la que todos estaban. Karen estaba pálida y le costaba recuperar el aliento. Leo estaba también ayudando a más compañeros a encontrarse mejor.

—Chicos, escuchadme por favor —implora Justin—. Vais a mantener la cabeza lo más quieta posible, si os podéis mover, que alguien os ayude a poneros en esta pared sentados. Voy al puerto a buscar un poco de jengibre y os vais a encontrar mucho mejor. Mantened la calma, por favor.

Helena y Leo asienten mientras que Justin, muy angustiado, se dirige corriendo al mercado. Varios lo siguen con la mirada al ver al profesor correr tan deprisa. Helena suspira atándose el pelo y ayudando a todos los que podía a apoyarse en un mural precioso sobre el minotauro. Con ayuda de botellas de agua, moja ropa o pañuelos y se los pone en la frente. Cuida los detalles junto a Leo y así hasta que vuelve el profesor.

Todos empiezan a masticar jengibre y a pesar del sabor, consigue aliviar las terribles náuseas en los que se encontraban peor. Cuando la situación estuvo más estable, pudieron subirse al autobús e irse al hotel.

Justin tenía planeado una cena al atardecer y una pequeña fiesta al caer la noche pero no veía a ninguno con fuerzas ni ganas, así que decidió que lo óptimo era permanecer en el hotel y que descansaran. Al llegar al hotel, les asignan las habitaciones y a Helena le vuelve a tocar la de minusválidos causando un pequeño disgusto pero sinceramente, ahora mismo, no le importaba. Con una gran necesidad de llegar a ducharse, le daba igual si le tocaba irse a dormir al sótano siempre y cuando tuviera una ducha.

Justin acompaña a los estudiantes a las habitaciones y se asegura que todos tengan su número de teléfono para emergencias. Avisó a un par de amigos del sector sanitario por lo que en media hora tenía pastillas para las náuseas en el mostrador del hotel y tenía a sus amigos listos en el hospital más cercano por si pasaba cualquier cosa.

Helena entra a su habitación y va directa al baño a ducharse. Siente que tiene el olor de todas las personas vomitando en el mar. Se encuentra demasiado bien para lo que ha sido... Le llama la atención que por la pequeña ventana del baño, puede ver un cielo despejado que no coincide nada con lo alborotado del mar...

Justin estaba preparando tés para los que lo necesitaban cuando sonó su teléfono. Lo contestó tan asustado por si era alguno de sus alumnos que cuando escuchó a su hermana por el otro lado de la línea, sintió un gran alivio.

—Hermana —murmura—, es muy mal momento, te llamo luego...
—No —lo interrumpe—, escúchame, por favor. Tengo información que me ha llegado a través de una de las ninfas.

Justin frunce el ceño y centra su atención en su hermana.

—¿Estabas en el mar?
—Sí, hemos tomado un ferry a Creta.
—¿Hiciste algo con Helena en el ferry?

Los pensamientos de Justin lo atormentan y se siente desnudo, como un libro abierto. Lo acaban de atrapar...

—Nada importante —miente—, ¿por qué?
—Poseidón no estaba contento...

Justin hace los ojos en blanco y maldice en mil idiomas.

—No entiendo cómo es que mi vida le interesa o le afecta a esta gente —se queja muy enfadado—, ¿qué les importa lo que yo haga o deje de hacer?
—No es lo que hagas —argumenta su hermana—, es con quién lo estás haciendo.
—No es de su incumbencia igualmente —dice Justin—, voy a ir a hablar con él.
—Le avisaré a mis ninfas para que lo convoquen. Ve al acuario.

Justin asiente y suspira mientras cierra los ojos.

—No hagas tonterías —lo aconseja su hermana—, tienes a muchas personas a tu cargo en este viaje. No las ponga en peligro por tu inconsciencia.
—Gracias por avisarme —le confiesa.
—Hermano, utiliza la cabeza, por favor.

Justin cierra los ojos y se queda con el teléfono en la mano cuando su hermana ha colgado. Mira a los tés y sabe que no puede parar. Continúa preparándolos mientras en su cabeza hay gritos de desesperación.

