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Prólogo: Hielo Puro

Emma

Dolor. Era todo lo que podía sentir. El sentimiento de no poder hacer nada; la impotencia de no ser lo suficientemente fuerte como para detenerlo. Eso era lo peor. Tal vez debí haberle dicho algo a alguien antes, pero no lo hice. Pensé que en algún momento dejaría de hacerlo, que se repondría… pero nunca ocurrió. Sin embargo, nunca pensé que llegaría hasta este punto. Mi papá me había dado muchas palizas, algunas peores que otras. Desde que mi mamá se había ido, él simplemente lo había perdido. Había perdido su humanidad. Había algunos momentos en los que lo miraba, y creía ver ese padre amoroso que estuvo siempre presente para mí a lo largo de mi crecimiento, pero luego venía esa mirada; odio era todo lo que podía ver cuando lo miraba. Siempre decía que le recordaba a mi madre, tal vez sea por eso por lo que me golpeaba cada vez que podía, justo como lo hacía con ella; tal vez sea por eso por lo que este día estaba bastante segura que había muerto gracias a él.

Pensé que llegaría tarde. Siempre lo hacía los fines de semana. Mi padre solía llegar en la madrugada y bastante pasado de tragos; usualmente iba a su habitación, y se quedaba en una especie de coma por al menos un día. Estaba contando con tener unas tres horas más para mí y para mi novio, al cual me las había arreglado para colar dentro de mi casa con gran dificultad… pero las cosas no resultaron bien.

Escuché la puerta de entrada cerrarse de un portazo. Josh estaba sobre mí. Su cabello, prácticamente blanco, era bastante largo, por lo que casi caía sobre mi rostro. Él estaba completamente enfocado en mis labios, en mi cuello desnudo, en mis hombros llenos de pecas… en todo mi cuerpo en general; el cual solo estaba cubierto por ropa interior, muy a mi pesar, ya que deseaba con cada fibra de mi ser arrancar esos pequeños harapos que se interponían entre el contacto pleno entre nuestras pieles. Al escuchar la puerta, me miró con sus ojos magníficamente azules y asustados, pidiéndome instrucciones de manera silenciosa. Le hice una señal para que hiciera silencio. Papá no solía entrar en mi habitación en ese estado… al menos casi nunca.

—¡EMMA! ¿DÓNDE TE METISTE? —Mierda. Mierda. Mierda. Estaba en ese humor. —¿DÓNDE ESTÁS, PEQUEÑO PEDAZO DE...? —La voz de mi padre se perdió detrás de otro portazo. Me estremecí. Los pasos se acercaban. Maldición. Sabía que Josh no sabía qué hacer, pero yo estaba totalmente paralizada. Sentía que el miedo me dominaba, y simplemente no podía moverme.

Josh se movió más rápido de lo que nunca habría visto a nadie moverse, pero no fue suficiente. Antes de que pudiese siquiera pensar en algo más, la puerta se abrió.

Papá lucía más borracho que nunca. Su cabellera larga y rubia estaba totalmente desaliñada. Sus ojos azules estaban desorbitados, y no se enfocaban en nada en particular. Pero su cara… ¡oh por Dios, su rostro! Estaba completamente rojo, y lleno de moretones. Seguramente se había metido en alguna pelea dentro del bar de mala muerte donde solía ir.

Josh estaba paralizado. Dirigí una mirada rápida hacia él y noté que no movía siquiera un músculo de su cuerpo, me atrevería a decir que ni siquiera estaba respirando. Él estaba a un paso de la ventana, con casi un pie por fuera de ésta. Mi cuarto estaba en el segundo piso, el cual era bastante alto. No sabía cómo pretendía saltar; si lo hacía, probablemente se partiría la pierna. Al cabo de un segundo, papá pareció notar dónde estaba… y quién estaba en mi habitación.

Mi padre miraba de él a mí, como tratando de decidir cuál sería su próximo movimiento. Josh no se movió ni un centímetro, y tampoco yo. Si mi padre notaba que yo estaba en ropa interior sólo lo haría peor, aunque al verme cubierta por la sábana probablemente lo imaginaría. Al cabo de unos segundos de aparentes cavilaciones, apretó los puños, y plantó su mirada en mi novio, que seguía firme como una estatua.

—Vete muchacho. —dijo papá de forma seca y sin ninguna emoción.

—Señor, nosotros… —empezó Josh, pero mi padre no lo dejó terminar.

