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11- Capítulo Once: Volver.
Me abrazó, me contuvo entre sus brazos, me mimó como nunca lo había hecho un hombre antes conmigo, me acurruqué entre sus delgados brazos.
Delimité sutilmente sus facciones, una a una y esa noche descansé profundamente. Habíamos estado rodeados de un ambiente de mucho estrés los últimos días, no nos quedamos nada tranquilos después de ver las noticias y el aumento de casos de la Covid-19, me asustaba mucho ver a Rodrigo atendiendo gente, sabía que él amaba hacerlo, pero... ¿Y si enfermaba?
Mi embarazo me cambió mucho, ya tenía ocho meses de embarazo. ¡En cualquier momento podía venir las mellizas! La habitación estaba lista, olía delicioso, estaba preparado todo. Mi plan de parto firmemente redactado, nuestra vida iba a cambiar, pero para bien.
Llamenle destino, casualidad, coincidencia... pero nuestras mellizas vinieron a llenar de alegría y llanto nuestras vidas, un 13, otra vez... ¡Gracias a nuestra doctora por su apoyo!
El día 13, nacieron las mellizas: Ava y Ella. Ava Allegra, a las 13:29, con 3, 200 kg, 32 cm, mucho cabello rubio y unos cachetes regordetes. Ella Faith, a las 13:32, con con 3,500 kg.32 cm, mucho cabello rubio y unos labios delineados. Nuestras princesas eran lo mejor para nosotros.
Sentí contracciones estando en la semana 34 de embarazo, todo parecía ir bien, mi parto soñado era natural, completamente mágico y respetado. Pero, tristemente detectaron que Ella estaba enredada con el cordón umbilical, por ende, no podía ser una parto natural, sino que me debían hacer una cesárea. Indiqué que igual quería el piel con piel, que si no podía hacerlo yo con ellas, que se las pusieran a Rodrigo, la persona que sería mi fiel acompañante en todo momento.
Me trasladaron a cirugía, donde me durmieron un poco, pero igual experimenté una extraña sensación en cuanto sacaron a Ava, mi primera princesa, mi bebé hermosa, mi dulce niña, sonreí en cuanto me la mostraron, le tomaron las respectivas fotografías para rememorar su nacimiento, su auge a nuestras vidas. Rodrigo cortó el cordón umbilical de sus dos princesas, las sostuvo en brazos mientras le hicieron su respectivo chequeo de recién nacida. Nació minutos después mi segunda princesa, la experta en robarle latidos a mi corazón, Ella, una bebé mágica.
Me hicieron el respectivo chequeo, pero no me cerraron la fábrica, porque consideraban que era muy joven. Me sentí la mujer más especial en cuanto a la maternidad. Después de tener un parto acorde a lo estipulado, me trasladaron a una habitación privada, allí gozamos de intimidad, me maquillaron, me peinaron y me ayudaron a cambiarme porque anhelaba sentirme preciosa ese día. Subieron a mis bebés a mi habitación, y me llené de alegría.
Una experta en lactancia vino a aconsejarme en cuanto al tema y me ayudó a amamantarlas, me aconsejó y de la mejor manera: con la práctica. ¡Fue un día maravilloso, inolvidable y especial!
Después de ese día nada volvería a ser igual.
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