Helena está en su cama a punto de dormirse mientras que Justin se prepara para irse. Con la excusa de la enfermedad general de alumnado, no han podido estar juntos. Justin se acerca a ella lentamente y le da un beso en la mejilla.

—Tengo que estar pendiente de los demás —dice Justin—. Te voy a echar de menos esta noche.

Helena sonríe adormilada y asiente dándole a entender que ella sentía lo mismo. Justin le acaricia el pelo y por fin sale de la habitación dándole las buenas noches. La mayoría ya se encuentra mejor, pocos han bajado a cenar pero ya estaban con medicación y mañana, sin duda, ya estaban todos en condiciones para seguir con el plan. Algunos han hablado con los padres, ocasionando que el tema surgiera en el grupo de padres y además de lidiar con alumnos, ha tenido que lidiar con los progenitores dando lugar a más estrés. No estaba contento.

Toma el coche alquilado y se dirige en silencio por la noche hacia el acuario. Al llegar, accede sin mayor dificultad y se dirige hacia la planta principal. Nota como está tan vacío, que solo tiene que seguir hacia dónde apuntaban todos los peces, medusas y tortugas.

Rápidamente visualiza un cabello blanco y largo que está mirando un gigantesco tiburón.

—Tío —le saluda Justin—, buenas noches.

Él ni le dirige una mirada.

—Creía que la inconsciencia y la revelación eran propios de la juventud —lo ataca—, ya no tienes edad para estar haciendo estas cosas.
—Yo decidiré para qué tengo edad y para qué no.

Una fría y dura mirada azul se atraviesa en su dirección. Le devuelve la mirada un hombre gigante, mayor y con la expresión severa. Es posiblemente uno de los hombres más hermosos que haya visto, pero también los más letales y terroríficos. Es al único al que su padre le teme.

—No vuelvas a meterte con mis alumnos así —lo advierte Justin—, ni se te pase por la cabeza molestar a mis alumnos porque te juro que no vendré con las manos tan vacías y con actitud conciliadora.

Poseidón dirige su dura mirada hacia el gigantesco tiburón que lo mira desde el cristal. Todos los animales del acuario están apuntando en su dirección. Entonces se da la vuelta y camina hacia el exterior.

—Ven conmigo, sobrino —le ordena.

Justin le sigue arrastrando los pies pues no tenía ganas de discutir con él.

—Mi intención nunca fue afectar a tus alumnos —le confiesa—, son tan jovenes que no me interesa arrebatarles nada. Lo que sí me interesa es mantener el equilibrio.
—¿Por qué se iba a desequilibrar nuestro mundo por lo que yo haga o deje de hacer?
—El Olimpio está muy inquieto —le confiesa—, no nos gusta a dónde estás llevando las cosas.
—No estoy haciendo nada que no haya hecho antes mil veces.

Poseidón esboza una leve sonrisa mientras en el exterior se dirige a las gigantescas piscinas donde tienen a los manatíes.

—Este espécimen —dice Poseidón—, lleva aquí encerrado desde 1979 —le dice—, creo que va siendo hora de sacarlo de aquí.

Justin lo mira incrédulo.

—Lo vas a matar si lo sacas —le dice—, no sabe cazar, no sabe sobrevivir y encima no lo puedes sacar a aguas cálidas como tal.
—Obviamente va a estar bajo mi cuidado.
—¿Y cómo lo piensas hacer?
—Pues con tu ayuda.

Justin retrocede y niega.

—No... no me voy a meter en problemas. Tengo que pasar desapercibido.
—Lo que estás haciendo con Helena no es muy discreto.

Justin hace los ojos en blanco mientras que se da la vuelta para irse.

—Justin —le dice antes de irse. Justin no se gira y lo escucha—. Han pasado siglos de la misma situación tentando a otros dioses. Sería patético que el dios de la sabiduría y el conocimiento sea el más estúpido de todos.

Justin esboza una pequeña sonrisa y se da la vuelta:

—No es tu problema.

Poseidón suspira volviendo a ver a los peces que permanecían enfrente de él.

