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Capítulo 4: Sabuesos

Emma

Había pasado una semana desde que había empezado en la escuela, y lo cierto es que me encantaba. En mi época como humana nunca habría dicho ni pensado esto, pero era cierto.

Había disfrutado de la mayoría de las clases, y en muchas de éstas había podido estar con Stella que tenía un horario bastante similar al mío, y ahora éramos... ¿amigas? O algo parecido. Compartía una que otra clase con Frederick y Amy. Sin embargo, ninguno de los dos me dirigía la palabra para más de lo necesario. No sabía cuál era su problema. Amy parecía odiarme, y Frederick... no lo sé. Lucía demasiado asustado como para hacer cualquier cosa. Ese chico me intrigaba. Tal vez más de lo que debería. A veces me descubría a mí misma mirándolo fijamente en cualquier momento del día. Había algo extraño con él.

A pesar de haber dejado en claro en múltiples ocasiones que no estaba de acuerdo conmigo, Mary terminó por ceder y apoyarme en mi idea de ir a la escuela. Tardó un par de días, pero logramos conseguir la dosis exacta del antídoto que me permitiría llegar a casa sin morir chamuscada. Sin embargo, podía decir que cada vez la aplicación era más dolorosa. Además, en algún momento iba a acabarse y probablemente tendría que volver a la aldea para buscar más, pero por suerte ese día no era hoy.

Entré en la clase de química, y encontré a Frederick en mi mesa. Diablos. Había olvidado que se suponía que era mi compañero. Respiré profundo y me preparé para su cercanía. Pude ver a su noviecita dándome una mirada mordaz, la cual ignoré de forma deliberada.

—Hola. —dijo Frederick, dándome una sonrisa sincera cuando llegué a su lado. —¿Qué te parece si empezamos de nuevo? —dijo, en lo que me tendía la mano. La miré por unos segundos. —Me llamo Frederick Mahone. Mucho gusto. —El chico sonreía y se veía sincero. No quería ser una perra, pero lo cierto es que estas segundas presentaciones no iban conmigo, además de que hacer contacto con él, sería como poco, muy doloroso.

Giré los ojos y miré al frente. —Soy Emma, pero sé que eso ya lo sabías.

—Oye, estoy tratando de hacer las cosas bien aquí. —Me giré de nuevo y lo miré. Tenía una expresión indignada en el rostro. Sus brillantes ojos azules llameaban un poco, y sus mejillas se tiñeron levemente de rojo. Se veía adorable y estuve cerca de reírme un poco... pero su olor. Olía exquisito, y al estar enojado, su sangre corría con más fuerza, haciendo que el olor llegara mucho más fácil a mí. Tenía que alejarme de él lo más posible.

—Pues deja de intentar, Frederick. —Lo vi apretar la mandíbula y mirar al frente. Me vi tentada a entrar en su mente a ver qué sucedía allí, pero me dio miedo no poder hallar la fuerza de voluntad para salir luego.

La mente humana era algo completamente embriagador. Era compleja y simple a la vez. Tenía variables, compuertas, escondites y cosas resaltando por todas partes. Era como la mejor droga del mundo, y era tan peligrosa como ésta. Era tan fácil de manipular...la única vez que me había atrevido a entrar en la mente de un humano tuvieron que desmayarme para obligarme a salir, y en este momento, no había nadie aquí con la capacidad para hacerlo. Sacudí mi cabeza y traté de concentrarme en la clase. Tenía que mantenerme alejada de él, tanto por mi bien como por el suyo, lo sabía. Alejarme sería lo que cualquier persona sensata, pero lo cierto era que no era conocida por mi sensatez. Frederick lucía amargado. No quería que esta clase fuese más tortuosa de lo estrictamente necesario, así que suspiré de forma sonora.

—Lo siento. Tengo mal carácter.

—No me digas. —Miré hacia un lado. El profesor ya empezaría a dar la clase, y sería más difícil aún hablar con él. Cerré los ojos y pensé lo que le diría.

—Yo... he tenido una vida difícil, lo que me ha hecho ser una persona difícil. No me gusta que me toquen. Pero... no quiero que nos llevemos mal. Seremos compañeros de laboratorio. Bien podríamos ser amigos también. —Él solo me miró fijamente. Parecía estar leyéndome a través de sus anteojos. Me ponía un poco incómoda. Sin embargo, al cabo de unos segundos me sonrió de manera tierna.

—Entiendo. Cero tocar. Es un placer conocerte, Emma. —Le di una sonrisa. Aunque al mirar en dirección a su novia, pude ver que me miraba con cuchillos en sus ojos.

