Capitulo 5
Diez de la mañana de un lunes común y corriente de febrero.
Hace ya no mucho rato atrás ha iniciado la tercera clase de la mañana y la mente de Jasón se encuentra lejos de la realidad imaginando mundos de fantasía, mientras dibuja una pequeña ave que se ha posado en un árbol cercano. Está totalmente lejos de esas cuatro paredes color celeste que componen el salón de clases.
— ¿Señor Díaz podría venir acá y resolver el problema que está en la pizarra?—dice Harold mientras golpea la pizarra con un pilot color azul.
Jasón esta tan absorto en su trabajo que ignora por completo la petición de su profesor. Desde el otro lado del salón una morena y una chica de tez blanca le observan, quieren ver que sucederá. Tamara es la que está más ansiosa de ver la posible reacción del profe que da pequeños golpecitos al suelo con el talón de su zapato.
— Jasón podría venir a la pizarra ahora...
Sofia le arroja un golpe en el costado con el codo y esto logra hacer que el castaño vuelva a la realidad, recordándole así que no esta tan apartado del mundo como él cree y desea. Está apunto de decirle algo a la pelirroja cuando nota que el profesor lo observa con desdén.
— ¿Señor Díaz? —dice el profesor Harold por tercera vez.
Para ser sinceros él no quiere estar allí, sentado escuchando una estúpida explicación sobre las ecuaciones de segundo grado. Es más que obvio prefería estar en su cuarto tocando la guitarra o en algún lugar patinando con Sofia a su lado. Por estas y otras razones ignora a su profesor. Ignora gran parte de lo que sale de su boca.
— Que pérdida de tiempo. En lugar de ponerse a explicar los temas que corresponde a este trimestre se pone a repasar la materia del año pasado—murmura mientras gira su rostro hacia la ventana.
— ¿Qué estás haciendo? ¡Voltea! —murmuran Cristel y Sofia cada quien desde su propio asiento.
Pero Jasón no alcanza a oír a ninguna de las dos. Tampoco quiere hacer el más mínimo esfuerzo por voltear a ver a su profesor.
— ¡Pase a la pizarra ahora y resuelva los ejercicios! Y al finalizar la clase se va directo a la oficina del director —vociferó Harold por cuarta y última vez, solo que esta vez lo hace al tiempo que estampa su puño contra su escritorio.
Aquel pobre hombre de casi 60 años está a punto de explotar. Está cansado de tratar de llamar la atención de Jasón quien ni se inmuto las tres veces anteriores. Pero ahora, al ver el rostro de su profesor y lo enrojecido que esta siente la obligación a darle su atención. O al menos parte de esta.
Gira su rostro y su mirada choca con los negros ojos de aquel señor que lo miran fijamente. Jasón al verlo decide que lo mejor sería levantarse e ir a la pizarra ya que no quería ser el culpable de que aquel hombre se altere más y le diese un paro cardiaco. Pero mientras camina hacia el pizarrón hay dos personas que no le quitan la vista de encima: Cristel y Sofia. Ambas desean saber si Jasón morirá en el intento.
Cuando Jasón ya se halla frente a la pizarra no logra descifrar la manera de resolver el problema de matemáticas. El ejercicio no es muy difícil, pero el castaño se había distraído tanto al dibujar aquella ave que no había puesto atención a la "innecesaria explicación", además, los nervios logran nublarle la mente.
—A veces odio mi vida— susurra mientras le da un par de vistazos más a la pizarra.
Por más que le da vueltas al asunto no halla la respuesta.
— Pobrecito—susurra Cristel al ver que Jasón está de pie ante todo el salón haciendo el ridículo. Siente lastima y algo de pena ajena hacia el chico que tan solo hace unas horas logro cautivarla solo con su presencia.
Luego de unos segundos de tortura el profesor lo mira a los ojos y con una sonrisa de lo más sarcástica dice:
— ¡Bueno parece que nuestro joven genio no sabe cómo explicarnos a nosotros los simples mortales como resolver el problema!
Esto desencadena en risas y las burlas de gran parte de sus compañeros.
— ¡Como si ustedes supieran la respuesta, poco de inútiles!— dice para sus adentros mientras aun sostiene el marcador azul contra la pizarra.
El apostaría todo su dinero a que ni uno solo de aquellos que se ríen de él sabe la respuesta. Puede asegurar que si alguno de ellos estuviera en su posición también quedarían en blanco.
Harold gira la silla en la que se había sentado y apoyando sus codos sobre el escritorio le dedica un leve bostezo a sus estudiantes. A continuación les pide al resto de sus estudiantes que resuelvan el problema previamente planteado en la pizarra ya que es obvio que Jasón no ha puesto atención.
El pobre hombre con su escasa vista escanea los asientos uno a uno en búsqueda de algún valiente que deseara subir al pizarrón. Su mira es tan penetrante que tanto Sofia, como Cristel y Tamara así como el resto del grupo se sienten intimidados. Es como si un lobo los observara desde la oscuridad de la noche lo que provoca que todos queden en silencio, lo que obviamente molesta al "Lobo" ya que les grita:
— Bola de inútiles ¿Cómo es posible que ninguno de ustedes pueda resolver algo que hasta mi abuela podría resolver? No sé por qué el director me asigno otra vez con una bola de incompetentes como ustedes.