—El destino es como el agua, siempre encuentra la forma de salir. Si se estanca, aunque se llene de vida, se pudre, no sirve y no es buena para los demás. Solo para unos cuantos. Es lo que nos está pasando, Apolo. Estamos estancados desde hace siglos. Y el destino está buscando su forma de salir, a través de ti.

Justin niega con la cabeza incrédulo y suspira dándose la vuelta para irse rápidamente.

—Helena de Troya fue secuestrada y ultrajada por los mismos griegos. No volvió nunca a Grecia, y tampoco le permitieron quedarse en Troya. Está eternamente vagando en el limbo. Varias Helenas se nos han presentado para que pueda volver a su hogar... Ésta Helena va a hacer que el equilibro del ciclo troyano se rompa.
—Esas son tonterías. Yo vi y conocí a Helena de Troya con mis ojos. La protegí con mi luz, la guié y la cuidé siempre que pude hasta que la guerra acabó. Mi Helena no tiene nada que ver con ella.

Poseidón es ahora quien esboza una sonrisa.

—¿Estás seguro de eso?

Justin aprieta la mandíbula y asiente:

—Si no lo quieres hacer por nosotros, piensa en Helena. Va a sufrir mucho.
—A Helena no le va a pasar nada —dice un poco exasperado.
—Ojalá que no. Hades y yo la hemos estado vigilando... Parece un alma noble, inteligente e inocente. Sería una pena...
—No me amenaces —Justin sintió el calor surgir de su cuerpo. Poseidón sonríe y retrocede enseñando las palmas de las manos.
—No te estoy amenazando. Yo no voy a hacerle nada. Es simplemente avisarte que si sigues con ella y consumas... Todos sabremos de su existencia, incluso de los que no quieres que sepan que ella existe.
—Es que no lo entiendo.

Poseidón clava su mirada azul en la mirada dorada de Justin.

—El propósito de la guerra de Troya era volver a traer a Helena a Grecia. Helena no volvió y desde entonces está intentando volver... Eso implica traerla con vida a Grecia o secuestrarla y llevarla a su otro hogar, Troya. Eso en el mejor de los casos. En el peor... Helena será asesinada en cualquiera de los bandos para finiquitar el conflicto. Helena es el trofeo, y tú la estás exponiendo. No provoques una muerte inocente.

Justin sonríe y lo entiende todo:

—Si todo esto es verdad —explica—, esto no te conviene, ¿verdad? Te recuerdo que tú estabas en el bando griego y yo no.

Poseidón asiente.

—Hemos vivido siglos en perfecta paz, no la destroces. Demasiado mal nos ha ido como para que nos vaya peor.

Justin niega con la cabeza y por fin se gira y se retira. No quiere saber nada de esos dioses que se dieron la espalda los unos a los otros para ocultarse en un mundo que solía ser suyo y ahora es una pizca del recuerdo de lo que fue. Un granito de arena de las playas en las que ocurrió aquella terrible guerra.

Entonces piensa en Helena. En las dos Helenas. En su cabeza las compara. Helena de Troya era la mujer más hermosa que sus ojos habían visto, después de Afrodita. Recuerda que en el Olimpo discutieron, se dividieron y él fue a parar al palacio de los príncipes de Troya.

Vio a Helena por primera vez. Recuerda haberse llevado la mano al pecho maravillado al ver a una persona tan hermosa. Luego la conoció más y estaba tan maravillado que necesitaba protegerla. Pero al finalizar la guerra, los dioses que apoyaban a los troyanos, él incluido, fueron castigados y desterrados por un tiempo, así que le perdió la pista.

La última noticia que tuvo que la hermosa Helena es que había permanecido oculta en las bases de soldados griegos que se turnaban para hacer con ella lo que ellos querían. Cuando esos soldados tuvieron que volver a casa, la degollaron, la decapitaron y dejaron su cabeza expuesta a todo el que pasara por el camino desértico con una inscripción abajo que ponía: "Ahora es la mujer más bella de entre los muertos". Eso le partió el corazón y la culpa le duró tanto tiempo que mientras tanto, se encargó de llenar sus campamentos de enfermedades y pestes que acabaron por pudrir sus miembros y contagiar sus cerebros por letales parásitos.

