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Capítulo 3: Enojadas

Fred

Deambulé un rato por la escuela después de hablar con Emma. De no ser porque ya me había perdido toda una semana de clases, me habría ido a casa. Respiré profundo y fui a mi siguiente clase, resignado. Historia. Al asomarme, pude notar que solo se escuchaba la voz de Emma. Diablos. Compartíamos esta clase también. Se notaba la molestia en su voz. Me fijé mejor y podía ver a Amy encarando a Emma desde su asiento; tenía la cara completamente roja en lo que Emma me llamaba, y cito, "un maldito idiota". Acto seguido dirigió sus ojos hacia mí, que estaba seguro que lucía bastante sorprendido. Solo había pasado un día. ¿Cómo podía odiarme tanto? Giró los ojos y miró al frente. Amy la imitó; al verme, me dirigió una sonrisa forzada.

—Señor Mahone, ¿no entrará a clase? —dijo la profesora, notándose molesta por mi aparente interrupción. Bajé la mirada y me apresuré a entrar y tomar el asiento vacío que había junto a mi novia. Amy me miró con fastidio y giró los ojos hacia mí. ¿Qué había hecho ahora?

El resto de la clase transcurrió con normalidad. Sin embargo, sabía que Amy estaba molesta. Su boca tenía una mueca apretada, y nunca dirigía su mirada hacia mí. Demonios. Conocía a mi novia lo suficiente como para saber que tendría problemas luego.

Cuando terminó la clase, me puse las manos en la cara. Sabía lo que me esperaba ahora. Amy recogió sus cosas con la rapidez de quien solo quiere irse.

—Amy, espera. —dije de forma cansina. Ella me ignoró y prácticamente corrió hasta la salida.

—Problemas en el paraíso. —Escuché susurrar a Stella. Me giré hacia ella y le di una mirada matadora. Noté que Emma, a su lado, me miraba con desafío en sus ojos.

—¿Cuál es su problema? —susurré de vuelta antes de correr tras Amy. —Amy, ¡espera! —dije, llegando hasta ella y tomándola del brazo para girarla. —¿Qué sucede? —Ella entrecerró los ojos.

—Espero que no me estés preguntando eso de verdad. —No sabía qué decirle. Solo abrí mucho los ojos. —Eres un idiota. —dijo, entrecerrando los ojos y empezó a irse de nuevo.

—Oye, no sé qué fue lo que hice, ¿de acuerdo? Me ayudaría mucho que me dijeras qué te molesta. —Vi su rostro tornarse más y más rojo.

—Qué te parece faltar por toda una semana y luego llegar aquí y no tomarte una mierda en serio. Pelear con la chica nueva, que resulta ser tu compañera de laboratorio. Terminar en la oficina del director. Llegar tarde a clases. —Cerró los ojos y respiró profundo. —Sabes que me preocupo por nuestro futuro, Fred. Y el futuro incluye ir a una buena universidad... juntos.

—Lo sé, cariño. Yo me lo tomo muy en serio.

—Por tu forma de actuar el día de hoy, Fred, nunca lo habría adivinado.

—Lo siento. Aún estoy poniéndome al día con todo. —Ella respiró profundo y me dio una sonrisa tensa. Sabía que no estaba completamente conforme, pero lo dejaría pasar... por ahora.

Rodeé por los hombros a Amy y empezamos a caminar. Casi sin pensarlo, me giré hacia la puerta del salón que había abandonado. Vi la cabellera multicolor de Stella ondear libremente, y seguido de ésta, el cabello plateado y la piel de porcelana de Emma.

Sentí algo muy extraño dentro de mí al momento en que nuestras miradas hicieron contacto. Sentía que una fuerza extraña me atraía hacia esa chica. Demonios. Era completamente extraño. Era parecido a la magia, o a lo que pensaba que era la magia. Sacudí la cabeza. Era absurdo. Me obligué a girar el rostro y seguí caminando.

***

Emma

Tenía que salir de aquí. Sabía que aún quedaba una clase por ver, pero no me importaba. No podía soportarlo. Había sido un error volver tan pronto. Aún no tenía el control necesario. En cualquier momento perdería todo y simplemente habría una masacre. Corrí al baño, ignorando las palabras de Stella y me encerré en un cubículo. Puse las manos en mi cabeza y respiré profundo varias veces. La puerta ahogaba un poco el punzante olor a sangre que había afuera. Acto seguido, alguien entró al baño y el olor de su sangre inundó el lugar... eso fue todo lo que pude soportar.

