Capítulo 5: Poder
Fred
Todo estaba borroso. Intentaba abrir los ojos pero no tenía la fuerza para hacerlo. A lo lejos creí escuchar una voz, así que decidí enfocarme en ella.
—Tengo que hacerlo. —dijo la voz de una chica que creí reconocer.
—No puedes, sabes que necesitas un ancla. No podrás salir de su mente luego. —Con esfuerzo pude divisar una mata de pelo blanco.
—Pues sé tú mi maldita ancla. —Podía sentir sus manos en mi frente. Su tacto era terriblemente frío.
—No puedo Emma, lo sabes. La mente humana es...
—¡ÉL NO ES HUMANO! ¿O es que no lo has notado? —La otra chica hizo silencio. ¿No era humano? ¿De qué hablaban? —¿No te das cuenta? Tócalo. Date cuenta, Mary. —En ese momento un par de manos temblorosas tocaron mi rostro, seguido de una exhalación de sorpresa. —¿Lo ves? Tengo que ayudarlo. Se está consumiendo.
Luego de esas palabras, la chica colocó una mano a cada lado de mi cabeza; acto seguido, me estaba hundiendo en un mar de oscuridad. Creí que me estaba ahogando; intenté salir, intenté luchar, pero no podía. De repente, el agua a mi alrededor cambió súbitamente de color negro, a color azul brillante, y ya no parecía tan agobiante. Lo siguiente que vi, es que Emma estaba frente a mí, su cabello parecía tornarse azul poco a poco.
—¿Qué fue lo que pasó? —pregunté, sorprendido al notar que podía hablar bajo el agua.
—No hay tiempo para explicarte eso, pero necesito que hagas algo en este momento.
—¿A qué te refieres con que no hay tiempo? —Emma giró los ojos y nadó hacia mí.
—¿Ves mi cabello tornarse azul? Tu energía me está consumiendo. No puedo estar mucho tiempo aquí.
—¿Qué? ¿Mi energía? —Emma lucía sorprendida, y un tanto fastidiada.
—De verdad no sabes nada... no reconoces tu propio poder ni siquiera cuando nadas en él. —Quería contestarle algo más, pero ella no me dejó ni siquiera empezar a hablar.
Antes de notarlo, Emma había tomado mis manos con fuerza, me atrajo hacia ella, susurró unas palabras que no entendí, y antes de que pudiese hacer nada más, unió su boca con la mía. En ese momento, todo a mi alrededor enloqueció, o quizás era yo que estaba enloqueciendo. El agua parecía moverse, tratando de apartarme de Emma, pero su agarre sobre mí era bastante fuerte.
Dejando de lado lo que estaba pasando a nuestro alrededor, el beso con Emma en sí fue desestabilizante. Era intenso y suave. Sus labios eran fríos y jugosos. Antes de notarlo tenía una mano enredada en su cabello, y la otra en su cintura. Sentía mi corazón muy acelerado. En ese momento no existía Amy, ni la escuela, ni mi familia, ni nada más. Mientras tanto, a nuestro alrededor, las aguas seguían revolucionadas, hasta que se detuvieron, todo se detuvo, y yo me encontraba en la oscuridad de nuevo.
***
De pronto, el aire entró en mi nariz, y me encontré con dos pares de ojos blancuzcos observándome desde arriba.
—¿Qué sucedió? ¿Dónde estoy? —pregunté, confundido.
—¿No recuerdas nada? —preguntó la chica junto a Emma, de la cual, por algún motivo, no podía recordar el nombre.
—Recuerdo que salí de mi casa. Pretendía venir... a tu casa. —dije, mirando de forma apenada a Emma. —¿Cómo llegué aquí?
La otra chica pensaba decir algo, pero Emma la cortó. —En tu auto. Llegaste y te desmayaste. —La notaba un tanto nerviosa y no lo entendía. —Seguro pronto lo recordarás. —dijo, dándome una sonrisa dulce que hizo que algo en mi interior se removiera. La miré durante unos segundos más, tratando de que no luciera tan extraño. Me puse de pie y me dispuse a irme.