Eso no consiguió que se le quitara la pena de no haber protegido a la hermosa Helena de Troya.

Ahora ve a su preciosa Helena. Definitivamente no es la mujer más hermosa del mundo. Pero hay algo en ella que la puede convertir en ello. Se descubre a sí mismo, babeando al pensar en ella... No puede evitar que su corazón se acelere. Helena era la chica más preciosa que había visto en mucho tiempo. Posiblemente era su idea de algo divino en la tierra pero humano. Al igual que Helena de Troya, era luz. Ambas tenían algo y no estaba dispuesto a dejar que la ceguera del amor le impidiera verlo.

Justin vuelve al hotel con todos estos pensamientos atormentándolo pero cuando cruza el vestíbulo al amanecer, ve que en las noticias tienen como noticia de última hora la "fuga" de todos los manatíes del acuario. No puede evitar negar con la cabeza esbozando una sonrisa traviesa.

Helena se despierta cuando se cierra la puerta. Sacude la cabeza cuando ve que es Justin y le tira una almohada.

—Perdón —dice Justin—, creía que la puerta no pesaba tanto.
—¿Dónde estabas? —refunfuña Helena muy dormida todavía.
—Asegurándome de que nadie muera esta noche —dice Justin acercándose y tumbándose en la cama con ella. Era como una cama dura de hospital... sentía mucha pena por Helena que no podía expresar porque sabía que la haría sentir muy mal.
—¿Y alguien murió? —dijo acomodándose con los ojos cerrados.

No dijo nada durante unos segundos y Helena cayó profundamente en un sueño placentero.

—Yo, por ti —dijo suavemente alejándose de la cama. No podía pensar en otra cosa que en una ducha. Le puso la alarma y se dirigió a su habitación en silencio. Al llegar, buscó entre sus cosas y encontró un nuevo pasaporte, con nombre nuevo y vida nueva... Ojalá pudiera huir con ella...

—¡Espero que todos hayáis acabado los trabajos! —exclama Justin en el autobús—, hay un porcentaje extra para quienes lo entreguen limpio, no esto, Leo.

Leo le dio el papel más arrugado del mundo.

—¡Lo importante es el contenido! —dice Karen.
—Y la forma —la corta Justin.

Helena se ríe y sus ojos se cruzan. No puede evitar bajar la cabeza y notar el ardor en la cara y cuerpo. Entrega la hoja sin mirarlo y sus dedos se rozan levemente haciéndola perder todo el aire y que en el autobús solo estuviesen ellos dos. El momento es efímero pero suficiente para que Karen note algo sospechoso. Mira a ambos y Justin nota que esto ha podido darle algún tipo de pista a Karen. No sabe qué hacer así que simplemente va al fondo del autobús mientras sigue recogiendo trabajos.

—Helena —dice Karen—, ¿qué ha sido eso?
—¿El qué? —pregunta inocentemente.
—¿Tienes algo con el profesor? —baja la voz.
—¿Qué? ¡No! —sube demasiado la voz y Justin se tensa en el autobús.
—¡Cállate! —dice en susurros Karen agachando la cabeza como para que nadie las escuchara—. Déjame decirte que sería la victoria mas grande tú vida.
—¿Qué dices, Karen? —susurra enfadada—, nada que ver.
—Sólo tienes que mirarle —dice y ambas dirigen sus cuatro ojos marrones hacia el profesor que estaba de espaldas a ellas—, está tremendo. Un mango, diría mi madre.
—¡Karen! —la regaña Helena.
—Es verdad, ¿sabes las posibilidades que vas a tener en tu vida de encontrarte con un hombre con esa cara, ese cuerpo, ese dinero y ese cerebro?

La cabeza de Helena la llevó a otra parte del cuerpo de Justin que también sería digna de mención, eso la hizo sonrojar y ponerse tan nerviosa al punto de vomitar.

—Karen... Es nuestro profesor —mintió—, además nunca se fijaría en mi.
—O sea que tú sí te has fijado en él —afirmó.

Helena concluyó que la mentira más creíble es aquella que lleva un poco de verdad.