Lo cierto era que no me importaba.

Fred

No sabía qué era lo que esa chica causaba en mí. Era como que en un segundo me parecía la chica más hermosa del mundo y quería comérmela a besos, pero al segundo siguiente quería estrangularla. La miré fijamente al salir de clases de química. Su semblante era serio. Lucía molesta. ¿Cuál era el problema ahora? Pensaba que todo estaba bien entre nosotros. No entendía a las mujeres.

—¿Qué te sucede ahora? —pregunté, atrayéndola hacia mí. Ella me miró con el ceño fruncido.

—No me gusta esa chica. —dijo Amy, por lo que parecía ser la millonésima vez en esta semana.

—No te ha hecho nada, nena.

Ella me miró, luciendo ofendida. —Pero te hizo algo a ti. Nunca habías ido a la oficina del director hasta que esa chica llegó. Eso quedará en tu expediente. Además... —Se acercó a mí y bajó el tono de voz.—me han dicho que la han victo fumando.

Me reí y la miré con ternura. Amaba su histeria. —La mitad de los estudiantes de esta escuela fuman. Eso es su problema.

—Pero es la mitad con la que no hablamos, Fred. Y definitivamente no es la mitad con la que hacemos trabajos en equipo.

—No tuve elección. Sabes que es mi compañera. —Miré su rostro y estaba completamente rojo. Discutir con Amy no era una tarea fácil, además que hacerla cambiar de opinión era más difícil aún. Al cabo de unos pocos segundos la oí suspirar.

—Sé que tienes razón, pero sabes que solo me preocupo por ti. Solo... trata de mantener la mayor distancia posible. ¿Sí? —Le sonreí y besé su coronilla. Amaba a esa chiquita con locura.

El resto del día pasó bastante rápido entre una clase y otra. Traté de hacerle caso a Amy y me mantuve lo más alejado posible de Emma, aunque no es como si ella hubiese intentado acercarse de cualquier forma.

Al terminar el día, y justo cuando Amy se fue, busqué a Emma por toda la escuela; pensaba pedirle la dirección de su casa, ya que teníamos que hacer un experimento juntos, o bien para planear vernos en algún otro sitio. Sin embargo, cuando la logré divisar, vi su mata de cabello blanco alejándose en su moto. Mierda. Si no entregábamos los resultados para la próxima clase, reprobaríamos, y era un experimento bastante largo como para dejar para último momento; una cosa era una ida insignificante a la oficina del director, y otra muy distinta una "F" en química.

Volví a entrar en la escuela con rapidez y me dirigí a la oficina de admisiones. Por suerte, la señora encargada tenía un afecto claramente marcado hacia mí. No tomó demasiado esfuerzo obtener la dirección de Emma. No vivía demasiado lejos de la escuela, ni de mí, así que decidí ir a su casa por la tarde, arriesgándome a lucir como un acosador.

Antes de eso, fui a casa y me encontré con mi molesta hermana acostada en el mueble.

Giré los ojos. —Eres una inútil, Vanessa. ¿Cuándo te buscarás una vida?—Ella se giró hacia mí y me sacó la lengua.

—Cállate, niño bonito. Si tengo suerte, pronto no tendré que ver tu feo rostro de nuevo.

Amaba a mi hermana, pero se había graduado de la secundaria hacía un año ya, y seguía aquí en casa, sin hacer nada real por su vida. Suponía que tenía la esperanza de conseguir un novio adinerado que la mantuviera, pero hasta ahora no había tenido éxito. Era una verdadera lástima, ya que era muy inteligente y estaba seguro de que sería genial en lo que sea que quisiera estudiar.

Ignoré lo que seguía diciendo y fui a mi habitación. La tarde pasó sin ningún contratiempo ni cosas irregulares. Estudié un poco de matemáticas en lo que me mensajeaba con Amy, a la cual le había omitido, de forma consciente, que iría a la casa de Emma en unas horas. Odiaba ocultarle cosas a mi novia, pero sabía lo que pensaba sobre ella, y no quería tener más discusiones con Amy. Además, solo iba a organizar lo del experimento, no era nada que valiera la pena mencionarle.

Cuando ya el sol comenzaba a descender, salí de mi casa. Programé la dirección de Emma en el GPS y me dirigí hacia allá.

Cuando iba en camino, de repente sentí algo extraño. Los vellos de mi nuca se erizaron, y sentía que me observaban fijamente. Miré a los lados y no vi nada. Diablos, me estaba poniendo paranoico. Sacudí la cabeza y traté de concentrarme en la carretera.