Abrí la puerta con fuerza. La chica, bastante delgada y con cabello oscuro, saltó con la sorpresa. Miró al espejo, y estuvo a punto de gritar de horror al ver que mi reflejo era bastante traslúcido; como una especie de fantasma de película de terror. Solo gracias a que mi velocidad era mucho mayor, tuve tiempo de tapar su boca.

Tal vez no tenía un reflejo normal, pero sabía muy bien cómo lucía. Con la piel más blanca de lo normal, con unos pequeños colmillos asomándose, y con los ojos completamente negros y hambrientos.

Traté de detenerme, pero en este punto no había vuelta atrás; el que la chica estuviese asustada tampoco ayudaba mucho ya que su ritmo cardíaco aumentaba y el olor de la sangre venía con más fuerza. Noté que alguien iba a entrar al baño, así que tomé a la chica con fuerza, y en un segundo estábamos en uno de los cubículos.

Sentía que la chica intentaba liberarse, pero su fuerza no era nada comparada con la mía. No pude soportarlo más. Eché su rostro hacia atrás, y menos de un segundo después la estaba mordiendo. La chica soltó una especie de gemido de éxtasis, y yo me dejé llevar.

Sabía que no le dolía. La mordida era bastante satisfactoria, excitante e incluso un poco adictiva. Tomé de ella casi hasta saciarme... casi hasta matarla.

Cuando sentí su pulso disminuir hasta un punto peligroso, me detuve. La chica estaba terriblemente pálida y desorientada. Sabía que no recordaría lo ocurrido. No hacía falta que utilizara mi poder. La senté en el excusado, y la dejé allí, un tanto adormilada.

Por suerte, el baño estaba vacío nuevamente. Sin embargo, necesitaba privacidad para lo que seguía. Entré a otro cubículo y me senté. Abrí mi mochila y saqué mi "kit". Un pequeño frasco, una jeringuilla, y todo listo. Extendí mi brazo, encontré la vena, y me inyecté. Cerré los ojos y disfruté un poco de la sensación. Era doloroso pero valía la pena. Eché el rostro hacia atrás y suspiré. Miré mi cuerpo y, como siempre que hacía esto, mis venas se tornaron blanquecinas y visibles. Al cabo de unos pocos segundos, el líquido se había esparcido por mi organismo y yo estaba un poco drogada.

Tenía cinco minutos para llegar a casa. Cinco minutos para disfrutar del sol... antes de que me quemara y me hiciera cenizas. Debía apurarme.

Salí del baño un tanto mareada. Me sostuve con la pared y respiré profundo. Debía controlarme. Vi a la ridícula chica que me había reclamado en clase por su novio; ella fruncía el ceño. El chico, que estaba junto a ella, simplemente me observaba. Sacudí la cabeza y emprendí paso firme a la salida.

Al cruzar la puerta, sentí que la oleada de calor me golpeaba con fuerza. Había cosas que incluso la medicina no podía contrarrestar. Sin embargo, disfrutaba los breves momentos que me ofrecía bajo la luz del sol. Respiré profundo un par de veces, y corrí hasta mi motocicleta. La medicina inhibía mis habilidades en gran medida. Si decidía correr hasta mi destino, no llegaría a tiempo. Prendí el vehículo y emprendí la huida. Mi casa no estaba tan lejos, pero solo tenía unos tres minutos para llegar, así que debía apresurarme.

Tenía la mayor parte del cuerpo cubierto por ropa, pero eso no evitaba que el calor pasara poco a poco de ser agradable, a abrasador. El tiempo se estaba acabando, y aún me faltaban unos buenos cinco kilómetros. Aceleré aún más. Mi piel estaba empezando a arder. Mierda. Debí utilizar una dosis mayor.

Al cabo de unos segundos, pude divisar mi hogar, pero ya podía sentir cómo me quemaba, e incluso podía ver una ligera capa de humo emanar de mí. Al llegar, casi arrojé la motocicleta a un lado, y corrí para entrar. Una vez dentro, solté un grito gutural, tratando de liberar el dolor que sentía. Mi piel estaba enrojecida y quemada. Tenía ampollas por todas partes, y sentía que iba a morir en cualquier momento.

—¿Qué demonios pasa? —preguntó Mary, mi mejor amiga, y la chica con la que vivía en lo que emergía de la cocina. Al verme, abrió mucho sus ojos casi tan claros como los míos. —¿Emma? ¿Qué te pasó? ¿Qué demonios hiciste? —Se veía molesta, pero también preocupada.