—Pues claro, solo tienes que verlo —dijo volviendo a dirigir su mirada a él. Ahora se daba la vuelta y volvía hacia ellas—, la verdad es que es increíble, pero es muy mayor para mi, y para todas.
—Es que te vi que te pusiste tan nerviosa y como no muestras interés en ninguno de los chicos de clase...
—Pero es por la vuelta a mi vida... Tengo tantas cosas en las que adaptarme y ponerme las pilas que no me da tiempo de pensar en otras cosas.
—Ya... —dijo Karen y ambas se quedaron con la idea de que no se pudieron engañar mutuamente: Karen seguía creyendo que pasaba algo y Helena sabía que Karen lo tenía claro.

Después de recorrer la preciosa isla de Creta y tomar tantas fotos como la batería lo permitiese, por fin llegaron a las ruinas del Palacio de Cnosos. Después del tour pertinente, los dejaron recorrer los alrededores. Helena se fue directamente al parking a esperar a los demás porque la pierna ya empezaba a pasarle factura. Escribía frenéticamente en el cuaderno intentando no olvidarse de nada de lo que había dicho el guía. Aquí tenían que crear un micro relato basado en el palacio. Así que recopilaba toda la información.

De pronto, el sol fue tapado por alguien colocándose delante de ella. Era un hombre mayor, con una barba blanca muy cuidada, tenía los ojos más azules que había visto en su vida. Le ofreció una botella de agua que desde aquí se veía fría. Le empezó a decir cosas en griego que Helena no comprendió...

Se levantó con mucha cautela mientras que el hombre le hablaba en griego y Helena intentaba comunicarse como podía. Empezó a negar con la cabeza pero entonces le puso la botella de agua en la cara prácticamente, Helena pensando que era un vendedor, empezó a caminar hacia otro lado. El hombre no descansó. Hasta que empezó a decir, "gratis" "gratis" "sol" "gratis" "agua".

Helena se detuvo y tomó la botella que le ofrecía con tanta insistencia. Entonces su vista se enfocó por encima del hombro del señor y vio a un Justin correr frenéticamente hacia ellos dos.

Le empezó a gritar en griego y entonces fue directamente a Helena y de un manotazo le quitó la botella de la mano haciendo que Helena retrocediera asustada. Los alumnos empezaron a acercarse lentamente hacia ellos para ver qué ocurría. Helena entonces tropezó con un badén del parking y cayó de espaldas ante la impresión de ambos peleando. Cuando Justin lo tomó de la camisa y lo estampó contra el bus, todos jadearon de la impresión. Justin tenía la cara completamente desencajada, se le marcaban unas ojeras que jamás había visto y hasta parecía más grande. Cuando ocurre esto, Leo y Karen corren hacia Helena para ayudarla a levantarse y ahí es cuando ve que la botella reventada en el suelo, empieza a burbujear y sacar espuma blanca.

—Helena, ¿estas bien? —dice muy nervioso Leo.
—Sí —dice hipnotizada por la espuma.

Entonces el hombre desconocido se libra del agarre de Justin con una fuerza sobrenatural que todo el mundo enmudeció al ver el autobús y sus ventanas vibrar. Helena juraría que hasta el suelo tembló. Justin entonces lo apuntó con el dedo y le hizo una última advertencia que acabó con el hombre yéndose con parsimonia.

Justin se restregó los ojos intentando liberar toda la tensión que estaba reteniendo en ese momento. Entonces, ve a Helena intentando levantarse y va con ella.

—¿Estás bien, te hizo algo? —preguntó repasándola con la mirada de arriba a abajo.
—Estoy bien, solo las manos.

Le enseñó las palmas de las manos con pequeñas heridas y puntitos de sangre al caer en el pavimento. No era grave pero eso fue el detonante que hizo a Justin suspirar, agachar la cabeza y casi ponerse a llorar. Tomó ambas manos de ella mientras que se tapaba la cara con ellas mismas intentando aguantarse las ganas de llorar.

Todos en la clase enmudecieron y fue Karen que tiró del brazo a Helena para que no fuese evidente para los demás lo que estaba pasando.

