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Capitulo 4

Nueve de la mañana de ese mismo lunes.

Ahí, de pie, justo debajo del umbral de la puerta de un salón de clases común y corriente, se encuentra una chica de cabellos negros como la noche con la mirada perdida mientras observa a un joven de cabello café y ojos verdes. Pero Jasón no nota que la morocha lo observa detenidamente desde la entrada del salón. Para Cristel eso es una suerte y a la vez una desgracia, enserio le encantaría volver a cruzar miradas con él, pero él no voltea a mirar en su dirección.

— Ves, te lo dije. Te dije que le tocaría recibir clases con nosotras, eres una chica con mucha suerte ¿Lo sabias? ¡Bueno ahora ven que te lo voy a presentar! —dice Tamara mientras coge de la mano a su amiga y la comienza conducir a través del salón de clases.

El corazón le comienza a latir a mil por hora, sus pupilas se dilatan, sus manos le sudan y además sus músculos no reaccionan. No puede hacer nada para evitar ser llevada al lugar donde Jasón se encuentra sentado. Poco a poco, centímetro a centímetro se halla más cerca del castaño que ignora por completo los malvados planes de Tamara y la incomodidad que siente Cristel al ser obligada a hablarle. Para Cristel cada paso que da es como si recorriera medio mundo de distancia.

Esta tan cerca que ya su nariz logra percibir el perfume del castaño y le encanta.

— Hola Jay —dice Tamara con una gran sonrisa mientras le da una pequeña palmada en el hombro al chico.

Él al sentir ese ligero contacto de los dedos de la morena en su piel comienza a girar su rostro y, al verla le responde con una sonrisa.

—Ella es Cristel, es nueva acá y pensé que sería bueno presentarla al grupo y pues quise empezar contigo— añade la morena mientras le da un ligero codazo a su amiga para que esta reaccione.

Por culpa del pánico Cris no logra decir absolutamente nada. Por otro lado el chico las ve algo extrañado.

— Mucho gusto Jay soy Cr...

Jasón se lleva las manos a las orejas y uno a uno saca los airpods que lleva puestos.

—Lo siento, ¿podrían repetir lo que decían es que no las escuche? Por cierto Tami, ¿cuando me devolverás el dinero que aún me debes?

Cristel, avergonzada por lo que acaba de suceder corre a sentarse en un asiento libre al otro lado del salón, Jasón solo puede mirar desconcertado como la chica que venía con Tamara se aleja sin previo aviso.

De pronto el eco producido por el golpeteo de un bastón al chocar contra el piso de cerámica comienza a sobresalir entre el mar de voces de los estudiantes que caminan y vacilan dentro del salón.

—Buenos días, jóvenes. Espero hayan tenido una hermosas vacaciones y hayan podido descansar porque a partir de este momento eso quedo en el pasado. Para los que no me conocen yo soy el Profesor Harold Herrera y desde hoy seré su profesor de matemáticas— declara con severidad el portador del bastón mientras comienza a escribir su nombre en el pizarrón.

Jasón voltea a mirarlo finge que no ha escuchado nada y le indica a Tamara que corra a sentarse antes que el profesor la vea.

Cristel se queda de lado, con el ego herido y algo de auto desprecio. ¿Cómo es posible que se ponga tan nerviosa por alguien que ni siquiera conoce? Es la pregunta que recorre su mente una y otra vez. Peor es porque normalmente no es así. No se pone nerviosa con nada, siempre ha sido capaz de controlar cualquier situación. Es una chica segura pero ahora no es así.

Tamara por su parte le hace caso al consejo de Jasón y va tomar asiento al lado de su amiga. Acto seguido el resto de sus compañeros comienzan a tomar los asientos que les corresponden, incluyendo a Sofia quien ha tenido que entrar corriendo para que el profesor no la note y ha terminado sentándose al lado de Jasón. ¿El motivo de su tardanza? Se ha distraído en el comedor mientras disfrutaba de un segundo desayuno.

Jasón la observa y suelta una pequeña risilla burlona. Sofia no sabe que es lo que le sucede.

— ¿Qué pasa?—pregunta y se mira la blusa y después el pantalón, pero no tiene nada—. ¿De qué te ríes?

Jasón le vuelve a regalar una risa aún más corta que la anterior.

— ¿Estaba rico?