Llegué a la casa de Emma en unos cinco minutos. Era una casa modesta pero hermosa. No tenía muchas ventanas, y las que tenía no dejaban ver mucho el interior. Me acerqué a la puerta, dispuesto a tocar el timbre cuando una especie de chasquido que venía de detrás de mí, me detuvo, y ahí estaba de nuevo esa sensación de ser observado. Me estremecí en lo que mi ritmo cardiaco aumentaba de forma considerable. Sin embargo, miré a los lados y seguía sin poder ver nada. Me estaba empezando poner nervioso. Me sequé el sudor de las manos con el jean que usaba, y toqué la puerta con rapidez.

Al cabo de unos pocos segundos, una chica muy parecida a Emma abrió la puerta. Tenía el cabello blanco, un tanto alborotado, que le llegaba por los hombros. Sus ojos eran sumamente claros, al igual que su piel. A diferencia de Emma, no tenía ninguna perforación visible, por lo que su tez parecía de porcelana. Al mirarme se notaba impresionada, incluso un tanto asustada.

—Emm... lo siento. ¿Está Emma en casa? —dije, removiéndome en el sitio, sintiéndome más incómodo de lo que pensé que me sentiría.

—Emma. Ven acá. —dijo la chica, sin alzar la voz ni un poco, y sin apartar sus ojos de mí. Al pasar unos pocos segundos en los que Emma aún no aparecía, la chica gritó su nombre de nuevo, luciendo casi desesperada. Su mano sostenía el pomo de la puerta con fuerza; creí verlo doblarse, pero suponía que eran mis nervios traicionándome.

—¿Por qué tanto escan...? —empezó a decir Emma en lo que llegaba a la puerta y me veía. Su expresión se tornó sumamente seria en lo que me miraba. —¿Qué haces aquí, Frederick? —Le sonreí para tratar de calmar los ánimos, pero no pareció funcionar.

—Emm, tenemos que hablar sobre el experimento de química. —Emma seguía de pie en la puerta de su casa, y la otra chica seguía mirándome como si fuese un extraterrestre.

—¿Y no podía esperar hasta mañana?

—No. Es un experimento muy largo, y lo mejor sería empezarlo mañana, por lo que deberíamos ya estar organizados hoy. —Sabía que estaba balbuceando, pero lo cierto era que esos dos pares de ojos blancuzcos me estaban poniendo nervioso. La otra chica miró a Emma de forma acusadora en lo que ésta suspiraba. —¿Puedo pasar? —La verdad es que había bastante frío, y aunque estaba abrigado, estaba temblando.

La chica junto a Emma tuvo pánico en su expresión, y Emma se apresuró a contestar. —No, no puedes. Hablemos aquí. —Emma dio un paso adelante y cerró la puerta tras de sí, después de que la otra chica le dijo algo que no logré escuchar. Emma no lucía incómoda con el frío, a pesar que solo tenía puesto un sweater con unos shorts.

Me senté en las escaleras frente a su casa. —Lamento haber venido sin avisar. No es como que tenga tu número tampoco.

—No creo que tu novia aprobaría que lo tuvieras, Frederick. —Ella miraba a todos lados en lo que sacaba un cigarrillo del bolsillo de su short y se sentaba junto a mí. ¿Es que acaso también se sentía observada? Traté de no darle muchas vueltas al asunto, porque si lo hacía me volvería loco. Segundos después escuché el chasquido del encendedor y llegó a mí el olor característico del humo. Fruncí el ceño.

—Ella no es mi madre. Y puedes llamarme Fred. —Ella seguía sin mirarme a mí directamente. Miraba a diversos puntos, luciendo un tanto preocupada.

—Prefiero llamarte Frederick, y tal vez no sea tu madre, pero actúa como tal. —Su comentario me molestó un poco. ¿Con qué derecho hablaba así de Amy? Antes de que pudiese decirle cualquier cosa, ella tomó una calada y habló de nuevo. —Entonces, organicemos lo que necesites organizar. Ya se está haciendo tarde y tengo cosas que hacer.

—Bien... de acuerdo, primero, hay que buscar los ma... —No me dejó terminar.

—Espera un segundo, ¿cómo encontraste mi casa? —Bueno, esto sería incómodo.

—Le pregunté a la señora de admisiones. —Ella lució sorprendida y un tanto molesta.

—¿Y le dan mi dirección así como así a cualquiera que pregunte? —Me reí por lo bajo, lo cierto es que sí era una situación un tanto espeluznante.