—Vamos a sentarnos —dijo Karen—, y te lavamos las manos y verificamos que no te haya pasado nada.

Justin se incorporó agradeciendo en sus entrañas a Karen que gracias a ella pudo recuperar la compostura y no echarse a llorar como un crío.

—Estoy bien —no paraba de repetir Helena.

Él, desde detrás de ella, no pudo evitar pensar: "Pues claro que estás bien, si te acabo de salvar la vida". Con ese pensamiento atormentándolo se dio cuenta que no la podría dejar sola nunca más.... Tendría que ser la sombra de Helena porque sin querer... Había empezado una guerra.

Las malas noticias no se hicieron esperar. No había otro tema de conversación y los primeros padres empezaron a llamar. Helena hablaba por teléfono con sus padres que estaban muy nerviosos.

—Sí, papá. Estoy ilesa. Lo único que me pasó fue que me caí por mi torpeza.

Justin también hablaba con los padres intentando calmarlos a todos, pues el rumor de que querían secuestrar a Helena y traficar con ella... Se hizo eco en toda la clase. Justin sabía que era inútil al saber que la isla únicamente estaba poblada por gente de tercera edad y turistas. No había tráfico pero adoptó la versión porque la otra era más difícil de explicar.

Helena cuelga a su padre, y entonces dirige su mirada a un agobiado Justin que no para de recibir teléfonos y hablar con padres. Entonces Helena recuerda una palabra que no paraba de repetir Justin en sus amenazas, y sonaba como "zeios". Entonces Helena desde su móvil empezó a buscar en el traductor:
"Zeios", "theos" "seios"... hasta que de pronto algo arrojó resultado:
"Quizá quisiste decir θείος "theíos" ". Cuando vio la traducción, se dio cuenta que sin duda lo había entendido mal, pues significaba "tío".

De vuelta al hotel, Helena va a su habitación lo más rápido posible para tumbarse un rato. Su cabeza no dejaba de pensar en el agua burbujeante del suelo... El sonido de las pequeñas burbujas explotando para crear más, y el suelo vibrar cuando ese hombre empujó al profesor. Abrazó la almohada cuando llegó un mensaje de Karen... Se incorporó inmediatamente al ver que alguien había grabado el suceso, desde que Justin empieza a correr. Tenía la secuencia entera.

Ve a Justin trotar hacia ellos y a apartar al hombre de ella, entonces le da un manotazo que hace que el agua caiga... Es impresionante verlo desde esta perspectiva porque fue cuestión de segundos. Justin lo estampa contra el autobús casi al mismo tiempo que ella se cae. Ve a Leo correr hacia ella y Karen detrás.

Entonces el móvil capta el silencio sepulcral y algunos árboles moverse cuando el hombre se libera. Y entonces se va tan tranquilo y ella se queda con el susto.

—¿Helena? —pregunta Justin desde afuera—, ¿puedo pasar?

Helena se incorpora rápidamente y va a la puerta cojeando pero lo más rápido que puede, entonces le abre y le dice:

—¿Tío?
—¿Perdón?
—¿Por qué le dijiste tío al hombre ese?
—No lo hice... —dice Justin como si fuese lo más evidente del mundo.

En el fondo pensaba que era posiblemente la chica más inteligente con la que se toparía en esta vida. Le dieron ganas de besarla. Entonces con su propio cuerpo la hizo retroceder y entró cerrando la puerta con un gran estruendo. Y sin esperarlo más, empezó a besarla de manera delirante. Le tomó el rostro con ambas manos y no se detuvo hasta que Helena se separó.

—No me distraigas —dijo Helena.
—No lo hago —volvió a besarla tan intensamente que helena tropezó con la cama haciendo que ella cayera sentada y él se quedara de pie.
—¿Qué le dijiste, entonces?
—Que nadie se mete con mi princesa porque le arrancaría el estómago de un puñetazo —dijo tomando el rostro de Helena entre sus dos manos. Empezó a repasar con el pulgar la mandíbula y esos preciosos labios.
—¿Por qué será que no te creo?
—Pues créeme, mi princesa. Te juro que estuve a punto de matar a ese hombre, por ti.
—Igualmente no iba a beber de la botella —dijo ella encogiéndose de hombros, Justin apretó con el pulgar el labio inferior de Helena y le acarició las mejillas.
—Lo sé, pero había que dejarle claro que tenías a alguien cuidándote.