—Volví... a la escuela. —dije, gimiendo de dolor. Me quité la camiseta con cuidado, para descubrir bajo ella más ampollas.

—¿Durante el día? ¿Estás loca? —Corrió a la cocina, y antes de un abrir y cerrar de ojos estaba de vuelta con una especie de pomada.

—Quiero una vida normal, Mary. —dije, arrugando el rostro en lo que mi amiga me colocaba de manera delicada el ungüento. Escocía un poco, pero aceleraba la curación. Mi amiga suspiró.

—Sé que eso es lo que quieres, nena. Pero somos vampiros. No existe nada parecido a "una vida normal" para nosotros. Debemos adaptarnos a lo que hay. —dijo, con notable tristeza en su tono de voz.

Mary era una chica menuda y baja. Antes de ser un vampiro había tenido el cabello rubio y un tanto rizado. Luego de su transformación era completamente blanco como el mío. Su piel era igualmente clara y sin imperfecciones. Tenía la misma edad que yo cuando la convirtieron, por lo que ambas pasábamos por adolescentes. Sin embargo, a pesar de lo que podíamos aparentar, Mary tenía unos buenos cien años más que yo. Y aunque no se lo dijera muy seguido, lo cierto era que la admiraba. Era una sobreviviente.

—Lo sé Mary, pero estoy cansada de estar escondida. —La crema había tenido el efecto deseado, así que ya estaba casi como nueva.

—No tendrías que esconderte si no hubieses escapado. —dijo, dándome una mirada significativa. Yo sabía que tenía razón, pero aun así giré los ojos ante sus palabras. Desde que había llegado hacía unos pocos días no había parado de repetirlo.

—Ya tú sabes por qué no quiero volver.

—Emma, eres una chica muy especial. Deberías sentirte honrada por todo lo que se te ha concedido. —Detestaba cuando Mary hablaba como si fuera mi madre. —Sabes que los poderes en vampiros son sumamente inusuales.

—Sí, lo sé. Pero eso no significa que tengamos que ser usados como armas.

—No tenemos otra manera de defendernos de las brujas y sus sabuesos. —Un estremecimiento ligero recorrió su cuerpo, suponía que estaba recordando cómo los sabuesos habían acabado con su novio, hacía solo un año atrás. Puse mi mano en la suya de forma reconfortante, y le di una sonrisa. Ella se recompuso. —Talentos como el tuyo y el de Josh son imprescindibles, nena. Y tú sabes que cuando están juntos son más fuertes.

—No me hables de Josh, Mary. Por favor. —dije con tono dolido.

—Tú sabes que Josh no quería lastimarte. Él te ama.

—Bueno, pero lo hizo. No creo que me ame. —dije, alzando la voz.

—Debe estarte buscando. Sabes que va a encontrarte. Y mejor que sea él a que sean los sabuesos.

—Puedo arreglármelas con los sabuesos. —dije, poniéndome de pie, ya lo suficientemente fuerte. Empecé a caminar a mi habitación cuando la voz de Mary me detuvo de nuevo.

—¿Y los humanos?

—¿Qué hay con ellos?

—Ellos no pueden lidiar con los sabuesos. Y sabes que a las brujas no les importa que ellos estén bien. Los matarán sin pensarlo. —Me giré hacia ella y esbocé una sonrisa sinuosa.

—Entérate Mary, somos vampiros. Nos alimentamos de sangre humana. Que venga en bolsas no cambia su origen. Creo que ese es peligro suficiente. ¿No te parece? —Mary apretó la mandíbula y miró a otro sitio.

Ella sabía que yo tenía razón.

***

Holaaa!! Tenía un tiempo desaparecida! Habría terminado este capítulo hacía bastante tiempo, pero por motivo de navidad viajé y estuve todo este tiempo lejos de mi casa. Pero ya por fin está aquí!

Espero que les guste, porque les aseguro que solo se pone mejor.

En multimedia les dejé a Mary, o como yo la imagino.

Espero que hayan disfrutado el capítulo, y ansío leer sus comentarios. Próximamente subiré un capítulo de Pacto Eterno.

Hasta pronto lectores <3

PD: Tomé a Miare como imagen para Mary solo por su apariencia física. El personaje de Mary, ni ninguno de mis personajes está realmente inspirado en ninguna de las personas que escogí para que los representen y nada de lo escrito en mis historias tiene que ver con cualquier conflicto en el que los representantes de mis personajes puedan estar involucrados.

LOS AMOOO!

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