—Bueno, lamento la molestia, yo... solo me iré. —La miré de refilón un par de veces y caminé. Justo cuando llegué a la puerta de mi auto, su voz me detuvo.
—Por cierto, Frederick, no te preocupes por el experimento. Yo lo resolveré, tú... solo trata de recordar. —Asentí, sin saber muy bien qué más decir.
Miré al suelo por un segundo. Sabía que mi memoria estaba fallando, pero estaba seguro, por alguna razón, de que esas marcas de garras en el suelo no estaban aquí cuando llegué.
***
Emma
—¿Por qué no le dijiste nada? —dijo Mary, dándome una mirada recriminatoria.
—No está listo.
—Sabes que nos puede ayudar mucho, Emma. Debes devolverle los recuerdos.
—Yo no le robé nada, ¿de acuerdo? Solo los bloqueé. —Mi mente regresó a ese momento en el que nuestros labios se unieron. Aunque no había sido completamente real, así se había sentido. Sabía que su poder era enorme. Si hubiese estado allí solo unos segundos más, no habría podido salir.
Todo el punto del beso fue vulnerar su mente lo suficiente como para que pudiese entrar y arreglar lo que le estaba causando el problema. Al acceder, vi que su poder era tan grande que al verse explotado de esa forma tan súbita, estaba expandiéndose sin control, y esto podría hacer que se convirtiera en una especie de vegetal. Yo no podía permitir eso.
No le robé los recuerdos, no es como si tuviese el poder para hacerlo, simplemente los puse tras una pared mientras su poder se expandía con normalidad. Poco a poco la pared se derrumbaría, y él tendría sus recuerdos, así como también un poder sin igual.
Según contaba la leyenda, los hechiceros habían estado en la cima de la cadena alimenticia por mucho tiempo... hasta que apareció Hella.
Hella había nacido en una familia rica, pero se las había arreglado para llegar a la cima sin ayuda de sus padres. Sin embargo, cuando sus poderes emergieron, se dio cuenta de que en realidad era mucho más poderosa que el promedio, así que buscó formas de obtener cada vez más poder. Lo único que no había podido lograr era la inmortalidad absoluta... y para eso necesitaba a los vampiros.
Entre las criaturas mágicas, los vampiros éramos los únicos que contábamos con el don de la inmortalidad casi absoluta, tomando en cuenta que ya estábamos muertos. Hella quería extraer esto de nosotros para poder hacerse con... todo.
No sabía muy bien cómo, pero Hella había podido absorber las habilidades de los hechiceros. Originalmente, las brujas trabajan con pociones, hierbas... si son un poco demasiado oscuras tal vez hasta con un poco de vudú. Los hechiceros tienen magia real; emana y corre por sus venas y forma parte de su energía vital.
Hella acabó con los hechiceros, y ahora buscaba acabar con los vampiros. Vampiros como Josh y como yo misma, éramos una amenaza para ella debido a nuestros dones. Pero estaba cansada de ser tratada como un soldado. A veces creo que habría sido mejor que Josh hubiese dejado que mi padre me matara. Sin embargo, aunque fuese imposible, este chico Frederick era un hechicero, o al menos tenía los poderes de uno. Tenía que descubrir cómo había pasado esto, así como también usarlo a nuestro favor.
Al llegar a la escuela el día siguiente, sentí algunos sabuesos esperándome allí. Eso era extraño, últimamente se habían limitado a observar mi casa y nada más. Al bajarme de la motocicleta, todo a mi alrededor se puso completamente negro. Mierda. Acto seguido, una mata de pelo rojo apareció frente a mí. La chica era alta y delgada; su piel tenía una palidez casi enfermiza, sin embargo, el rojo de su cabello parecía llamear conforme se acercaba. Nunca había visto a Hella, pero imaginaba que así es cómo debería verse.
—¿Hella? —La chica frente a mí sonrió en lo que sus ojos se tornaron rojos. Antes de que pudiese hacer nada más, la chica cerró la distancia entre nosotras, en lo que parecía desintegrarse en millones de partículas que se colaban en mis vías respiratorias... ahogándome. Acto seguido, todo a mi alrededor se iluminó, y no solo no podía respirar, sino que el efecto del suero se estaba acabando, y mi piel comenzaba a arder.