—Tengo toda mi vida viviendo aquí, se podría decir que tengo influencias. —En ese momento, la mirada de Emma se quedó fija en un punto más allá de mí. Seguí el rumbo de su mirada, pero no pude ver nada más que árboles. Estiré mi mano hacia ella, tocando su mano con cautela. —Emma, ¿qué sucede?

Ella miraba mi mano sobre la suya con sorpresa. Luego se removió, finalizando mi contacto. —Nada; tienes que irte ya, Frederick. —dijo, poniéndose de pie.

—¿Qué? Espera. —dije tomándola de la mano de nuevo para evitar que se fuera.

—¡No me toques! —gritó ella, alejándose y mirándome con sorpresa. Levanté las manos en señal de rendición. Lo había olvidado.

—Lo siento. Pero no puedo irme, no hemos hablado del experimento de química. Mañana ya sería demasiado tarde. —Ella seguía mirando a ese punto en el horizonte. Tal vez estaba siendo demasiado insistente, pero demonios, de verdad no quería una mala calificación. Emma lucía bastante frustrada, e incluso un poco temblorosa.

—Entonces vámonos a otra parte. Ya. —Estaba confundido, pero sabía que discutir no serviría de nada. Asentí y ella comenzó a caminar hacia mi auto con rapidez. Cuando estábamos a punto de montarnos, la chica que me había abierto la puerta salió de la casa luciendo sumamente pálida, si es que esto era siquiera posible.

—¡Emma, entra a la casa! —Emma la miró. Ambas lucían asustadas. ¿Qué demonios estaba pasando aquí? La chica miraba a la misma dirección que Emma. Emma parecía tener un debate interno. —¡Emma, ya no hay tiempo! ¡Entra ya! —dijo la chica, en un sollozo. Emma, que antes había estado a punto de entrar a mi auto, ahora arrojó la puerta del mismo con una fuerza impresionante y se encaminó hacia la puerta de su casa. Yo estaba pasmado en el sitio. ¿Qué demonios había sucedido? A medio camino, Emma se detuvo y se giró hacia mí, luciendo afligida. —A él no le hará nada... ¡corre! —Sin embargo, Emma no se movía, solo me miraba, como pensando en algo.

Pasaron unos pocos segundos que se sintieron como una eternidad en los que Emma no se movía ni un centímetro, cuando de repente, de ese lugar que ambas chicas habían estado mirando, emergió una criatura enorme. El bicho era apenas un poco más bajo que yo en sus cuatro patas. Se movía con la lentitud de quien tiene la absoluta certeza de haber encontrado lo que busca. Parecía estar concentrado en Emma. ¿Qué demonios era eso? Miré a la chica frente a mí, y lucía aterrorizada. A medida que el animal caminaba, ella se movía muy lentamente hacia atrás.

El gigantesco animal seguía avanzando hacia ella, ignorando por completo mi presencia. Al parecer, la otra chica tenía razón. El bicho pasaba de mí, así que pensé en hacer algo para ayudar a Emma. Podía notar que con cualquier mínimo movimiento que fuese solo un poco brusco, el animal se abalanzaría sobre ella. Miré a los lados; tenía que pensar en una distracción para que pudiese al menos correr a su casa.

No había nada a mi alcance, así que me quité los zapatos, y le lancé uno al animal.

—¡Oye tú! ¡Bicho enorme! ¡Por aquí! —grité. El animal giró su cabeza hacia mí. Me di cuenta que era una especie de perro gigante, con al menos tres hileras de dientes y sus patas eran del grueso de mi cuerpo. Tragué grueso.

El sudor corría por mi espalda a pesar del frío. El animal parecía completamente desinteresado en mí, a pesar que le lancé mi otro zapato y le seguí gritando. Sin embargo, una brisa gélida azotó el lugar, y pareció llevarle mi olor al bicho. Vi sus pequeñas orejas ponerse en punta en una especie de estado de alerta, y sus ojos resplandecieron en color rojo, como pequeños rubíes. Lo vi girarse completamente hacia mí; Emma lucía confundida. Bueno, al menos había desviado la atención de ella.

—Humano idiota, ¿qué haces? —Escuché gritar a la chica de la puerta. ¿Humano? Y ¿qué demonios era ella? El animal había cambiado su rumbo y ahora se dirigía hacia mí con lentitud, como midiéndome.

En un abrir y cerrar de ojos, y de alguna forma que no entendía, me encontraba junto a Emma, a unos pocos metros de la puerta de su casa, y ella me sostenía por el brazo con fuerza.