—¡QUE TE VAYAS, HE DICHO! —Josh lo miró fijamente y apretó los puños, lo que menos quería era que comenzara una pelea allí, eso no beneficiaría a nadie. Rogué en silencio porque no sucediera nada y al cabo de unos segundos, Josh me miró, como pidiéndome permiso. Hice un pequeño asentimiento hacia él. No sabía exactamente lo que sucedería, pero sí sabía que no quería que él estuviese aquí para verlo. Mi padre era mi problema, lo había sido desde hace algunos años; no debía incluir a nadie más en esto. Al cabo de unos segundos más de tensión, Josh simplemente salió de la habitación, por lo que parecía ser muy a su pesar. No muy bien se había ido, papá dirigió sus ojos furibundos hacia mí.

—Papá, yo puedo explicar… —No me dejó terminar. En un abrir y cerrar de ojos estaba junto a mí, dándome una bofetada tan fuerte, que juro que me hizo ver estrellas.

—¿QUIÉN DEMONIOS ERES? ¿ERES UNA PUTA? ¿QUIERES SER UNA PUTA? —El golpe me había dejado un tanto mareada. No podía pensar bien. Él parecía estar esperando una respuesta, así que ignoré el ardor en mi rostro, y me las arreglé para concentrarme un poco.

—Papá, ese era Josh. Mi novio. Tú lo conoces. Él te agrada. —alegué. Esto pareció enfurecerlo aún más. Pensé que me daría otra bofetada, pero lo que hizo fue agarrarme por el cabello y arrastrarme fuera de la cama. Podría apostar que algunos mechones de mi cabello oscuro le quedaron en su mano.

—¿Novio? ¿Cuál? ¡TIENES TRES A LA SEMANA! ¡ERES UNA MALDITA ZORRA! —Mientras decía eso, me arrojó al suelo con fuerza, haciendo que mi cabeza chocara con la esquina de la mesa que estaba junto a mi cama. Sentía un dolor punzante en mi cráneo, que era tal, que nublaba mi visión; toqué un poco donde me había golpeado y al ver mi mano noté que estaba sangrando. Las lágrimas corrían por mi rostro, distorsionando la imagen del hombre parado frente a mí.

—Papá, por favor, ya basta. —rogué. Su rostro se puso aún más rojo, si es que esto era incluso posible. Él pareció perder los estribos por completo. Se puso sobre mí, y simplemente empezó a golpearme sin más.

—¿QUIERES SER UNA PUTA? PUES CREE QUE TE TRATARÉ COMO UNA. —Seguía intentando quitármelo de encima, y pude ver como empezaba a quitarse los pantalones. Abrí los ojos totalmente alarmada, y empecé a gritar, pero el tapó mi boca y arrancó la ropa interior que solo hacía unos minutos yo misma quería quitar. Me las arreglé para darle un golpe con mi rodilla en su zona más sensible, y esto solo lo enfureció más. Los golpes regresaron, pero prefería eso a… la alternativa.

Estaba tratando de contar los golpes que me daba, pero fueron tantos que perdí la cuenta. Quise defenderme de nuevo, quise contar con la misma suerte que había contado antes… pero eso no sucedió. Era una chica de estatura promedio, bastante delgada, y desnuda. Mi padre era un poco más alto, y pesaba por lo menos el doble. Paré de intentar detenerlo cuando, al ver mi oportunidad, traté de cruzar mi brazo en el camino de su puño, que se dirigía directo a mi cara, y lo escuché crujir. Casi de manera inmediata, luego del sonido, vino un dolor agudo que prácticamente inutilizó mi brazo y me hizo soltar un chillido de dolor.

Él no se detuvo con esto. Simplemente siguió golpeándome. No conforme con mi rostro, varias veces se puso de pie para patearme; en estos momentos traté de hacer un esfuerzo por ponerme de pie, pero los golpes lo impedían. Creí haber oído crujir algunas costillas también. Iba a matarme, lo sabía. Esta noche moriría. Lo prefería, en realidad. Cualquier cosa que detuviese este dolor sería bien recibida. Y justo como si alguna deidad bastante oportuna hubiese decidido escuchado mi suplica por primera vez desde que tenía memoria… todo se detuvo. Ya no podía sentir su peso sobre mí. Lo único que sentía era dolor por las heridas que tenía, y una bruma que venía sobre mí y nublaba todo a su paso.

Sabía que debía tener múltiples contusiones, los golpes habían sido mayormente en mi cabeza, la cual hubiese preferido que me arrancaran en ese instante. Sentía que tenía el rostro completamente hinchado; incluso me costaba un poco abrir los ojos. Cuando logré hacerlo, creí haber visto a mi padre volando por los aires, así que suponía que estaba alucinando también; no podía confiar en nada de lo que veía en ese momento… estar despierta no me servía de nada. Dejé de luchar con la bruma, cerré los ojos, y me dejé ir.