Ella hizo los ojos en blanco y no pudo evitar sonreír. Justin se inclinó y volvió a verla suavemente.

—Me encantas —dijo Justin empezando a bajar por el cuello de ella.
—Lo noto —dijo ella aguantándose la risa.

Justin se separó para mirarla a la cara frunciendo el ceño y ella simplemente dirigió su mirada a sus pantalones. Justin entonces hizo los ojos en blanco y se puso de rodillas en el suelo para que ella no lo pudiera ver.

—Te iba a poner una excusa pero la verdad es que no se me ocurre otra más que no sea que me encantas.

Ahora era ella la que se inclinaba y lo besaba en los labios suavemente.

—Tengo un regalo para ti —dijo Justin sacando algo de su bolsillo trasero.

Sacó una cajita de terciopelo y Helena lo miró confundida:

—Justin, nos hemos besado un par de veces, no me voy a casar contigo.

Justin se rió para luego decir un 'auch' tocándose el pecho.

—Mira y luego hablas.

Helena tomó la caja y la abrió pero la volvió a cerrar tan rápido como pudo.

—¿Por qué? —jadeó.
—Porque te lo mereces —dijo despacio pata que le quedara claro.

Helena volvió a abrir la cajita y Justin no podía quitar los ojos de tremenda preciosura. De todas las veces que se había prometido no enamorarse tan rápido, le estaba volviendo a pasar. Entonces dirigió su mirada a la cajita y los dedos de Helena tocando los pendientes y el anillo.

—Son una réplica exacta de joyería micénica encontrada en la isla. Posiblemente lo llevaron princesas y personas de la realeza. Las compré en oro porque pensé que te quedaría mejor.

Helena no salía de su sorpresa.

—Justin, no tenías que...
—No quiero oírlo. Eres mi princesa y te lo mereces.

Ella sonrió ampliamente y le dio un suave beso en los labios. Entonces sacó el anillo y se lo puso en el anular izquierdo. Luego los pendientes. Estaba preciosa, concluye Justin. No hay otra palabra para describirla. Quería verla todos los días de su vida, quería consentirla, cuidarla y protegerla, incluso si eso significaba darle la espalda a todo su linaje.

—¿¡Qué haces que no estás lista!? —grita Karen entrando al lobby y viendo a Helena con una sudadera de Atenas y el pantalón del pijama.
—¿Perdón? —dice Helena confundida al ver a Karen con un precioso vestido blanco y a Leo con una camisa y pantalón blanco.
—¡La fiesta! —grita—. Nos vamos en media hora.
—No estoy entendiendo nada —dice Helena.
—Lo hablamos antes de subir a las habitaciones.

Helena no podía dejar de pensar en Justin y como había llamado "tío" a ese hombre.

—Bueno, no pasa nada. No voy —dijo Helena.
—¿Tienes ropa blanca?
—Creo que no —dijo Helena.
—Buscaré a alguien que te la deje. Nos estamos maquillando arriba y pensaba qué raro que Helena no da señales de humo.
—Pero...

Karen empezó a empujar a Helena a su habitación mientras le echaba la bronca sobre lo olvidadiza que era para las cosas que tenía que hacer pero tenía espacio de sobra en el cerebro para enumerar cartas de amor de Françoise a Olimpia. Helena abre la puerta y se ve, perfectamente colocado, sobre la cama un precioso vestido blanco que le era muy familiar.

Helena alucina y Karen corre hacia el vestido.

—¡Es el que vimos en Atenas! —grita—. Mentirosa —la regaña—. Lo compraste y no querías decírnoslo.

Pero entonces Karen ve la cara sincera de confusión de Helena y saber que no lo compró ella. Ve la cara de Leo y entonces suspira porque intuye que no fue él tampoco.
En su cabeza retumba el nombre de una persona brillante como el sol, guapo como el diablo pero prohibido como dos mundos opuestos que nunca se deben tocar.

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