—Entra en la casa, Frederick. —dijo, en lo que me empujaba detrás de ella, hacia la chica que no se apartaba de la puerta de su casa. Me sentí tentado a obedecerla hasta que vi que el perro se giró a donde estábamos, luciendo un tanto confundido. Al ver que no me movía, Emma me tomó por el brazo y en menos de un segundo estaba dentro de su casa, donde la otra chica evitó el contacto conmigo, como si estuviera hecho de ácido.

—Emma, ¿qué vas a hacer? —le preguntó la chica.

—Lo que debo. —dijo, y se giró dispuesta a salir. ¿Esta chica estaba loca? Pensaba decir algo pero la otra chica me interrumpió.

—Sabes que eso es muy peligroso. Nunca lo has hecho sin Josh.

—Hay una primera vez para todo. —¿Quién era Josh?

—Necesitas un ancla. —dijo, tomándola por el brazo. Emma la miró de forma significativa.—Sabes que yo no puedo.

—Yo lo haré.—dije, sin saber realmente de lo que hablaban. La chica de la puerta me miró con desprecio.

—No sabes de lo que hablas ni en lo que te metes.—me gruñó.

—Y si me lo explicaras en vez de ser una pe... —Me estaba alterando, pero antes de culminar la frase, Emma me interrumpió.

—¡Basta! Frederick, no puedes ser un ancla, no sabes de lo que estás hablando. Mary, es un sabueso. Si eres muy cobarde para ser mi ancla, entonces no importa. Creo que puedo manejarlo. —Antes de que pudiese siquiera pensar en algo más, Emma había salido de la casa.

Corrí hasta la ventana más cercana a la puerta y la observé. Estaba simplemente de pie, parada frente a la puerta mirando al animal. Incluso de espaldas podía notar la tensión y la concentración que tenía. Tenía las manos apretadas en puños. Creí ver sus manos resplandecer un poco, pero suponía que era mi imaginación. Aunque a la vista de los acontecimientos, no tenía cómo afirmar esto tampoco. Todo esto ya era una locura. Miré al perro, y éste lucía... ¿confundido? Como si repentinamente se hubiese perdido. Incluso dio la vuelta y estuvo a punto de irse, cuando se giró, pude ver a Emma estremecerse; acto seguido, el bicho sacudió la cabeza, y le gruñó abiertamente. Suponía que lo que fuera que estaba haciendo Emma, había fallado.

El animal lucía más molesto que antes, y antes de notarlo, corría directo hacia Emma a gran velocidad. Sin siquiera pensar en lo que hacía, y con una rapidez que a mí mismo me sorprendió, abrí la puerta y me puse frente a Emma, la cual me miró con asombro.

No sé bien qué fue lo que pasó luego.

Como una especie de acto reflejo, extendí mi mano, y una energía extraña fluyó a través de mí. Se sentía vigorizante, y como si hubiese estado contenida por tanto tiempo, que le urgía ser liberada.

Al comienzo solo parecía rodearme, pero cuando entró en contacto con el animal, tomó más fuerza y se apoderó de todo y todos los que me rodeaban. No pude evitar emitir un grito liberador. Podía sentirla emanando de mí al exterior, pero no sabía cómo, ni qué era lo que estaba haciendo. Parecía tener vida propia. Yo no existía, ni el perro, ni siquiera Emma, solo existía esa energía que me consumía. Abrí los ojos, los cuales no había notado que había cerrado con fuerza, y creí ver al perro volar por los aires, así como un intenso color azul resplandeciente que me rodeaba.

Oí el chillido del animal que huyó despavorido. Cuando esto pasó, la energía antes tan fuerte, pareció entender que ya no era necesaria; empezó a disminuir, y a esconderse en mi interior nuevamente.

Súbitamente, fui consciente de nuevo de todo lo que me rodeaba. Los árboles, el viento, mi auto a unos cuantos metros... Emma de pie detrás de mí. Me giré hacia ella; lucía asustada, y Mary, detrás de ella, también lo estaba. Dio un paso hacia mí, un tanto dudosa, en lo que lo último de energía desaparecía. Todo se estaba volviendo borroso.

—¿Fred? —Fue lo último que logré escuchar en lo que mis piernas flaqueaban y todo se tornaba negro.

***

Creo que este es un nuevo récord para mí de actividad en la cuenta jijiji, ¿qué les pareció el capítulo?

En multimedia les dejé a Frederick con su hermana, Vanessa.

Esto es más o menos cómo me imagino al sabueso, pero mucho más grande y con más dientes :D

Déjenme en los comentarios qué les va pareciendo la historia ;) 

El próximo capítulo que subiré será de Pacto Eterno :D creo que trataré de alternarlos uno y uno

Nos leemos a la próxima, bellezas <3

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