Perdí la consciencia, no sabía por cuanto tiempo. Había tenido la esperanza de no despertar de nuevo, pero cuando regresé en mí misma, el dolor no tardó en volver. Me pareció ver un poco de sangre en las paredes, aunque no me sorprendía, probablemente provenía de mi rostro, aunque no tenía mucho sentido, ya que parecía estar al otro lado de la habitación. Me dolía incluso intentar respirar… quería dejar de hacerlo.

Traté de mover mi brazo y no pude hacerlo, era como si ya no formara parte de mi cuerpo; sabía que eso era muy mala señal. De repente, sentí que alguien me tomaba en sus brazos, solo pude pensar que mi padre había vuelto. Intenté luchar, pero había perdido el control sobre mi cuerpo, solo logré contorsionarme un poco, pero no hice más que empeorar mi dolor. Podía escuchar a lo lejos una voz que me hablaba. Cada vez que trataba de prestar atención, escucharla, parecía que se alejaba más. Antes de perder la consciencia de nuevo, creí escuchar que debía tomar algo, pero no podía sentir mi rostro… mucho menos tomar nada. Al cabo de unos segundos, creí sentir mi cama debajo de mí, pero podía ser cualquier cosa en realidad. Sin embargo, la negrura me envolvía de nuevo, así que no importaba ya.

Pensé que no despertaría de nuevo. Cada vez que recuperaba el sentido, el dolor era peor. Creí ver a alguien entrar en mi habitación. Creí ver una mata de cabello blanco… ¿Josh? No lo creía. Para este momento él debía estar bastante lejos. ¿Había regresado? Era muy poco probable. Mientras pensaba esto, sentí una ligera presión en mi brazo. Giré la cabeza un poco, para ver qué sucedía, y vino el pinchazo. Una inyección. Tenía sentido. Probablemente estaba en un hospital y estaban suministrando algo para aplacar el dolor. Esperaba que fuese morfina, así que me relajé, esperando el efecto que ésta causaba… y ahí comenzó todo.

Sentí el líquido entrar en mi sistema, y de manera casi inmediata, una oleada de frío se apoderó de mí. Mucho frío. La persona a mi lado pareció notarlo, y me abrigó un poco, pero eso no ayudó. El frío parecía emanar de mi interior. Empecé a temblar de manera salvaje; cada segundo temblaba más. Me quemaba, el frío me estaba quemando por dentro. Era la misma sensación de cuando se tiene un hielo en la piel por tanto tiempo que duele, pero mil veces peor. Abrí los ojos y noté que podía ver bien… mejor que bien. La inflamación en mi rostro parecía haber desaparecido por completo. Sin embargo, aún no podía sentirlo; todo lo que podía hacer era mirar.

Estuve en ese estado por lo que pareció una eternidad, mi cuerpo temblaba de manera salvaje, dominado por el frío que me poseía. Quise contar las horas, pero cada escalofrío nuevo que me recorría me hacía perder la cuenta, solo sabía que estaba amaneciendo, y esto no parecía mejorar. El temblor de mi cuerpo aumentaba. Repentinamente, y de un segundo al otro, el frío no solo quemaba, sino que dolía como el infierno.

Ahora que podía ver, con un esfuerzo sobrenatural de mi parte, giré mi rostro a un lado y observé a Josh mirarme con preocupación. Entonces sí era Josh… ¿qué demonios estaba haciendo aquí? y, ¿por qué no hacía nada con respecto a este maldito dolor? Me observó por unos segundos más, y luego apartó la mirada, como si fuese muy difícil verme en ese estado. Intenté decirle algo, pero al abrir la boca nada salió. Mi brazo. El brazo que creía fracturado era lo que más me dolía en ese momento. Giré mi mirada hacia él, y lo que vi me asustó. Era como si mi piel fuese tan blanca, que se tornaba traslúcida. Podía ver todas las venas de mi cuerpo. Pero había un problema… había un extraño color blanquecino apoderándose de ellas poco a poco.

Quemaba. Cada segundo el frío iba en aumento, así como también el dolor. A medida que el color blanco se extendía por mis venas, el dolor parecía llegar a nuevos horizontes, acabando con todo a su paso. Esto ocurría con agonizante lentitud. Podía sentir cómo se movía. Podía contar cuantos segundos tardaba en apoderarse de cada centímetro de cierta zona de mi cuerpo. Podía sentirlo tomando el control sobre mí. Podía sentirlo matarme.

No podía soportarlo más. Abrí la boca nuevamente y descubrí que mis cuerdas vocales, a diferencia del resto de mi cuerpo, estaban a mi completa disposición, así que grité. Grité el nombre de Josh; le pedía que me ayudara, pero él parecía incapaz de hacer nada más que mirarme con pesar. Lo odié en ese momento. Odié que no hiciera nada. Odié que me viera sufrir de esa manera y no hiciera nada más que ser un jodido espectador. Grité maldiciones; le pedí a Josh que me matara, pero nada ocurrió.

