Dispensador Personal
El año pasado estaba en una escuela de puras mujeres. Los únicos hombres eran los jardineros, policías y sacerdotes.
El caso es que entre nosotras nos teníamos mucha confianza, tanta que por el salón volaban toallas de extremo a extremo. Una amiga en especial tenía la costumbre de llevarse el paquete entero de toallas a clases, y lo colocaba encima de su escritorio sin nada de vergüenza.
Mis amigas pasaban por su lugar y le tomaban toallas como si ella fuera una especie de dispensador.
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