Me moví a la entrada de la escuela; todo daba vueltas. Mi piel ardía y podía sentirla humear, maldición. Tuve que apoyarme en un auto cercano para no irme de bruces contra el suelo. Sin embargo, obviamente no había notado de quién era el auto.
—Disculpa, lavé mi auto ayer, ¿puedes evitar tocarlo? —dijo la novia de Frederick. La miré durante un segundo, con más odio del que había sentido nunca; podía sentir el miedo de la chica cuando vio mi rostro, aunque lo disimuló bastante bien.
—Disculpa, princesa, pero ¿tú crees que quisiera estar tocando tu asqueroso auto? —Mientras lo decía, me acerqué a ella de forma peligrosa, y apreté su auto de forma que estaba segura que le dejé una abolladura.
—Entonces mantente alejada de él, y de una vez, toma ese consejo y mantente alejada de Fred. Solo le traes problemas. —Eso era todo.
Estaba a punto de desgarrar su garganta allí mismo cuando Stella apareció a mi lado. Amy lucía bastante asustada y sabía que me veía un tanto aterradora.
—Nena, aquí estás. Mírate, estás completamente roja. Ven, vamos a ponerte en la sombra. —La miré durante unos segundos y la seguí al interior de la escuela. Cuando entramos, me miró preocupada. —Tu piel está demasiado roja, Emma.
Sacudí la cabeza. —Soy un tanto alérgica al sol. —dije, de forma un poco más tajante de la que pretendía.
—¿Ibas a matar a Amy allá afuera, no? —La cercanía a la verdad me causó gracia.
—¿Cuál es el problema de esa chica? —Stella sonrió en lo que sacaba una goma de mascar del bolso.
—Sus padres son perfeccionistas, y la han criado así. Se presiona demasiado porque quiere ir a una buena universidad. Fred ha sido el único novio que ha tenido, ya que es el único lo suficientemente listo como para no sentirse intimidado por ella, y bueno, supongo que está enamorada de él.
—Sabes mucho sobre ella. —Stella sonrió ante esto.
—Este es un pueblo pequeño, Emma. Además, es mi prima. —Esto me sorprendió mucho. —Mi madre era la hermana divertida. —dijo, riendo. —Amy es una buena chica, es solo que mis tíos están un poco locos. Antes de ser novia de Fred era peor, créeme.
—No puedo imaginar algo peor. —dije sonriendo y olvidándome por completo del episodio con la chica pelirroja en el estacionamiento.
—Confía en mí. Lo era. Mi tía ha cambiado mucho con eso. Si me lo preguntas, ella también está un poco enamorada de Fred. —dijo, riendo.
Lo cierto es que podía entenderlo un poco. Recordé la noche anterior; el momento en que saltó frente a mí para protegerme del sabueso. Cuando lo vi desplomarse, una parte de mí se preocupó en demasía por él. Cuando vi que su mente estaba intacta... no había conocido alivio mayor. Pero besarlo... besarlo había sido otra cosa distinta. A pesar de que no había sido real por completo, lo que había sentido en ese momento sí lo había sido.
Sus labios eran suaves, carnosos, y sus manos eran tan... asombrosas. Demonios. No sabía qué demonios me pasaba. Stella me estaba hablando y no estaba prestándole ni un poco de atención. Estaba a punto de preguntarle qué me había dicho cuando levanté el rostro y un par de ojos azules y brillantes me encontraron entre toda la gente que se encontraba en los pasillos.
El mundo a mi alrededor desapareció. Si mi corazón latiera, sé que estaría completamente desbocado. Él me sonrió y yo... estaba actuando como una idiota ya que ni siquiera eso logré hacer. De repente, una oleada de dolor punzante me devolvió a la realidad cuando Stella tocó mi mano.
—¡No me toques! —dije, apartando las manos con brusquedad.
—Lo siento, pero no estabas escuchando nada de lo que te decía.