—Tranquila nena, todo estará bien. Ya falta poco, lo prometo. —Su mano estaba cerca y la tomé. Apretándola lo más que podía. Juro que pude sentirla crujir varias veces bajo la mía. Sin embargo, él no hizo ni una mueca de dolor.

—¡HAZ QUE PARE! —Podía sentir las lágrimas correr por mi mejilla. Creí ver lágrimas correr por las suyas también, pero sus lágrimas no me servían de nada. El dolor seguía… y era cada vez peor.

Eventualmente, mi cuerpo había pasado de temblar a contorsionarse. Ya no tenía ningún control sobre él. Después de soltar la mano de Josh debido al temblor incesante, no había logrado que mi cuerpo hiciera nada más para mí. Estaba anocheciendo, y mi cuerpo se retorcía sobre sí mismo como si mis huesos estuviesen hechos de plástico. Traté de perder el conocimiento, pero no pude hacerlo.

Fue la peor noche de mi vida. Al cabo de unas horas mi garganta quedó desgarrada por los gritos, y simplemente perdí la voz; los únicos movimientos que hacía eran contra mi voluntad. El sol salía de nuevo, y no quería mirarlo. No quería ver salir el sol de nuevo. ¿Esta sería mi vida ahora? ¿Una agonía infinita e incesante? El sol saliente solo hacía las cosas peor. Me dolía verlo. Literal, y figurativamente. Sentía que su luz me dolía, de alguna forma. Esto se adicionó a todo lo que ya sentía. El dolor no cedía ni un poco, no parecía importarle que había pasado más de un día, ni a Josh tampoco, nunca se apartó de mi lado. Al notar mi incomodidad con el sol, tuvo la delicadeza de cerrar la ventana. No ayudó mucho con el panorama general, pero lo agradecí en mi interior.

De repente, el frío se detuvo, y el dolor también; en todas partes excepto en mi cabeza. El dolor que estaba en todo mi cuerpo pareció concentrarse allí. Y justo así, lo había perdido todo. Yo no tenía el control desde hacía un rato, pero ahora sentía como que había algo más grande que mi misma alma moviendo los hilos de mi existencia.

Ya no podía moverme para nada, ni siquiera de manera involuntaria, solo podía seguir el curso de la mirada que había tenido anteriormente y sentir el dolor agudo en mi cráneo el cual sabía, acabaría conmigo eventualmente. Estaba congelada. No, estaba muriendo. Sabía que lo estaba haciendo, sentía mi vida escaparse de mí, y no podía hacer nada para detenerlo. Podía ver parte de mi cabello, color negro azabache, tornarse blanco poco a poco, justo como mis venas anteriormente habían hecho. ¿Estaba envejeciendo? ¿Qué demonios estaba sucediendo? El frío no me dejaba pensar; el dolor nublaba mis sentidos cada vez más. Pensé que morir debía ser un poco más pacífico que esto. Estaba completamente inutilizada. No podía hacer nada. No podía siquiera parpadear. No podía sentir nada que no fuese el dolor, que poco a poco se transformó en presión; sentía que mi cabeza explotaría.

De manera involuntaria mis ojos se cerraron, y esta presión, que hace solo unos pocos segundos sentía que haría mi cabeza estallar, se mudó a mi pecho. Al comienzo era una sensación pequeña, pero con el pasar de los segundos iba aumentando cada vez más. Era como si algo más grande que yo estaba haciendo lugar para él en mi pecho. O tal vez estaba teniendo un infarto. Estaba segura que así se debía sentir. La presión creció hasta que mi cuerpo no pudo soportarlo más. Me estaba ahogando. Estaba entrando en un estado de desesperación absoluta. No podía moverme. No podía hablar. Ya no podía siquiera respirar. Todo era una negrura absoluta que me consumía… pero la presión no se iba.

Recuperé el control de manera repentina. Abrí los ojos. Grité como nunca había gritado en mi vida, notando cómo mi garganta de manera aparentemente milagrosa se había curado en su totalidad. Sentí mi corazón latir muy rápido, y de manera muy irregular, parecía que quería salir huyendo de mi pecho. Y solo así… se detuvo. Mi corazón dejó de latir de forma abrupta. No más frío. No más dolor. Pero había algo mal con todo esto… yo seguía viva.

***
Holaaa!!! Espero que les guste mucho esta nueva historia, este nuevo proyecto que estoy empezando. Esta historia es solo mía. Si alguno de los que están aquí son lectores de pacto eterno, espero que se animen a seguir las dos historias.
Las historias no se desarrollan en un mismo universo.
La chica de la imagen es como me imagino a emma *o* espero les guste
Los amo muchooooo *---*
Nos leemos ponto

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