— ¡Mis respetos a su abuela! La próxima podría traerla a darnos clases—dice una voz proviene de los últimos asientos con un tono casi inaudible.
La responsable de tan arriesgada acción es Tamara a quien le ha parecido bien jugarle una pequeña broma a su profesor.
— ¿Quien fue?—exclama Harold mientras se levanta encolerizado de su asiento.
A continuación se levanta y comienza a caminar en medio de las filas de asientos.
— ¡Les conviene decirme quien fue o todos terminaran castigados!—sentencia el hombre de cabellera blanca.
— ¡Fue ella!— dice Tamara señalando a su amiga.
Cristel al ver que su amiga la ha traicionado y además la está inculpando por algo que ella no ha hecho no puede evitar comerse viva con la mirada a Tamara.
—Míralo por el lado amable podrás compartir la visita al director con el bombón de ahí enfrente—vacila Tamara en un intento de consolar a su amiga.
La morocha está apunto de responderle cuando Harold se le acerca y le dice al oído:
— ¿Fuiste tú?
La chica no sabe que responder. Mira hacia todos lados en búsqueda de salirse del enredo en el que Tamara le ha metido. Y es a ella a quien dirige su mirada en búsqueda de una solución pero Tamara solo le guiña un ojo y le lanza un beso.
Herida y traicionada acepta su destino y responde:
—Perdóneme no fue con mala intención.
—Bueno señorita...
—Pérez señor
—Señorita Pérez déjeme decirle que usted y el señor Díaz podrán hacerle una visita al directo al finalizar mi clase ¿Me entendió?
—Si... señor—tartamudea mientras está apunto de desmayarse de los nervios.
Entonces Harold se da media vuelta y se va a sentar a su asiento.
Cuando al fin se calma aquel joven de cabello café y ojos verdes se atreve a preguntar si se puede ir a sentar.
— ¡No, aun no! Prepárate para apuntar la solución del problema — respondió su Profesor aun molesto por lo sucedido con su compañera.
Jasón vuelve colocar el marcador contra en el pizarrón. Se dispone a escribir la respuesta, lo que jamás se habría imagino es que mientras lo hacía un pequeño clavo comenzaría a descocerle el pantalón.
— ¡Pobrecito ese mae! —exclaman alguno de sus compañeros para después reírse.
Aquel chico de ojos verdes no logra entender por qué se ríen de él. Entonces se da media vuelta y las miro fijamente como si quisiera acabar con sus vidas. Para su sorpresa sus ojos chocan con los bellos ojos color miel de Sofía.
Sofia no ha dejado de estar pendiente de su amigo desde que este se levantó de su asiento hacia unos diez o quince minutos más o menos. Incluso ha estado a punto de reventar a carcajadas en más de una ocasión pero se ha contenido porque piensa que sería muy cruel de su parte si se riera en una situación como esta.
Pero ahora al ver que sus compañeros de clase se ríen del castaño por culpa de un agujero que se le ha empezado a hacer en el pantalón, ella lo único que puede es sentir es rabia. Rabia contra aquellos que se ríen del infortunio de su amigo. Lo que más le duele es ver que el profesor está consciente de lo que sucede y no dice ni hace nada al respecto. Para empeorar las cosas Jasón es tan distraído que no se ha dado cuenta de la situación en la que está. Sofia ya cansada de ver semejante injusticia decide levantarse de su asiento y correr en su auxilio. Jasón solo ve como su amiga comienza a caminar lentamente hacia donde se encuentra. Una vez a su lado ella le amarra su chaqueta negra a la cintura.
— ¡Jasón tienes un agujero en tu pantalón! —susurra la Pelirroja cerca de su oído.
Aunque el contacto de sus labios con su piel le hace estremecer, no puede evitar quedar en shock por lo que ella le dice. Debido a su curiosidad y tal vez porque pensó que era una broma—deseaba que fuera una broma— sutilmente comienza a deslizar su mano por su pantalón hasta encontrarme con el causante de todos sus males. Un agujero que va desde su trasero hasta la mitad de su pierna izquierda.
— Si algo puede salir mal, entonces saldrá mal.
Se dice a sí mismo, citando el principio de la ley de Murphy.
En su pecho su corazón se comienza a agitar, sus manos le tiemblan y no puede evitar sentir una enorme sensación de frustración que se esparce por su cuerpo como si de un virus se tratase. Molesto y avergonzado corre a su lugar, toma sus cosas y sin decir nada sale rápidamente del salón mientras ignora los gritos del profesor que le indica que regresase inmediatamente.
Él no va a regresar, no quiere pasar el ridículo nuevamente. Porque aun que desea parecer un chico rudo, en realidad le importaba mucho lo que el resto del mundo piensa acerca de él. Y la humillación que acaba de sentir no se podría comparar a nada que le haya sucedido anteriormente.
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