— ¿Qué si estaba rico qué?—pregunta la pelirroja aun si entender por qué se está riendo su amigo—. ¡Dime que es! No seas así, tú sabes que detesto que me tengas en duda—añade mientras le arroja un golpe a Jasón para que este hable.

De fondo se escucha la voz del profesor de matemáticas mientras comienza a dar la clase, el tema de hoy ecuaciones de segundo grado.

—Dame...dame un segundo ya te enseño—responde el chico entre risas.

Entonces saca su celular para después tomarle una foto a su amiga que sigue sin entender que le pasa al chico. Jasón no tarda mucho en mostrarle la foto a Sofia que lo mira dubitativa.

— ¡Mira que hermoso bigote de chocolate tienes!—arroja Jasón mientras le enseña la foto a su amiga y con su mano libre se tapa la boca.

En el rostro de Sofia ha quedado un ligero bigote de chocolate ocasionado por la malteada que se tomó hacia un rato, pero que hasta el momento no había notado. Ella trata de quitarle el teléfono a Jasón para que el borre la foto y entre los dos se forma un pequeña pelea que cuando menos tierna.

Desde la distancia Cristel observa con celos a su prima que se ve bastante entretenida con Jasón.

— ¿Mi prima y el son novios?

— ¿Quiénes?—pregunta Tamara en tanto quita su vista de su celular.

Cristel se limita a señalar a Jasón y Sofia quienes parlotean a la distancia.

— ¡Que va! Esos dos podrían ser hermanos pero novios no, aunque no puedo negarte que se ven lindos juntos. Hasta donde se son mejores amigos desde la escuela o algo así.

La morocha al oír a su amiga no puede evitar soltar un suspiro de alivio. No cree que sería capaz de pelear con su prima por el amor de un chico y cuando menos a un chico al que ella conoce como a la palma de su mano.

— Señor Díaz y señorita Gonzales paren con su juegos o vamos a tener problemas— vocifera Harold desde su lugar frente a la pizarra mientras mira de forma casi inexpresiva a Jasón y Sofia que terminan por quedarse en silencio.

En ese instante Sofia se percata de la presencia de su prima que lleva ya un buen rato observándola a ella y al castaño. Le guiña un ojo y después le arroja un beso coqueto que termina en una leve sonrisa de la morocha. Luego dirige su mirada a la pizarra donde se topa con los ojos de su profesor que miran a su compañera.

El no tarda mucho en invitarla a pasar a la pizarra para que resuelva uno de los ejercicios pero esta no consigue resolver bien el problema que le han puesto delante de ella. Entonces no dura mucho en regresar a su asiento donde ya la está esperando su amiga. Harold por su parte comienza a resolver el problema con la colaboración de algunos de los miembros de la clase.

— Ya quiero que sean las doce, tengo hambre—se queja Sofia mientras se acaricia levemente el estómago.

—Tú siempre tienes hambre, es un milagro que no engordes con todo lo que comes—declara Jasón mientras saca de su bolso un cuaderno de dibujos todo viejo y maltratado.

— Que te puedo decir, es un don divino.

— ¿Un don divino? Si claro, parásitos en las tripas es lo que tienes—vacila el chico

—Cállate—responde Sofia mientras le arroja una palmada en la espalda de Jasón haciéndolo sonar como un tambor. Las quejas del chico al recibir el golpe terminan por llamar la atención del profesor y justo cuando está apunto de decirles algo suena la campana que indica el final de la segunda clase de la mañana y el comienzo del primer recreo.

El resto de los chicos comienzan a salir del salón dejando sus mochilas atrás ya que después del recreo deberán regresar a dos insufribles lecciones más con el profesor Harold.

Pero Jasón no sale, él se queda allí, en su asiento disfrutando de la vista que se admira desde el segundo piso del colegio. Recuerda que no hace mucho ha sacado su cuaderno de dibujo, entonces toma un lápiz y lo coloca frente aquella "gran" hoja en blanco que lo llama a crear algo, a darle vida, a llenarla con lo que su alma desee. Él se limita a mirarla mientras le da unos pequeños golpecitos con el borrador mientras piensa en que dibujar.

El canto de un ave comienza ingresar al salón. Un pequeño gorrión se ha posado sobre un árbol que está cerca de la ventana contigua al asiento de Jasón. Ese pequeño amigo ha llegado a responder las plegarias del castaño que buscaba desesperadamente algo que valiera la pena dibujar.

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