Giré los ojos. —¿Y qué decías? —Ella sonrió y se adelantó en lo que entraba a su salón. Esta clase no la compartíamos. Sin embargo, justo antes de entrar, se giró y me dirigió una mirada significativa.
—Parece que mi tía no es la única otra persona un poco enamorada de Fred. —dicho esto, entró a su salón.
Miré cómo el cabello multicolor de mi amiga desaparecía entre la multitud; sacudí la cabeza. La chica no sabía de lo que estaba hablando, ya yo había dejado atrás la época de amores de adolescente. En realidad ya tenía veintinueve años. Se suponía que para este momento ya yo debería tener hijos, y una familia normal. Aunque eso era algo que nunca podría tener. Seguía esa línea de pensamiento cuando choqué de frente con Frederick. Me habría caído, pero él me tomó por los hombros con fuerza.
Su contacto con mi piel se sentía distinto que al de un humano. No me dolía. No dolía para nada. Era como un cosquilleo que se esparcía por todo mi cuerpo pero que se concentraba especialmente donde se producía el contacto; el hecho de que me estuviese mirando fijamente no ayudaba en lo más mínimo.
Sus ojos eran de color azul celeste, solo un poco menos intenso que el color de su energía mágica, la cual sentí emanar un poco de él cuando me tocó. Llevábamos varios segundos perdidos en la mirada del otro, hasta que una voz femenina nos detuvo.
—¿Qué hacen? —dijo Amy, arqueando una ceja. Acto seguido, y como si le hubiesen dado un choque eléctrico, apartó sus manos de mí.
—Hola, nena. —dijo Frederick, luciendo un tanto nervioso, en lo que se acercaba a ella para darle un beso en los labios en lo que ella giró el rostro para que éste terminara en su mejilla. No pude evitar sonreír un poco.
—Pregunté que qué hacían, Fred. —dijo ella, con su rostro completamente sonrojado y con el corazón acelerado... delicioso. Frederick parecía tener problemas para contestar y lucía terriblemente asustado. Demonios. ¿Qué le había hecho esta chica?
—Oh, vamos princesa. No estábamos haciendo nada. —dije, notando que Frederick no hablaría. El chico era un hechicero con gran poder, y aun así estaba asustado de una chiquilla.
—¡No te pregunté a ti, idiota! —Abrí mucho los ojos, y agradecí el control que había adquirido con el paso de los años, ya que si esto hubiese pasado hace algunos años, esta pequeña no viviría para contarlo.
—¡Amy! —dijo Frederick, hablando por primera vez. —¡No le hables así! No estaba pasando nada, ¿de acuerdo? Contrólate. —No le gritó, pero utilizó un tono de voz bastante duro. Amy tenía las mejillas muy rojas, y lucía un poco como una niña regañada.
Sonreí abiertamente y me acerqué más al chico, hasta que nuestros rostros casi se tocaban. —Por fin te crecieron un par, Frederick. —le dije, sintiendo su respiración entrecortada, y escuchando los rápidos latidos de su corazón. Casi podía ver humo saliendo de los oídos de Amy.
Le di una última sonrisa burlona, y me giré hacia la puerta del salón, hacia la clase que los tres compartíamos. Al voltear, vi dentro del salón una melena pelirroja lacia y larga. No tardó en volver a mi mente el episodio en el estacionamiento. Entré con rapidez y la miré a la cara... no era la misma.
Esta chica tenía el rostro redondeado y muchas pecas en el mismo. Usaba un vestido sencillo con una chaqueta de jean encima. Tenía el cabello suelto sin absolutamente nada en él. Estaba de pie frente a todos, al parecer era nueva. Cuando pasé junto a ella sentí algo extraño... su olor era inusual.
Luego de las presentaciones iniciales, ella se sentó en el asiento vacío junto a mí, y comenzó a mirarme fijamente. Al cabo de unos segundos giré los ojos y la encaré.
—¿Cuál es tu problema? —Ella se sobresaltó y apartó la mirada apenada.
—Lo siento, tu cabello me encanta. Soy Elena. —dijo sonriendo.
Asentí y miré al frente de nuevo.
Esta chica era un tanto extraña.
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